Aun cuando tenemos más acceso a la Biblia que cualquier otra generación anterior a la nuestra, gran parte de los cristianos todavía no la han leído en su totalidad. La abundancia de acceso bíblico, desde teléfonos inteligentes y estanterías, generalmente no ha dado como resultado un aumento del conocimiento personal de la Palabra. Y sin embargo, nuestra generación habla autoritativamente sobre Dios y la Biblia.
La tecnología es un escudo que da la oportunidad de decir con confianza lo que rara vez diríamos en presencia de otros. Fácilmente nos escondemos detrás de pantallas y seudónimos opinando e indignándonos con una confianza cobarde.
La falta de sabiduría más las opiniones autoritativas resultan en una combinación peligrosa. Temo, como la audiencia de Oseas, que si Dios «le escrib[ió a él y a nosotros] diez mil preceptos de [su] ley, son considerados como cosa extraña» (Os 8:12). ¿Cómo reconocer aquello con lo cual nos cuesta familiarizarnos?
Esto es guerra
«¿Conque Dios les ha dicho…?».
La desconfianza en la Palabra de Dios es lanzada contra Eva como una granada. Este es un acto de guerra. Como el ataque en Pearl Harbor, la serpiente primero dispara sus palabras contra Dios y su pueblo.
La mujer respondió a la serpiente: «Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto, Dios ha dicho: “No comerán de él, ni lo tocarán, para que no mueran”» (Gn 3:2-3).
En su respuesta, Eva cita mal y distorsiona sutilmente el claro mandamiento de Dios. Ella amplía la prohibición de Dios («ni lo tocarán») y aminora el castigo de Dios («para que no mueran», a diferencia de «ciertamente morirás»).
Y la serpiente dijo a la mujer: «Ciertamente no morirán. Pues Dios sabe que el día que de él coman, se les abrirán los ojos y ustedes serán como Dios, conociendo el bien y el mal» (vv. 4-5).
Con la incertidumbre cada vez mayor sobre Dios y su Palabra, la explicación de la serpiente respecto a cómo son las cosas se torna atractiva. Esa primera mascada del fruto prohibido fue posible gracias a la falta de conocimiento y de confianza que Eva tenía en la Palabra de Dios.
La misma sombra de duda se proyecta en la Palabra de Dios hoy. Siempre es sutil y siempre es una guerra. «Conque Dios les ha dicho» aparece en los estantes de las librerías cristianas, en las palabras de blogueros populares y en declaraciones de documentales de Netflix. Alguien en Facebook comparte el «verdadero» significado en griego o hebreo de algo aunque contradiga el significado obvio y evidente de palabras que pueden entenderse fácilmente. Un escritor afirma que el contexto cultural de las palabras pesan más que la verdad eterna y permanente de ellas: «¿Acaso Dios realmente diría eso si escribiera la Biblia en la actualidad?». Y como Eva, si seguimos sin familiarizarnos con lo que Dios dijo, nos transformaremos en blancos fáciles.
Los peligros de la ignorancia
La mayoría de los cristianos con los que hablo nunca han leído la Biblia completa. Quizás la leen con frecuencia, pero solo partes de ella. Sin embargo, leer partes de la Biblia diariamente no significa que la conoces más al igual que leer diariamente el primer capítulo de Moby Dick no te hace un experto de la famosa novela. La ignorancia de toda la Palabra de Dios nos hace blancos fáciles en la guerra que Satanás libra contra Dios. Las mentiras pueden pasar desapercibidas como un gas tóxico, porque simplemente no estamos tan familiarizados con la verdad.
Por ejemplo, cuando el sufrimiento se hace presente, algunos dirán que es un ataque espiritual y culparán a Satanás. Esto no significa que esté mal, pero la Biblia me dice que Dios sí provoca el problema, incluso y especialmente en su pueblo, para sus buenos propósitos (Is 48:10-11; 2Co 4:7-11). No es que Satanás no esté involucrado (como vemos en el caso de Job), sino que Dios también lo está y a veces es el iniciador de la dificultad en primera instancia.
Con todas las opiniones autoritativas sobre Dios y su Palabra a nuestro alrededor, ¿cómo podemos reconocer al único y verdadero Dios? La respuesta siempre comenzará con aprender a reconocer lo falso, pero también con familiarizarse íntimamente con lo verdadero.
La búsqueda maratónica de la alfabetización bíblica
Hace casi diez años que comencé a ver un problema al decirles a otros que lean y conozcan un libro del que yo misma no había leído cada palabra. Si realmente creía que la Biblia era la única verdad confiable en este mundo, quizás debería saber lo que dice. Aunque conocía mucho de ella, tal vez incluso gran parte de ella, sabía que había páginas sin tocar.
Desde Génesis y Mateo, comencé a alternar la lectura del Antiguo y el Nuevo Testamento, versículo por versículo, capítulo por capítulo, libro por libro. No me movía hasta que al menos tuviera una comprensión básica de lo que leí y pudiera resumir cada libro con lo que aprendí sobre el carácter de Dios.
Esta maratón de siete años me cambió a mí y a mi caminar con Dios. Luché con Dios en los pasajes difíciles, puse todas mis preguntas sobre la mesa. Me asombré ante el increíble odio que su propio pueblo sentía por Él a medida que escogía constantemente seguir a otros dioses y luego me entristecía mientras veía las semillas de ese mismo odio en mi propio corazón. La luz de su presencia a través del estudio de su Palabra me cambió.
La lectura bíblica se trata de conocer a Dios en sus términos, no en los míos. Leer cada libro me permitió ver la plenitud de la revelación de su ser sin evitar las partes de Él que no podía entender o no me gustaban. Además de producir un gozo más profundo del que jamás haya conocido, ahora puedo identificar y rechazar con más facilidad las mentiras sutiles y las medias verdades sobre Dios en nuestra cultura.
Haz un plan
Si no conoces toda la Palabra de Dios, ¿por qué no intentar cambiar eso? Probablemente, no ocurra en un año ni siquiera en cinco. Pero ten un objetivo para progresar; no completar una tarea, sino conocer a una Persona. Esto se trata de emprender un viaje de vida para conocer al Dios que amamos, a Aquel que nos salvó. El inicio de la lectura completa de la Biblia es, esperemos, el primero de muchos.
La familiaridad con la Palabra de Dios es una de las mejores protecciones que tenemos en esta guerra que la serpiente aún libra contra Dios y su pueblo. Estemos tan familiarizados con todas las facetas reveladas de su carácter en su Palabra que podamos así identificar y rechazar cada misil que diga «¿conque Dios les ha dicho…?» mientras aún estén lejos.