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Cómo disfrutar visitar a los miembros de la iglesia en el hospital
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Cómo disfrutar visitar a los miembros de la iglesia en el hospital

Puedo decir honestamente que he madurado respecto a disfrutar visitar a los miembros de mi iglesia cuando están en el hospital. Me sorprende escucharme decir esto, puesto que hubo un periodo en el cual despreciaba positivamente la visita en hospitales. Soy un tipo bastante tímido por naturaleza, con una tendencia a sentirme incómodo cuando estoy cerca de personas que no conozco. Preferiría mucho más predicar que tener una pequeña conversación en una sala de espera de la urgencia de un hospital. Sin embargo, por la gracia de Dios, el Señor me ha hecho crecer y madurar hasta el punto en el que realmente encuentro que las visitas al hospital son disfrutables y animantes. ¿Qué marcó la diferencia? Dos cosas simples, en realidad. La primera fue solo la experiencia. Como desarrollar cualquier habilidad, si haces un par de visitas al hospital con el tiempo te sentirás cada vez más cómodo haciéndolo. Pero más que eso, he aprendido un par de cosas simples y específicas que han transformado la visita a los hospitales de un trabajo duro y laborioso a un verdadero medio de gracia (tanto para la persona a la que visito como para mi propia alma). Comparto esto contigo con la esperanza de animarte y equiparte para aprovechar al máximo estas oportunidades preciosas del ministerio. 

No te preocupes por sentirte incómodo

Si visitas a alguien en el hospital, es muy posible que sea una experiencia incómoda. Estás en un lugar extraño con olores extraños, máquinas haciendo ruidos, muchos tubos y el paciente probablemente lleva puesta una de esas batas que son poco discretas. Es un contexto realmente muy extraño. Sin embargo, este es el punto: no importa. A lo largo de los años, he aprendido a ignorar mis sentimientos de incomodidad y solo he hecho lo que se supone que debo hacer. Me di cuenta que es más fácil decirlo que hacerlo, pero mientras más viejo me pongo, tomo menos en cuenta los sentimientos como la guía de mi alma.

No te obsesiones con decir las palabras perfectas

Muchos de nosotros tenemos la impresión de que los pastores necesitan decir palabras de sabiduría como las de Gandalf cuando hacen visitas al hospital y si no saben exactamente qué palabras decir, van a fallar. Esa falsa ilusión perfeccionista necesita ser eliminada para siempre. Francamente, a menos que digas algo muy estúpido, es probable que aquellos a los que visites ni siquiera recuerden lo que dijiste. Pero sí van a recordar que te hiciste el tiempo para estar ahí.

Ora

La oración (y la lectura de la Escritura, desarrollada en el siguiente punto) es lo que distingue una visita pastoral al hospital de una simple conversación. Por lo tanto, y por supuesto, cada vez que visites a alguien en el hospital, ora con la persona antes de irte. No siempre hice esto desde el principio y descubrí más tarde que algunas personas se ofendieron porque no oré (y con razón). Ellos pensaban: «¡la razón por la que quería que mi pastor me visitara era para que él pudiera orar conmigo!». Incluso una oración de 15 segundos mientras llevan a una persona a cirugía es mejor que nada. Y obviamente, te animo a enfatizar las promesas del Evangelio en tu oración, puesto que es muy probable que la persona enferma no pueda sanar en esta vida.

Lee la Escritura

A menos que sea una situación de emergencia traumática, siempre me hago el tiempo de leer la Biblia con la persona que visito y casi siempre leo algún Salmo. Las cosas comunes de la vida son «santificad[as] mediante la palabra de Dios y la oración» (1Ti 4:5), así que permítanle al Señor hablar con su poder en la situación de la persona. Quisiera animarte a comenzar con uno de los Salmos de consuelo más cortos (Sal 23, 27, 34, 38, 46, 121, 130, etc.). Además, para aquellos de nosotros que no tenemos el don de la palabra, leer la Biblia nos entrega algo que vale la pena decir para romper el incómodo silencio.

