Nos forzamos a nosotros mismos para hacer que el «Martes Santo» sea especial, ¿cierto? Durante el Domingo de Ramos, aclamamos a nuestro Rey; en el Jueves Santo, nos deleitamos en la obediencia de Jesús; el Viernes Santo, conmemoramos su muerte; por último, el Domingo de Resurrección, celebramos la nueva vida, la victoria y el fin de la muerte.
Pero, ¿el Martes? Si pensamos en este Martes por un momento —lo suficiente como para que el ruido de la celebración del Domingo de Ramos deje de resonar en nuestros oídos—, podría atraparnos y darnos algo inesperado, algo que sólo el Martes Santo puede darnos.
Cada día durante esta semana, Jesús enseña teología en Jerusalén. El martes es el «día de la escatología»: el templo será destruido (Lc 21:10-24), Jerusalén caerá, las personas sufrirán violencia, las familias serán separadas, «desfallec[erán] los hombres por el terror…» (Lc 21:25–26).
Jesús rompe la cuarta pared, estira su brazo desde las páginas de la Escritura, toma nuestra mandíbula, nos obliga a mirarlo y nos dice: «Estén alerta, no sea que sus corazones se carguen con disipación, embriaguez y con las preocupaciones de la vida…» (Lc 21:34).
El extraño regalo del martes
El martes nos da un peculiar regalo: «Durante el día Jesús enseñaba en el templo, pero al oscurecer salía y pasaba la noche en el monte llamado de los Olivos. Y todo el pueblo iba temprano al templo a escuchar a Jesús» (Lc 21:37-38).
Jesús y los discípulos caminaban directo hacia la abrupta grieta de la tragedia. Iban a encontrarse con el trauma, el caos, la tristeza, los tiburones hambrientos de su brutal fin de semana. Desde luego, era de esperar que el ajetreo de la última semana de vida de Jesús lo mantuviera muy ocupado. Sin embargo, curiosamente, él decide viajar a un lugar que más tarde Lucas explica que queda a una distancia «de un día de reposo» [1.2 km.] (Hch 1:12). Jesús no buscó tener un departamento en la ciudad, tampoco se hospedó en el centro de conferencia. Aunque enseñaba «temprano en la mañana», él prefería viajar para hacer su trabajo desde un lugar inapropiado y poco común. ¿Por qué?
Jesús pasa la noche del martes en el Monte de los Olivos. Para ser exactos, él iba todas las noches a ese lugar. Sin embargo, lo que Lucas hace al relatarnos lo que sucede el Martes es contarnos la rutina de Jesús antes de dormir. Jesús eligió hacer ese viaje diariamente, aun cuando quedaba lejos; aun cuando enseñaba temprano; aun cuando enfrentaría la muerte segura en un par de días.
Ese Martes nos entrega tres cintas de material perdido de la vida de Jesús.
La esperanza representada ese Martes
Imagínense que pueden viajar al pasado, al 5 de junio de 1944 (el día antes de la batalla de Normandía) y que están en la playa. Sienten la arena en los dedos de sus pies; miran hacia el Océano Atlántico y observan el atardecer. Luego, se dan vuelta y ven el armamento y el arsenal alemán que está detrás de ustedes. Mañana, ese será el lugar donde sucederá; será donde cambiará la historia, a expensas de miles de vidas. Sin embargo, hoy es tan sólo una playa protegida; mañana, cambiará el curso de la historia.
El Monte de los Olivos es la Normandía escatológica: «sus pies se posarán aquel día en el Monte de los Olivos, que está frente a Jerusalén, al oriente… Entonces vendrá el Señor mi Dios, y todos los santos con él» (Zac 14:4-5). Éste es el lugar donde Jesús decide pasar la noche. Pueden imaginarse a Jesús, con los ojos llenos de lágrimas, mirando las estrellas, diciendo, «Esto vale completamente la pena. Un día, vendré desde allá y tendré a mis amados junto a mí. Oh sí, mis ovejas, mis santos, mi novia».
Es extraordinario lo que sucede silenciosamente en el Monte. La «última cosa» que Jesús hizo en su último día de enseñanza escatológica en la tierra (el Martes) fue dormir en el mismísimo monte al cual él regresará un día. Lucas, por razones que podemos imaginar, piensa que es importante incluir esa información: Jesús acampa en el lugar donde se librará el épico conflicto de Dios contra Satanás. Jesús vuelve, noche tras noche: «…pero al oscurecer salía y pasaba la noche en el monte llamado de los Olivos» (Lc 21:37).
