Nuestra querida amiga, Lauren, compartió este testimonio recientemente en la Iglesia Grace Church y pensamos que sería de gran ánimo para muchas de ustedes que están experimentando “diversas pruebas” (Stg 1:2).
Luego de dos años tratando de quedar embarazada, aún no podía ser madre y clamaba a Dios en medio del sufrimiento de querer una familia, pero sin saber si él algún día me la daría. Me sentí como Ana en la Biblia, quien desesperadamente quería un hijo, pero no podía concebirlo. La Escritura dice que Ana “con gran angustia comenzó a orar al Señor y a llorar desconsoladamente”.
Aunque me alegraba por mis amigas que quedaban embarazadas fácilmente, luchaba con la desesperanza y la soledad cada vez que veía otro anuncio de embarazo. Cuando veía a mamás felices con sus bebés, sentía una especie de pequeña puñalada en mi corazón. Peleaba con Dios en oración; muchas de ellas parecían no tener respuesta. Fui tentada a sentir que Dios se había olvidado de mí. Fui humillada al ser incapaz de hacer todo correctamente. Luché con creer que Dios aún era bueno cuando las circunstancias decían lo contrario. No tenía ningún otro lugar al cual recurrir más que su Palabra donde él me recordó quién es él.
Hasta este punto en mi vida, no había experimentado mucho dolor o sufrimiento. Dios usó mi incapacidad de quedar embarazada para humillarme de verdad y mostrarme su soberanía y sabiduría perfecta. Agradezco a Dios pues nos ha bendecido al guardar su Palabra en nuestros corazones y, así cuando llegan las pruebas, las dudas no nos abruman. Por lo tanto, tenemos su Palabra como un ancla firme y segura para nuestra alma. Charles Spurgeon dijo, “cuando no veas la mano de Dios, tienes que confiar en su corazón”. En su Palabra encontré que el corazón de Dios para mí estaba lleno de amor tierno y compasivo. Él trata cuidadosamente con aquellos que están sufriendo y como Isaías 42:3 dice, “no acabará de romper la caña quebrada, ni apagará la mecha que apenas arde…”.
El Salmo 145 nutre mi alma:
“El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor. El Señor es bueno con todos; él se compadece de toda su creación… Fiel es el Señor a su palabra y bondadoso en todas su obras. El Señor levanta a los caídos y sostiene a los agobiados. Los ojos de todos se posan en ti, y a su tiempo les das su alimento. Abres la mano y sacias con tus favores a todo ser viviente. El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus obras. El Señor está cerca de quienes lo invocan, de quienes lo invocan en verdad. Cumple los deseos de quienes le temen; atiende a su clamor y los salva”.
Cuando comenzamos con el proceso de adopción, ¡quedé embarazada unos pocos meses después! Estábamos impactados y muy emocionados. Sin embargo, unas pocas semanas después, Dios se llevó a ese bebé. Enfrenté otra oportunidad de reafirmar que mi fundamento está en aquel que es la roca fuerte y que, en su hermosa soberanía, él sabía lo que era mejor y bueno.
Lamentaciones 3 fue mi salvavidas:
“Pero algo más me viene a la memoria, lo cual me llena de esperanza: ‘El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad! ‘El Señor es todo lo que tengo. ¡En él esperaré!’ Bueno es el Señor con quienes en él confían, con todos los que lo buscan. Bueno es esperar calladamente a que el Señor venga a salvarnos. Bueno es que el hombre aprenda a llevar el yugo desde su juventud… El Señor nos ha rechazado, pero no para siempre. Nos hace sufrir, pero también nos compadece porque muy grande es su amor. El Señor nos hiere y nos aflige, pero no porque sea de su agrado”.
Chales Spurgeon también dijo, “Las respuestas tardías a la oración no son sólo pruebas de fe, también nos dan oportunidades para honrar a Dios por medio de nuestra confianza firme en él aún cuando enfrentamos una aparente negativa a nuestra petición”. Cuando enfrento una aparente negativa a mi petición, Dios me da la oportunidad de honrarlo al confiar en su Palabra. Hubo muchas oportunidades cuando amigos y familiares me enviaban versículos o extractos de libros que eran exactamente lo que necesitaba escuchar para recordar las bellas promesas de Dios. Dios usó el cuerpo de Cristo, su iglesia, para recordarme que él estaba ahí para mí, que me conocía íntimamente y que nunca me abandonaría.
Al mirar atrás, no cambiaría ese tiempo de mi vida por nada porque fue ahí donde el Señor me enseñó mucho y mi amor y mi confianza en él son mayores ahora. Debido a que Dios es muy bueno, no sólo satisfizo mi alma con él mismo, sino que cumplió el deseo de mi corazón de ser madre. No fue de la forma que planeamos cuando nos casamos hace casi nueve años; sin embargo, ¡fue más perfecto que eso! Cuando miro las caras de mis tres hermosos hijos, y la ecografía de nuestro glorioso bebé, no podemos más que agradecer a Dios por ser mucho más sabio que yo y por responder mis oraciones en su perfecto tiempo bendiciéndome con cuatro de sus preciosas vidas. Repito la canción de alabanza de María: “Porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí. ¡Santo es su nombre!” (Lc 1:49). Para aquellas mujeres que pueden estar en el mismo lugar en el que me encontraba yo hace cuatro años, esperando quedar embarazada o quizás atravesando otra prueba complicada y dolorosa, espero que mi historia y las palabras dignas de confianza del Salmo 62:8 las anime: “Confía siempre en él, pueblo mío; ábrele tu corazón cuando estés ante él. ¡Dios es nuestro refugio!”.
Quisiera terminar con una cita más de mi héroe, Charles Spurgeon:
“¿Por qué rendirse ante premoniciones pesimistas? ¿Quién dijo que el día nunca llegaría?… ¿Quién dijo que el invierno de tu descontento sería eterno, que la tempestad de tu desesperanza sería más cruda día a día? ¿Acaso no te has dado cuenta que viene el día después de la noche, que cuando la marea está alta vuelve a bajar y que la primavera y el verano siempre vienen después del invierno? ¡Llénate de esperanza! ¡Esperanza eterna! Pues Dios no te fallará. ¿Sabes que Dios te ama en medio de todo esto?… Algún día, en medio del esplendor de la eternidad, olvidarás las pruebas que viviste o sólo las recordarás para bendecir al Dios que te hizo pasar por ellas y que obró por tu bien eterno por medio de ellas. Ven, canta en medio de la tribulación; regocíjate incluso cuando estés pasando por el fuego. Haz que el desierto por el que atraviesas resuene con cánticos de gozo, porque estas pequeñas aflicciones terminarán pronto y, entonces, eternamente con el Señor, tu alegría nunca se desvanecerá”.