Si hubieras entrado a nuestra iglesia hace siete años, las canas en mi desaliñada barba podrían haberte confundido y hecho pensar que yo era un predicador veterano. No obstante, a pesar de algunas arrugas y una predilección por el rock de los 70, era un novato. Había servido como pastor laico por muchos años y sabía que liderar una plantación podría venir con desafíos frescos. Pero el nuevo cargo de mayor responsabilidad me expuso a muchas tentaciones que no esperaba.
Algunas simplemente se burlaron de mí y me tentaron; con otras, caí.
Intentar demasiado, demasiado pronto
Es normal comenzar con una gran visión y esperanzas del porte del Evangelio para tu iglesia. Pero tuve la tentación de hacer demasiado, demasiado rápido. Hubo muchas semanas en las que sucumbí y me encontré abrumado, exhausto y no haciendo nada particularmente bien.
«Mejor es el lento para la ira que el poderoso, y el que domina su espíritu que el que toma una ciudad» (Pr 16:32). Por muchas semanas salí a tomar la ciudad, pero gané poco terreno.
Todas las parábolas que usan imágenes agrarias también me desafiaron (cf. Marcos 4:26-32). He escuchado a más de un sabio pastor sugerir que el pastoreo es como la agricultura: lenta, fiel y el trabajo diario es el que da más frutos en el tiempo. El gran predicador James Boice dijo que normalmente sobreestimamos lo que podemos hacer en un año y subestimamos lo que podemos hacer en diez. Listas de quehaceres semanales cortas y objetivos a largo plazo más grandes nos sirven bien.
Enfocarse en las ovejas débiles en perjuicio de cultivar líderes
Hombres con corazones como el Buen Pastor encuentran gran alegría en cuidar del rebaño. Y las ovejas débiles a menudo pedirán cuidado con mayor vigor que los miembros que se ocupan de servir a otros.
En los primeros años de pastoreo, llenaba mi tiempo cuidando de las ovejas débiles y tendía a descuidar a líderes o potenciales líderes. «Estamos haciendo más ministerio si esparcimos nuestros esfuerzos, no?», pensé.
Pero olvidé que Dios me había llamado para cuidar de los líderes también. Necesitaba «encarga[r] [el Evangelio] a hombres fieles que sean capaces de enseñar también a otros» (2Ti 2:2). Jesús eligió a doce y les dio la mayoría de su tiempo, enseñanza y entrenamiento a ellos (incluso priorizando entre ellos a Pedro, Santiago y Juan). Necesitaba volver a pensar en el tiempo que estaba invirtiendo en las ovejas débiles para cultivar y cuidar de mis compañeros pastores.
Lanzar nuevos programas sin considerar consecuencias a largo plazo
Las personas aman los programas. Si pudieras empaquetar y estandarizar el ministerio en eventos, a menudo tendrá un mayor atractivo para las personas de tu congregación.
Los programas no son malos en sí mismos. Frecuentemente, sirven para propósitos útiles, ya sean clases los domingos por la mañana, entrenamiento evangelístico o el grupo de jóvenes. Los programas pueden servir para los propósitos de Dios; el problema viene cuando son vistos como la única manera de lograr los objetivos para los cuales fueron diseñados.
El Nuevo Testamento describe muy pocas actividades ministeriales organizadas en términos de programas. No obstante, los miembros me han pedido en más de una ocasión: «¿por qué no tenemos un programa de _______?». Muchos de ellos vienen de iglesias con muchos programas. En el libro de Colin Marshall y Tony Payne, El enrejado y la vid, hablan de una iglesia que tenía 23 programas de ministerio diferentes enlistados en el boletín cada domingo.
A menudo yo quería el mismo objetivo que prometían los programas propuestos por mis miembros, pero temía que nuestro objetivo se convirtiera en perpetuar el programa, en lugar de fomentar un ministerio orgánico en la vida de los miembros.
A pesar de la presión de los miembros, fui lento para implementar nuevos programas —mientras era fortalecido por ancianos sabios— y me alegra. Pregúntate: ¿hay maneras de enseñar y entrenar a través de tus sermones, servicios dominicales u otros programas existentes, en lugar de comenzar uno nuevo? ¿Las relaciones de discipulado comunes y corrientes lograrán tanto, si es que no más, que un nuevo programa? Si el objetivo es ayudar a que las personas aprendan habilidades ministeriales nuevas, ¿habría una solución a corto plazo que no te cargue con un programa continuo que podría transformarse en una «vaca sagrada»? Piensa detenidamente en las consecuencias a largo plazo antes de comenzar un nuevo programa.
Ser demasiado animado por el elogio o hundido por la crítica
C. H. Spurgeon en su libro Discurso a mis estudiantes dice: «no puedes detener las lenguas de las personas y, por lo tanto, lo mejor que se puede hacer es detener tus propios oídos y que nunca te importe lo que se diga». A menudo regreso a este capítulo mientras continúo orando por «cuero duro» y «corazón suave», al contrario de «cuero fino» y «corazón duro» hacia donde mi naturaleza pecaminosa me empuja.
En mis primeros años, fui demasiado animado por el elogio de miembros y demasiado desanimado por la crítica. «Ese sermón realmente me bendijo, pastor» es animante para el oído de cualquiera y debemos alabar a Dios cuando nos lo digan; sin embargo, las críticas que nos atrapan con la guardia baja pueden llevarnos tan abajo como los elogios pueden llevarnos tan arriba.
Servimos a la congregación, pero Jesús es nuestro amo (1Co 4:1). Y a Él es a quien finalmente respondemos. Aquí es donde la tentación de descuidar nuestras propias disciplinas espirituales nos deja vulnerables a los planes de Satanás. Nutrir regularmente nuestro discipulado y amor a Cristo nos protege de ser demasiado influenciados por los elogios y las críticas.
Sigo el fútbol inglés con pasión. Cuando los nuevos jugadores hacen su debut, siempre son vulnerables a «errores de novato», a pesar de su capacidad y ferviente deseo de servir al equipo. Cometerán errores, ¡claro que sí! Y muchos jugadores aprenden de ellos y terminan convirtiéndose en veteranos experimentados.
Lo mismo ocurre con los nuevos pastores. Si navegamos las tentaciones con la ayuda de Dios y aprendemos de nuestros errores humildemente, el Señor nos usará para sus propósitos.
Podría haber tenido canas en mi desaliñada barba, pero en esos primeros años de pastorado, las palabras de Pablo para Timoteo las sentí como si fueran para mí también: «No permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza. […] Reflexiona sobre estas cosas; dedícate a ellas, para que tu aprovechamiento sea evidente a todos» (1Ti 4:12, 15).