¿Alguna vez te has preguntado por qué las iglesias invitan a las personas a unirse a ellas?
Independientemente de si una iglesia lo llama «membresía» o «compañerismo», estas son un par de razones de por qué, si eres cristiano, debes unirte a una iglesia local que crea en el Evangelio.
1. Unirse a una iglesia es bíblico
En el desarrollo de la historia de la Escritura, Dios reúne a su pueblo para ser una comunidad apartada. Él le da a la nación de Israel del Antiguo Testamento marcas de una identidad clara para distinguirlos como su pueblo escogido: circuncisión, leyes alimenticias, regulaciones de adoración. El Pentecostés cambió las marcas; el pueblo de Dios ya no está determinado por la genealogía, sino por el Espíritu que vive en ellos (Ez 36:26-27; Gá 3:28). A través del Evangelio, Dios nos está reuniendo en su familia a partir de cada nación, tribu y lengua (Ap 7:9).
Esta iglesia universal encuentra su expresión visible en las iglesias locales. Las iglesias locales no son edificios ni clubes sociales. Son creyentes que regularmente se reúnen para amar a Dios y amarse los unos a los otros al predicar el Evangelio, al participar en las ordenanzas y al ejercer las llaves del Reino del cielo (Mt 16:19).
La membresía en las iglesias locales es un patrón a lo largo del Nuevo Testamento. Los autores del Nuevo Testamento normalmente conocían personalmente a las iglesias a las que les escribían. Estos autores también asumieron que los cristianos eran responsables de esas iglesias. Incluso los imperativos como «sean afectuosos unos con otros» (Ro 12:10) y «consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras» (Heb 10:24) asumen que los miembros de las iglesias sabían por quién eran responsables.
Los miembros de la iglesia también sabían a quién debían seguir: a sus propios líderes. ¿Cómo un creyente puede someterse a sus líderes a menos que estén formalmente bajo su autoridad? (Heb 13:17; cf. 1Ts 5:12). Pedro les ordena a los pastores a «pastore[ar] el rebaño de Dios entre ustedes» (1P 5:2, énfasis añadido); se supone que los pastores deben conocer a las ovejas por las que son responsables y por las que un día rendirán cuentas.
Jesús enseña que «la iglesia» es responsable de determinar quien pertenece a la iglesia y quien no con base en si están confiando en Cristo y arrepintiéndose del pecado (Mt 18:17). El apóstol Pablo aplica la enseñanza de Jesús cuando insiste que la iglesia corintia debía «expulsa[r] de en medio de ustedes» a un hombre con un pecado sexual enorme (1Co 5:2). Las iglesias locales trazan la línea entre «los que están dentro» y «los que están afuera» (1Co 5:12-13).
Todas estas cosas apuntan al hecho de que la Biblia requiere que los cristianos sean responsables como miembros de una iglesia local.
2. Unirse a una iglesia es amar
El cristianismo no es una empresa individualista. En Juan 13:35, Jesús dijo: «en esto conocerán todos que son mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros». Dios expone su poder por medio de iglesias cuyo amor puede explicarse por el Evangelio (1Jn 2:10).
Cuando nos unimos a una iglesia local, estamos escogiendo amar a otros con claridad, no con ambigüedad, con base en el compromiso, no en la conveniencia.
Unirse a una iglesia local provee claridad sobre con quién estás comprometido y cómo se ve ese compromiso. Las relaciones saludables requieren expectativas claras. Deberías saber de quienes son las cargas que estás especialmente llamado a llevar (Gá 6:2). Y no vas a cargarlas por mucho tiempo sin un compromiso.
Una tendencia común en las iglesias hoy es ubicar el compromiso más dentro del contexto de los grupos pequeños que en la iglesia entera. El problema aquí es que los grupos pequeños a menudo se aíslan según edad o preferencias, se escogen según conveniencia o por similitudes. Pero el tipo de amor que demuestra que pertenecemos a Jesús nos acerca a otros que, lejos del Evangelio, podrían no parecerse mucho a nosotros en lo absoluto. Este amor se hace más real cuando los creyentes comprenden que su compromiso es con el cuerpo en general.
