He pasado mucho tiempo en los Salmos estos últimos par de meses. Principalmente, porque estamos discutiendo los lamentos en un grupo virtual de apoyo que facilito, pero también porque es lo que mi propio corazón necesita en este mismo momento. Necesito que la honestidad abierta del salmista me ayude a darle voz a lo que ocurre en mi propio corazón. Necesito saber que no estoy sola en mis sentimientos de soledad, aislamiento, temor, desilusión y pena. Necesito certeza en estos tiempos de incertidumbre y los Salmos me apuntan a lo que es verdadero e inmutable.
Mientras hojeo las páginas, veo que hay un tema repetido a lo largo de los Salmos. Ya sea que el salmista esté cantando alabanza y dando gracias o esté clamando en lamento, a menudo veo una palabra o frase repetida que él usa para describir quién es Dios. El salmista se refiere a Dios como su refugio y protección. Él describe a Dios como una roca, una fortaleza; como una altura inexpugnable.
«El Señor es mi roca, mi baluarte y mi libertador; mi Dios, mi roca en quien me refugio; mi escudo y el poder de mi salvación, mi altura inexpugnable» (Sal 18:2).
«Porque Tú eres mi roca y mi fortaleza, y por amor de Tu nombre me conducirás y me guiarás» (Sal 31:3).
«Sé para mí una roca de refugio, a la cual pueda ir continuamente; Tú has dado mandamiento para salvarme, porque Tú eres mi roca y mi fortaleza» (Sal 71:3).
En términos prácticos, una roca es un lugar para esconderse. Sus grietas y cuevas entregan protección de las bestias, de las tormentas y de los enemigos. Una roca también es el cimiento sobre el cual nos levantamos y construimos. Es sólida y segura. Las rocas se usan para construir murallas y fuertes que protegen a quienes están dentro. Una gigantesca roca, como una montaña, es inamovible; permanece firme a través de las tormentas y batallas más temibles.
Por esta razón, no es sorpresa que se haga referencia al Señor como una roca. Es uno de los muchos nombres encontrados en la Escritura: «¡La Roca! Su obra es perfecta, porque todos sus caminos son justos; Dios de fidelidad y sin injusticia, justo y recto es Él» (Dt 32:4). Usado figurativamente, este nombre nos recuerda que podemos correr a Dios cuando tememos. Podemos buscar protección y seguridad. Él es nuestro refugio (Dt 33:27). Él es nuestro protector y refugio de las violentas tormentas de la vida. Él es nuestro Salvador y Rescatador. Y mientras a nuestro alrededor hay caos, nuestro Dios es inmutable y constante. Firme, fuerte, seguro, fiel, eterno.
Tampoco es sorpresa que también se haga referencia a Cristo como roca. Pablo nos dice en 1 Corintios 10, que Cristo fue la roca espiritual de Israel mientras deambulaban en el desierto: «Porque bebían de una roca espiritual que los seguía. La roca era Cristo» (v. 4). También se hace referencia a Cristo como la piedra angular de la iglesia. Así como la piedra angular de las construcciones sostiene dos muros juntos, Cristo une a la iglesia (Ef 2:20). «Por tanto, así dice el Señor Dios: “Yo pongo por fundamento en Sión una piedra, una piedra probada, angular, preciosa, fundamental, bien colocada. El que crea en ella no será perturbado”» (Is 28:16).
Cristo es el cumplimiento de todas las promesas de Dios de ser nuestra roca y fortaleza. Él es nuestro verdadero refugio. Él es la respuesta al clamor por salvación y liberación del salmista. Él nos rescató del pecado y de la muerte. Él se unió a nosotros por medio de la fe en su vida, muerte y resurrección. Él nos hizo suyos. Él es nuestro lugar de seguridad. Nuestro refugio, nuestra fuerza y nuestra fortaleza.
No debemos ir lejos para buscar refugio en Cristo, puesto que Él nos hizo su morada. Su Espíritu vive dentro de nosotros. El mismo Espíritu que resucitó a Cristo de los muertos es el mismo Espíritu que nos anima en nuestros corazones débiles, fortalece nuestra fe, nos exhorta cuando pecamos y nos transforma más y más a la imagen de Cristo. ¡Es algo maravilloso en lo que pensar! Cuando necesitamos refugio y protección, Él está tan cerca de nosotros: ¡a una oración de distancia!
Este recordatorio ha sido un ánimo para mi corazón durante estos tiempos de incertidumbre. Solo refugiarme en Dios como mi roca calma mi mente distraída. Saber que Cristo es mi refugio y que Él siempre está conmigo me da esperanza. Oro para que sea igual para ti también.
Padre que estás en el cielo: Tú eres mi roca, mi refugio y mi lugar seguro. Eres mi fundamento firme. Tú no cambias. Nada puede moverte. Te doy gracias porque en Cristo estoy segura. Él es mi refugio y mi fortaleza. Nada ni nadie puede arrebatarme de Él. Que estas verdades sean mi consuelo y mi fuerza en estos tiempos de incertidumbre. En el nombre de Jesús, amén.
Este recurso fue publicado originalmente en el blog de Christina Fox.