Sé breve

Esto es muy difícil de lograr, así que ora por sabiduría y discernimiento en esto. Obviamente, si la persona tiene algún peso en su alma que le gustaría discutir contigo, quédate todo el tiempo necesario. Sin embargo, bajo circunstancias normales creo que puedes realizar una visita al hospital fructífera en 20 a 30 minutos. No abuses de tu tiempo; además tienes otras responsabilidades a las cuales debes dedicarte.

Aprovecha la oportunidad

Esto podría ser lo más difícil en la lista de cosas por hacer, especialmente para los pastores jóvenes y tímidos. Sin embargo, llega un punto en que tienes que avanzar, tocar la puerta del hospital y entrar a la habitación. Sin duda, será incómodo y es probable que no sepas qué decir exactamente. Seguramente, el lugar huele extraño y la enfermera podría interrumpir tu oración. No obstante, al final del día, nada de eso importa. Así que ignora tus miedos, tus inhibiciones y haz lo que sabes que los pastores deben hacer. Sé un ministro de la Palabra, cuando sea pertinente o no. La visita a los hospitales es una oportunidad única para que los pastores demuestren amor cristiano y hablen el Evangelio a las mentes y a los corazones de aquellos que, debido a las circunstancias, podrían estar excepcionalmente atentos. Lo más probable es que recuerden tu visita al hospital por el resto de sus vidas, aun cuando no recuerden el sermón del último domingo. Por lo tanto, mi oración es que por la gracia de Dios, tú también llegues al punto en que puedas decir honestamente, «me encanta visitar a los miembros de mi iglesia en el hospital».
Reproducido de GoThereFor  publicado por Matthias Media. Propiedad literaria. Todos los derechos reservados. Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda
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Cómo cantar Salmos cambió mi vida
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Cómo cantar Salmos cambió mi vida

