Este artículo es parte de la serie Cinco mitos publicada originalmente en Crossway.
Mito n.° 1: solo se espera que las personas con el «don» de la hospitalidad lo practiquen
La hospitalidad no es un don en sí mismo, sino un medio a través del cual se manifiestan otros dones espirituales: la misericordia, el servicio, la generosidad y el evangelismo. La enseñanza dinámica sobre la hospitalidad que se encuentra en el Nuevo Testamento muestra que la hospitalidad tiene su raíz en nuestro amor por Dios y por nuestros hermanos y hermanas en Cristo, y nuestro deseo de ver a todos nuestros prójimos conocer la salvación de Jesús. Cuando los cristianos se rehúsan a dar o recibir hospitalidad, eso habla de una falta de amor, primero por el cuerpo de Cristo, luego por sus prójimos y, finalmente, por el Señor (1P 4:8-10).
Mito n.° 2: la hospitalidad es tarea de la mujer
La hospitalidad es un mandato bíblico para los ancianos de la iglesia, que son hombres a quienes se les ha confiado la enseñanza y el gobierno de la iglesia. El llamado a practicar la hospitalidad es primero para los ancianos, hombres y luego para el resto del cuerpo. La hospitalidad requiere un duro trabajo a la antigua usanza por parte de todos: hombres, mujeres y niños. A menudo es incómoda, costosa y, en tiempos de persecución, peligrosa. La comunión en la mesa, la enseñanza bíblica, el canto de los Salmos, la oración, el cuidado de las necesidades básicas de los demás y la provisión de alojamiento a hermanos y hermanas en la fe y también al extranjero que se encuentra entre nosotros, forman parte de la hospitalidad (1Ti 3:1-2).
Mito n.° 3: solo las personas casadas, acomodadas y con grandes casas pueden practicar la hospitalidad
Los cristianos más hospitalarios suelen ser los que tienen un gran amor y escasos recursos. Sin embargo, todos los creyentes pueden practicar bien la hospitalidad. La hospitalidad se extiende a todas las demografías y personalidades e ingresos. Sé quien eres en Cristo y acoge a otros. Pablo, el apóstol soltero, practicó celosamente la vivificante hospitalidad bajo arresto domiciliario mientras estaba encarcelado en Roma (Hch 28:30).
Mito n.° 4: nunca se debe brindar hospitalidad a pecadores conocidos, porque así lo dice la Biblia. Si cenas con pecadores, otros pensarán que apruebas su «estilo de vida»
La hospitalidad no debe extenderse a falsos maestros (2Jn 10-11) ni a hermanos o hermanas no arrepentidos bajo disciplina eclesiástica (1Co 5:11-13).
Los falsos maestros introducen ideas que, de ser ciertas, falsificarían el Evangelio cristiano de salvación. Un falso maestro es alguien que reclama el nombre de «cristiano», pero sostiene una comprensión no bíblica o extra bíblica del origen y los fines humanos, la autoridad bíblica, la centralidad de la cruz, la ética sexual, los medios de gracia, los medios de justificación ante un Dios santo y la naturaleza de Dios. La falsa enseñanza es seductora y destructiva para el cuerpo.
«Pecador no arrepentido» se refiere a un compañero miembro de la iglesia que camina en pecado continuo y no confesado. Esta es una persona bajo la disciplina de la iglesia y que está recibiendo consejo e instrucción y cuidado de los ancianos. Actuar como si todo fuera «como de costumbre» es perjudicial para la necesidad de confesión y arrepentimiento de esta oveja perdida.
El mandato de negar la hospitalidad se refiere solo a los que están dentro de la iglesia, a los que están abusando de la iglesia, de sus enseñanzas y de su gente. No hay mandatos bíblicos contra la hospitalidad a los no creyentes.
Mito n.° 5: la hospitalidad y el compañerismo son formas de entretenimiento
¡No! La hospitalidad viene a nosotros de la palabra griega philoxenia o amor al extranjero. La hospitalidad cristiana tiene el objetivo de ir en busca de extraños y hacerlos prójimos, y conocer a los prójimos y, por el poder de Dios, darles la bienvenida a la familia de Dios a través de la fe, el arrepentimiento, la conversión y la membresía en la iglesia. La hospitalidad puede incluir compañerismo con creyentes, pero ni la hospitalidad ni el compañerismo es intercambiable con el entretenimiento.
El entretenimiento se presenta con aires de grandeza para causar una buena impresión; la hospitalidad abre los brazos y las puertas de par en par y rompe transparentemente nuestros corazones ante este mundo perdido y los portadores de imágenes que, como nosotros antes del rescate del Señor, tropiezan en la oscuridad seductora. Cuando practicamos la hospitalidad, vivimos nuestras vidas reales, desordenadas y redimidas ante el extranjero y el hermano por igual, mostrando a un mundo que nos observa que la sangre de Cristo es más espesa que el vínculo de los apellidos compartidos o la sangre de la biología.
La hospitalidad busca la salvación del forastero y el compañerismo busca la edificación en la fe del hermano y la hermana. Servimos a un Dios que nos buscó cuando éramos extranjeros. Dios nos encontró, nos acogió, nos hizo parte de su familia y nos trajo a su mesa. Nuestras casas no son castillos, sino incubadoras y hospitales. Y el Evangelio viene con la llave de la casa (Mc 10:28-30).
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.

