Título original en inglés: «A Letter to Wives Who Are Wondering: Is it Abuse?»
Querida hermana:
Muchas esposas dañadas no están seguras de si lo que les está ocurriendo es maltrato. ¿Eres una de ellas? ¿Te preguntas si lo que estás soportando es suficientemente malo como para calificarlo con esa etiqueta? Quizás sospeches que algo podría andar «mal», pero te preguntas: «¿seré yo? ¿Es mi culpa? Tal vez si yo fuera una mejor esposa o más sumisa a mi esposo, él no estaría tan enojado conmigo todo el tiempo. ¿Quizás él no tiene otra opción más que regañarme?». Y sin embargo, te echas para atrás cuando piensas en el trato cruel que has recibido y desesperadamente quieres preguntarle a alguien: «¿esto es normal?».
He hablado con muchas mujeres como tú. Se sienten confundidas y aisladas. Tienen tantas preguntas y no saben a quién acudir. Mi corazón se acongoja cada vez que escucho a mujeres que luchan con estas incertidumbres. A menudo, lo que están soportando las aplasta y están llenas de temor y culpa. Es casi paralizante. No obstante, algo significativo ocurre cuando una mujer en esta situación comienza a hablar. Incluso solo al hacer preguntas, ella está invitando a otra persona a su sufrimiento. Comienza una pelea para que la verdad y la gracia gobiernen su vida. Por pocas e inciertas que sean, sus palabras demuestran valentía y fe. Sé que les ha requerido mucha fuerza y sabiduría llegar a este momento. Es un acto hermoso de valentía.
¿Te encuentras en un punto similar? ¿Tienes más preguntas que respuestas? ¿Has leído cada libro sobre matrimonio e intentado todo lo que sabes para mejorar las cosas? Si pudiera sentarme contigo, comenzaría con tu historia y a escuchar tus preguntas. Lloraría contigo por la crueldad que has soportado y la confusión que experimentas. Luego, te diría cuán valiente eres para contar tu historia, aun cuando solo sea un fragmento de ella. Querría animarte a que des un gran paso de fe para llevar luz a la oscuridad a fin de que el pecado se pueda ver, redimir y tú puedas recibir ayuda (Ef 5:11).
Compartir las verdades de lo que está ocurriendo en tu casa es heroico. Pero saber qué lugar es seguro para compartirlas representa un desafío[1]. Si realmente no conoces a alguien en quien sea seguro confiar, podrías comenzar leyendo libros sobre maltrato y escribir en un diario. A medida que aprendes más sobre cómo se ve el maltrato en un matrimonio, registra los eventos en tu casa y cómo te trata tu esposo. Aprender sobre el maltrato y poner palabras en papel puede traer claridad. Asegúrate de guardar tu diario y cualquier libro que estés leyendo en un lugar seguro. Muchas víctimas de maltrato son monitoreadas, así que sé cauta y creativa en cómo manejas estas cosas.
Para obtener ayuda, hablar con alguien más es esencial, pero, por ahora, podría sentirse imposible. Así que comienza por hablar directamente con el Señor. Llévale tu confusión, tus preguntas y tus ruegos de ayuda. No tengas temor de hablar clara y directamente de tus problemas. Él quiere escuchar tu corazón. Él no se espanta si nombras a la maldad y al pecado. Puedes hablar libremente en su presencia. Recuerda, Jesús conoce íntimamente lo que estás soportando. Él fue maltratado, abandonado, ridiculizado y aplastado. Él sabe lo que es para ti, así que anda a Él y cuéntale lo que estás viviendo.
Si tus palabras fallan, te animo a ir a los Salmos. Muchos de ellos expresan la agonía bajo el ataque de un enemigo. Los escritores claman por ayuda, detallando gráficamente su sufrimiento mientras describen su peligrosa situación. Nos recuerdan que es bueno clamar al Señor, pues solo Él sabe lo que te ocurre. Dios ve, escucha, le importa, ayuda y está cerca.
