«La doctrina divide» —explicó el joven. «Por supuesto que es importante, pero a Dios le importa mucho más nuestras obras que nuestros credos. La doctrina divide, pero el amor une». ¿Podría él estar en lo correcto? ¿Es la doctrina una fuerza de división destinada a inclinarse ante la primacía del amor?
«Encuentro que la doctrina es aburrida» —confesó el esposo. «No me interesa escuchar sobre teología. Tan solo dime lo que Dios quiere que yo haga y lo haré. Soy una persona dinámica, no un aprendiz». ¿Podría él estar en lo correcto? ¿Es la doctrina una disciplina monótona adecuada solo para los pasillos del mundo académico?
Resulta que la Biblia tiene mucho que decir sobre la doctrina y siempre la elogia como algo de gran importancia para todo cristiano. Es más, no podemos considerarnos fieles seguidores de Jesucristo a menos que conozcamos a fondo nuestra doctrina, nos aferremos firmemente a ella y la defendamos con fidelidad. Aunque la fe cristiana es mucho más que conocer doctrina, nunca es menos. Y sin embargo, muchos de los que profesan ser cristianos solo tienen el conocimiento más rudimentario de la doctrina cristiana.
Muchos de los que afirman amar la Biblia solo tienen un escaso conocimiento de las doctrinas que contiene. Muchos de los que han recibido el sagrado depósito del Evangelio no están equipados para guardarlo. Y para los hombres, que son llamados a liderar sus hogares en devoción a Dios, la búsqueda de la doctrina, a menudo, pasa a segundo plano para ir en búsqueda de lo más fácil y cómodo. Con el tiempo libre antes y después del trabajo, relajarse con la televisión suena mucho más atractivo que trabajar en la doctrina que se encuentra en la Escritura. No obstante, hay un gran costo al descuidar el estudio de la doctrina, así como existe una ganancia inestimable en el conocimiento profundo de ella. Para buscar correctamente a Dios durante toda la vida, debemos saber quién es Él y cómo Él nos llama a vivir.
En esta serie, Correr para ganar, estamos analizando profundamente el tipo de vida que Dios llama a los hombres cristianos a vivir. Por medio del apóstol Pablo, te desafía a entender la vida como una carrera y te ruega que la corras de tal modo que ganes. ¿Estás corriendo sin un objetivo claro, dando zancadas a paso lento y pesado? ¿O estás aplicando, como Pablo, el tipo de dominio propio que un atleta necesita para entrenar con éxito y correr victoriosamente? Si vas a correr para ganar, debes entrenarte para conocer tu doctrina.
La doctrina
La palabra doctrina simplemente se refiere a lo que la Biblia enseña de un tema en particular. A medida que estudias cuidadosamente la Escritura y reúnes sus temas, llegas a comprender lo que comunica sobre una variedad sinfín de temas: la doctrina de la Escritura, por ejemplo, que explica lo que la Biblia dice de sí misma; la doctrina de Dios, que describe lo que la Biblia dice sobre la naturaleza, el carácter y las obras de Dios; y la doctrina de la salvación, que nos dice cómo Dios salva a su pueblo del pecado.
La Biblia divide la doctrina en dos amplias categorías: sana y falsa. La sana doctrina se origina en la mente de Dios, es consistente con la Palabra de Dios y demuestra ser beneficiosa para el pueblo de Dios. Eres responsable de conocer esa doctrina para poder vivir de acuerdo a ella y para protegerla fielmente. La falsa doctrina se origina fuera de la mente de Dios, es inconsistente con la Palabra de Dios y no es beneficiosa para el pueblo de Dios. Tú eres responsable de rechazar tal doctrina y de alejarte de las personas que la proclaman.
Aunque la responsabilidad de conocer, fomentar y defender la sana doctrina se les da especialmente a los pastores, se espera que todos los cristianos sean bien versados en ella. ¿Por qué? Porque vivir fielmente para Dios es inseparable de conocer correctamente a Dios. Aquellos que lo conocen mejor están equipados para servirlo mejor. Aquellos con un profundo conocimiento tienen la oportunidad de expresar mayor obediencia.
Más que hechos
La doctrina involucra hechos, sin duda. No obstante, estos no son hechos fríos acumulados en mentes desdeñosas para luego utilizarlos como una especie de carta teológica bajo la manga. Al contrario, estos hechos son verdades vitales que motivan vidas fieles. Piensa en la relación que tienes con tu esposa: cuando salías con ella y descubriste los trágicos eventos de su niñez, ganaste hechos que te permitieron conocerla y apreciarla mejor. Cuando descubriste que tu esposa ama las trufas de chocolate con menta, no fue un hecho que simplemente archivaste, sino uno que usaste para expresarle amor. En el contexto de una relación íntima, los hechos no se acumulan para que puedas meramente recitar información sobre una persona o para crear una página de ellos en Wikipedia. Los hechos se acumulan para que puedas buscar diligentemente a esa persona en amor.
