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¿Cómo amar a mujeres que se sienten como hombres?
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¿Cómo amar a mujeres que se sienten como hombres?

¿Cómo sabes si eres una mujer o un hombre? Quizás simplemente dirías: «por mi cuerpo». Después de todo, las diferencias físicas entre hombres y mujeres no son difíciles de identificar. Esta realidad objetiva y física es lo que describe la palabra sexo. obstante, muchos de nosotros admitimos que también nos sentimos como un hombre o una mujer. ¿Cómo describimos este sentimiento? Sin duda, no tiene que significar una alineación completa con las cualidades que nuestra cultura a menudo le asigna a los hombres y a las mujeres. Por ejemplo, yo soy más del tipo de personas que «piensa primero» y menos del tipo que «siente primero» a diferencia de la mayoría de las mujeres. Me encantan los deportes de todo tipo, incluso el fútbol. El maquillaje y la ropa súper femenina no me enciende; me apagan. Mis principales atracciones románticas y sexuales son otras mujeres. Sin embargo, nunca he dudado ni por un momento de que soy una chica, que soy mujer. Me he sentido cómoda y segura siendo del sexo femenino, aun siendo tan masculina como soy. Las maneras en que vivimos nuestro sexo dado en el mundo se conoce comúnmente como género. El género puede manifestarse en cómo nos vestimos, en los pasatiempos que tenemos, en los roles que desempeñamos. Todos caemos con el espectro de cuán cerca nos alineamos a las varias (y cambiantes) expectativas y expresiones de género cultural. Esto es normal. Tu historia podría ser similar a la mía o bastante diferente. No obstante, la mayoría de nosotros, sin importar nuestro lugar en ese espectro, no estamos preocupados por nuestro sexo y género. Ser del sexo femenino o del masculino, y por consiguiente mujer u hombre, simplemente es. Sin embargo, para las personas que se identifican como transgénero, no parece simple en lo absoluto.

¿Qué es el transgénero?

Aunque transgénero es un término genérico para muchas experiencias, en su esencia, describe a las personas cuyo sentido interno, subjetivo de género o identidad no se ajusta al sexo objetivo en el que nacieron. Algunas personas responden a este roce viviendo de acuerdo con su sentido subjetivo, en oposición al género que corresponde a su sexo. Un hombre trans es una mujer en sexo que vive en el mundo como un hombre; una mujer trans es un hombre en sexo que vive en el mundo como una mujer. Un pequeño porcentaje de personas transgénero eligen alinear quirúrgicamente sus cuerpos con el género con el cual se identifican. En el pasado, este procedimiento quirúrgico se denominaba cambio de sexo; sin embargo, en la actualidad más personas lo llaman cirugía de ratificación de género. Sin embargo, la mayoría de las personas trans no se realizan una cirugía por diversas razones que van desde preferencias hasta asequibilidad. En lugar de ello, podrían vestirse con ropa diferente y tomar hormonas que afectan el patrón de su cabello, la frecuencia de su voz y cosas como el tejido graso. También podrían escoger un nuevo nombre y usar pronombres que corresponden a su identidad de género. Estas son decisiones importantes y a menudo controversiales, tomadas porque ese sentimiento interno es demasiado imperioso. ¿Qué significaría no sentirse del sexo en el que naciste? ¿Sentir esto con tanta fuerza para decir que sabes que eres del género opuesto? Para muchos, es extremadamente desorientador y psicológicamente doloroso. No obstante, necesitamos ser cuidadosos. Como muchas cosas, estos sentimientos tienen lugar dentro de un espectro. Algunas personas transgénero sienten una leve incongruencia, mientras que otros no. No existe una experiencia trans que sea igual para todos. Por ejemplo, algunas personas rechazan el sexo binario en su totalidad; esto es, no se sienten solo masculinos o solo femeninos, sino que podrían escoger expresar aspectos de ambos al mismo tiempo o expresarlos de manera diferente de un día para otro. Rechazan ser solo hombre o solo mujer y podrían identificarse como genderqueer, género no binario o género fluido.

¿Es el Evangelio lo suficientemente grande?