Por ejemplo, podrías querer usar las palabras del Salmo 22. Este es el salmo que Jesús citó en la cruz. Estos son algunos fragmentos que puedes usar. Primero, implora su ayuda: «No estés lejos de mí, porque la angustia está cerca, pues no hay nadie que ayude» (v. 11). Pídele que traiga claridad y te rescate. Comparte con Él cómo es vivir asediada en tu hogar por un esposo enojado e impredecible: «Muchos toros me han rodeado; toros fuertes de Basán me han cercado. Ávidos abren su boca contra mí, como un león que despedaza y ruge» (vv. 12-13). Cuéntale sobre el dolor en el que te encuentras: «Soy derramado como el agua, y todos mis huesos están descoyuntados; mi corazón es como cera; se derrite en medio de mis entrañas» (v. 14). Continúa apoyándote en las palabras de la Escritura hasta que encuentres tus propias palabras. Persiste en esto porque Él promete: «Porque Él no ha despreciado ni aborrecido la aflicción del angustiado, ni le ha escondido su rostro; sino que cuando clamó al Señor, lo escuchó» (Sal 22:24). Sé que Él proveerá esperanza y ayuda. Lo he visto hacerlo una y otra vez.
Espero que, en algún momento, decidas compartir tu historia con alguien más. Eso podría ser aterrador porque puede ser desafiante saber quién tiene la sabiduría requerida para guiarte. Un paso que puedes dar es preguntarle a las personas en quienes confías qué saben sobre la violencia doméstica. No tienes que decir que es para ti, al principio. Solo averigua si ellos tienen los recursos o el conocimiento para ayudarte. Intenta determinar lo que ellos entienden por maltrato. Podrías preguntar: «¿has leído algún libro útil sobre maltrato doméstico?»; «¿alguna vez has ayudado a una víctima?», o «¿conoces a alguien que haya experimentado esto y pueda ayudar?». Si te recomiendan a alguien, haz preguntas sobre cómo es esa persona. ¿Él o ella escuchará tu historia antes de hablar? Está bien ir lento en este proceso, pidiéndole a Dios que te guíe. Recuerda, Él quiere que lleves tu sufrimiento a la luz donde puedas encontrar ayuda.
Cuando decidas que has encontrado a alguien en quien puedas confiar, llega preparada. Escribe tus preocupaciones y está lista para compartir varios ejemplos de lo que ocurre en tu casa. Describir múltiples ejemplos es útil porque el maltrato es un patrón de comportamiento castigador que busca dominar y controlar. Mientras más incidentes puedas recopilar, más claro será para ti y para quien te ayude.
Sin conocer los detalles de tu situación, no puedo hablar directamente a ella. Sin embargo, lo que sí sé es que si te estás preguntando si lo que estás soportando es maltrato, necesitas ayuda. Dios diseñó el matrimonio para ser un lugar de confianza, sacrificio, cuidado y honestidad mutuas. Se supone que debe ser un reflejo de cómo Jesús ama a su iglesia: una relación caracterizada por el sacrificio (ver Gn 2:23-24; Ef 5:25, 28-30). No es correcto que vivas aterrada, aislada e insegura. Mi deseo es que tengas a alguien que camine junto a ti que pueda ofrecerte consejo piadoso, sabio y con experiencia. Es una carga demasiado grande para llevarla sola.
Aunque no puedo responder la pregunta: «¿esto es maltrato?» sin conocer tu historia, espero que haya podido entregarte el primer par de pasos que puedes dar para llegar a una respuesta. Es una pregunta importante y deseo que la enfrentes prácticamente para que puedas encontrar la ayuda y la esperanza que Dios quiere para ti, su preciosa hija.
Su amor perdura,
Darby Strickland
Esta traducción está protegida por Copyright © 2022 y por The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). Este artículo, titulado “A Letter to Wives Who Are Wondering: Is it Abuse?” Copyright © 2020, fue escrito por Darby Strickland y está disponible en https://www.ccef.org/a-letter-to-wives-who-are-wondering-is-it-abuse. El contenido completo está protegido por Copyright y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.
Traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
[1] Asegúrate de que estés hablando con alguien que entienda lo que es el maltrato y la necesidad de confidencialidad, para que recibas consejo que tenga en cuenta tu seguridad.