No crecí en una iglesia que cantara Salmos. A medida que crecía, dividí mi tiempo entre dos iglesias que tenían dos estilos claramente diferentes de música. La primera era una iglesia bautista grande y muy tradicional que amaba la recuperación folclórica de los himnos de fines del siglo XIX. Canciones tales como A solas al huerto yo voy, En el monte Calvario, Cuán tiernamente Jesús nos llama hoy aún me traen recuerdos de mi infancia. Más tarde, en la secundaria, me uní a un grupo de jóvenes carismáticos llenos de energía. Ahí cantábamos a toda voz los últimos hits de Petra y melodeábamos incansablemente: «Nuestro Dios es un Dios poderoso...». Sin embargo, en ambos contextos, nunca cantamos Salmos. Es más, creo que nunca había escuchado sobre tal práctica (o nunca pensé que existiera) hasta hace unos veinte años. Al ir a la universidad, e incluso después en el seminario, gradualmente me presentaron la teología y la espiritualidad del protestantismo evangélico histórico. Comencé a leer obras de Spurgeon, Ryle, Owen y Lloyd-Jones. Con esto vino el descubrimiento del amor de nuestros antepasados por cantar Salmos (y de que algunos incluso sugerían cantar sólo Salmos). No obstante, yo aún pensaba que no era una opción en la actualidad, pues asumí que, definitivamente, no había nadie que aún cantara los Salmos en el siglo XXI. Una convergencia inesperada cambió las cosas significativamente. Prediqué sobre Colosenses 3:16 y enfaticé el hecho de que los primeros cristianos cantaban Salmos regularmente como parte de sus reuniones. En ese tiempo, nuestra iglesia había sido bendecida con un pianista y líder de alabanza extraordinariamente talentoso, y mi sermón lo incentivó a intentar incluir Salmos en la alabanza congregacional. En algún lugar, él encontró un salterio presbiteriano, modificó un poco los tonos para nuestro contexto y no podíamos parar. Esto sucedió hace unos ocho años y hemos incluido los Salmos en la música como una parte regular de nuestras reuniones dominicales desde entonces. Las cosas cambiaron de manera aún más drástica hace seis meses cuando decidí tratar de cantar los Salmos como parte de mis devocionales diarios, generalmente antes de mi tiempo de oración. ¿Cómo cambió mi vida este experimento? Les comparto tres de los cambios más importantes:
1. Cantar los Salmos le ha inyectado a mi relación con Dios, frecuentemente académica e intoxicante, una dosis saludable de alegría y amor.
Aunque a mis profesores de la escuela primaria les costaría creer esto, como un adulto, he tendido a ser un tipo más académico. Estudio hebreo en mi tiempo libre y disfruto de la lectura de tesis doctorales. Esto tiene sus ventajas, pero puede fomentar una relación con el Señor similar a la relación que uno tiene con un profesor de matemáticas. Afortunadamente, cantar los Salmos ha ayudado a contrarrestar esta tendencia, puesto que cantar los Salmos ¡simplemente remueve los afectos! Alabar a Dios con un entusiasmo alegre, confesar mi pecado con una pena aceptable y clamar para ser liberado de mis feroces enemigos ha sido una transición de ver las cosas en gris a todo color. Quizás la razón por la que su cristianismo se siente más como un aula que como una relación con Creador viviente es porque no están cantando Salmos.
2. Cantar los Salmos me ha convencido de que las experiencias espirituales de las personas más piadosas están frecuentemente caracterizadas por la depresión, la miseria y la oscuridad.
Nadie puede leer (o cantar) los Salmos sin darse cuenta de que aquellos que los escribieron conocían al Señor mucho mejor de lo que la mayoría de nosotros lo conoce. Al mismo tiempo, nadie puede leer (o cantar) los Salmos sin darse cuenta de que las experiencias de los salmistas expresaban miedo, desesperanza, culpa, soledad y vergüenza. Cantar los Salmos me ha convencido profundamente de que el cristianismo normal incluye momentos de miseria y desánimo frecuentes, y a veces, incluso, profunda desesperación. Aún cuando esos momentos no sean placenteros, son parte de la vida a este lado del Cielo y honestamente no debemos sorprendernos o avergonzarnos por ellos. Además, cantar Salmos me ha convencido de que pretender que somos grandes cuando la realidad es que somos miserables no glorifica a Dios, sino que expresar nuestra miseria al Señor y clamar por nuestro socorro sí lo hace. He llegado a despreciar el tipo de cristianismo artificial, más carismático, que promueve «una vida victoriosa», tan popular en el mundo evangélico. Lo veo como una distorsión asquerosa, en gran manera porque contradice claramente la espiritualidad de los Salmos.
3. Cantar los Salmos me ha convencido de la superficialidad y de la banalidad de la mayoría de las alabanzas modernas.
Debo advertirles que cantar Salmos regularmente los va a tentar a ser extremadamente críticos respecto a la música de alabanza cristiana contemporánea. Va a ser difícil cantar «y feliz para siempre yo seré» después de haber cantado el Salmo 88. Será complicado cantar a toda voz «¡sí, Señor, sí, sí, Señor!» después de haber cantado el Salmo 51. Se preguntarán si los autores de A solas al huerto yo voy alguna vez se convirtieron después de haber cantado el Salmo 22. Sin embargo, este es el trato: tal crítica es justificada y necesaria. Gran parte de de la música de alabanza cristiana contemporánea es dolorosamente superficial, teológicamente cuestionable y espiritualmente dañina. No me sorprendería para nada si aleja a los no cristianos de las iglesias, quienes pueden ver a través de sonrisas plásticas,  afirmaciones hipócritas y apariencias falsas. Aun cuando definitivamente no soy un tipo que canta exclusivamente Salmos, indudablemente puedo ver la sabiduría que hay en ellos y respeto sus intenciones. Si la música de alabanza cristiana fuera más como los Salmos y menos como los himnos para alentar tu equipo de fútbol, todo sería mejor. Los animo a tratar de cantar los Salmos, al menos como parte de tus devocionales personales. En caso de que alguien se esté preguntando, uso los Salmos de David metrificados, que tiene todos los Salmos con compás. Traten de cantar Salmos regularmente por tres meses y vean cómo les va. Podría cambiar sus vidas.
Reproducido de GoThereFor, publicado por Matthias Media. Propiedad literaria. Todos los derechos reservados. Usado con permiso.