Si estás buscando un libro que te ayude a desenmarañar la distorsionada versión de lo que significa ser mujer y más aún ser una mujer cristiana, esta es una joya que no te puedes perder. Abigail Dodds confronta de manera directa, clara y sencilla lo que muchas de nosotras hemos estado cuestionando por un tiempo: que ser una mujer atípica en el siglo XXI no significa volvernos marimacha ni tampoco barbies; no significa renunciar a una carrera en las ciencias, como tampoco dejar de considerar dedicarnos al hogar y a nuestras familias.
Si bien ser una mujer cristiana tiene un eco radical, esto no está dictado por la última tendencia de moda o por un pensamiento beligerante en contra de nuestro propio género o del opuesto. La «atipicidad» a la que se refiere este libro está enraizada en la identidad que Dios nos otorgó al crearnos «a su imagen y semejanza» (Gn 1:27) y en la nueva vida que nos fue otorgada en Cristo.
Dodds dice que «la mujer típica ante los ojos de Dios es totalmente atípica en el mundo»; pues, «Es una mujer con un carácter sólido, fundado en la Escritura, confiada en Cristo y fiel en todas [las] circunstancias, brillando con la luz de Cristo en las tinieblas para que Dios reciba la gloria y no ella» (p. 12).
El libro está dividido en tres secciones, con capítulos cortos y preguntas que pueden ser parte de tu devocional, o bien para liderar a un grupo de mujeres.
La primera parte establece la estructura de la feminidad cristiana. En esta sección hay un llamado a la verdadera valentía, la cual se mantiene firme en Cristo y no en «la congruencia del mundo» (22), que es lo nos sumerge en el pensamiento actual mundano. Asimismo, la sección hace un bosquejo de la confusión surgida de la ideología de género y hace un llamado a entender la feminidad a partir de la Palabra de Dios. En respuesta, Dodds cita a C.S. Lewis: «Búscate a ti mismo y a la larga solo encontrarás odio, soledad, desesperación, rabia, ruina y decadencia. Pero busca a Cristo y lo encontrarás a Él, y con Él todo lo demás transformado» (p. 31). Y es en esa transformación que la autora nos insta a formularnos preguntas correctas en el actuar diario. En lugar de decir: ¿cómo puedo hacer esto o aquello?, debemos preguntarnos: ¿cómo puedo vivir la vida como cristiana en cada circunstancia? Ella responde: al buscar las respuestas en su Palabra. Dodds enfatiza que Dios es nuestro Creador y nuestro Padre, y Él no hizo un solo molde, por esta razón no es necesario asignar una lista de cosas para fabricar tu género, más bien debemos hacer todo aquello que agrada a Dios de acuerdo a su Palabra.
La segunda parte del libro establece la parte práctica de cómo mostrar al mundo a Cristo por medio de nuestro testimonio y en las diferentes etapas de nuestra vida. Ella dice: «Una mujer es un prisma que toma la luz y la convierte en un despliegue de mayor y más plena gloria para que otros vean ahora el arcoíris que estaba contenido en el rayo de luz» (p. 66). Esta es una maravillosa alegoría de cómo podemos servir al Señor con gozo, para transformar un mundo pecaminoso y monocromo en uno vibrante lleno de su presencia.
Sin importar la etapa que estemos viviendo —solteras, casadas, madres, trabajadoras, etc.—, debemos tener en cada temporada el deseo de servir y vivir para Él; apoyándonos como familia y alcanzando a otros con su Palabra. Hay también un llamado implícito a la libertad que tenemos en Cristo para disfrutar y realizar una diversidad de roles en diferentes momentos de la vida, sin que esto constituya una afrenta o un sometimiento injusto impuesto por el mundo y ante el cual debiéramos rebelarnos. En su lugar, cada momento puede ser visto como una oportunidad para encender la luz en las tinieblas, recordando que podemos hacer esto no en nuestras propias fuerzas, sino en el Señor, debido a que eres su hija y Él te ama.
Finalmente, la última parte explora lo que significa ser una mujer sin miedo y libre en Cristo. Dodds nos recuerda que debemos evitar la trampa de la comparación. Pues, al final, ser fuertes o débiles no es un impedimento para servir a nuestro Padre, llenarnos de su gozo y compartir su amor con otros. La autora nos anima a correr hacia Jesús cuando el sufrimiento llame a nuestra puerta y a limpiar nuestras lágrimas en su regazo. El sufrimiento tiene un propósito en nuestra vida y Él nunca nos soltará de su mano. Debido a esto, ella también nos desafía a no solo mirar con aprecio las bendiciones, sino aceptar también aquello que nos trae dolor, pero que al final nos guía a través del sufrimiento a una necesaria dependencia de nuestro Señor.
Hay tanto que decir de este estupendo libro, pero dejaré que tú misma descubras las perlas que ofrece. Basta decir que, al hacerlo, verdaderamente podrás deleitarte en el increíble regalo de la salvación que nos ha sido dada en Cristo; en su presencia diaria en nuestras vidas y en lo maravilloso que es vivir en Él y por Él como mujeres cristianas. Verdaderas mujeres atípicas, prismas de luz que apuntan a la majestuosidad de Cristo.