Enfoques para calmar el corazón propio
1) Procura ser fiel a la luz y a la ley de la naturaleza, que toda la humanidad está obligada a observar. Si no tuvieras la Escritura ni el cristianismo, entonces, la naturaleza (es decir, las obras de Dios) te dirá que existe un Dios y «que recompensa a los que lo buscan» (Heb 11:6). Te informa que Dios es absolutamente perfecto en poder, conocimiento y bondad, y que el hombre es un agente racional y libre creado por Dios y, por tanto, le pertenece, está sujeto a su voluntad y gobierno. La naturaleza dice que las acciones del hombre no son moralmente neutras, pero que hay algunas cosas que debemos hacer y algunas que no. Nos dice que la virtud y el vicio, el bien moral y el mal difieren grandemente y, por lo tanto, esa ley universal nos obliga al bien y prohíbe el mal; y que esto puede ser nada menos que la ley del Gobernante universal, quien es Dios. Le dice a todos los hombres que le deben a este Dios su obediencia absoluta porque Él es su Gobernante más sabio y absoluto y que le deben su más grande amor; esto es porque Él no sólo es el benefactor principal, sino también, perfecto y admirable en sí mismo. La naturaleza nos dice que Él nos ha hecho a todos miembros de una familia universal y que nos debemos amor y ayuda mutua. Nos dice que nada de la obediencia que damos a Dios puede ser jamás sin sentido o para nuestro perjuicio. Asimismo nos dice que todos debemos morir y que esos placeres físicos y este mundo efímero pronto nos dejarán. No hay más razón para dudar de cualquier cosa o de todo de lo que hay que para dudar de si el hombre es hombre. Acepta la verdad de esto y te ayudará mucho con el resto.
2) Con respecto a la revelación sobrenatural de Dios, aférrate a la Palabra de Dios, la Sagrada Biblia, escrita por la inspiración especial del Espíritu Santo, como la documentación suficiente de ella.
La fe no es fe divina si no depende de la revelación divina, tampoco es obediencia divina la que se rinde a algo que no sea el gobierno y la ordenanza divina. La palabra del hombre debe creerse sólo al grado que merece, con una fe humana; la ley del hombre debe obedecerse según la medida de su autoridad, con una obediencia humana. Pero estos son muy diferentes de lo divino. No existe un gobernante universal en todo el mundo o en la iglesia que no sea Dios; ningún hombre es capaz de hacerlo, tampoco lo es ningún concilio de hombres. La ley de Dios se encuentra sólo en la naturaleza y la Santa Escritura, y esa es la ley que provee la única regla divina de nuestra fe o juicio o de nuestros corazones y vidas. Aunque no cada parte de la Escritura es igualmente clara o necesaria, uno puede ser salvo si entiende menos de mil oraciones de ella, ya que todo lo necesario para la salvación está claramente contenido dentro de esos límites. La ley de Dios es perfecta para su propósito y no necesita adiciones del hombre. Aférrate bien a la suficiencia de la Escritura o nunca sabrás a lo que debes aferrarte. Los concilios y los cánones son mucho más inciertos y no hay acuerdo entre sus defensores para saber cuáles son obligatorios y cuáles son opcionales; no existe camino para el cual se alcance el acuerdo para estos asuntos.
3) Sin embargo, acepta la ayuda que los hombres pueden dar en cuanto a comprender y obedecer la Palabra de Dios.
Así como los abogados no crean la ley en sí mismos, sí necesitas su ayuda para entenderla y usarla correctamente, de igual manera, aunque ningún hombre tiene poder para hacer leyes para la iglesia universal, debemos apoyarnos en hombres que nos enseñen a comprender cómo obedecer la ley de Dios. No nacemos ni con fe ni con conocimiento; sabemos solamente lo que se nos ha enseñado, aparte de lo que obtenemos por la percepción de los sentidos, por la intuición o lo que deducimos de ellas mediante el razonamiento.
Si preguntas: «¿de quién debemos aprender?»; te respondo: «de aquellos que saben y que han aprendido». Ningún nombre, título, parentesco o vestimenta puede capacitar a alguien para enseñarte lo que él mismo no sabe.
