Durante el fin de semana me crucé con varios artículos diferentes sobre un tema común: el mal humor. Estos eran artículos que ofrecían guía en esos momentos, esos momentos inevitables, cuando estás de mal humor y simplemente no puedes cambiarlo. Si bien los artículos tenían algunos consejos útiles, tenían lo siguiente en común: trataban los síntomas en lugar de la raíz del problema. Trataban sobre cómo superar las manifestaciones del mal humor en lugar de buscar el corazón del mal humor. Los cristianos podemos hacerlo mejor.
Sé un par de cosas sobre el mal humor. Usualmente, soy una persona alegre, pero regularmente me veo obligado a lidiar con un mal humor bastante significativo. Sé lo difícil que es salir de ese mal humor. Sin embargo, aunque puede ser difícil, no es imposible. He aquí cómo vencer ese mal humor:
Ve al Evangelio
Si existe un momento para predicarte el Evangelio a ti mismo, es este. Recordarte a ti mismo el Evangelio es el golpe de realidad supremo. Recordarte a ti mismo el Evangelio y permitir que esas verdades crucen tu mente y tu corazón es recordarte las realidades más profundas del universo. Te recordarás a ti mismo de que eres una persona pecaminosa que merece la ira que de Dios; que Dios mismo entró en este mundo como un hombre; que Él cargó con todo tu pecado y condenación; que Él sufrió la ira de Dios en tu lugar; que murió la muerte que tú mereces; que resucitó triunfante y que toda su rectitud te ha sido dada. Algunas personas dicen que cuando estás de mal humor debes meditar. Tienen toda la razón, excepto que en lugar de ese vaciamiento mental oriental, tú necesitas la meditación cristiana que llena la mente, donde deliberadamente llenas tu mente con la verdad del Evangelio.
Llámalo por su nombre
Habiéndote predicado el Evangelio a ti mismo, ahora estás en el lugar adecuado para llamar a ese mal humor por lo que es: pecado. Es exactamente el tipo de pecado por el que Jesús tuvo que morir. Nunca hay una excusa para estar de mal humor. Estar de mal humor es estar de mal genio, enfadado, arisco e irritable. Te pones de mal humor cuando la vida no ha ido como esperas, cuando otros han interrumpido tus planes de una vida pacífica y fácil, cuando otros te han irritado de alguna manera. Puedes incluso simplemente despertar de mal humor al parecer sin motivo alguno. El mal humor se mete en tu mente, de modo que sigues masticando todas las maneras en las que has sido agraviado. Te vuelves irritable e irascible. Te molestas con los demás y te disculpas. Hay una categoría de ira justa («Enójense, pero no pequen», dice Efesios 4:26), pero nunca hay un mal humor justo. Jesús estaba enojado e indignado ante los cambistas en el templo y ante los discípulos que decían a los niños que se perdieran. No obstante, no fue gruñón. El mal humor es simple y llanamente pecado.
Dale un nombre
Has reconocido que tu mal humor es pecado. Ese es un gran primer paso, pero pecado es un término general. Ahora deberías avanzar un paso más y darle a ese pecado un nombre bíblico. El mal humor no es un término que usa la Biblia, entonces es mucho mejor usar irritabilidad, impaciencia o enojo injusto. Tal vez los tres. Esas son maneras en la que la Biblia describe tu mal humor y en todos los casos lo describe como pecado. Es posible que quieras vestirlo con todo tipo de ropas lindas («no estoy pasando un buen momento» o «está bien, es solo que no estoy en buen lugar en este momento»); no obstante, al final, es simplemente uno o más de esos pecados. Al nombrar el mal humor como pecado —el pecado del enojo injusto o el pecado de la irritabilidad o el pecado de la impaciencia—, no te has permitido poner excusas y te has puesto en una posición para lidiar con ellos apropiadamente. Y la manera correcta de lidiar con ellos es pedirle perdón a Dios.
Nota: sé que todo esto suena bastante formal y rígido, pero estos tres pasos se pueden lograr en diez segundos. Puede que valga la pena tomar más tiempo, especialmente cuando el mal humor se vuelve un patrón, pero en el fragor de la batalla, esta manera de pensar se puede hacer en un periodo corto de tiempo.
Ve a la fuente
Has ido al Evangelio, has nombrado a ese pecado por lo que es y has pedido perdón por él. Ahora es momento de ir a la fuente, intentar establecer la razón de ese mal humor. Puede ser que te estés permitiendo meditar en lo que es feo y pecaminoso, y que tu estado de ánimo pecaminoso esté relacionado con tus pensamientos pecaminosos. Puede ser que alguien haya pecado contra ti. Puede ser que alguien haya pecado contra tu hijo o contra tu cónyuge. Puede ser que el orgullo sea la causa y que tu mal humor sea una respuesta a la vergüenza o una respuesta debido a que has sido ignorado. Puede ser que hayas tenido un sueño durante la noche y de alguna manera tu cerebro está confundiendo ese sueño con la realidad —¿soy el único al que le sucede esto?—. Incluso puede ser que nunca encuentres la fuente. Sin embargo, si la encuentras y cuando la encuentres también encontrarás una clara manera de responder o restituir: una disculpa (cuando has pecado contra alguien), una confrontación (cuando alguien ha pecado contra ti), reírte bien fuerte de ti mismo (cuando te das cuenta de que estás de mal humor solo porque tu orgullo ha sido herido).
Contrarresta el pecado con la verdad
La manera de ganarle al error, el tipo de error que lleva al mal humor, es contrarrestarlo con la verdad. La verdad siempre es más poderosa que el error. El problema con el mal humor es que es muy, muy difícil razonar contigo mismo para salir de él. En tu mal humor necesitas actuar de manera contraria a cómo te sientes. Cuando te sientas malhumorado, es el momento de actuar de manera veraz y con gozo, y de confiar en que tus sentimientos seguirán a tus acciones. Algunos pueden hacer esto simplemente meditando en lo que es verdadero. No obstante, para muchos otros, se necesita ayuda adicional y tenemos ayuda: una combinación poderosa es la verdad más la música. Es una combinación que puede fácilmente cambiar el corazón en una nueva dirección. Entonces, ¡canta! Canta sobre lo que es verdadero: de Dios, del Evangelio y de la obra de Cristo. Y después actúa de manera piadosa y verdadera.
El pecado del mal humor, como cualquier otro pecado, es un tema del corazón. Nuestra tentación es siempre lidiar con las manifestaciones en lugar de la raíz. La mejor y más duradera manera de vencer ese mal humor es ir siempre al corazón y tratar con la raíz más profunda.
Este artículo fue publicado originalmente en Tim Challies.

