volver
Photo of A veces, la pasividad es orgullo
A veces, la pasividad es orgullo
Photo of A veces, la pasividad es orgullo

A veces, la pasividad es orgullo

Existe una forma de orgullo que puede estar presente en un pastor que parece ser muy humilde. Él podría ser el primero en admitir que está equivocado, el primero en disculparse por la impaciencia y el último en criticar a otros. Él es feliz de darles a hombres jóvenes e inexpertos la oportunidad de compartir las responsabilidades del ministerio y podría incluso ser muy abierto con su rebaño respecto a sus luchas personales con el pecado. Es accesible. Cada pregunta que le hacen se encuentra con un oído que escucha y reconoce no saberlo todo. Y, sin embargo, todo esto puede estar presente en un hombre que en realidad es orgulloso (demasiado orgulloso como para liderar algún día con convicción en maneras que provocará menos agrado en otros). Es una actitud que comunica una mentira: como pastor, todo lo que importa es que cumplas con lo que otros quieren que seas. Aunque yo no soy un anciano, veo esta forma de orgullo en mí mismo. No es exclusivo para quienes están en el liderazgo y es un pecado sumamente engañoso.

El pastor pasivo

No todos los pastores pasivos son orgullosos. Podrían estar actuando desde un deseo genuino por tener autoridad congregacional o bajo un temor fundado de ser autoritario. Quizás han trabajado por tanto tiempo que han caído en una indiferencia desgastada hacia el futuro de la congregación. Sin embargo, ya sea por orgullo o por descuido, los mandamientos de Dios para los ancianos podrían ser minimizados en favor de los deseos del rebaño. En lugar de pastorear al rebaño (1P 5:2), el anciano comienza a seguir al rebaño inútilmente hacia sus pastos favoritos. Él es enseñable, pero a expensas de poder enseñar (1Ti 3:2). Exhortar en la sana doctrina (1Ti 6:2) se convierte en sugerir buenas ideas. El supervisor, que debe seguir velando por las almas que tiene a cargo (Heb 13:17) y que debe seguir enseñándoles (1Ti 4:16), puede transformarse en el títere de esas almas, enseñándoles solo lo que ellos quieren escuchar, porque sabe lo que quieren. Si conociéramos al apóstol Pedro, nos sorprenderíamos al ver cómo él, un hermano anciano, fue tentado con lo mismo. Bajo su tendencia a ser arrebatado y rápido para responder, él también tendía a amar el aplauso de sus hermanos. Él amaba la aprobación tanto como tú y yo. Si tienes dudas sobre esto, piensa en cómo defendió la verdad frente a la joven sierva de Pilato (Mr 15:66-72) o revisa cómo sus principios de afirmación a los gentiles, basados en el Evangelio, se sostuvieron cuando llegaron los judíos (Gá 2:11-14). Y, sin embargo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, escucha cómo exhorta a sus hermanos ancianos:
Por tanto, a los ancianos entre ustedes, exhorto yo, anciano como ellos y testigo de los padecimientos de Cristo, y también participante de la gloria que ha de ser revelada: pastoreen el rebaño de Dios entre ustedes, velando por él, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios; no por la avaricia del dinero, sino con sincero deseo; tampoco como teniendo señorío sobre los que les han sido confiados, sino demostrando ser ejemplos del rebaño (1 Pedro 5:1-3).
Noten el mandamiento principal: pastoreen el rebaño. Esa es una descripción gráfica de la que podemos aprender mucho. Cuando pensamos en las ovejas, se nos viene a la mente falta de visión, decisiones apresuradas y falta de discernimiento. Tienden a vagar, a asustarse y a correr rápidamente por el camino incorrecto cuando el peligro se acerca. No obstante, los pastores no desprecian a las ovejas por su vulnerabilidad. Las cuidan proactivamente. Consideran los peligros que las rodean, piensan detalladamente en encontrar caminos hacia nuevos pastos, ayudan a las débiles, apartan a las agresivas, cuidan de los corderos y tienen cuidado de los depredadores. No cumplen con su responsabilidad al agradar a los carneros o al tocar sus arpas para las ovejas o al acariciar a los corderitos. Al contrario, velan por las ovejas con el fin de ayudarlas a encontrar alimento, seguridad y salud. Ellos saben que si vuelven donde el pastor jefe habiendo perdido algunas ovejas, y dan excusas como: «¡pero a ellas realmente le gustaba el pasto cerca del acantilado!», será una autocondena.

¿Cómo velar correctamente?

Pedro deja en claro que no cualquier manera de velar será suficiente. La forma en que un pastor vela por sus ovejas debe tener la actitud correcta: dispuesta, entusiasmada y ejemplar. Y aquí es donde la analogía del pastor llega a su límite, porque no existe oveja que haya mirado a su pastor y haya pensado: «quiero seguir su ejemplo. Creo que comenzaré a tener cuidado con el peligro también». Una oveja no hace eso porque su pastor no es una oveja. Pero un anciano es un ejemplo porque, aunque se le ha confiado la autoridad dada por Dios, él sabe que no es diferente a su rebaño. Él se conoce a sí mismo y sabe que es un pecador en necesidad de la misericordia de Dios, en necesidad de la ayuda de su rebaño. Por lo tanto, él ejerce la autoridad por medio del amor sacrificial. Piensa en un director de coro que detiene el ensayo para decirle a uno de los cantantes que está fuera de tono. Él no necesita tener la música escrita, solo debe saber cómo leer la música con el fin de hablar con confianza y claridad. El motete de Bach no será mejor interpretado por la conducción de un director tímido que se rehúsa a corregir el bajo que por un director que con alarde argumenta por qué él podría haberlo escrito mejor. Pero, este es el punto: ambos directores están usando mal su autoridad. Uno es demasiado pasivo, mientras que el otro es dominante. De cualquier modo, el resultado es el mismo: el grupo completo sufre. Del mismo modo, ningún favor le hace a la iglesia tanto el anciano que evita velar por sus ovejas como el anciano autoritario que gobierna con una preponderancia impía. El autoritario podría hacer más daño al principio y ser más obvio, mientras que el anciano títere, que es gobernado silenciosamente por las opiniones de otros, podría hacer más daño a largo plazo.

La alabanza que los pastores anhelan

En resumen, la autoridad de un anciano debe llevarse a cabo tanto con confianza como con humildad, tanto como un supervisor como un ejemplo, reconociendo el rol que Dios les ha dado y su profunda necesidad de la ayuda de Dios. Y desde el punto de vista humano, eso es imposible, es por eso que un pastor debe mirar a su Pastor jefe como la cabeza de la iglesia. Debe dejar que la gracia de Dios llene su corazón con asombro y debe rodearse de personas que le recuerdan su necesidad de la gracia. Todo lo que él hace para ayudar a otros a ser cambiados por la Palabra debe provenir de un corazón que es continuamente cambiado por esa misma Palabra. Pero más importante aún, el pastor pasivo debe darse cuenta de que la alabanza que anhela no puede provenir de los hombres, no se debe a las circunstancias ni se basa en las opiniones cambiantes de los demás. Al contrario, la alabanza que anhela será dada por el Pastor jefe en el día final. Es segura, está guardada en el cielo. Por lo tanto, pastores, vivan, enseñen y lideren como alguien que un día será vindicado, juzgado y recompensado por el Rey de gloria inmolado y resucitado.
Este recurso fue originalmente publicado en 9Marks.