- Los niños deben aprender de sus padres y maestros.
- Los adultos deben aprender de sus pastores y catequistas fieles y calificados.
- Todos los cristianos deben ser maestros mediante el apoyo amoroso mutuo.
Pero enseñar y dar leyes son cosas diferentes. Enseñar a otro consiste en mostrarle la misma evidencia objetiva de la verdad por la cual el maestro la conoce por sí mismo, de modo que el alumno pueda comprenderla también. Decir, en cambio: «debes creer que es verdad lo que yo digo que es verdad» o «este es el significado», no es enseñar, sino dar leyes. Creer en tales afirmaciones no es aprender ni conocer, aunque cierta confianza en los maestros sea necesaria para los alumnos.
4) No aceptes como necesario para la esencia del cristianismo y la salvación nada que no esté registrado en la Escritura y que no haya sido considerado necesario por todos los verdaderos cristianos en todas las épocas y lugares. No se trata de que primero debamos asegurarnos de que una persona sea un verdadero cristiano a fin de saber qué es la verdad cristiana. Al contrario, el sentido obvio de la Escritura les muestra a todos lo que es el cristianismo y, así, saber a quién podemos asumir como cristiano. Pero si algún asunto doctrinal es nuevo y ha surgido después de que los apóstoles redactaron la Escritura, ese asunto no puede ser esencial al cristianismo. De lo contrario, el cristianismo sería necesariamente una fe mutable, distinta ahora de lo que una vez fue; la alternativa sería que no hubo verdaderos cristianos antes del surgimiento de esa nueva doctrina. Si el asunto es verdaderamente esencial, entonces la iglesia no era iglesia y nadie era cristiano si carecía de cualquier elemento esencial de la fe o la práctica.
Aquí debemos ser cuidadosos con el engaño sofístico: si bien es cierto que nada es necesario para la salvación excepto aquello que todos los cristianos sanos han creído, no todo lo que los buenos cristianos han creído o hecho es necesario, y mucho menos esos asuntos que los peores cristianos (si es que fueron muy tentados) han sostenido. Aunque la esencia del cristianismo siempre y en todas partes ha sido la misma, las opiniones, errores y faltas de los cristianos nunca han sido componentes válidos de su fe o práctica. La naturaleza humana es esencialmente la misma desde Adán y en todos los hombres, pero las enfermedades de la naturaleza son otra cosa distinta. Si todos los hombres tienen pecado y cometen errores, entonces todas las iglesias también. Su cristianismo viene de Dios, pero las corrupciones y males de los cristianos no. Debes aferrarte solamente a lo que los cristianos antiguos sostuvieron como recibido de la Palabra de Dios; sin embargo, dado que todos tienen alguna falta y cometen algún error, no debes aferrarte ni imitar todas esas cosas.
5) Mantén la unidad del Espíritu con todos los verdaderos cristianos y vive en amor en la comunión de los santos. Es decir, ten comunión con aquellos que tanto creen como practican una santa obediencia a la fe y la ley cristiana. «Por sus frutos los conocerán» (Mt 7:20). Las asociaciones de personas maliciosas, que suprimen el verdadero conocimiento práctico y la piedad, que odian a los mejores hombres y, en lugar de ello, se deleitan en la maldad, persiguiendo con malicia a quienes, por conciencia, resisten sus antiguas usurpaciones e invenciones, no son la comunión de los santos. Lobos, espinos y cardos no son las ovejas ni las vides de Cristo.