En mi experiencia, muchos cristianos no están seguros de qué hacer en este punto de la conversación. Incluso, algunos se enojan o se cierran. Esa respuesta se debe a veces a las convicciones; a veces a la confusión; y a veces a ambos. Quiero invitarte a pensar sobre las preocupaciones transgénero primordialmente no como tópicos para discutir, sino como problemas que afectan a personas reales, seres humanos hechos por Dios. Muchas personas transgénero (aunque no todas) son extremadamente vulnerables a la indigencia, al suicidio y al abuso que va desde insultos verbales hasta el asesinato. Aun cuando no sean vulnerables en estas formas, como portadores de la imagen de nuestro Dios, merecen que los tratemos con dignidad, respeto y amor. Si tenemos alguna batalla que pelear, es con fuerzas espirituales del mal, no contra carne ni sangre (Ef 6:12). Por tanto, tenemos que hacer una pregunta importante: ¿es el Evangelio lo suficientemente grande para nuestros prójimos transgénero? Nosotros que hemos vivido el milagro del nuevo nacimiento sabemos que nada es más poderoso que Dios. Solo él trae a la vida a quien está muerto y define correctamente la vida. Aún así, la confusión y el conflicto empujan nuestro canal de noticias y nuestras mentes. ¿Cómo podemos comenzar a entender cómo se ve ir a Cristo para alguien que se identifica como transgénero o para alguien que se identifica como de género no binario?

Nuestra historia de rescate

Dios nos ha dado su Espíritu y su Palabra para que podamos ser «embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros» (2Co 5:20). Como buenos embajadores, deseamos representar a nuestro Soberano adecuada y sagazmente. Estamos en su misión de rescatar pecadores; de extender el mismo rescate que Jesús ha traído para nosotros. Nuestra cultura cree en el poder de la historia, y la historia acreditada de Dios nos da un marco para entender incluso experiencias muy difíciles. Ningún tratamiento breve podría comenzar a responder todas nuestras preguntas sobre cómo amar a nuestros prójimos trans, pero podemos ganar cierta orientación en la conversación al observar brevemente a través de los lentes bíblicos de la creación, la caída, la redención y la glorificación.

Creación: hombre o mujer

Aunque el Edén no era aún perfecto, era bueno. La iniciativa, el poder y el amor de Dios eran expuestos a medida que establecía un planeta lleno de potencial que esperaba desarrollarse. En medio de ello, él puso dos humanos, los potenciales realizadores. En Génesis 1-2, Dios creó al hombre primero, y luego declaró que este hombre era insuficiente para la noble tarea por sí solo (Gn 2:18). Por lo tanto, Dios también creó a una mujer y juntos recibieron el mandato cultural de Génesis 1:28: «Llenen la tierra y sométanla». La creación de la humanidad dentro de la estructura doble de sexo (hombre y mujer) está llena de propósito y es buena. Dios tiene libertad en su autoridad. Si hubiese querido hacer un sexo, o más de dos, podría haberlo hecho. Sin embargo, él decidió hacer solo dos, y de acuerdo con Génesis 1:27, esta diferencia sexual es una parte fundamental en lo que significa ser un humano, un portador de su imagen, un vicerregente de Dios en el mundo. El masculino y el femenino no fueron solo un fenómeno del Edén: tú también eres humano y tienes un sexo. No escogiste tu sexo así como tampoco escogiste a tus padres. Tu sexo te fue dado por un Dios amoroso y sabio. La manera en que respondes a tu sexo dado por Dios es parte de cómo respondes a Dios mismo. Pero como ya no vivimos en el jardín, esa respuesta desde el nacimiento, para todos nosotros, es una traición.

