Existen muchos libros sobre lo que significa ser mujer. Muchos más sobre el maravilloso amor de Dios para con sus hijos e hijas. Sin embargo, en este libro, Kathleen Nielson toma ambas hebras y las traslada al papel como parte de una sola lana. Ella escribe convencida de que Dios es verdaderamente bueno y que, como mujeres, podemos descansar confiadas en la perfecta voluntad del Señor para nuestro género.
En su obra, Kathleen explora sin esquivar aquellos pasajes turbios, difíciles e incomprensibles, como Deuteronomio 21:10-14. En los capítulos, ella no esconde ni ignora el dolor y la injusticia cometidas en contra de las mujeres a lo largo de la historia, pero no deja de mostrar con claridad la misericordia de Dios en medio de estas situaciones: «la ley de situación de Dios limita las externalizaciones del pecado en esta situación» (p. 57).
En el capítulo «Mujeres fuertes», la autora menciona a su madre como una mujer valiente y emprendedora. Tanto como profesora de educación básica como directora del coro de la iglesia, su madre sirvió con alegría y dinamismo. En el ámbito del hogar, ella formó un gran equipo con su padre, ofreciendo siempre una cálida hospitalidad. Su madre fue realmente un bello modelo de femineidad y uno que Kathleen utiliza en el libro para dejar de lado la creencia de que las mujeres no pueden trabajar fuera del hogar; así como también, para desmitificar el apodo «sexo débil». Ella menciona que es verdaderamente un regalo de Dios tener mujeres fuertes: «Si estás leyendo esto y te consideras una mujer fuerte, quizá con dones de liderazgo, es posible que estés luchando por encontrar tu lugar en la iglesia. Por favor, no concluyas que no hay lugar para ti» (p. 68).
La complementariedad es otro tema que ella aborda y en el cual profundiza en el capítulo «Las mujeres y el matrimonio». Hombres y mujeres, al ser creados a imagen y a semejanza de Dios, poseen igual valor, pero roles distintos. Esto no debiera resultar en subyugación u opresión, sino que al contrario, esto debiera producir, según Kathleen: «[un mayor] crecimiento y fortalecimiento tanto de hombres como mujeres del que la mayoría de nosotros solemos imaginar» (p. 69). Ella también pone como ejemplo a Débora, para animarnos a dejar de lado el antagonismo que existe entre uno y otro sexo, y para centrarnos más en los dones que se nos han dado a ambos con el fin de ser de bendición al mundo y para darle toda la gloria a Cristo.
Hay también un capítulo que habla sobre el cuerpo, donde ella nos exhorta a verlo ¡como parte de la historia de la redención de Dios! Una perspectiva que, francamente, no creo haber considerado nunca. Por ejemplo, ella dice que cuando participamos del alumbramiento, podemos recordar lo que la Biblia nos dice en 1 Pedro 1:3 acerca de «nacer de nuevo» a una nueva esperanza. Y cuando se menciona que la tierra incluso gime como con dolores de parto en Romanos 8:22, nuestros cuerpos al dar a luz, nos recuerdan esto mismo: lo que anhelamos y a quién pertenecemos. ¡Qué maravilloso es poder recordar lo que el Señor ha hecho y continúa haciendo, incluso con nuestros cuerpos! Kathleen nos dice que, pensando esto: «Tú también puedes decir, como María: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a [Su] palabra (Lc 1:38, LBLA)”» [énfasis de la autora] (p. 110).
Hay tanto más que decir de cada uno de los capítulos que nos regala este libro. Hay demasiada sabiduría en estas páginas, donde también se manifiesta la importancia del servicio a la iglesia y la diferencia resonante que se manifestó con la venida de nuestro Señor a la tierra. De ese modo, el libro cierra con broche de oro, iluminando nuestros ojos con la estupenda e infinita bondad de Dios.
Lee este libro y te encontrarás con un claro razonamiento bíblico para responder muchas de las preguntas que sin duda nos hemos hecho como mujeres. Pero ten en cuenta que este no es un libro que solo nos beneficiará a nosotras, sino que le dará a todo hombre que llegue a él un nuevo crisol para ver estos cuestionamientos. Y aún hay más, al leer sus páginas podremos ambos ser animados, exhortados y consolados en la voluntad perfecta, misericordiosa y llena de gracia de nuestro Señor. ¡Este es un nuevo clásico de la literatura cristiana!