A menudo he lamentado el excesivo uso que los cristianos le han dado a la expresión «transformador de vidas». No es inusual escuchar a las personas salir de un sermón o una conferencia particularmente cautivante diciendo: «¡Esto transformó mi vida!». La verdadera medición y prueba de un cambio en la vida se produce en el tiempo, porque sólo con el tiempo sabremos verdaderamente lo que ha tenido un impacto significativo sobre nuestras vidas. Ahora, habiendo establecido que no uso el término con liviandad, quisiera sugerir que Verdad total, de Nancy Pearcey, puede ser sencillamente un libro transformador de vidas. Como creyentes gastamos colectivamente millones de dólares e incontables horas leyendo sobre vida cristiana: cómo tener hogares mejores, familias mejores, vidas mejores, cómo descubrir nuestro propósito, redescubrir nuestra alma masculina o femenina, y así hasta el infinito; hasta el hartazgo. A algunos les gusta complementar con el estudio de la teología, o la historia de la iglesia, y se trata de grandes intereses. Pero si compramos tantos libros y leemos tanto, ¿por qué dedicamos tan poco tiempo a examinar y estudiar la cosmovisión? Este es el primer libro que aborda predominantemente este tópico.
Verdad total lleva por subtítulo «Libera el cristianismo de su cautiverio cultural» y esta es la tarea a la cual Pearcey dedica el libro. Ella muestra cómo los cristianos han adoptado una cosmovisión atada e influenciada por nuestra cultura a un punto tal que ahora entendemos el cristianismo a través de una cosmovisión secular. Enseña que la realidad debería ser la inversa —que necesitamos ver la sociedad a través de un lente distintivamente cristiano, permitiendo que una cosmovisión cristiana interprete todo lo que vemos, hacemos y pensamos. Dice: «Este libro responde [al hambre de adquirir una cosmovisión cristiana] y ofrece una nueva dirección para avanzar en el movimiento de la cosmovisión. Le ayudará a identificar la separación de lo sagrado y lo secular que mantiene su fe encerrada en la esfera privada de la “verdad religiosa”. Le conducirá a dar pasos concretos, viables, para elaborar una cosmovisión cristiana en su vida y su trabajo. Y le enseñará a aplicar la reja de la cosmovisión para atravesar el laberinto desconcertante de ideas e ideologías que abundan en el mundo posmoderno». En breve, el propósito del libro es ayudar a los cristianos a liberar su fe de su cautiverio cultural y ver que el cristianismo no es meramente una verdad religiosa, sino una verdad total —una verdad sobre toda la realidad—. «El propósito de una cosmovisión es explicar nuestra experiencia del mundo —y cualquier filosofía puede ser juzgada por el éxito o el fracaso que obtenga al hacerlo—. Cuando el cristianismo se pone a prueba, se descubre que sólo él explica y da sentido a las experiencias humanas más básicas y universales».
Como devota de Francis Schaeffer, Pearcey toma prestada una gran parte de sus escritos e ideas. Más particularmente, ella entiende —tal como Schaeffer— que los cristianos han imitado al mundo adoptando una cosmovisión de dos niveles a la cual llama una división entre hechos y valores. Se puede representar así:
VALORES
Elección individual
HECHOS
Obligan a todos
En el nivel superior se encuentran los valores, que son meras preferencias individuales, y en el nivel inferior están los hechos obligatorios para todos. Los hechos representan el conocimiento extraído y demostrado por la ciencia, y de esta forma, se consideran objetivos y racionales. Por otro lado, en el nivel superior están los valores que se consideran subjetivos y productos de la tradición. De este modo, no son obligatorios más allá de la conciencia del individuo y son esencialmente irracionales. No tienen mucho que decir sobre la realidad. Esta división se ha extendido a todos los aspectos de la sociedad.
La tesis de este libro es que «la clave para redescubrir el gozo y el propósito resultó ser una nueva concepción del cristianismo como una verdad total —intuición que abrió la presa y derramó las aguas vivificadoras del evangelio en el terreno reseco de su vida[—]». El primer paso en la recuperación de una cosmovisión cristiana es entender la cosmovisión bifurcada inherente a nuestro mundo postmoderno. Habiendo entendido que hemos hecho distinciones falsas entre lo secular y lo sagrado, podemos empezar a integrar nuestra fe en cada área de la vida para dar un testimonio coherente a través de ella. Los políticos están comenzando a darse cuenta de que la política fluye desde la cultura. Con el fin de cambiar la política de nuestras naciones, primero debemos influenciar la cultura, y para hacerlo, debemos reclamar una cosmovisión cristiana. «Los cristianos normales que trabajan en negocios, industria, política, factorías, etcétera, son “las tropas de vanguardia de la Iglesia […]” […] en el combate espiritual. “¿Nos estamos tomando en serio el deber de apoyarles en el combate?” […]. La iglesia no es otra cosa que un campo de instrucción para enviar laicos preparados para predicar el evangelio al mundo». Pearcey expone continuamente aquellas áreas que han sido contaminadas por una cosmovisión secular y explica cómo los cristianos necesitan reclamarlas.
Luego de que Pearcey desconstruyera completamente la cosmovisión postmoderna de nuestra sociedad en los primeros capítulos del libro, descubrí que yo no tenía una idea tan clara de la forma en que podría reconstruir una cosmovisión cristiana. Sin embargo, quizás esto es porque no hay respuestas fáciles —no hay un acrónimo simpático como C.O.S.M.O.V.I.S.I.Ó.N. que me permita seguir un programa de 11 pasos para reconstruir una cosmovisión—. La clave es reconocer la deficiencia de sostener una cosmovisión de dos niveles y, sumergiéndose en la Escritura, permitir que Dios nos moldee como a Él le parezca adecuado. La cosmovisión de un cristiano debe surgir necesariamente del estudio y la aplicación de la Palabra de Dios. Necesito entender y creer que la verdad cristiana es un todo unificado que abarca toda la vida de la misma forma.
Al leer libros escritos por intelectuales y no por pastores y maestros, he descubierto frecuentemente que la teología de ellos se halla más moldeada por los intelectuales católicos del pasado que por la teología protestante. Este no es el caso de Pearcey. Ella llega a un buen equilibrio de alabanza y crítica en su presentación del protestantismo, definiendo en términos generales las acciones y motivos de los reformadores y los creyentes de la historia. De manera similar, ella alaba a diversos estudiosos católicos (tales como Aquino) por las contribuciones que hicieron, pero es necesariamente severa al discutir sus defectos. A lo largo del libro, la autora mantiene este importante equilibrio. Fue maravilloso ver que Pearcey presenta una teología importante y profunda que se alinea claramente con las percepciones reformadas de la Escritura.
Estoy de acuerdo con Al Mohler, que dijo «Verdad total es uno de los libros más prometedores que han aparecido dentro de las publicaciones evangélicas en muchos años. Debería estar en cada hogar cristiano, y debería llegar rápidamente a las manos de cada joven cristiano. Este importante libro debería ser parte de su equipo para estudiar en la universidad, y las iglesias deberían usarlo como texto para el desarrollo de una cosmovisión cristiana». Pearcey le ha dado forma a una obra maestra que es intelectualmente estimulante pero al mismo tiempo accesible y práctica. Desafiará, motivará y producirá cambios. La recomiendo enfáticamente.