«Estar enojado es destruir» (p. 1). Así comienza este nuevo libro de Ed Welch. Al leer esta frase, pensé que quizás era una aseveración un poco exagerada. Sin embargo, pude recordar instancias donde había visto claramente cómo el enojo —fuera de control—, la ira que propaga insultos como un volcán en erupción, ciertamente, destruye. Pero, por otro lado, debo reconocer que nunca había considerado que incluso el enojo contenido, el de labios apretados, el de respiraciones profundas y puños cerrados, también podía destruir. Tendría 49 días más para darme cuenta de lo acertada que era esta verdad y de lo sutil y destructivo que puede ser el enojo —en cualquiera de sus manifestaciones— cuando simplemente lo ignoramos, en lugar de reconocerlo y de llevarlo en arrepentimiento al Señor.
Las 50 meditaciones que componen este libro son cortas, y la recomendación que hace el autor es leer una al día (¡lo que te tomará solo unos minutos!). Esta es una de las grandes ventajas de este libro y una de las razones por las que este mismo puede resultar ser bastante eficaz para el lector. Ahora, aun cuando la meditación de cada capítulo es sucinta, las palabras penetran el corazón. Solo es necesario un par de minutos de lectura por la mañana para pasar el resto del día reflexionando. Y es que las páginas de este escrito de Welch no emanan únicamente de su vasto conocimiento como psiquiatra o consejero, sino de la misma Palabra de Dios. Te darás cuenta de que muchas de nuestras intenciones humanas, nuestras excusas o nuestros deseos de ignorar lo obvio a la luz de la Escritura quedarán al descubierto a lo largo de la lectura.
Este libro, además, nos muestra de forma práctica las diferentes caras del enojo: «Si el enojo está en nuestro corazón, posee nuestro corazón. Saldrá de nuestra boca y lastimará a otros» (p. 21). Es difícil creer que el enojo puede tomar las riendas de nuestros pensamientos y de nuestras acciones, pero suele suceder así. Es cierto que entran en juego otros factores como el orgullo, el ego, etc.; no obstante, la realidad es que el enojo es el combustible que mantiene esa vorágine de pensamientos ardiendo, ya sea a fuego lento o como un calor abrasador. La advertencia es clara, cuando el enojo se acerca «debes estar sumamente alerta porque puede consumirte» (p. 169).
Tal vez puedas pensar que leer acerca de este tema puede ser bastante abrumador, pero la verdad es que es todo lo contrario. Usando la Escritura, Welch no solo diagnostica la enfermedad, sino que nos recuerda que tenemos a la mano la mejor medicina. En este mundo quebrantado, con enfermos en proceso de recuperación, podemos descansar confiados de que si llevamos nuestras luchas a Dios, Él nos guiará y transformará nuestros pensamientos y nuestro corazón: «Cuando pedimos perdón, reconocemos que nuestro enojo es real. En respuesta, el Señor dice: “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados” (Is 43:25 [RVR 1960])» (p. 44).
Sin dudas, este libro te impulsará a correr hacia nuestro Señor, a confiar en Él, a no sacar tus ojos del Único que puede ayudarte a cambiar y a parecerte más a Aquel que nos salvó. Además, te animará a tomar la decisión «de que la cultura del enojo se deten[ga] en tu generación» (p. 112).
Un pequeño libro sobre un gran problema es práctico y profundo a la vez. Desafiante y alentador. Estoy segura de que no te arrepentirás de leerlo. Prepárate, nuestro Señor puede usarlo para la transformación de tu alma y para su gloria.