Y porque se basa en el compromiso, tal amor persevera aún en medio del dolor. Es más, el perdón por el Evangelio es como la fórmula secreta de las comunidades cristianas que exponen su pertenencia a Cristo. Las iglesias no tienen el propósito de ser lugares donde las personas se rinden después de que sus sentimientos fueron heridos o después de que se tocaran por un par de semanas canciones que no les gustaban. Cuando los creyentes se aman los unos a los otros, se perdonan mutuamente y se sirven unos a otros sacrificialmente, el mundo lo nota.
3. Unirse a una iglesia da seguridad
Dios quiere que sus hijos sepan que ellos le pertenecen. Una manera de que Dios otorga seguridad es por medio del ministerio de las iglesias locales.
Como embajadas del Reino de Dios, las iglesias llevan la autoridad de Jesús representada por «las llaves del Reino de los cielos […]» (Mt 16:19). Las iglesias, al examinar a los candidatos y al acogerlos en la congregación, afirman que una persona pertenece a Cristo (Mt 16:19; 18:18-20; 2Co 2:5-8).
De igual manera, cuando los miembros son testigos del bautismo de un nuevo creyente, animan al hermano o hermana al decir: «afirmamos que tu profesión del Evangelio es creíble. ¡Bienvenido a la familia!» (Hch 2:41). Como miembros, comparten regular y obedientemente la Cena del Señor, profesan su propia fe y afirman la fe de aquellos que comen y beben junto a ellos (1Co 10:17).
La seguridad también se fortalece dentro de las relaciones. Cuando un miembro ve a su hermano luchando, él tiene una responsabilidad de tratarlo como si estuviera en Cristo: animándolo, apoyándolo, llamándolo a luchar contra el pecado y orando por él (Gá 6:1). La razón por la que no debemos «deja[r] de congregarnos» es para «exhort[arnos] unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca» (Heb 10:24-24). Al hacerlo, ¡nos preparamos mutuamente para la eternidad!
Cuando amamos a otros cristianos, no meramente en palabra, sino que también en obra, evidenciamos nuestro amor a Dios (1Jn 3:18; 4:20-21). Cuando obedecemos a Cristo (incluyendo sus mandamientos de adorarlo con los santos y de obedecer a nuestros líderes), también evidenciamos nuestro amor a Dios (Jn 14:15).
La Escritura es clara en que un cristiano no experimenta la salvación por medio de la iglesia, pero la seguridad es difícil de conseguir apartados de una.
4. Unirse a una iglesia es evangelístico
La estrategia de Dios para alcanzar a las naciones es la iglesia local.
Los domingos, los ancianos, al igual que todos los miembros, trabajan en «capacitar a los santos para la obra del ministerio» (Ef 4:12). Las iglesias se esparcen a lo largo de la semana en sus lugares de trabajo, universidades y barrios, propagando el mensaje del Evangelio.
No obstante, Dios obra por medio de algo más que el testimonio individual. En la Escritura, vemos que Dios diseña las iglesias locales para que muestren colectivamente el poder del Evangelio. Cuando el mundo observa iglesias llenas de personas que se aman mutuamente (personas que de otra manera no tendrían razón para amarse mutuamente) el gobierno de Cristo en nuestros corazones brilla (Jn 13:35). Procurar una membresía saludable no nos distrae del testimonio del Evangelio; muestra el poder del Evangelio.
No más cristianos solitarios
¿Alguna vez te has sentido solo en la fe? El aislamiento no debería ser normal para un cristiano. Eres parte de una familia y Dios te creó para experimentar los altibajos de la vida con otros que llevarán tus cargas. Tu propósito no es vivir sin el liderazgo sacrificial de pastores que te amarán como si fueras de Cristo. Tu propósito no es descubrir la vida sin la sabiduría de santos mayores y más piadosos. Tu propósito no es amar desde la distancia, sino en persona, vida a vida.
