Pregunta: Tengo 18 años y quisiera saber cómo tener una «simple amistad» con los hombres de mi iglesia. ¿Podrían darme algún consejo?
Respuesta: No ha pasado mucho tiempo desde que navegué por la adolescencia hasta adentrarme en la primera etapa de la adultez. Un asunto que siempre acechó en las sombras fue el de la «amistad con los hombres». ¿En qué se diferencian estas relaciones de las que tengo con mis amigas? ¿Cuánto tiempo debo pasar con ellos? ¿Está bien salir con uno a la vez? ¿Hablar por teléfono?
Siempre quise tener un conjunto sencillo de reglas —una breve lista de permisos y prohibiciones que cupieran en el bolsillo—. Estas reglas garantizarían que ya no tendría que preocuparme de esta pequeña conciencia mía. Sin embargo, muy pronto aprendí que se trataba de actuar con sabiduría, y que la fuente primaria de ésta era la Escritura.
En 1 Timoteo 5:1-2, Pablo le dice a Timoteo: «Trata a . . . las jóvenes como a hermanas, con toda pureza». Ahora bien, si los hombres van a tratarnos como «hermanas con toda pureza», nosotras, por nuestra parte, ¡debemos actuar como hermanas, en pureza! Aquí, en este versículo, hay una sabiduría que necesitamos con urgencia. Debemos preguntarnos: ¿Trato a mis amigos hombres como trataría a mi propio hermano? ¿Me relaciono con los jóvenes andando en pureza absoluta?
En lo que a mí respecta, me di cuenta de que, a menudo, tenía un conflicto de motivaciones en mis relaciones con los hombres. En vez de pensar y actuar como una hermana, descubrí que a veces deseaba la atención de un hombre en particular. También quería que las otras chicas pensaran que un buen grupo de hombres me consideraba su «amiga». A menudo, los motivos que tenía para relacionarme con los hombres no eran puros ni honraban a Dios.
Por esa razón, fue de gran utilidad mantener un diálogo constante con mi mamá al respecto. No es como si cada semana nos hubiésemos rendido un informe formal, pero hablar de mis amigos hombres era una parte regular de nuestras vidas. Estas conversaciones fueron de la mayor importancia para mí gracias a la rendición de cuentas que hicieron posible y el consejo con que mi mamá respondía. A aquellas de ustedes que quizás no tienen una mamá piadosa, las animaría a tener esta clase de conversaciones con otra mujer mayor y más sabia de su iglesia. No estamos llamadas a vivir la vida cristiana solas. Necesitamos la ayuda, el aliento y el consejo de los demás.
También aprendí muy pronto que mis amistades con los hombres debían diferenciarse mucho de mis amistades con las chicas. Recuerdo que un pastor me dijo: «Janelle, los hombres pueden dar una interpretación a las cosas tanto como lo hacen las chicas. Cuando una chica le muestra una constante atención a un hombre, puede cultivar afecto en el corazón de él». Mientras yo pude haber estado considerando a mis amigos hombres como hermanos, ellos pueden haber pensado que había algo más. Es por eso que mi mamá siempre me exhortaba a relacionarme con todos ellos como si hubiesen sido «el marido de otra mujer». Esta pequeña frase fue una manera muy útil de examinar mi corazón cuando se trataba de relacionarme con mis amigos hombres.
Habiendo dicho esto, no es malo tener amistad con hombres. De hecho, yo afirmaría que, para una soltera, las amistades con jóvenes piadosos y maduros comprometidos con la pureza son un don del Señor. Obviamente Pablo está asumiendo que Timoteo se relacionará con otras jóvenes de la iglesia, pero aclara qué tipo de relaciones deberían ser. Siendo una de tres hermanas (hasta que mi hermanito preferido apareciera en escena 12 años después que yo), estoy muy agradecida de los hombres que fueron mis «hermanos» durante aquellos años. Si seguimos los principios bíblicos de la pureza y el amor fraternal, podemos disfrutar de amistades piadosas con hombres piadosos como bendiciones de nuestro Padre celestial.