Este artículo forma parte de la serie Carta abierta publicada originalmente en Crossway.
Querido compañero obrero:
Los niños son una bendición del Señor: dulces, temerarios y a veces bendiciones locas del Rey. El Señor nos los ha dado para que los cuidemos, los amemos y (si Dios quiere) los criemos para que sean la futura generación de quienes caminarán con Dios así como nosotros lo hacemos. Ya sea que sirvas en el ministerio de niños a tiempo completo, una vez al mes o cuando sea necesario, se te ha confiado la tarea de ayudar a formar estas bendiciones en miniatura. Espero entregar un par de palabras de ánimo para ti mientras te unes a los padres en el entrenamiento de los más jóvenes que están entre nosotros.
Tu trabajo es más significativo de lo que puedes darte cuenta. Esto me golpeó como una tonelada de ladrillos no hace mucho tiempo. Mientras me estacionaba afuera de un almacén el otro día, noté un auto junto al mío con un adhesivo pegado en el parachoques que llamó mi atención. El adhesivo decía algo así como: «es más fácil entrenar a un niño pequeño que enseñar nuevos hábitos a un hombre viejo». Aunque estaba rodeado literalmente de docenas de otros adhesivos, este resaltaba mucho. Junto a adhesivos a favor del aborto y del orgullo ateo, me caló hondo darme cuenta de que el mundo comprende la importancia de los niños para asegurarse de que sus ideas sean adoptadas. Lo que comunicaba con efectividad era que si a tus pares les cuesta adoptar tus ideas, siempre puedes criar a alguien que sí lo hará. Los niños, como el resto de nosotros, no son neutrales cuando se trata de ideas y aprenderán de alguien lo que deben creer.
Los padres deben ir constantemente a la batalla contra el mundo por el bien de la mente de sus hijos. Al enemigo le encantaría nada menos que influenciar a la generación joven para que crean que la verdad y la moralidad son relativas, que esas acciones no tienen consecuencias eternas y que Dios es irrelevante. Tu privilegio y deber como servidor en el ministerio de niños es acompañar a otros padres y refrescar a sus pequeños con la Palabra de Dios. No eres una niñera los domingo por la mañana. Eres un entrenador y desarrollador de aquellos que, si Dios quiere, serán la próxima generación de hermanos y hermanas en Cristo. Tienes un rol activo en formar a aquellos que pronto gobernarán el mundo. Debes tomar este trabajo con seriedad porque es un trabajo serio.
Abraza la gran teología
«Cuidado con lo que dices, los niños son esponjas». Este es el consejo que un sinfín de amigos y familiares nos dieron cuando esperábamos con ansias a nuestro primer retoño. Ahora, mientras esperamos a nuestro tercero, esta afirmación suena más verdadera que nunca. Nuestra hija Lucy, que en pocos meses cumplirá cuatro años, le encanta que leamos antes de dormir su libro sobre aprender a contar con la Biblia. Ella ha llegado al punto de identificar las dos naturalezas de Jesús, nombrar los cuatro Evangelios y puede hacer una lista de siete afirmaciones de los «Yo soy» de Jesús. Ella ha aprendido todo esto a partir de tiempos semiconsistentes de lectura y, en la mayoría de los casos, estando distraída. Nuestra rutina para ir a la cama es una locura la mayoría de los días y, de alguna forma, esta niña ha podido memorizar estos libros. Para bien o para mal, Jess y yo podemos dar fe de que los niños son esponjas.
Aprovecha esto. No rehuyas de alimentarlos con las grandes verdades de la Biblia por temor a que no entiendan completamente. Simplifica la Escritura y haz lo mejor que puedas para comunicarla a un nivel que ellos puedan comprender, pero no tengas miedo de enseñarles las verdades fundamentales de nuestro Dios. ¿Lucy entiende todos los matices de la unión hipostática y sus implicaciones para la salvación? Absolutamente no. Sin embargo, un día, cuando ella luche con la pregunta de quién es Jesús, espero que recuerde que Él es completamente hombre y completamente Dios. Los niños confiados a tu cuidado tienen oídos y los usan. Por lo tanto, enséñales a estos pequeños las grandes verdades. Dará fruto por muchos años.
Ama a la iglesia y mantente conectado
Uno de mis temas favoritos en el Nuevo Testamento es cómo Pablo se dirige a aquellos a quienes escribe. La manera en que a veces es retratado hace que parezca un robot con un gran cerebro sólo interesado en comunicar profundidades de la Escritura. No obstante, cuando lees sus cartas, esta no es la historia completa. Sin duda, Pablo se enfocó en asegurarse de que se conociera y comprendiera la verdad, pero su corazón y manos coinciden con el tamaño de su cabeza. Escucha a Pablo hablar sobre otros creyentes:
Teniendo así un gran afecto por ustedes, nos hemos complacido en impartirles no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, pues llegaron a ser muy amados para nosotros (1 Tesalonicenses 2:8).
[…] Estábamos muy ansiosos, con profundo deseo de ir a verlos. Ya que queríamos ir a ustedes, al menos yo, Pablo, más de una vez; pero Satanás nos lo ha impedido (1 Tesalonicenses 2:17-18).
A Timoteo, verdadero hijo en la fe […] (1 Timoteo 1:2).
[…] Al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de alegría (2 Timoteo 1:4)
A Tito, verdadero hijo en la común fe […] (Tito 1:4).
Te ruego por mi hijo Onésimo, a quien he engendrado en mis prisiones […]. Y te lo he vuelto a enviar en persona, es decir, como si fuera mi propio corazón (Filemón 10, 12).
Pablo nos modeló cómo se ve estar comprometido en amor con las personas. Él trabajó duro para saber y expresar la verdad, pero su corazón estaba atado al pueblo de Dios. Cuando vuelvas al terreno salvaje de servir niños esta semana, recuerda que estás sirviendo a los niños de aquellos con quienes te has comprometido. Eres parte de un cuerpo local y servir en el ministerio de niños es un acto de amor tangible.
Cuando te desanimas porque ellos no están entendiendo o cuando la caja de crayones termina en el suelo por décima vez, recuérdate a ti mismo que Dios y el pueblo de Dios lo valen. La tentación a desprenderse mentalmente y a comenzar a tachar casillas es real. Pero debes luchar por mantenerte conectado. Dios y su pueblo verdaderamente valen la pena. No obstante, date cuenta de la importancia de tu trabajo, abraza la gran teología y continúa amando a la iglesia a causa de Cristo.
Tu hermano,
Devon