Caída: el pecado no nos sorprende

Si la creación fue definida en parte por relación y propósito, el pecado está marcado por la alineación y la frustración. La Escritura muestra que la caída toca todo: hombres, mujeres y al mundo entero en el que vivimos (Gn 3:16-19). Esta caída incluye nuestros mismos cuerpos. No todo en el mundo o en nuestros cuerpos está diseñado para ser de la manera en la que es. Dios tiene una voluntad revelada (en la cual declara sus deseos); asimismo, tiene una voluntad de permiso (lo que ha permitido dada la realidad de la caída). Nuestros sentimientos y circunstancias están torcidas y son inestables desde el principio. Pueden ser muy reales, incluso demasiado poderosas que se sienten determinantes, pero son incapaces de guiarnos hacia la vida (Jer 17:5-6). Ninguno de nosotros sale ileso. Cada uno de nosotros nace como rebeldes felices, rechazando a Dios para darle nuestro propio sentido a las cosas. Cada uno de nosotros está alineado y frustrado en nuestros roles y relaciones. Que algunas personas experimenten alineación y frustración en relación con su sexo no debe sorprendernos en lo absoluto. Que otros se irriten ante la bondad del sexo binario, deseando enturbiar las distinciones entre hombre y mujer parcial o completamente, tampoco debería sorprendernos. ¿Quién de nosotros no ha profanado un buen don de Dios, al ver pornografía o al mentirle a alguien amado o al adorar el éxito? Pablo escribió: «En otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás» (Ef 2:3). Un gran error que podemos cometer mientras pensamos en nuestros prójimos trans es olvidar que somos uno con ellos lejos de Cristo. Uno en nuestra humanidad caída, pero también uno en poder ser levantados.

Cristo: gracia y paciencia

En la muerte y resurrección de Cristo, podemos encontrar vida. Él es nuestra única esperanza. Solo su muerte puede pagar nuestro pecado (Ro 3:23-24); solo su vida resucitada puede darnos poder por el Espíritu Santo para recibir transformación ahora y vida eterna (Ro 6:4). La salvación incluye romper la maldición de la caída incluso hoy, mientras vivimos en una tierra imperfecta (Ro 8:20-23). Debemos arrepentirnos de nuestra incredulidad y recibir a Cristo por fe. Como cristianos, sabemos con lágrimas que estar en Cristo no sana toda enfermedad ni quita toda tentación y pecado (Mt 6:12-13). Por ejemplo, aunque nací de nuevo hace casi quince años, aún lucho con la atracción hacia el mismo sexo, de la misma manera que con el orgullo, el egoísmo y un montón de otras luchas. He visto crecimiento en entendimiento y en obediencia gracias al Espíritu, pero el proceso ha sido lento e irregular. ¿Acaso cada uno de nosotros no ha tenido frustraciones y alineaciones que han persistido? Debemos esperar que esto también sea verdad para nuestros prójimos trans que van a Cristo. Será un viaje para descubrir cómo vivir en su sexo dado y cómo expresar el género de maneras bíblicamente apropiadas. Dios compara la vida en él al crecimiento de un árbol (Sal 1:3; Is 61:3). Esto puede ser lento, tan gradual que a veces es imperceptible. ¿Seremos pacientes los unos con los otros? Podemos y debemos declarar que Dios creó a la humanidad hombre y mujer. Podemos y debemos también acompañar pacientemente a todas las personas que luchan con saber lo que eso significa para ellos ahora.

Gloria: nuestras luchas terminarán:

«Presten atención» —dice Pablo en 1 Corintios 15:51-53 (RVC)—.

que les voy a contar un misterio: No todos moriremos, pero todos seremos transformados en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final. Pues la trompeta sonará, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que lo corruptible se vista de incorrupción, y lo mortal se vista de inmortalidad.

Un día, nuestras luchas contra el pecado se acabarán. Descansaremos en la completa victoria que Jesús ganó por nosotros en el cielo nuevo y la tierra nueva. Descansaremos en cuerpos glorificados y hermosos. Todos nosotros que sentimos la debilidad del envejecimiento, que lloramos por una herida crónica dolorosa, que no podemos debilitar el sentimiento de que se supone que no debemos tener el sexo con el que nacimos; encontraremos descanso si confiamos en Jesús. No existe una sola lágrima que no será enjugada por nuestro tierno y poderoso Dios. La promesa de paz futura no se lleva el dolor presente. Sin embargo, sabemos que aquel que hace la promesa no puede mentir y tenemos esperanza. ¿Es el Evangelio lo suficientemente grande para nuestros prójimos trans? ¿Es lo suficientemente grande para nosotros, para nuestro dolor, para nuestra desilusión y para nuestros pecados? De hecho, es lo único que es lo suficientemente grande para todos nosotros: «Pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree» (Ro 1:16). Vivamos como si lo creyéramos.
Rachel Gilson © 2018 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda