Aunque siempre es una alegría que otros te animen, no todo tipo de ánimo es igual de animante. Pensar cuidadosamente en las mejores y correctas palabras puede hacer que el ánimo sea mayor tanto para aquel que lo da como a aquel que lo recibe. Puesto que he hablado con muchos predicadores y he predicado bastante yo mismo, comencé a considerar el tipo de ánimo que más les gusta escuchar a los predicadores. Pensé en transmitirlos y entregar una breve explicación para cada uno. A medida que indagamos por debajo de las mismas palabras, creo que verás el por qué podrían ser más significativas (para ti y para el predicador) que decir «¡gran sermón!» o «¡buen trabajo!».
«Vi a Jesús» (y «me olvidé de ti»): el llamado de un predicador y su gran deleite es señalar más allá de sí mismo hacia Jesucristo. Lucha contra el deseo de ser visto, notado y alabado para que Jesús pueda ser visto, notado y alabado. Mientras prepara su sermón y considera su contenido, deliberadamente quita cualquier elemento que pudiera transformarlo a él en el héroe o en el centro de atención. Mientras piensa en su entrega, piensa cuándo alzar o bajar su voz, cuando enfatizar y cuando hacer pausas, para así no entorpecer el mensaje por su propio protagonismo. El predicador fiel está contento con ser olvidado con el fin de que Jesús pueda ser recordado. «Me olvidé de ti» podría ser una de las cosas más animantes que un predicador podría escuchar.
«Entendí mejor el pasaje»: aunque un sermón y un estudio bíblico son muy diferentes, sí se superponen en su propósito de explicar lo que dice la Escritura. El predicador toma un texto y hace lo máximo para explicar lo que significa, cómo apunta a Jesús y cómo confronta al receptor. Idealmente, descubre el punto o tema central del texto y se asegura que este también sea el punto o tema central de su sermón. Es un gran ánimo para el predicador cuando sabe que su duro trabajo de preparación ha llevado a sus receptores a entender mejor el pasaje. (Creo que todos podemos estar de acuerdo con que un sermón falla cuando oscurece a un texto en lugar de clarificarlo).
«Puse en práctica esta aplicación»: aunque un sermón exitoso clarificará un texto, no terminará ahí. Al contrario, también entregará o provocará algún tipo de aplicación personal. Debemos, después de todo, ser hacedores de la Palabra en vez de meros oidores (Stg 1:22). Debemos escuchar la predicación con entusiasmo de que el Espíritu Santo nos mueva a la acción, ya sea que esa acción sea interna (quizás alejando un pecado o vistiéndose de un nuevo hábito de justicia) o externa (tal vez al comprometerte a hacer el bien a otra persona o al acercarte a alguien para buscar perdón). Compartir un poco de esa aplicación personal con el predicador puede ser una gran fuente de afirmación y ánimo.
«Conversamos sobre el sermón en el almuerzo»: aunque escuchamos sermones de manera personal, también los escuchamos como congregaciones; aunque podemos aplicar los sermones solos, también podemos aplicarlos juntos. A menudo encontramos que la mejor y más incisiva aplicación viene cuando discutimos el sermón con otros que lo escucharon con el fin de compartir percepciones y aplicaciones. Decirle simplemente al pastor que el sermón fue una fuente de discusión y de mutua edificación después del servicio puede ser tremendamente animante.
Estos son solo unos pocos ejemplos del tipo de ánimo que a los predicadores les encanta escuchar. Espero que hayas notado que las mejores maneras de animar a un pastor por su predicación también son las mejores maneras de obtener el mayor beneficio del sermón personalmente. Prepárate para dar ese tipo de ánimo y te prepararás para ver a Jesús en lugar del predicador, para entender mejor el pasaje, para aplicarlo a tu vida y para discutirlo con otros para que así puedan aplicarlo juntos.
Este recurso fue publicado en Tim Challies. | Traducción: María José Ojeda

