No fue hace muchos días que pensé en escribir una carta de agradecimiento al Dr. J.I. Packer. Quería escribirle a mano, pero debía ser pronto, no sea que Dios lo llame a su presencia. Bueno, aun cuando no podré agradecerle personalmente en este tiempo, no quiero dejar pasar la oportunidad de, en cierta manera, escribirle y de paso manifestar de qué manera influyó en mi vida y ministerio. Solo soy uno más en una larga lista de autores y pastores mucho más preparados e idóneos que yo, que expresan tributo público al Dr. Packer. Sin embargo, espero que estas palabras animen a muchos más a abrir sus libros y a ser positivamente influenciados por él. De hecho, voy a apropiarme de sus propias palabras: «lo que aquí se ofrece tiene el propósito de animarte a seguir […] estas gotas de pensamiento son solo el punto de partida […] úsalas como un trampolín y ve cuán lejos te lleva nuestro Padre celestial»[1].
Mi carta hubiera dicho algo como…
Querido Dr. Packer:
Nunca nos hemos presentado formalmente, es más, nunca hemos estado juntos en el mismo salón. Aún así, usted ha sido de gran influencia en mi vida y quiero tomar la ocasión para agradecerle y resaltar algunos principios que he coleccionado de sus escritos, y que una y otra vez me veo transmitiéndolos a otros desde el púlpito o desde las salas de clases. Soy pastor ordenado de la Iglesia Anglicana, actualmente curso estudios de doctorado, y he dedicado mi vida a la formación de otros pastores y líderes, principalmente en el área de la teología bíblica, tanto en la iglesia como en la academia. Por testimonios como el suyo, me anima saber que puedo seguir levantando el Evangelio y la autoridad de la Escritura y aún llamarme anglicano, si bien con cierto grado de «inconformismo puritano», sin importar donde el Señor me llame a servirle.
Conociendo a Dios
Mis agradecimientos tienen una sencilla progresión: quiero darle gracias por fundamentos y convicciones que sostienen nuestra fe, luego por principios y consejos que sostienen nuestro caminar, y por último, verdades que animan nuestra esperanza. En primer lugar, por un importante fundamento: gracias por enseñarnos que no es suficiente conocer cosas acerca de Dios; debemos tomar ese conocimiento acerca de Dios y llevarlo a un conocimiento de Dios. ¿Cómo? «Consiste en que transformemos todo lo que aprendamos acerca de Dios en tema de meditación delante de Dios, seguido de oración y alabanza a Dios»[2]. Así parte el que sería uno de los libros que más ha fortalecido mis convicciones como creyente. El conocimiento del Dios Santo, fue uno de los primeros (si no el primero) de los libros cristianos que leí y no dudaría ni un segundo en recomendarlo, incluso a nuevos creyentes. La idea de que debemos tomar las grandes verdades de Dios y transformarlas en oportunidades para adorar a Dios es algo que fomenta mis estudios y nutre mi comunión con Dios. Más aún, esto es lo primero que viene a mi mente cuando mis propios estudiantes corren el riesgo de, como algunos dicen, «secarse» en las muchas palabras. Los animo a que, de cuando en cuando, tomen nota de lo que están leyendo y se pregunten de qué manera esto nos enseña quién es Dios y cómo debemos adorarle. Además, me atrevo a decir, que esta es una convicción que no han descubierto aquellos críticos de los estudios «meramente» teológicos; no han disfrutado lo suficiente del estudio acerca de Dios como para llevarlos al conocimiento de Dios y a una comunión con Él. Sin duda, tienen comunión con un dios, pero corren el peligro de servir a un dios insuficiente e incapaz y por ende producir una alabanza insuficiente. A menos que todos nos volvamos serios en conocer acerca de Dios (i.e. teología), no podremos responder apropiadamente en alabanza, adoración, y comunión con el Dios verdadero.
Otros principios o fundamentos que rescato de su libro son cosas como que Dios no es un Dios caprichoso y su ira es una expresión justa de su santidad; que la sabiduría de Dios está íntimamente ligada a su poder y por lo tanto sus propósitos nunca se frustran; ¡y más!
El legado puritano
En segundo lugar, pasando de los fundamentos y convicciones a los principios para un caminar diario, hay dos cosas que quisiera agradecer y recalcar. Primero, lo valioso que es el pasado para fortalecer nuestro presente. Sobre todo, es valioso apreciar la madurez y la santidad de los grandes puritanos cuya altura brilla como un faro para mostrarnos, entre otras cosas, como vivir piadosamente[3]. Gracias por abrir nuestros ojos a la imperante necesidad de imitar la piedad de los puritanos en nuestra adoración, vida familiar y ministerio, especialmente en un mundo acelerado y sumamente superficial. La iglesia fácilmente nubla su vista con novedades y distracciones de manera que perdemos de vista aspectos preciosos de la religión del corazón. De los puritanos aprendemos que toda teología es espiritual, que «si nuestra teología no despierta nuestra conciencia y ablanda el corazón, entonces los endurece […] si no promueve humildad, entonces envanece»[4]. De los puritanos como Owen y Baxter heredamos la convicción de que nuestro pecado sigue presente y que por lo tanto somos llamados a mortificarlo disciplinadamente (cf. Col 3:1–5); o que debemos tener una visión integral del ministerio cristiano y la obra de Dios que ellos llamaban reforma o renuevo.
