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¿Es normal deambular en la cocina y abrir el refrigerador muchas veces mientras estás ahí? (Una pregunta que solo se hacen mis amigas, por supuesto).

Es un hábito mecánico, aunque prometedor. ¿Quién sabe? Tal vez aparezca algo nuevo para comer cuando esa pequeña luz del refrigerador se vuelva a encender.

De la misma manera, tiendo a tratar a la Biblia como un refrigerador. A veces, miro a las palabras y no puedo ver la luz que brilla porque he olvidado la razón por la que fui a leerlas y mi mente se distrae.

A veces, sin nada en mente busco desesperadamente en diferentes lugares, no estoy muy segura qué quiero comer. En otras ocasiones, después de abrir y volver a abrir la Escritura (estudiarla, orarla y trabajar el mismo texto una y otra vez por un largo periodo de tiempo) el Espíritu de Dios ilumina algo que nunca había visto antes y es sumamente satisfactorio para mi alma.

Hay otros momentos cuando una amiga se me acerca, abre la Biblia y la brillante luz de la verdad alumbra en mi corazón. Recuerdo una ocasión en el que ocurrió exactamente esto cuando había sido madre nuevamente.

Dame la verdad, por favor

Había sido la primera vez que había dado a luz en el país extranjero donde vivíamos. Cuando llevamos a la bebé Norah a casa desde el hospital, recuerdo haber mirado en el espejo retrovisor para ver a nuestras dos pequeñas niñas amarradas en sus asientos del auto. Ese fue el momento en el que me golpeó por primera vez el sentimiento de agobio. Luego, después de haber devuelto los últimos platos de todas las cenas que los miembros de nuestra iglesia nos trajeron, ese sentimiento volvió a golpearme. Por muchas razones, la nueva normalidad para nuestra familia requería energía física y emocional que yo no tenía. Y tristemente, mi vida espiritual era como el saqueo sin sentido del refrigerador, y yo estaba tambaleándome al borde de la apatía en eso.

Fue ahí cuando Dios envió a mi amiga Melanie a mi sala de estar. Ella también había sido mamá nuevamente y junto con ella trajo a sus dos pequeñitos para visitarme en nuestro hogar. Su hijo y mi hija coloreaban dibujos en la mesa de centro mientras yo enumeraba, junto a mi amiga, la lista de cosas por las que debía preocuparme. Ella me escuchaba mientras yo le contaba que había sido tremendamente tentada a descuidar la Palabra de Dios debido a todas las presiones y las ansiedades que estaba experimentando. Mi deseo de tener comunión con Dios estaba decayendo.

Melanie empatizó conmigo porque ella sabía exactamente de lo que yo estaba hablando. Ella no me juzgó por sentirme como una mecha a punto de encenderse ni menospreció mis preocupaciones. Melanie compartió estas palabras:

Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una saluda a fin de que puedan resistir.

Ella había guardado 1 Corintios 10:13 en su corazón y era alimento para su alma. Mientras estábamos sentadas juntas ahí, sometidas a la Palabra suficiente y fidedigna de Dios, esa verdad fue alimento para mi alma. Mi amiga sabía que lo que yo necesitaba escuchar era lo mismo que ella necesitaba. Todos necesitamos un Rescatador fiel que nos brinde una esperanza perdurable y un  gozo duradero y que no se vea amenazado por nuestras circunstancias cambiantes. Dios es fiel. Así que hablamos sobre Jesús hasta que fue obvio que nuestros hijos necesitaban tomar una siesta.

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Melanie y yo ahora vivimos en continentes diferentes, así que ya no puede darse una vuelta por mi casa con sus hijos para conversar. Sin embargo, cada vez que pienso en ella, recuerdo la encantadora ironía de esa tarde. Todo lo que podía ver era la lista de razones que me agobiaba de tal manera que nadie podía entenderme o ayudarme. Melanie se sentó conmigo y apuntó hacia la luz de la Palabra de Dios. Ella me recordó que no hay tentación que sea extraña para nuestra vida humana, lejos de la compasión de Cristo, o fuera de la capacidad de Dios para proveer fielmente una vía de escape.

Quisiera animar a las hermanas en Cristo que sienten que su «nueva normalidad» es luchar por el tiempo, la energía y el deseo de alimentarse de la Palabra de Dios. La gracia de Dios para ti en Cristo es tu «nueva normalidad» que tiene vigencia desde que él te hizo nacer de nuevo. Ni la vida ni la muerte pueden separarte del amor de Dios en Cristo Jesús. Porque él te ama. Eso significa que incluso en las circunstancias actuales que atraviesas (ya sean agotadoras o estresantes) Dios las usa para servir a tu alegría y a su gloria.

Hermana, él te encontrará en tu cansancio y no te despreciará.

Me pregunto si hay otras mujeres exhaustas en tu vida a las que las ayudaría una amiga que empatice con ellas en sus luchas. Podrías sorprenderte al encontrar que no estás sola. Sé que te encantará recordar que Jesús no te ha dejado ni te ha abandonado. Que su luz y su verdad te guíen a ti y a tus amigas  hacia él, nuestro gozo supremo (Sal 43).

Gloria Furman © 2014 Desiring God Foundation. Publicado originalmente en esta dirección. Sitio web: desiringGod.org — Usado con permiso. |Traducción: María José Ojeda
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Gloria Furman

Gloria Furman es esposa, madre de cuatro hijos, asistente de partos y escritora. En el 2010 su familia se fue a vivir al Medio Oriente para plantar una iglesia con el ministerio Redeemer en Dubai donde su esposo, Dave, sirve como pastor. Ella es autora de Destellos de gracia, Cómo atesorar a Cristo cuando tus manos están llenasVivos en ÉlMadres con una misión y The Pastor’s Wife [La esposa de pastor].
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