El año que viene (2016) se cumplirán 15 años desde la publicación de este libro en español (30 desde su publicación en inglés), y aunque ya se trata de un libro «viejo», no deja de ser un clásico que exige una nueva mención.
Desiring God (publicado en español como Sed de Dios) es el libro que le da el nombre al ministerio de John Piper —su autor—, y lo que en él encontramos es una exposición detallada de un concepto sobre el cual, como todos saben, él ha insistido: me refiero, por supuesto, al «hedonismo cristiano».
Piper, esencialmente, lo define como la búsqueda cristiana del placer en Dios, pero lo que caracteriza su tratamiento es que no sólo equipara este hedonismo con la búsqueda de la gloria divina (como dos caras de una misma moneda), sino también que presenta todos los «placeres rivales» como deleites infinitamente menores. Nuestro pecado nos lleva a creer que la búsqueda de Dios significará renunciar a nuestro placer, pero aunque esto pueda parecer cierto con respecto a los deleites que solemos amar, Piper recalca que dicha renuncia no representa sacrificio alguno cuando buscamos realmente a Dios y descubrimos la superioridad del placer que se halla en Él.
El libro, así mismo, procura refutar a quienes consideran «mercenario» buscar el placer en el servicio a Dios, y aunque a veces insista más de lo que uno quisiera, al menos logra establecer su idea con creces (como sea, no son pocos los que creen que hacer algo por placer es indigno de un cristiano).
Luego de una primera parte dedicada a exponer cómo llegó a esta visión y cuáles son sus fundamentos, Piper procede a abordar una serie de tópicos en los cuales, a juzgar por los títulos, intenta explicar la diferencia que hace ser un «hedonista cristiano»: habla de la conversión, la adoración, el amor, las Escrituras, la oración, el dinero, el matrimonio y las misiones. En cada capítulo, sin duda, hace observaciones importantes, pero al leerlos sentí que algunos estaban menos desarrollados que otros, y que, en cuanto al «hedonismo cristiano», no siempre se apreciaba el concepto con la misma claridad. Me pareció, por lo mismo, que a ratos estaba leyendo otro libro, y en consecuencia, aún me pregunto si Piper no debió simplemente escribir un libro más breve (la misma pregunta que me hago al contar los apéndices incluidos —cuatro, en la edición que leí—).
Sed de Dios, a mi juicio, es una exposición que, aunque pueda jactarse de ser detallada, no resulta tan fluida como algunos desearíamos. Se entiende que Piper intenta defender cada flanco, pero, al hacerlo, cae muchas veces en lo abstracto y cita cadenas de versículos confirmatorios aislados que entrecortan el flujo de razonamiento.
No puedo, sin embargo, concluir sin hacer alusión a la expresión «hedonismo cristiano», y esto es porque el propio Piper insiste en ello e incluye un apéndice dedicado a justificar su uso. Mi opinión, al respecto, es la siguiente: Entiendo la decisión de Piper, pero, contrario a lo que él piensa, yo diría que los términos escogidos reducen su concepto. Decir que cierto cristiano es «hedonista» lo convierte casi en un tipo optativo de creyente, mientras que, en términos prácticos, el libro busca establecer que un cristiano es, de suyo, alguien que busca su deleite en Dios.
Si lo que buscas, por tanto, es satisfacción en tu vida cristiana, este libro puede darte una buena mano. En última instancia, sin duda, lo que necesitas es a Dios mismo, pero lo que Piper hará por ti será grabar en tu mente que, como acabo de mencionar arriba, en realidad no hay otro cristianismo —Dios nos ayude a recordarlo siempre—.