De igual manera, cuando aprendes hechos de la fe cristiana, estás adquiriendo conocimiento que te permite comprender mejor a Dios para que puedas buscarlo mejor. Supón que lees en la Escritura sobre el alcance del amor de Dios por ti: «[…] En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme a la buena intención de su voluntad» (Ef 1:4-5). A lo largo de este versículo, llegas a entender que el amor de Dios por ti data de antes de la creación del mundo y que, en última instancia, tu salvación fue el resultado de este propósito determinado. Ahora comprendes mejor el carácter de Dios (¡Él es bueno! ¡Él es amoroso! ¡Él es poderoso!) y entiendes mejor las acciones de Dios (¡Él inició! ¡Él amó! ¡Él actuó!). ¡Estás creciendo en doctrina! Al haber comprendido estos hechos, comienzas a vivir con una confianza mayor, sabiendo que tu salvación no depende de tu voluntad, sino de la de Dios. Comienzas a amar a Dios más profundamente y lo buscas con más gozo como receptor de su soberana gracia. Tu amor por Él desborda en mayor paciencia y amor por otros a medida que anhelas mostrar el mismo tipo de amor que Dios te extendió. Estos hechos ahora han profundizado su relación y han cambiado tu vida. La doctrina no informa meramente tu mente, sino que también enciende tu corazón y reforma tu comportamiento.
Doctrina y vida
Pocos hombres cristianos se convertirán en teólogos profesionales y enseñarán doctrina en salas de clases y seminarios. Sin embargo, todo hombre cristiano, incluido tú, debe aspirar a ser un teólogo aficionado, a estudiar y a conocer los hechos de la fe. Esta doctrina te equipará para vivir una vida que agrade a Dios.
Solo el esposo que tiene un profundo conocimiento de los caminos y de las obras de Jesucristo está bien equipado para amar a su esposa «así como Cristo amó a la iglesia y se dio Él mismo por ella» (Ef 5:25). ¿Cómo puede amar como Cristo si no sabe cómo Cristo amó? Solo el padre que ha estudiado doctrina puede criar a sus hijos «en la disciplina e instrucción del Señor» (Ef 6:4). ¿Cómo puede enseñar lo que él mismo no ha aprendido? Solo el miembro de la iglesia que conoce sus realidades puede servir a su iglesia como un anciano, pues el anciano «debe retener la palabra fiel que es conforme a la enseñanza, para que sea capaz también de exhortar con sana doctrina y refutar a los que contradicen» (Tit 1:9). ¿Te sientes inadecuado para tomar liderazgo en tu iglesia porque no conoces la doctrina necesaria para liderar a personas en la fe? Solo el creyente que conoce el contenido de la fe puede hábilmente «luchar […] por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos» (Jud 1:3). ¿Cómo puedes defender tu fe en el lugar de trabajo, cómo puedes proteger a tu familia contra los ataques de Satanás, cómo puedes ser un promotor de la verdad si no puedes distinguir la sana doctrina de la falsa?
¡Corre para ganar!
¿Conoces tu doctrina? ¿Conoces al menos los hechos básicos de la fe cristiana? No tienes excusa para la ignorancia. De todas las generaciones, la nuestra es la más bendecida en la búsqueda de los hechos de la fe cristiana. Tenemos pastores que predican fielmente la Palabra y toman en serio la instrucción de Dios de «insist[ir] a tiempo y fuera de tiempo. Amonesta[r], reprende[r], exhorta[r] con mucha paciencia e instrucción» (2Ti 4:2). Tenemos un sinfín de teologías sistemáticas escritas no solo para los teólogos, sino que también para los laicos. Tenemos una gran cantidad de cursos en línea esperándonos. Tenemos todas las oportunidades y todas las razones para llenar nuestras mentes con el conocimiento de Dios.
Conocer la doctrina es conocer el contenido de la fe cristiana y conocer lo que es necesario para vivirla adecuadamente. No puedes correr bien la carrera si no conoces hacia dónde vas. Tu fidelidad a Dios depende de tu conocimiento de Dios. Hombre cristiano, si quieres correr para ganar, debes conocer tu doctrina.
¿No sabes por dónde comenzar en el estudio de la doctrina? Estas son un par de sugerencias: Cristianismo básico de John Stott, El conocimiento del Dios Santo de J.I. Packer y Core Christianity [Cristianismo fundamental] de Michael Horton son excelentes introducciones a la teología. Si quieres intentar con una teología sistemática, considera la Teología sistemática de Wayne Grudem o Teología sistemática de John MacArthur. Si quisieras ver videos de enseñanza, considera suscribirte a la plataforma Conexión Ligonier, que ofrece una serie de excelentes cursos sobre una gran variedad de temas.
ARTÍCULOS DE LA SERIE:
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies.