6) No prefieras una secta extraña o aislada por sobre el consenso universal de los fieles dentro de tus círculos o comunión, al menos en cuanto sea aplicable el juicio de los demás. Aunque no medimos nuestra fe según el número de sus adherentes, y aunque los números rara vez representan lo mejor, y aunque unos pocos suelen ser más sabios que la mayoría, y en casos de controversia los pocos verdaderamente conocedores suelen responder por los menos informados, Cristo sigue siendo la cabeza de todos los verdaderos cristianos. Él no es la cabeza de una secta extraña o de un pequeño grupo exclusivamente. Él ha ordenado que todos vivamos como hermanos, en amor y en santa comunión. En ciencia, cuanto mayor sea el número de quienes forman un consenso más probablemente es que estén en lo cierto que quienes tienen teorías aisladas, pero cuya capacidad no supera a la de la mayoría. En definitiva, no importa de qué lado prefieres estar en asuntos no esenciales de la fe, siempre tienes que estar en unidad con todos los verdaderos cristianos y evitar diferencias innecesarias con ellos.
7) Nunca prefieras una opinión dudosa por sobre una verdad o deber certero. No reduzcas las certezas a lo incierto; más bien, procura aclarar lo incierto hasta que sea cierto. Por ejemplo, es cierto que debes vivir en amor y paz con todos los verdaderos cristianos, hacer el bien a todos y no dañar a nadie. No permitas que diferencias de dudosa importancia te lleven a violar esta regla y así odiar, calumniar, murmurar y hacer daño por asuntos cuestionables, indiferentes o no esenciales. No hagas que la presentación de «la menta, el anís y el comino», o cualquier otro diezmo o rito, pese más que el amor, la justicia y los demás asuntos esenciales e indiscutidos de la ley (Mt 23:23). Es una secta u opinión insana que se opone a la naturaleza y al deber común del cristianismo y de la humanidad.
8) Sirve a Cristo con la capacidad más completa que tu conocimiento y habilidades permitan, y sé fiel a la verdad conforme la conoces. No practiques pecados de omisión ni de comisión, no sea que Dios, en su justicia, confirme tu indiferencia por el conocimiento al permitir que creas en mentiras (Ver 2 Tesalonicenses 2:11-12).
9) Recuerda que todos en el mundo somos ignorantes y percibimos las cosas como si estuviéramos mirando a través de un espejo distorsionador, y parcialmente; en consecuencia, aun los mejores entre nosotros tienen muchos errores. Nadie tiene un conocimiento completo y perfecto ni siquiera sobre la planta o el animal más pequeño. Y si Dios soporta las numerosas faltas en todos nosotros, ciertamente debemos tolerar lo tolerable los unos por los otros. Es apropiado que las personas sean humildes, enseñables y dispuestas a aprender. Así como nos hemos encontrado a unos pocos más imperfectos que aquellos que son parte de sectas que han afirmado la perfección sin pecado, también percibimos como falibles y llenos de errores a los católicos romanos, que afirman una infalibilidad. Cuando ellos aseguran que estás obligado a creer en sus papas y concilios, y que de ese modo se pone fin a la controversia, pregúntales: ¿podemos esperar aquí y ahora el fin de la ignorancia, el error y el pecado? Si no, ¿qué esperanza hay de acabar con todas las controversias en este lado del cielo, donde la ignorancia misma no se acaba? Las controversias sobre lo esencial del cristianismo terminaron para nosotros cuando llegamos a ser verdaderos y maduros cristianos. Las restantes se resolverán a medida que crezcamos en conocimiento. La divinidad no es un campo menos misterioso que la ley, la medicina y otras disciplinas parecidas en las que abundan las controversias.
10) A pesar de estas limitaciones, ¡no niegues tu necesidad de conocimiento ni asumas que ya tienes suficiente! Al contrario, como estudiantes de Cristo, sigue aprendiendo más y más hasta que la muerte intervenga. Los más sabios aún saben muy poco y pueden seguir aprendiendo. Hay una gran diferencia en excelencia, utilidad y consuelo entre quienes tienen un conocimiento claro y asimilado, y aquellos que tienen malentendidos confusos y desorganizados. Pon en práctica los diez principios aquí enumerados, y sálvate de la confusión que resulta de dudas y controversias suscitadas por quienes son pretenciosos en asuntos de religión.
Este artículo es una adaptación de Depresión, ansiedad y la vida cristiana: sabiduría práctica de Richard Baxter con notas de Michael S. Lundy.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
Richard Baxter