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Dr. Richard L. Pratt Jr. es fundador y presidente de Third Millennium Ministries y es profesor adjunto en Reformed Theological Seminary en Orlando, Florida.
El temor al fracaso
El temor al fracaso
Una vez un amigo me dijo: «mi temor al fracaso me ha causado un gran problema con mi familia. No paso mucho tiempo con ellos durante la semana. La idea de fracasar en mi empleo me aterra tanto que me lleva a trabajar día y noche. Sin embargo, tampoco paso mucho tiempo con ellos los fines de semana. El temor a fracasar en algo que no estoy acostumbrado a hacer me paraliza por completo».
Aun si no llegamos a los extremos que llega mi amigo, la posibilidad de fracasar no es algo que disfrutemos. Ninguno de nosotros hace todo lo que debería. Fallamos en nuestros matrimonios, en la crianza de nuestros hijos, en nuestras amistades, en el colegio, en nuestras carreras, y en nuestra vida de iglesia —a menudo con consecuencias terribles—. No es extraño, entonces, que en algún momento de la vida todos sintamos temor al fracaso.
La Escritura presenta diversas perspectivas cruciales que nos ayudan a enfrentar este desafío. Vamos a considerar dos facetas de lo que nos enseñan: el por qué tememos al fracaso y cómo este puede ser una oportunidad de obtener esperanza.
¿POR QUÉ TEMEMOS AL FRACASO?
Todos tenemos nuestras propias razones para temer al fracaso, pero la Biblia nos lleva a la raíz del problema: nos aterra fracasar porque no fuimos creados para ello. Dios siempre ha tenido el control soberano de nuestros defectos. Sin embargo, en el principio, Dios no nos creó para fracasar sino para servirle con éxito. Los primeros capítulos del Génesis enseñan claramente esta perspectiva. En Génesis 1:26 Dios dice: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza». ¿Y qué quiere decir esto? En los versículos 28-31 encontramos que fuimos creados para tener éxito en una misión muy importante: «Y los bendijo con estas palabras: 'Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla'». El resto de la Escritura explica con más detalles el objetivo de esta misión. Nos estamos preparando para el día en que Dios llenará la tierra de su gloria y recibirá la alabanza eterna de toda criatura. Fuimos creados para cumplir esta misión con éxito, no para fracasar. Entonces, ¿por qué fracasamos tan a menudo? Génesis 3:17-19 indica que la constante inutilidad de nuestros esfuerzos en la vida es consecuencia del pecado. Nuestra condena al fracaso no tuvo lugar en el momento de la creación, fue el resultado del juicio de Dios contra nosotros. Por lo tanto, es natural que anhelemos ser redimidos del fracaso y todo el temor que trae consigo.¿CÓMO PUEDE EL FRACASO SER TRANSFORMADO EN ESPERANZA?
La Escritura no nos deja abandonados anhelando la redención del fracaso y el temor. Nos dice que Cristo se hizo hombre y cumplió todos los mandamientos de Dios para revertir los efectos del pecado de Adán. Él incluso se entregó en la cruz para pagar los pecados de su pueblo y fue resucitado a una vida nueva en beneficio nuestro. A esto se refería Pablo cuando escribió: «Ya que la muerte vino por medio de un hombre, también por medio de un hombre viene la resurrección de los muertos» (1Co 15:21). Como justa recompensa, el Padre levantó a Cristo y lo sentó a su diestra. Desde allí, Él continúa cumpliendo la tarea que, originalmente, Dios le dio a la humanidad. Y cuando vuelva en gloria, hará nuevas todas las cosas. En ese momento, Dios llenará de gloria la creación para que «ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre» (Fil 2:10-11). ¿Cómo puede todo lo que Cristo ha hecho por nosotros transformar nuestros fracasos en esperanza? Por un lado, su victoria nos aleja de cualquier esperanza falsa que tengamos. Aunque suene extraño, el éxito, en realidad, causa grandes problemas a las personas a lo largo de la Biblia. Da origen a la mentira de que alcanzamos la victoria por nuestra cuenta y que lo más importante es tener éxito en los asuntos de la vida. Sin embargo, estas mentiras no nos satisfacen por mucho tiempo. A medida que este avanza, nos preparan para un fracaso más espantoso. Por otro lado, cuando reconocemos que sólo Cristo ha tenido éxito en llevar a cabo el servicio del hombre a Dios, obtenemos la esperanza segura de que un día superaremos todos nuestros fracasos. La vida, la muerte, la resurrección y la ascensión de Cristo han demostrado que Él ha derrotado la tiranía del pecado con la consecuencia del fracaso, y —aquí está la maravilla de todo— Él comparte su éxito con todos los que confían en Él y lo siguen. Con esta confianza segura en Cristo, sabemos que cada éxito de esta vida proviene de su obra en nosotros y no de nuestros propios esfuerzos. Y más que eso, aun nuestros fracasos fijan nuestra mirada en lo que más debería importarnos. En lugar de poner nuestras esperanzas en esta vida, las ponemos en el mundo que viene. Allí compartiremos totalmente la victoria de Cristo y jamás volveremos a sentir el más mínimo temor al fracaso.Este artículo fue originalmente publicado por Ligonier Ministries en esta dirección.
Hogares rotos en la Biblia
Hogares rotos en la Biblia
A menos que vivas en completo aislamiento, seguro has visto un hogar roto. Quizás es la familia de un amigo o de un pariente; tal vez es tu propia casa. Las familias se desmoronan de maneras que son efímeras y perdurables, ocultas a los ojos de otros y expuestas para que todos vean. Cualquiera sea el caso, difícilmente hay algo que nos desconcierta y nos desanima más que los hogares rotos.