La paz practicada ese Martes
Jesús debió haberse fortalecido en el Monte de los Olivos. Lucas, más adelante, se refiere al viaje de Jesús como el hábito que lo lleva a orar en Getsemaní:
«Saliendo Jesús, se encaminó, como de costumbre, hacia el Monte de los Olivos; y los discípulos también lo siguieron. Cuando llegó al lugar, les dijo: “Oren para que no entren en tentación.” Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra, y poniéndose de rodillas, oraba» (Lc 22:39-41).
El Monte de los Olivos era el lugar al cual Jesús se retiraba para encontrar esperanza en Dios; era el lugar donde todo iba a terminar.
«Como de costumbre»; quizás el viaje diario al Monte de los Olivos era la forma que Jesús tenía de practicar su propia enseñanza: «Estén alerta, no sea que sus corazones se carguen con disipación, embriaguez y con las preocupaciones de la vida…» (Lc 21:34). ¿Qué significa eso para el Jesús que no tenía pecado? Retirarse de Jerusalén provocó que llorara (Lc 19:41), Jesús se rehusaba a ser un hipócrita: «pero al oscurecer salía y pasaba la noche en el monte llamado de los Olivos» (Lc 21:37).
La traición preparada de ese Martes
La costumbre de Jesús sirvió para un propósito doloroso: «cada noche Jesús dormía en el Monte de los Olivos (21:37) del cual había bajado días antes para entrar a Jerusalén… y se preparaba para su inminente arresto en ese mismo lugar» (John Carroll, Luke, 422 [Comentario de Lucas]). Sin embargo, hay algo más personal que conecta su hábito con su final: «la alusión a sus estadías nocturnas en el Monte de los Olivos prepara su arresto y explica cómo Judas sabría adónde llevar la tropa para arrestarlo (ver Jn 18:2)» (David Garland, Luke, 789 [Comentario de Lucas]).
Jesús estaba preparando y dejando todo listo para que Judas tejiera telaraña, en la cual él caminará para la salvación de la humanidad. Jesús sabía que ese Martes él no sólo estaba enseñando sobre el fin del mundo, sino que también estaba preparando el camino para su propia muerte. Él sabía que esos hombres furiosos profanarían el lugar donde él encontró descanso «de noche». Sin embargo, de todos modos, él siguió yendo a ese lugar: «pero al oscurecer salía y pasaba la noche en el monte llamado de los Olivos».
Unan sus viaje al de Jesús
Busquen viajar con Jesús esta semana; busquen necesitar el espacio entre Jerusalén y el Monte de los Olivos (entre el trabajo y la casa, el gimnasio y el departamento, entre una clase y tu dormitorio), un «camino de un día de reposo» (Hch 1:12). David Mathis comenta acertadamente, «alejarse, en silencio y soledad, no es una gracia especial en sí misma» (Habits of Grace [Hábitos de gracia], 139). Jesús no se retiraba al Monte de los Olivos porque era el hotel más cercano con una vista al océano que lo llevaba a meditar. Él iba ahí porque era significativo.
Busquen un texto de la Escritura —quizás incluso puede ser sólo un versículo— para guiarlos durante la semana. Llévenlo con ustedes. Busquen un espacio significativo en el que puedan conectarse con Jesús por medio de su Palabra. Experimenten a Jesús en el viaje diaro que él realiza, al borde del peligro y de la muerte, llevando a cabo sus responsabilidades diarias y necesitando al Padre tanto como nosotros.
El martes se encuentra entre la entrada a Jerusalén y la crucifixión. Si consideramos el viaje de Jesús desde su majestad (Domingo de Ramos) a la cruz (Viernes Santo) como un quiasma, la noche del martes emerge prominentemente en el centro. Es el día en que Jesús se impulsa a continuar su misión. Es el día en el que Jesús se aferra al fin de todo dolor, desolación y confusión que la iglesia enfrentará por miles de años: el tema de su enseñanza ese Martes.
La contribución del Martes a la Semana Santa es la alineación del propósito de Jesús del fin del mundo con su práctica del fin del día. Por lo tanto, ¿cuál es la lección para nosotros este Martes? «Estén alerta, no sea que sus corazones se carguen con disipación, embriaguez y con las preocupaciones de la vida…» (Lc 21:34). Caminen junto con él a un lugar tranquilo y familiar y busquen fuerza y esperanza para lo que enfrenten hoy.