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«James, ¡haz tu mejor esfuerzo!», mi esposo Lee le dijo a nuestro hijo de 3 años el 16 de noviembre de 2010, mientras conducía hacia la escuela primaria para una evaluación. Habíamos orado para que James simplemente fuera él mismo. Queríamos que sus fortalezas y debilidades fueran claras para el equipo que lo evaluaría. Nos recibieron en la oficina y nos llevaron a una sala donde nos esperaban tres mujeres que trabajaban en el sistema educativo: una fonoaudióloga, una terapeuta ocupacional y una psicóloga. La fonoaudióloga y la terapeuta inmediatamente le pidieron a James que hiciera un rompecabezas, que lanzara una pelota a través de un aro, que identificara colores y formas, y que rebotara una gran pelota. Recibió mucha alabanza verbal y ánimo, y parecía disfrutar la atención y las actividades.

Después de una hora de examinar a James y hablar con nosotros, el equipo salió a discutir sus observaciones. Cuando regresaron, la terapeuta ocupacional volvió a jugar con James para que pudiéramos conversar con la psicóloga y con la fonoaudióloga sin distracciones. La psicóloga habló primero de las fortalezas de James: lo tierno que era, cuánto se divirtieron con él, cuán fácil era tratarlo y cuán independiente parecía ser. Él podía lanzar una pelota dentro del pequeño aro de básquetbol y era fácil motivarlo con cosquillas o algún dulce. También podía nombrar todas las letras que vio en un mural. Luego, habló de sus debilidades. No podía usar la cuchara correctamente. No podía nombrar los colores básicos ni emparejar las formas básicas. Estaba muy atrasado en las habilidades de los niños típicos de su edad. La psicóloga miró nerviosa a la fonoaudióloga que estaba a su izquierda y luego a nosotros. «Esta es la parte difícil», dijo. «Según el examen que realizamos hoy y nuestras observaciones, creemos que James tiene autismo». 

Ese día, entramos al edificio de la escuela con preocupaciones y salimos con un diagnóstico que cambiaría tantas cosas para nuestra familia. Cambió la manera en que gastamos nuestro dinero porque necesitábamos pagar la terapia y los suplementos. Cambió nuestros planes para la educación de James. Cambió los ritmos de nuestra vida en casa porque teníamos visitas semanales de la terapeuta ocupacional y una profesional para terapia del comportamiento. Sin embargo, una cosa que no cambió fue la iglesia a la que asistíamos. Fuimos directamente a nuestra iglesia el domingo siguiente donde nos recibieron con apoyo y ánimo. El amor de nuestra iglesia por nosotros nos mantuvo anclados a pesar de los cambios que experimentamos.

Recibir el diagnóstico de un hijo puede ser inesperado para una familia, pero como líderes del ministerio, podemos estar listos para apoyarlos en los cambios que el diagnóstico traerá. Cuando una familia de tu iglesia recibe un diagnóstico de discapacidad, puedes responder con tu presencia, tus oraciones y tu compañerismo.

Tu presencia

Cuando una familia escucha el diagnóstico de su hijo, necesitan el apoyo de su iglesia: de seguidores de Cristo que creen que todas las personas fueron hechas a la imagen de Dios, que Dios creó a cada persona a propósito con un plan para sus vidas y que todos tienen valor independientemente de su nivel de capacidad. El mensaje que los padres reciben a menudo de doctores o médicos no siempre es uno esperanzador. Es por esta razón que debemos estar preparados para unirnos a una familia en la sala de espera de la UCIP después de escuchar el diagnóstico para su recién nacido, para responder al llamado cuando sabemos que una familia ha llevado a su hijito pequeño a una evaluación, y para responder al mensaje de una mamá que dice: «esto no estaba en el papeleo de adopción y no sé qué hacer». Después de recibir un diagnóstico y de sentir que sus vidas dieron un vuelco que no esperaban, los padres necesitan que aparezcan las familias de su iglesia. Necesitan su presencia y la promesa de que su iglesia seguirá presente a medida que enfrentan el futuro incierto.

Tus oraciones

Puede ser duro estar ahí para otros en sus días más duros porque no siempre sabes qué decir. Pero no tienes que tener todas las respuestas (¡o ninguna respuesta!). De todas formas, no consolarás a la familia con la que estás sentada con alguna frase cliché que se te pueda ocurrir. Lo que necesitan es un recordatorio sobre la esperanza que tienen en Jesús. Para darles eso, puedes orar por ellos con palabras que tal vez ellos ni siquiera podrían articular por sí mismos. Necesitan escuchar una oración como la de Josafat por su pueblo: «[…] no sabemos qué hacer; pero nuestros ojos están vueltos hacia ti» (2Cr 10:12). Ayuda a las familias a confiar en la bondad de Dios aun cuando estén experimentando sentimientos difíciles o confusos.

Tu compañerismo

Un número significativo de familias que tienen a un miembro de la familia con una discapacidad dejan de asistir a sus iglesias porque estas no son conscientes de cómo satisfacer sus necesidades únicas o no están dispuestas a intentarlo. Los datos de censos recientes registran que el 10 % de las familias de EE.UU. tienen un miembro de la familia con discapacidad. ¿Las iglesias reflejan ese porcentaje? A menudo, podemos hacer más para acompañar a estos padres en el discipulado de sus hijos con discapacidad. Muchas iglesias comienzan capacitando a ayudantes adicionales en sus clases del ministerio de niños para apoyar a niños que lo necesiten. Asimismo, pueden agregar una clase especializada que puede satisfacer mejor las necesidades sensoriales y de aprendizaje de sus hijos con discapacidad. El primer paso es preguntarles a las familias qué necesitan e intentar satisfacer esas necesidades. Puede ser difícil para los padres admitir cuáles son sus necesidades, pero a medida que los acompañamos y les hacemos preguntas, podemos encontrar maneras de hacerlo.

Pablo escribe en 1 Corintios 12 que las partes del cuerpo que parecen ser débiles son indispensables y que los miembros deben cuidarse mutuamente porque cuando uno de los miembros sufre, todos sufrimos juntos. Las iglesias pueden vivir esta instrucción cuando cuidan de familias con necesidades especiales por medio de su presencia, de sus oraciones y de su compañerismo. Con estos esos pasos, las iglesias son activadas para servir, las familias con dificultades son fortalecidas y Dios es glorificado.

Nota del editor: para leer más sobre este tema, lee el libro de Sandra Peoples Accessible Church: A Gospel-Centered Vision for Including People with Disabilities and Their Families [Iglesia accesible: una visión centrada en el Evangelio para incluir personas con discapacidades y a sus familias] (Crossway, 2025).

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de 9Marks.
Photo of Sandra Peoples
Sandra Peoples
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Sandra Peoples

Sandra Peoples (MDiv) es la consultora del ministerio de discapacidad en Southern Baptists de Texas Convention y es profesora adjunta de John W. Rawlings School of Divinity en Liberty University, donde enseña clases de ministerio de discapacidad. Sandra actualmente es estudiante de PhD en Southwestern Baptist Theological Seminary. Ella y su familia viven a las afueras de Houston, Texas. Puedes contactarla en sandrapeoples.com.
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