Segundo, es valioso recordar el anhelo de los puritanos, principalmente en las enseñanzas de Jonathan Edwards como «puritano nacido fuera de tiempo»[5], por ver un avivamiento en nuestras congregaciones y ciudades. En un contexto en el que el concepto de avivamiento es continuamente cuestionado, fue muy importante para mí la reivindicación de la visión puritana de la «religión experiencial en contra del moralismo frío»[6]. Pero más que eso, si bien reconocemos con Edwards y los puritanos la soberanía de Dios y las marcas bíblicas de un verdadero avivamiento, debemos reconocer también que «cuando Dios quiere hacer algo extraordinario por su iglesia, es su voluntad que esto sea precedido por las oraciones extraordinarias de su pueblo (cf. Ez 36:37)»[7]. Por lo tanto, «Dios nos llama, y la sabiduría nos dirige, a buscar y orar por un mayor avivamiento de nuestra religión, por la gracia de Dios y para la gloria de Dios»[8]. En fin, los grandes puritanos del pasado nos animan a vivir piadosamente y a orar constantemente por vidas reavivadas, apasionadas por Jesús y su Palabra. Sin dejar de lado una nota de advertencia: «aún cuando los grandes cristianos de ayer no deben ser idolatrados, sí deben ser recordados, y su legado debe verse con aprecio; Dios les dio fortaleza y sabiduría para enriquecer no solo a su propia generación sino también a la venidera»[9].
Verdadera esperanza
Por ultimo, quisiera agradecerle por las verdades que animan a nuestra esperanza. Una de las más ricas conversaciones con uno de mis tantos buenos mentores fue acerca de la vejez y la muerte. Paralelamente, me encontraba leyendo Weakness is the Way [La debilidad es el camino]. Gracias por mostrarnos que el cristianismo ofrece algo que la cultura secular no tiene: esperanza. El mundo busca esperanza en su propia astucia y talentos, los cuales no pueden asegurar la salvación o dar verdadera esperanza. En cambio, los creyentes trazamos nuestro camino y encontramos poder en verdadera debilidad (cf. 2Co 12). «El gran y emocionante futuro de los fieles discípulos de Cristo que Pablo tanto anhelaba, sin duda sostuvo su fuerza apostólica a través de las experiencias más adversas»[10]. Aun sin haber entendido o experimentado lo que significa dejar este mundo, nuestra esperanza está en saber que en algún momento en el proceso de transición de este mundo al venidero «Cristo mismo vendrá a nuestro encuentro, de manera que su rostro será lo primero que reconoceremos en la nueva creación»[11].
Esto es solo un puñado de verdades y convicciones que han empujado mi vida para conocer más a Dios y me han sostenido en el difícil caminar con Cristo. Tanto más podría rescatarse de tantos otros escritos. Espero que estos y otros principios nos animen a permanecer fieles a Dios y a su autoridad en la Escritura, y al mismo tiempo a seguir clamando por verdadero avivamiento o renovación en nuestra adoración. Finalmente, gracias por recordarnos que Cristo ilumina nuestro camino, por mas débil y difícil que este sea, y nos ayuda a perseverar en la esperanza segura a la que Dios nos ha llamado en Cristo (cf. 1P 1:3–9).
Gracias Dr. Packer por ser otro puritano nacido fuera de tiempo, e indirectamente sembrar en nosotros el deseo de servir a Cristo como otros reformadores y puritanos también lo hicieron. Ahora que sí ha experimentado y entiende lo que significa dejar este mundo, nos alegramos en que un día disfrutaremos juntos la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo (cf. 2Co 13:14). ¡Feliz cumpleaños!
Atte.
Felipe A. Chamy
Wheaton, IL
22 de julio, 2020
[1] J. I. Packer, Life in the Spirit: A 30-Day Devotional (Wheaton: Crossway, 1996), Preface. Traducción propia.
[2] J. I. Packer, El conocimiento del Dios santo (Miami, Florida: Editorial Vida, 2006), 28.
[3] J. I. Packer, A Quest for Godliness: The Puritan Vision of the Christian Life (Wheaton: Crossway, 1990), 11–12.
[4] Packer, A Quest for Godliness, 15. Traducción propia
[5] J. I. Packer, “Jonathan Edwards and the Theology of Revival,” in Puritan Papers: 1960-1962 (Phillipsburg, NJ: P & R Publishing, 2001). Traducción propia
[6] Packer, “Jonathan Edwards and the Theology of Revival”. Traducción propia
[7] Jonathan Edwards, “Works,” 1:426. Traducción propia
[8] J. I. Packer, “The Glory of God and the Reviving of Religion: A Study in the Mind of Jonathan Edwards,” in A God-Entranced Vision of All Things (Wheaton: Crossway, 2004), 108. Traducción propia
[9] Packer, “The Glory of God,” 81. Traducción propia
[10] J. I. Packer, Weakness Is the Way: Life with Christ Our Strength (Wheaton: Crossway, 2013), 93. Traducción propia
[11] Packer, Weakness, 116. Traduccion propia

