En un mundo donde la autocomplacencia y la comodidad abundan, las vidas de las mujeres retratadas en este libro, animan y desafían. El vivir es Cristo (Fil 1:21) se hace evidente en sus historias, no solo por la dificultad de las situaciones que enfrentaron, sino porque nunca dejaron de vivir gozosamente por nuestro Señor. Este es un recuento sincero de sus tristezas, sus miedos y sus tropiezos, pero esencialmente, de sus vidas en constante comunión con Dios.
Las cinco biografías que nos presenta Noël Piper, son cortas y diversas. Algunas evocan a mujeres de alta alcurnia y otras de estratos bajos. Unas con una educación privilegiada y otras sin siquiera terminar sus escuelas. La mayoría de ellas con complexión frágil y enfermiza, pero con un deseo ferviente de llevar la esperanza del Evangelio a donde Dios las llamara.
A través de la lectura, nos transportamos primeramente al Connecticut del siglo XVII, donde vemos a Sarah Edwards apoyando el ministerio de su esposo, el gran predicador Jonathan Edwards, mientras educa a sus hijos y mantiene una política de apertura y hospitalidad abierta y sincera con quien lo necesitara. Grandes de la fe cristiana, como George Whitefield, dijeron al conocer a Sarah: «[…] ella es una mujer adornada con un espíritu suave y apacible, que habla con mucha emoción y solidez de las cosas de Dios, y parecía ser una gran ayuda para su esposo […]».
Con Lilias Trotter, la segunda biografía, llegamos a la Inglaterra del siglo XIX. Al ser la hija de un corredor de bolsa, esta mujer tuvo una infancia acomodada. Sin embargo, cuando pudo buscar una carrera exitosa en la pintura, decidió entregarse por completo a la misión a la que Dios la estaba llamando. Primero, en Londres, y más tarde en Argelia. Su tenacidad, su entrega y su amor por este último país fue palpable en todo momento. Aun en tiempos difíciles, ella decía: «Con todo, cada uno de nuestros sufrimientos, grandes y pequeños, deben ir acompañados de las palabras transformadoras “con Jesús”. Y el mismo aliento del cielo soplará sobre todo nuestro ser y estaremos contentos».
Gladys Aylward, sierva de Dios, fiel y humilde, es la tercera en el relato. La conocemos durante el siglo XX en el Reino Unido. Provenir de una familia de bajos recursos y una escasa educación, no le impidió llegar ¡hasta China! Y una vez que estuvo en este país, su vida reflejó la de su Salvador. Vivió con ellos, aprendió sus costumbres y lenguaje, enjugó lágrimas y se entregó por completo a la misión a la que Dios la llamó. Ella escribió: «Al mirar atrás me asombra ver como Dios me dio las oportunidades para servir. Yo deseaba ir a China, pero nunca, ni en mis sueños más descabellados habría imaginado que Dios controlaría todo de tal forma que tenía acceso a todas las casas de los pueblos […], autoridad para eliminar una costumbre cruel y horrible (la práctica de vendar los pies) y un sueldo por predicar el evangelio de Jesucristo».
La cuarta historia nos lleva a Corea, a mediados del siglo XX, donde Esther Ahn Kim nos muestra una vida bajo la persecución. Al estilo de los amigos de Daniel en Babilonia, ella se negó a doblar sus rodillas ante dioses paganos, aunque esta vez del imperio japonés. Aquí nos enteramos de su encarcelamiento y de su llamado de llevar el Evangelio a los invasores de su pueblo. La vida de esta mujer, influenciada por la enorme fe de su madre, la llevó a soportar los más terribles tormentos. Más tarde, al reflexionar sobre su sufrimiento ella diría: «Siempre me sentía fortalecida cuando hablaba con mi mamá sobre Dios y su amor. Comencé a pensar que probablemente valía la pena vivir en este tiempo de persecución. Tal vez una imagen más real de un creyente es la de alguien que agoniza, sufre, es odiado y torturado y hasta asesinado por obedecer a Dios; y no la de alguien que tiene una vida común y sin problemas».
Helen Roseveare, es la última biografía. Aquí nuevamente volvemos a Inglaterra, pero esta vez después de la Segunda Guerra Mundial. Helen fue una doctora plagada por aquel deseo de realizar todo a la perfección; de dar, pero no de recibir. Este es un fascinante retrato de cómo Dios trabaja en los corazones de cada uno de nosotros, recordándonos amorosamente que somos amados, aceptados y que podemos descansar en Él. Este es también un ejemplo impactante de cómo la iglesia, nuestros hermanos en Cristo, son vitales para lograr pulir todas las asperezas de nuestra vida y de cómo, en amor, podemos corregirnos mediante la Palabra de Dios. Allá en el Congo, donde sirvió toda su vida, ella dijo que aprendió y recibió más de la gente que conoció y de aquellos a los que fue a servir. La guerra, las enfermedades y la escasez fueron todas sopesadas por la ferviente creencia de que la gracia de Dios siempre fue, «[…] suficiente en el momento de necesidad, pero nunca antes del tiempo necesario […] cuando llegaba el momento de acción me llenaba de una paz y una seguridad en cuanto a lo que debía decir y hacer que me asombraba y con frecuencia derrotaban las tácticas inmediatas del enemigo».
Este es un libro que difícilmente querrás cerrar cuando comiences a leerlo. Te encontrarás con una lectura muy desafiante, que estoy segura que te animará a perseverar en tu caminar con el Señor como lo hizo conmigo. Sacará a la luz la necesidad que tienes de rendir todo tu ser al Señor; de agradecer día tras día sus bendiciones; y, asimismo, de acceder con gozo al llamado que Él tiene para tu vida y la mía. Estas cinco mujeres te animarán a experimentar un mayor amor por Dios y su Palabra; la enorme compasión por aquellos que aún no conocen al Señor; y el gozo abundante que está disponible cuando te sumas a la misión de una vida consagrada para la gloria de Dios.
Mujeres fieles y su Dios extraordinario. Noël Piper. Poiema Publicaciones, 220 páginas.

