Come, bebe y sé feliz
Vete, come tu pan con gozo,
Y bebe tu vino con corazón alegre,
Porque Dios ya ha aprobado tus obras (Eclesiastés 9:7).
Justo al comienzo de Eclesiastés 9:7 hay una pequeña palabra: «Vete». No solo se nos dice que comamos nuestro pan con alegría, ¡sino «Vete»! Aprovecha el día.
En otras palabras, hazlo en serio y como si supieras de qué se trata. Come y bebe con alegría y gozo. La segunda mitad del versículo 7 nos muestra que estas cosas son un don: «porque Dios ya ha aprobado tus obras». Dios se complace en tu placer. Él te lo ha dado.
Aquí estamos tocando el corazón de Eclesiastés. Regalo, no ganancia, ese es tu nuevo lema. La vida no se trata del significado que puedas crear para tu propia vida o del significado que puedas encontrar en el universo por todo tu trabajo y ambiciones. No encuentras el sentido de la vida simplemente encontrando una pareja, teniendo hijos o siendo rico. Encuentras significado cuando te das cuenta de que Dios te ha dado la vida en su mundo y cualquiera de esas cosas que te haya dado son un regalo para disfrutar.
Nuestro gozoso Dios dador de regalos
Mi madre todavía ama darme regalos de Navidad. Cada año es lo mismo. Me pregunta qué me gustaría recibir y yo le digo: «nada, gracias mamá. Tengo más de cuarenta años; no necesito algo para abrir ese día». Y ella me da algo para abrir de todos modos. Incluso ahora, ella simplemente ama ver a sus hijos recibir un regalo de su parte. Cualquier padre o madre puede entender esto. Todo el que ama a otro puede entender esto, porque lo que amamos cuando damos es el placer en el rostro de la persona que lo recibe.
El predicador dice que Dios también es así. Cuando nos da dones, es una señal de su complacencia en nosotros. Cuando nosotros disfrutamos de sus dones, estamos experimentando su favor. La única manera correcta de responder a los buenos regalos de Dios y a su placer, al darnos dones de comida, vino y familia, es ir y disfrutarlo.
«En todo tiempo sean blancas tus ropas, y que no falte ungüento sobre tu cabeza» (Ec 9:8). Sidney Greidanus señala desde la Biblia que las personas, cuando estaban angustiadas, usaban telas de saco y cenizas para mostrar su aflicción; pero usaban ropas blancas para reflejar el calor del sol y el aceite para proteger y nutrir la piel con el fin de mostrar su gozo y felicidad[1].
No creas que, porque vas a morir, no importa cómo te vistes o cómo te ves. En lugar de eso, preocúpate de ti mismo. El mundo fue pensado para ser un lugar de color, vida y belleza.
Deleitándose en los múltiples dones de Dios
Disfruta la vida con tu cónyuge, a quien amas. Aprecia y protege a la persona que Dios te ha dado. Si estás casado, no minimices eso. No se nos dice: convive con tu esposa o soporta a tu esposa, sino, más bien, disfruta la vida con tu esposa.
Si estás muy ocupado para disfrutar la vida que tienen juntos, entonces estás demasiado ocupado. Punto final. Si no se disfrutan mutuamente, entonces es probable que simplemente estén tomando lo que pueden del otro para perseguir otros objetivos o ambiciones que nunca van a darte todo lo que prometen. Pueden estar usándose mutuamente para algo que no resultará en ganancia, y se perderán el uno al otro en el proceso.
Es vital ver en estos versículos que comer, beber, vestirse y amar no forman una lista exhaustiva de los dones de Dios. Más bien, es una lista representativa de cómo se ve amar la vida y vivirla al máximo. Estas cosas son una manera de decir: cuando Dios hizo el mundo, lo hizo bueno y, sin importar cuán cristiano o cuán espiritual seas, nada cambia el hecho de que Dios te puso en un mundo físico con manos, comida, bebida, cultura, relaciones y belleza.
El pecado lo fractura todo, lo distorsiona todo. Significa que no podemos entenderlo todo. No obstante, el pecado no deshace todo lo creado. Entonces, si nosotros fuéramos a sacar provecho de la cosmovisión e hilo de pensamiento del predicador, creo que una lista más amplia se vería así: monta una bicicleta, visita el Gran Cañón, anda al teatro, aprende a hacer música, visita a los enfermos, cuida a los que están muriendo, cocina, alimenta a los hambrientos, mira una película, lee un libro, ríe con amiga hasta llorar de risa, juega al fútbol, corre una maratón, bucea en el océano, escucha a Mozart, llama a tus padres, escribe una carta, juega con tus hijos, gasta tu dinero, aprende un idioma, planta una iglesia, comienza una escuela, habla de Cristo, viaja a algún lugar donde no hayas estado nunca, adopta a un niño, regala tu fortuna y más también, moldea la vida de otra persona al sacrificar la tuya[2].
Puede que seas capaz de agregar algo más a esta lista de cien maneras; espero que puedas agregar por lo menos algunas más. Lo que sea que tus manos encuentren para hacer, hazlo al máximo. Un día, el trabajo, la planificación, el conocimiento y la sabiduría cesarán, así que hazlo ahora mientras puedas.
Cómo la muerte nos permite vivir
Las personas que están muriendo, que verdaderamente saben que están muriendo, son las personas más vivas de todas. No están aquí para vivir para siempre. Están aquí para vivir ahora, para vivir hoy y, sobre todo, están aquí para vivir con y para los demás.
Esta es la manera en que un viejo y sabio hombre le habla a un hombre joven: «ah», dice, «si hubiese sabido antes lo que sé ahora, haría las cosas de manera diferente. Habría ido más lento. Habría disfrutado a mis hijos. Solo ayer me llegaban a la rodilla y ahora ya se han ido. Hubiese tomado el tiempo para escuchar más de lo que hablo». La voz de la experiencia habla así todo el tiempo, pero aquí, en Eclesiastés, la voz de Dios nos dice lo mismo.
Solo se puede disfrutar lo que no adoras
Por supuesto, puede ser difícil tratar de entender cómo congeniar todas estas cosas intensamente físicas con ser cristiano. ¿Qué significa amar la vida y al mundo si es pasajero y si se supone que debo disfrutar a Dios y vivir para Cristo primeramente? Déjame decir que ambas cosas van de la mano de manera absolutamente bella, y por esa razón: en el mundo creado, solamente se puede disfrutar verdaderamente lo que no adoras.
El hombre que hace del sexo su dios y que lo adora descubre que, en realidad, lo que es normal y placentero, pronto se vuelve deficiente, insuficiente y se encadena a un camino en el que comienza a disfrutar solamente de la perversión —lo que, por supuesto, no es disfrute—. La mujer que hace de su familia su dios y adora a sus hijos descubrirá que le fallarán y la decepcionarán, y no logrará todo lo que quería lograr, y terminará vacía e insatisfecha.
Puedes llenar los espacios con cada cosa buena de la lista de arriba. Cuando adoras los dones de Dios, jamás entregarán lo que prometen y, en su lugar, te dejarán vacío y quebrantado. Como dijo C.S. Lewis: «Los amores naturales que se convierten en dioses dejan de ser amores. Continuamos llamándoles así, pero de hecho pueden llegar a ser complicadas formas de odio»[3].
Adora a Dios y disfruta de sus dones
Sin embargo, cuando adoramos a Dios, confiamos en Él, lo amamos y caminamos con Él, lo que encontramos no es a un hombre viejo en el cielo que quiere que nos inclinemos ante Él en una habitación fría y blanca, mientras Él está sentado en un trono esperando tirarnos un rayo cuando nos equivoquemos. No, lo que descubrimos es que Dios es como el anfitrión que nos da la bienvenida a su Reino y al más espléndido de los banquetes para que disfrutemos.
Esta publicación es una adaptación de Living Life Backward [Viviendo la vida al revés] por David Gibson.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
[1] Sidney Greidanus, Preaching Christ from Ecclesiastes: Foundations for Expository Sermons [Predicando a Cristo desde Eclesiastés: fundamentos para sermones expositivos] (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2010), 233.
[2] Para disfrutar y ser conmovido por un retrato de este tipo de vida, ver N. D. Wilson, Death by Living [Muerte por vivir] (Nashville: Thomas Nelson, 2013).
[3] C. S. Lewis, Los cuatro amores (Estados Unidos: HarperCollins Español, 2006), 11.