Si alguna vez tuviste que aprender alguna habilidad, probablemente recordarás la frustración que conllevaba hacerlo: los sentimientos de impotencia, la monotonía de la repetición del proceso hasta aprenderlo, el fuerte deseo de darte por vencido o de encontrar una forma más fácil de llevar a cabo esa tarea. Aprender a estudiar bien la Biblia presenta todos estos mismos sentimientos, por lo que debemos estudiarla con paciencia.
Nuestra cultura cree que la paciencia es un fastidio y busca formas de evitar tener que siquiera ejercitarla. En la televisión se nos muestra cómo resolver conflictos en treinta minutos o menos. En los restaurantes se sirve la comida casi al instante de pedirla. Por medio de Internet, la entrega de cualquier compra que podamos pensar se realiza en menos de cuarenta y ocho horas. La música, libros electrónicos y películas están disponibles instantáneamente.
El concepto de demora de satisfacción puede ser difícil de aprender y practicar en una cultura en que la paciencia es opcional y en la cual se celebra la saciedad inmediata de cada deseo.
El efecto acumulativo
Por tanto, no es sorpresivo que el deseo de obtener satisfacción instantánea pueda incluso invadir sigilosamente nuestro estudio de la Biblia. Nos acercamos a nuestro “tiempo en la Palabra” como lo hacemos al AutoMac de McDonald’s: “Sólo tengo unos pocos minutos. Dame algo rápido y fácil para llenarme”.
Sin embargo, en la base del estudio bíblico sólido hay una valoración de la capacidad de posponer la satisfacción. Adquirir conocimiento bíblico requiere que nuestro estudio tenga un efecto acumulativo —a través de las semanas, de los meses y de los años— para que la relación entre una parte de la Escritura y otra se revele a sí misma lentamente y con belleza, como al limpiar una obra maestra con un trapo, deslizándolo centímetro a centímetro.
La Biblia no quiere ser encajada cuidadosamente dentro de un minucioso plan de lectura de trescientos sesenta y cinco días en que cada lectura se aplica aisladamente cada día. Tampoco quiere ser reducida a verdades obvias o medidas prácticas. Quiere producir una discordancia en tu pensamiento y expandir tu comprensión. Quiere revelar un mosaico de la majestuosidad de Dios un pasaje a la vez, un día a la vez, a lo largo de la vida. Desde ya, acércate con entusiasmo a tu tiempo de estudio bíblico. Sí, acércate con hambre, pero también ten paciencia; prepárate para estudiar a largo plazo.
Paciencia para nuestro progreso
Ser un estudiante de cualquier materia requiere esfuerzo —el proceso de obtener conocimiento no es fácil y a menudo puede ser frustrante—. Dependiendo de la materia, el aprendizaje se puede disfrutar, pero no quiere decir que vaya a estar libre de esfuerzo; para aprender necesitas trabajar.
Por lo tanto, aprender tanto la Biblia como álgebra funciona de la misma manera. Pensamos que aprender la Biblia debiese ser algo tan natural como inhalar y exhalar; es decir, si conocer la Palabra de Dios es tan bueno para nosotros, por supuesto que él no nos lo hará difícil. No obstante, aprender la Biblia requiere disciplina y eso es algo que no siempre aceptamos. Dado que aprender la Biblia es una disciplina, la paciencia jugará un rol necesario en nuestro progreso.
¿Esperas frustrarte cuando estudias la Biblia? ¿Cómo reaccionas a la discordancia que enfrentas cuando tu comprensión no es suficiente frente a un pasaje? Como adultos, ya no necesitamos seguir una línea de estudio para rendir cuentas ante un profesor o padre. Si nos rendimos frente a la impaciencia del proceso de aprendizaje, tendemos a reaccionar en una de dos formas:
- Nos damos por vencidos: cuando encontramos que estudiar la Biblia es muy confuso, muchos de nosotros pensamos “este no debe ser mi don” y avanzamos hacia los aspectos de nuestra fe que nos nacen más naturalmente. Permitimos que sermones, podcasts, libros o blogs sean nuestra única fuente de alimentación de la Biblia. Quizás leemos la Biblia de manera devocional, pero asumimos que simplemente no estamos configurados para aprenderla en cualquier forma estructurada.
- Buscamos un atajo: debido a que queremos suprimir lo antes posible nuestra sensación de sentirnos perdidos en el texto, inmediatamente después de leerlo, corremos a las notas de nuestro estudio bíblico; o bien, dejamos un comentario bíblico a mano para consultarlo a la primera señal de confusión. Además, gracias a Internet, la ayuda nunca está lejos. Si leemos algo confuso, no hay necesidad de llorar y frustrarse, simplemente podemos leer lo que dice la nota de nuestro estudio bíblico o buscar una respuesta a nuestra pregunta en línea. No obstante, ¿es tan útil tener fácilmente a la mano una ayuda para interpretar la Biblia? ¿Terminamos, quizás, como esos chicos de secundaria que jamás se leen realmente un libro porque es fácil encontrar un resumen o ver la película?
En realidad, usar atajos es sólo un poco mejor que darse por vencido. Hacerlo no honra el proceso de aprendizaje. Al apurar la eliminación de la discordancia del “no sé”, la verdad es que aminora la efectividad del momento en que comprendes algo en el proceso de descubrimiento.
La buena confusión
Contrario a nuestra reacción instintiva, sentirse perdido o confundido no es una mala señal para un estudiante. De hecho, es una señal de que nuestra comprensión está siendo desafiada y de que el aprendizaje está por tomar su lugar. Aceptar la discordancia de sentirse perdido, en vez de evitarla (darse por vencido) o de atenuarla (buscar un atajo), en realidad nos pondrá en el mejor lugar posible para aprender.
Debemos permitirnos perdernos y tener paciencia para encontrar nuestro camino a la comprensión. Es ahí cuando aprendemos mejor la Biblia.