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Photo of Líderes poderosamente mansos
Líderes poderosamente mansos
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Líderes poderosamente mansos


Nota del editor: Este artículo es una leve adaptación del próximo libro de Davy titulado Meekness and Majesty [Mansedumbre y majestad] (H&E).
Actualmente, estoy leyendo el libro de Susan Cain El poder de los introvertidos en un mundo incapaz de callarse. Como alguien que es por naturaleza tímido, un tanto introvertido y profundamente desconfiado de aquellos que no pueden dejar de hablar, este libro resuena en mí. Cain resalta útilmente cómo el mundo nos entrena para admirar a las figuras más llamativas, más presuntuosas y más dominantes. La iglesia no ha permanecido inmune a este reentrenamiento. Necesitamos buscar líderes más moderados: líderes mansos. Por otro lado, estoy sorprendido por la cantidad de pastores que se consideran a sí mismos introvertidos. En cierto grado, esto tiene sentido, porque los pastores deben estar cómodos al pasar largos periodos en su oficina preparándose para predicar. Sin embargo, también me pregunto si es que tal autodesignación proporciona cierto escondite a la pasividad. La introversión se convierte en una excusa para evitar conversaciones difíciles y eludir decisiones impopulares. Necesitamos pastores más valientes, líderes poderosamente mansos.  En nuestro manso Salvador vemos en perfecta armonía tanto la moderación como la valentía.

La mansedumbre de Cristo en su realeza

Es instructivo notar que cada autor del evangelio ordena su material en una secuencia particular para exponer puntos particulares. Es por esto que los evangelios no siguen todos un orden idéntico. Por lo tanto, no debemos pasar por alto el hecho de que Mateo precede la entrada triunfal de Jesús (21:1-11) con un registro de Jesús dándole vista a hombres ciegos (20:29-34). A Mateo le entusiasma la idea de que sus lectores tengan en primer plano en sus mentes el concepto de que los ojos son abiertos a medida que leen la revelación que Jesús hace de sí mismo como el Rey de la mansedumbre.  Previamente, en Mateo, Jesús instó a sus seguidores a no proclamar su condición de Mesías (16:20; 17:9). Ahora, sin embargo, Jesús es encontrado activa y deliberadamente haciendo planes para revelar quién es Él:
Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús entonces envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan a la aldea que está enfrente de ustedes, y enseguida encontrarán un asna atada y un pollino con ella; desátenla y tráiganlos a mí. Y si alguien les dice algo, digan: “El Señor los necesita”; y enseguida los enviará» (21:1-3).
Estos versículos dejan claro que ha habido una planificación deliberada por parte de Jesús. Jesús está completamente consciente de que ha llegado el tiempo de revelarse a sí mismo como el Mesías. Algo de esto inevitablemente ya se ha filtrado, pero ahora Jesús hará la afirmación Él mismo. Según Mateo, las acciones de Jesús son el cumplimiento de una profecía (21:4). El profeta del Antiguo Testamento, Zacarías, predijo que Dios pondría un pie en el monte de los Olivos y que, después de ganar victoriosamente sobre todos sus enemigos, regresaría a Jerusalén (Zc 14:4). En Mateo 21:1 se nos dice que Jesús está en el monte de los Olivos. A lo largo del evangelio, Él ha rebatido repetidamente a sus enemigos. Y ahora, este Jesús entra a Jerusalén en un burro. Mateo señala que este es el cumplimiento de Zacarías 9:9: 
«Digan a la hija de Sión: “Mira, tu Rey viene a ti, Humilde y montado en un asna, Y en un pollino, hijo de bestia de carga”» (Mateo 21:5).
Mateo 21 describe una escena conmovedora. El largamente esperado Mesías-Rey ha llegado. La explicación dada al citar a Zacarías es que este individuo es un individuo de mansedumbre. El Reino mesiánico de Jesús será diferente de lo esperado. Las personas deseaban un rey valeroso que cabalgara hacia la Jerusalén ocupada en un corcel blanco, listo para expulsar a los romanos. Pero el Mesías real llega en un asno a la ciudad en la cual morirá. Es cierto que los asnos eran una caballería real, pero generalmente los reyes los usaban para buscar paz. En lugar de montar una bestia para la batalla, Jesús avanza en una criatura de paz. En mansedumbre, el Rey entra en su propia ciudad con un mensaje de paz para las fuerzas de ocupación. Así como Jesús anunció su mansedumbre a las multitudes en Mateo 11, ahora Jesús demuestra su mansedumbre a las multitudes en Mateo 21. Así como Jesús invitó a los débiles y cansados a venir a Él en Mateo 11, ahora Jesús está determinado a asegurar su aceptación cuando lleguen a Él.  Dada la mansedumbre de Jesús, se deduce que los ciudadanos de su Reino deben exhibir la misma característica. Esto es cierto para todos los cristianos, pero es particularmente pertinente para los líderes cristianos. Por demasiado tiempo las visiones cristianas de liderazgo han sido formadas por la cultura y el contexto en el cual se forman. A veces esto ha producido aspectos bíblicos de liderazgo. Con demasiada frecuencia, esto resulta en una visión distorsionada.   Los líderes cristianos son súbditos en el Reino de Dios. Todos los súbditos deben seguir la guía del Rey del Reino, el Mesías manso. Debemos conocer y emular a nuestro Rey. Nuestro mundo está lleno de personas que compiten por obtener posición, poder y reconocimiento. Tristemente, el comportamiento cristiano no suele ser muy diferente. Pero así no es Jesús y no es lo que nosotros debemos ser. 

