Si alguna vez leíste el libro completo de Salmos, quizás te abrumaste cuando llegaste al Salmo 119. Es el capítulo más largo de toda la Biblia, con 176 versículos. Podrías tener la tentación de leerlo completo lo más rápido posible o incluso de saltártelo porque parece demasiado difícil. Sin embargo, te animo a que profundices en él. Existen riquezas inagotables de sabiduría en sus versos. Ha sido particularmente beneficioso para revitalizar mi gozo en la Palabra de Dios.
A primera vista, es un salmo un poco complicado. Pareciera como si el salmista afirmara no tener pecado. Sin embargo, el libro de Christopher Ash, Bible Delight [Deleite en la Biblia] me ayudó a comprender que todo el salmo está escrito en el tono de la gracia, sostenido por la misericordia pactual de Dios. Si estás luchando, te recomiendo leer el salmo junto con su libro, tu Biblia de estudio o un buen comentario. Pero por sobre todo, hazte el tiempo de empaparte de las palabras mismas del salmo.
No te irás con unos diez consejos útiles para mejorar tu lectura bíblica. Al contrario, el Salmo 119 te ayudará a ver por qué es tan importante pasar un tiempo diario en la Escritura. Podrías atrasarte en tu plan de lectura bíblica, pero serás más enriquecido. A continuación, comparto algunos de los regalos que Dios me dio por medio de este salmo.
Una verdadera comprensión de la bendición
El salmo comienza con estos versículos:
¡Cuán bienaventurados son los del camino perfecto,
Los que andan en la ley del Señor!
¡Cuán bienaventurados son los que guardan sus testimonios,
Y con todo el corazón lo buscan!
No cometen iniquidad,
Sino que andan en sus caminos (Sal 119:1-3)
Si revisas la página de inicio de tus redes sociales, verás lo que el mundo piensa de lo que realmente se trata una vida bendecida: playas, buena comida, relaciones y un buen espacio para estacionarse cerca de las tiendas. Sin embargo, en este salmo se nos dice que la persona bendecida es aquella que vive en obediencia a Dios, siguiendo sus mandamientos. Solo podemos conocer esos mandamientos cuando Dios nos los revela, y lo ha hecho por medio de su Biblia. Cultivaremos nuestro gozo en la Escritura (y nuestro deseo de seguirla más obedientemente) cuando sepamos que esta es la verdadera fuente de bendición.
Un sed por conocer mejor mi Biblia
Es fácil pensar que porque conoces un pasaje determinado no obtendrás mucho de él al leerlo o al estudiarlo. No obstante este salmo nos corrige. El escritor está siempre desesperado por saber más testimonios de Dios: «Quebrantada está mi alma ordenando tus ordenanzas en todo tiempo» (v. 20). Él le ruega a Dios que lo ayude a comprender y a mantener el gozo por su Escritura:
Dame entendimiento para que guarde tu ley
Y la cumpla de todo corazón.
Hazme andar por la senda de tus mandamientos,
porque en ella me deleito.
Inclina mi corazón a tus testimonios,
Y no a la ganancia deshonesta.
Aparta mis ojos de mirar la vanidad,
Y vivifícame en tus caminos. (vv. 34-37).
¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!,
Sí más que la miel a mi boca (v. 103).
¿Es así cómo ves la Biblia? No es algo que dominemos al leerla una vez. El salmista conoce el valor de las promesas de Dios y se aferra a ellas. Nota que en el versículo 37, volverse a Dios requiere apartarse de la «vanidad». Yo quiero este tipo de celo: reemplazar la vanidad que valoro, como la televisión, los placeres mundanos y mi ego por una visión más clara de Dios. Quiero saborear su Palabra más que cualquier otra cosa que sea dulce.
Fuerza en el sufrimiento
A menudo voy a mi Biblia en momentos de sufrimiento; estoy segura de que tú también lo haces. Mi alma encuentra calma y mis miedos son destruidos al leer sobre la esperanza que tenemos debido a Jesús: la vida eterna que nos espera más allá de la muerte. No obstante, este salmo agrega otra dimensión de cómo debemos pensar sobre el sufrimiento:
Antes que fuera afligido, yo me descarrié,
Pero ahora guardo tu palabra (v. 67).
Bueno es para mí ser afligido,
Para que aprenda tus estatutos (v. 71).
El salmista no solo ve más allá de su sufrimiento, sino que se regocija en él. A lo largo de todo el salmo, vemos destellos de su dolor, particularmente los enemigos que lo rodean y que lo buscan para quitarle la vida. Él ve lo bueno en esto.
Uno de los problemas de las sociedades prósperas modernas es que no sentimos desesperada necesidad de Dios. Buscamos nuestro propio bien y nos alejamos de nuestro Creador porque parecemos estar bien por nuestra cuenta. Sin embargo, el sufrimiento quita toda autosuficiencia. Su aflicción ha llevado al salmista de vuelta a Dios en desesperación y obediencia. Él ha descubierto lo que es mejor para él, por lo que él ora: «Mejor es para mí la ley de tu boca que millares de monedas de oro y de plata» (v. 72).
Este salmo me ha enseñado a regocijarme más en mi sufrimiento. La perspectiva del sufrimiento en el Salmo 119 está respaldada por el Nuevo Testamento.
Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte. (Stg 1:2-4)
Una obediencia fortalecida
El salmista claramente atesora la Palabra de Dios en su corazón enormemente, pero no termina ahí. Su devoción se mueve de su corazón a sus manos (¡y pies!).
De todo mal camino he refrenado mis pies,
Para guardar tu palabra.
No me he desviado de tus ordenanzas,
Porque tú me has enseñado. (v. 101-102)
Lámpara es a mis pies tu palabra
Y luz para mi camino (v. 105).
El objetivo de nuestra lectura bíblica debe ser adorar. Nos encontramos con las palabras del Dios viviente; ¡qué alegría nos da esto! A medida que leo el Salmo 119, recuerdo que mi adoración no termina cuando cierro mi Biblia y levanto mi oración. También debo vivir lo que Dios me ha enseñado.
Te tomará más tiempo leer el Salmo 119 de lo que te tomó leer este artículo (y te tomará mucho más meditar en él apropiadamente). Sin embargo, este es un caso en el que un resumen no es suficiente. Anda y léelo. Tenemos la revelación completa de Jesucristo, por lo que debemos regocijarnos aún más que el salmista.
Más que nada, espero que leer el Salmo 119 te lleve a la oración. Ninguno de nosotros ama a Dios o a su Palabra como debiéramos. Fui confrontada por mi propia incompetencia mientras meditaba en este salmo y tuve que mantenerme pidiéndole perdón y misericordia a Dios. Por eso oro para que, por la gracia de Dios, ames sus mandamientos «más que el oro, sí, más que el oro fino» (v. 127).