Hace un tiempo, asistí a una sesión de una conferencia en donde presté mucha atención. Fue uno de esos momentos en los que cada palabra dicha se clavó directo en mi corazón. A medida que la oradora compartía su pasión por el mentoreo y el discipulado, sabía que mi vida no sería la misma.
Después de esa conferencia, mi vida cambió drásticamente para mejor.
Pasé de tener un conocimiento sobre la importancia del discipulado a tener un corazón y una pasión por él. Me estaba convirtiendo en una chica que deseaba llegar profundamente a las mujeres jóvenes a mi alrededor y ministrarlas. Era como si estuviera comenzando a ver con nuevos ojos.
Hasta ese momento, nunca había sido realmente intencional en el mentoreo uno a uno.
La idea simplemente nunca había viajado desde mi cerebro a mi corazón para ponerla en acción. Sabía que el discipulado era bueno, pero no había entendido la visión. En respuesta a esa conferencia, decidí hacer algo loco: le pregunté a mis dos hermanas menores si podía mentorearlas.
Con miradas de emoción, aceptaron con mucho gusto.
Esto sucedió hace dos años. ¿Algo de qué arrepentirme? Me hubiese encantado haber comenzado a hacer esto antes. Miro hacia atrás y me pregunto en qué estaba pensando. Tenía hermanas menores justo frente a mis ojos y nunca se me ocurrió la idea de mentorearlas, ni siquiera una vez. Tan sólo asumí, «soy una buena hermana y un buen ejemplo. Ellas llegarán a entender cómo vivir la vida».
Ahora me doy cuenta de que el mentoreo es mucho más que ser una buena hermana:
- Se trata de darme el tiempo para invertir personal e intencionalmente en una mujer joven que está a mi alrededor.
- Se trata de apartar tiempo cada semana para hablar de la vida y de la Biblia.
- Se trata de rendir cuentas intencionalmente.
- Se trata de intencionar mi tiempo para acercarme y arrastrar a otra chica cristiana a caminar juntas en su relación con Dios.
En vez de esperar hasta que pensemos «ya lo hemos logrado todo en esta vida», escojamos impactar vidas para la eternidad ahora mismo.
Ver a mis hermanas crecer en su relación con Cristo y madurar como mujeres cristianas ha sido muy inspirador. Ha sido maravilloso ver cómo Dios usa mis pequeños esfuerzos para impactar profundamente las vidas de mis hermanas. No soy una superheroína del mentoreo; sin duda, no soy una súper cristiana. Ni siquiera soy una consejera o una maestra calificada. Soy sólo una chica que vio la necesidad y decidió hacer algo.
Estoy segura de que todas y cada una de ustedes pueden hacer lo mismo.
Bastante a menudo creemos que el discipulado y el mentoreo son sólo para las «mujeres mayores y más maduras». Esta idea simplemente no es verdad. Es cierto que las mujeres mayores definitivamente tienen mucho que ofrecernos, pero nosotras, como mujeres jóvenes, tenemos demasiado que ofrecer también.
En vez de esperar hasta que pensemos «ya lo hemos logrado todo en esta vida», escojamos impactar vidas para la eternidad ahora mismo en el lugar donde Dios nos tiene. Generemos una hermandad de chicas que mentorean a otras chicas, una comunidad de mujeres jóvenes que invierten voluntaria e intencionalmente en otras mujeres jóvenes a nuestro alrededor con entusiasmo.
¡Imaginen el impacto que podríamos hacer! Imaginen si cada una de nosotras se acercara a una chica y comenzara a mentorearla. Imaginen si, luego, esa chica se acerca a otra y comienza a mentorearla también. La reacción en cadena sería incalculable.
A continuación, les comparto cinco mitos sobre el mentoreo que debemos desenmascarar.
Mito: Mentoras perfectas son personas perfectas
Verdad: Muchas veces pensamos que tenemos que ser «perfectas» para ministrar a otros
Simplemente, esto no es cierto. Tan sólo piensen en los discípulos de Jesús: ellos no eran perfectos en lo absoluto y Jesús los usó en formas poderosas. No necesitamos ser perfectas para alcanzar a otras chicas y mentorearlas, sólo necesitamos estar dispuestas. Necesitamos tener el deseo de honrar a Dios y la disposición a llamar a otras chicas a viajar junto a nosotras.
Mito: Las mentoras son siempre «mujeres mayores»
Verdad: No hay ningún requerimiento de edad
Solía pensar que yo no era alguien a quien Dios pudiera usar hasta que tuviera cierta edad. Pensaba que el verdadero trabajo estaba reservado para las mayores y las más sabias de todas. Entonces, me di cuenta de que Dios puede y sí usa a las jóvenes para impactar su reino. Mi hermana pequeña, Suzanna, comenzó a mentorear a otra chica cuando ella tenía tan sólo doce años. Ella tenía a una pequeña amiga a la que «cuidaba» durante un estudio bíblico semanal que mi mamá tenía en casa. En vez de sólo jugar, mi hermana pequeña decidió hablar intencionalmente de Jesús con esta pequeñita. Memorizaron versículos juntas, leyeron devocionales juntas y crecieron en su conocimiento sobre quién es Dios. La próxima vez que piensen que son demasiado jóvenes para impactar a otras chicas, recuerden a mi hermanita.
Mito: Es necesario estudiar en el seminario para ser una mentora
Verdad: Tienen los recursos que necesitan para ser una mentora
No necesitamos tener el nivel más alto de educación y de conocimiento bíblico para impactar a otras chicas. Tenemos la Palabra de Dios que es viva, activa y más cortante que cualquier espada de dos filos (pueden encontrar esta promesa en Hebreos 4:12). Si no saben qué hacer o no se sienten bien preparadas, sólo lean un libro de la Biblia y discutan sobre él a medida que lo hacen. No tienen que ser un superheroína de la Biblia para leer la Palabra de Dios. Sólo deben abrirla y comenzar a leer.
Mito: Es necesario un plan de cinco años
Verdad: No se requiere ningún plan elaborado
A lo largo de mis años mentoreando a otras chicas, me he dado cuenta de que esto puede ser tan formal o informal como yo quiera. A veces, sólo leo un libro con una chica. No tengo un gran plan de cinco años ni una meta en mente. Tan sólo leo y estudio con ella. Hay otras chicas, como mis hermanas, con las que hago el plan de mentorearlas tanto como me sea posible. Sin embargo, aun así no tengo un plan elaborado a largo plazo. Sólo sé que quiero acercarme a ellas y servirlas tanto como pueda.
Mito: Es necesario esperar que una chica lo pida
Verdad: No tienen que esperar que alguien se los pida
Esto es por lejos lo más relevante que he aprendido sobre el mentoreo a lo largo de los años. Solía pensar que una joven debería acercarse a mí y pedirme que la mentoree, pero era un mal plan. A menudo, las chicas se intimidan y tienen miedo de pedirle a una chica mayor que las mentoree. En vez de esperar a que ellas se acercaran a mí, yo tengo que hacerlo. Oro, miro a mi alrededor, oro un poco más y luego voy y les pregunto. Las animo a que ustedes hagan lo mismo. No esperen a que las chicas se acerquen a ustedes; den ustedes el primer paso y acérquense a ellas.
¿Y tú? ¿Alguna vez te han mentoreado? ¿Qué impacto tuvo el mentoreo en tu vida? ¿Qué está evitando que te acerques a una joven a tu alrededor para mentorearla?