Me tomó 25 años leer el libro de Jerry Bridges En pos de la santidad. Hace muy poco, recibí «la edición del aniversario número 25» y pasé gran parte de ese fin de semana leyendo y absorbiendo el libro. Se convirtió en un clásico de los días modernos. Al haberlo leído, ¡ya sé por qué! Es un libro profundamente desafiante y uno que sin duda volveré a leer antes de que pasen otros 25 años.
La premisa del libro de Bridges es que la santidad, como todo lo demás en la vida, es algo por lo que debemos luchar. La santidad es un don de Dios y es algo que nunca puede lograrse lejos de la obra del Espíritu. Sin embargo, es nuestra responsabilidad luchar por ella y trabajar hacia ese objetivo. Bridges ilustra esto al escribir sobre un granjero.
El granjero ara su campo, siembra la semilla y fertiliza y cultiva —siempre consciente que en último [sic] instancia depende enteramente de fuerzas externas a sí mismo. Sabe que no puede hacer germinar la semilla, como tampoco puede producir la lluvia y el sol necesarios para lograr el crecimiento y obtener una cosecha. El que la cosecha sea exitosa depende de que Dios provea estas cosas.
Y, sin embargo, el granjero sabe que, a menos que se dedique diligentemente a cumplir su parte —que consiste en arar, sembrar, fertilizar, y cultivar— no puede esperar una cosecha llegado su momento. En cierto sentido el granjero está en sociedad con Dios y solo obtendrá los beneficios que le corresponden si cumple la responsabilidad que le corresponde a él.
Así como la agricultura es una sociedad entre el hombre y Dios, en la cual el hombre no puede hacer lo que Dios tiene que hacer y Dios no hará lo que el granjero debe hacer, así también es la búsqueda de la santidad. Dios no nos otorga una vida de santidad el día en que somos salvados. Él requiere que busquemos la santidad con la confianza de que Él trabajará con nosotros y nos dará su poder para lograr el deseo de nuestros corazones. Él nos da el poder para hacer lo que Él requiere y lo que espera de nosotros.
El resto del libro es, entonces, una exhortación a la santidad y un consejo práctico sobre cómo alcanzar la santidad que Dios requiere de nosotros. Por un lado, enfrentamos una tarea imposible, puesto que nunca seremos perfectamente santos en esta vida. Por otro lado, sin embargo, enfrentamos una tarea que trae gran beneficio, puesto que Dios recompensa a aquellos que lo buscan diligentemente. La santidad trae gran gozo.
Hay un par de áreas en las cuales este libro me desafió de una manera inesperada. En primer lugar, llegué a darme cuenta de que mucha de mi búsqueda de la santidad la había realizado a un nivel macro. Miré mi vida y vi progreso a una gran escala. He visto áreas en las que he progresado mucho y he visto cómo ciertos hábitos y deseos pecaminosos se fueron desmoronando. Estoy muy agradecido de esto y reconozco la obra del Espíritu. Sin embargo, el libro me ayudó a entender la importancia de examinar mi vida a un nivel micro. Aunque sin duda di grandes pasos en algunas grandes áreas, continúo asombrado ante mi propensión al pecado en áreas pequeñas. Hubo muchos momentos en los que fui guiado a mirar a mi pecado directamente a la cara y reaccioné con asombro al ver cuán contaminado había llegado a estar mi corazón. Quizás uno de mis pecados más grandes, y el mayor pecado de los seres humanos, es trivializar el pecado. Sin embargo, y esto es algo que he tenido en mi corazón muchas veces en los últimos meses, he llegado a ver que trivializar el pecado es trivializar el amor de Dios. Por muchos meses, he guardado un trocito de papel en mi escritorio en el cual escribí: «cuando le quitamos la importancia al pecado, le restamos importancia al amor que nos salvó. Mientras más grande sea nuestra apreciación de nuestro pecado, mayor será nuestra apreciación del amor de Dios». En pos de la santidad me ayudó a entender cuán cierto es esto. Cuando examino la Escritura y entiendo lo que Dios exige de mí, también entiendo cuánto no cumplo y cuán gran Salvador se requiere para salvar a un pecador como yo.
La segunda área en la que este libro me desafió fue en comprender la relación entre el deseo y la razón. Sé por mi experiencia en la vida que, si bien Dios obra principalmente a través de la razón, Satanás enfoca sus ataques principalmente a través de mis deseos. Se me vienen a la mente cientos de veces donde mis deseos se han opuesto a lo que sé que era correcto. Ha habido un sinfín de momentos en los que he caído en pecado, porque permití que mis deseos predominaran sobre la razón. ¡Satanás realmente tiene un arma poderosa a su disposición! Sin embargo, ¿cuán a menudo mi razón ha tenido que vencer mis deseos? ¿Cuán a menudo tengo que interrumpir un tiempo realmente dulce de comunión con el Señor porque sé que hay trabajo por hacer? Ciertamente, no tan seguido como las veces que he decidido abandonar mi tiempo con el Señor porque he deseado hacer otra cosa (¡cualquier cosa!). Aunque siempre he sabido que esto es verdad, este libro me ayudó a entender la necesidad de realinear y entrenar mis deseos para que desee lo que es bueno. Cuando mi corazón realmente desee obediencia, le quitaré una espada a Satanás.
Por lo tanto, te recomiendo este libro. No tendrás que mirar muy lejos para encontrar testimonios del poder de En pos de la santidad. Ha sido respaldado, entre otros, por John MacArthur, John Piper, J.I. Packer y R.C. Sproul. Y quizás, más importante aún, ha sido respaldado por cientos de miles de hermanos y hermanas en Cristo que han sido desafiados por él para vivir vidas de santidad. Este libro es un clásico, haciendo eco a las palabras de John MacArthur, bien merece el honor.