Este artículo forma parte de la serie Querido pastor publicada originalmente en Crossway.
Ocho consejos
Me han preguntado si tengo alguna sugerencia para resolver cómo vivir cuando hay «demasiado que hacer». Con el dicho popular en mente de que el «predicador no siempre practica lo que predica», estos son algunos pensamientos:
1. Es mejor hacer menos cosas bien que muchas cosas mal
Una vez mi padre estaba conversando conmigo sobre cómo había vivido su vida. Casi de modo conmovedor, dijo: «hijo, hubiera querido hacer menos cosas mejor». Yo era joven entonces y no entendí realmente lo que quiso decir.
Los hombres jóvenes tienen una manera de convertirse en hombres viejos. Entre las personas más sorprendidas del mundo se encuentra el joven que descubre que se está haciendo viejo. Ya pasé la etapa de la sorpresa. Ahora que soy viejo, entiendo lo que mi padre estaba intentando decirme. La vida puede convertirse en un torbellino de actividad continua. Podemos vivir sin pensar sobre lo que estamos haciendo. Es mucho mejor detenerse, pensar y luego escoger hacer menos cosas mejor.
2. Para los cristianos que andan con el Señor siempre habrá muchas cosas que hacer
Esto no debería sorprender a nadie. Vivimos en un mundo roto en el cual nuestros «prójimos» tienen un sinfín de necesidades físicas y espirituales. En un sentido, que te sientas abrumado por lo que percibes que pueden ser necesidades en la iglesia y en el mundo a nuestro alrededor es una experiencia cristiana normal.
3. El cristiano no es capaz de hacer todo lo bueno y todo lo digno que conoce
No podemos corregir todos los errores ni sanar todas las heridas. Esta comprensión podría frustrarnos. Pero debemos confesar que no somos todopoderosos y que hay límites para nuestros recursos humanos. En este contexto, debemos aprender cómo decir «no» incluso a algunas causas muy dignas.
4. En términos generales, debemos escoger aquellas cosas que están alineadas con nuestros dones
Si tengo el don de enseñar, pero no puedo mantener mi chequera en orden, entonces debo enseñar y no ser administrador ni tesorero de la iglesia. La efectividad en el ministerio aumenta enormemente si el área de servicio coincide con sus dones. Otras personas en el cuerpo de Cristo tendrán los dones para hacer las cosas que yo no puedo hacer bien.
5. Debemos intentar evitar vivir vidas de «qué hubiera pasado si…»
He encontrado a líderes cristianos maduros que a lo largo de los años tienden a preguntarse: «¿qué hubiera pasado si me hubiera esforzado más cuando estaba haciendo esto o eso?». A medida que recuerdan, ponen excesiva atención a las suposiciones. Es mucho mejor que cuando hagas algo lo hagas con todas tus fuerzas. Entonces, no tenderás a decir después: «¿qué hubiera pasado si realmente lo hubiera intentado?». A decir verdad, sabes que realmente lo intentaste. El mismo principio se aplica a las decisiones que tomas. Trabaja en tus prioridades con toda la oración y reflexión posibles, pero después no sigas cuestionándote. Dios todavía es soberano y sólo Él tiene el derecho de llevar los registros. Medita en 1 Corintios 4:1-7.
6. Cuando todo se haya dicho y se haya hecho, un pastor debe recordar cuáles son sus roles principales: predicar, enseñar y preocuparse tiernamente por el rebaño
Si estás atrapado en una mentalidad de director ejecutivo (tu objetivo esencial será dirigir una iglesia que funcione de manera fluida), y sin embargo, la Palabra de Dios no será predicada con conocimiento ni con el poder del Espíritu, las ordenanzas no serán fielmente administradas, la adoración, la oración y el evangelismo ya no serán centrales (a pesar de las objeciones), y si no hay un profundo ni creciente conocimiento de Dios ni cualquier disciplina de la iglesia, entonces te habrás convertido en el líder de una organización impecable en lugar de un pastor de la iglesia de Cristo. Mantente enfocado en tu llamado.
7. Debemos aprender a relajarnos en el Señor y a descansar en la seguridad de que Él está edificando su iglesia
He conocido muchos pastores frustrados que están exhaustos en el servicio del Señor. De alguna manera, han convertido esa sensación de agotamiento en una señal de que están siguiendo a Cristo como verdaderos discípulos. Al mismo tiempo, podrían confesar que están irritables y frustrados. No creo que este patrón de existencia es lo que el Señor disponga generalmente para sus siervos. Cuán animante es, por otro lado, encontrar a un pastor que, a pesar de todos los desafíos y dificultades del ministerio, tenga una serenidad de espíritu. ¿De dónde brota esta serenidad? Sabes que pasa tiempo con su Maestro y medita en la Palabra de Dios. Él está siguiendo el estilo de vida establecido en el Salmo 1.
8. A nivel puramente práctico, haz listas de las cosas que debes hacer, priorízalas y trabaja en ellas, tachando las tareas completadas mientras avanzas
Tachar las cosas no sólo te ayuda a ver dónde estás, sino que te muestra lo que has logrado. Después de un par de semanas o meses de tal disciplina, tiendes a estimar más adecuadamente cuánto tomará una tarea. Si algo no se completa (quizás por una emergencia imprevista), se encontrará al final de la lista si has priorizado las tareas de manera efectiva. Y una vez que comiences a trabajar en tu lista, no la abandones tan fácilmente (por ejemplo, porque acaba de llegar el correo). Aparta tiempo específico para estas tareas, pero no sacrifiques continuamente lo importante en el altar de lo urgente.
Este artículo es una adaptación del libro Letters Along the Way: From a Senior Saint to a Junior Saint [Cartas en el camino: de un santo mayor a un santo menor] escrito por D. A. Carson y John D. Woodbridge.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.


D. A. Carson