Mansedumbre intensamente apasionada

No obstante, la mansedumbre no es debilidad. La siguiente sección del evangelio de Mateo nos confirma esto. Jesucristo, el Mesías manso, puede enojarse y permanecer sin pecado. Es más, Él no sólo siente enojo; Él actúa en su enojo, derribando mesas y persiguiendo a personas fuera del templo porque estaban profanando este sagrado espacio (Mt 21:12-13). Mientras más reflexiono en esto, más increíble se vuelve. ¿Cómo Aquel que encarna la mansedumbre en perfección puede actuar de esa manera? La respuesta a esta pregunta reside en la motivación para tal enojo y acción. Jesús actúa para la gloria de Dios. Su enojo se debe a la difamación de la reputación de Dios por parte de los vendedores en el templo. Sus acciones van en pos de restablecer la gloria de Dios. La pasión intensa de Jesús de ninguna manera minimiza su mansedumbre.  ¿Es posible para nosotros demostrar tal pasión por la gloria de Dios y aun así permanecer mansos? Dada nuestra naturaleza caída, es difícil. La pureza de nuestra motivación siempre debe evaluarse cuidadosamente. En ocasiones, sin embargo, es correcto y necesario confrontar valientemente a aquellos que están intentando robarle la gloria a Dios. Aristóteles entrega un consejo útil para pensar en esta dirección: «aquel que es verdaderamente manso es el que se enoja con justa razón contra la persona correcta de la manera adecuada en el momento indicado por el tiempo que corresponde». Esto subraya aún más una importante observación en relación a la mansedumbre: su fortaleza interior. Considera el nivel de dominio propio que se requiere para estar enojado con justa razón contra la persona correcta de la manera adecuada en el momento indicado por el tiempo que corresponde. Jesucristo fue valiente, confrontacional, involucrado y celoso, pero sin afectar su mansedumbre. Como sus subpastores, por lo tanto, debemos representar a nuestro manso Mesías tanto en su templanza como en su valentía. Tenemos que ser zelotes gentiles que confrontan a otros con la gracia de Dios en Jesucristo. Colegas ancianos, únanse a mí para buscar la capacitación del Espíritu con el fin de ser líderes poderosamente mansos. 
Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks.