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¿Qué pasaría si llega lo peor?
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¿Qué pasaría si llega lo peor?

Las malas noticias nos rodean. Si revisas tu canal de noticias en tus redes sociales, prendes la televisión para ver las noticias reales o incluso si haces la fila para pagar en el supermercado, eres confrontado con malas noticias: guerra y amenazas de guerra; asesinato; injusticia; dolor. En circunstancias normales, las malas noticias ya estaban alrededor de nosotros. Ahora, en medio de  una pandemia, las malas noticias son casi un amigo fiel. En nuestra sociedad conectada, nos hemos acostumbrado a este tipo de malas noticias. Su distancia de nosotros nos ayuda a lidiar con ellas un poco mejor. Tal vez podríamos estar tristes a primera vista o la primera vez que las escuchamos, pero luego, con nuestro pulgar, deslizamos por la pantalla. El gran volumen de las malas noticias nos adormece ante su horror. Sin embargo, otro tipo de malas noticias que son difíciles de llevar son las personales. Son inesperadas; puede ser devastador. Una visita rutinaria al médico, te envía al hospital. Una esposa regresa a casa para descubrir que su esposo se fue, llevándose su amor y sus pertenencias con él. Una llamada telefónica contándonos el fallecimiento de un padre, un amigo, un hermano. Un trabajo que alguna vez fue seguro, se desvanece en medio del agitamiento económico. En un instante, el mundo se torna confuso y se llena de terror. La vida cambia con la presencia de las malas noticias.

Sorprendidos por las malas noticias

He tenido una buena cantidad de malas noticias en mi vida adulta. He estado en una consulta realizándome una ecografía y escuchando al técnico decirme que no pudo encontrar los latidos del corazón de mi bebé. He llevado a un hijo al doctor, solo para descubrir que realmente necesitaba cirugía, terapia extendida, o un ingreso hospitalario. He escuchado a doctores explicarme la fragilidad de mi propia vida. He recibido correos electrónicos decepcionantes y cartas de rechazo. Es por eso que este verso ha sido mi lema estos dos últimos años:
No temerá recibir malas noticias; Su corazón está firme, confiado en el Señor (Sal 112:7).
Sin embargo, con toda estas entregas inesperadas de malas noticias, hubo una para la cual no estaba preparada: «tienes cáncer». He pasado la mejor parte de la última década intentando asimilar lo que parece ser un ciclo sin fin de malas noticias. Esta fue una que me dejó tambaleando, intentando aferrarme a la fe cuando el futuro parecía sombrío. Quizás podría manejar una situación difícil si me he preparado mentalmente para ella, pero cuando soy sorprendida por las malas noticias, descubro que no tengo asidero. He enfrentado muchas circunstancias que son completamente aterradoras, incluso para quienes están llenos de entre nosotros. Tal vez tú también has pasado por esto: un diagnóstico médico que amenaza tu vida, una necesidad repentina de someterte a una cirugía, enfermedad tras enfermedad, múltiples falsas alarmas. Dios continúa forzándome a lidiar con la respuesta de mi corazón ante las malas noticias.

El límite

Mi límite ocurrió en un momento particular del año pasado. Sufrimos un susto con uno de nuestros hijos que podría haber terminado en una cirugía de emergencia. No podía convencerme de siquiera imaginar que él saldría de ese hospital sin haber sido operado. Estaba preparada para lo peor, porque a menudo pareciera que estuviéramos lidiando con el peor de los casos. Después de meses de visitas al hospital, cirugías, exámenes sorpresivos y facturas de los médicos, estaba convencida de que, una vez más, nuestra familia volvería a estar en el hospital. Sin embargo, no fue así.Aún no puedo dejar de revivir ese momento en mi cabeza. Quiero el tipo de confianza que el salmista tiene en el Salmo 112: no tener miedo a las malas noticias, sino que arrojarme sobre el Señor. Poco a poco, Dios trabaja esto en mí. Con cada visita al doctor, donde ansiosamente aguanto la respiración mientras el doctor examina a mi hijo, me veo obligada a creer esto nuevamente. Entonces, Dios me dio otra oportunidad de vivir este versículo, pero esta vez no salí de la consulta del doctor con buenas noticias. Salí con un diagnóstico de cáncer y una repentina cirugía. En esos aterradores días y semanas, mientras esperaba la patología final y me recuperaba de la cirugía, Dios trabajó este salmo en mi corazón nuevamente. «Puedo confiar en Él. Las malas noticias podrían venir, pero Él es digno de confianza». Mientras pude haber creído lo peor, puedo ver ahora que en estos sufrimientos persistentes, Dios está obrando profundamente en mí algo que no habría entendido si no hubiera sido sorprendida por el sufrimiento. Se puede confiar en Dios, incluso cuando vengan las malas noticias. Esa es la parte difícil de este salmo; nos fuerza a enfrentar la incertidumbre de la vida, pero lo hace desde el lugar estratégico de la confianza.

Un mundo de fabricación propia

El salmista habla desde la experiencia. Él ve el buen fruto que produce en una persona confiar en el Señor. Él prospera en la tierra (Sal 112:2-3); y porque ha confiado en el Señor, su vida bendice directamente a quienes lo rodean (Sal 112:9-10). El salmista puede hacer una valiente declaración como aquella en el Salmo 112:7, porque ha visto lo que hace una vida de confianza en una persona. Y Él quiere que tengamos esa vida también. He pasado mucho tiempo creando posibilidades en mi cabeza, para que cuando lleguen las malas noticias, pueda estar preparada. Sin embargo, lo que está diciendo el salmista es completamente diferente a una confianza preparada. Cualquiera puede tener una confianza preparada enraizada en un ambiente controlado (o en uno que nosotros pensamos que está controlado). Es solo cuando llega lo imprevisto que te das cuenta de que en realidad estuviste confiando en un mundo de fabricación propia y no en el Dios que es soberano sobre todo. Cuando fabrico escenarios en mi cabeza, no puedo vivir la vida fructífera de la que habla el salmista: una vida de confianza en el Señor que lleva a una vida de bendición hacia quienes me rodean.

Nuestra realidad inalterable

Llegar a este punto no significa que finjamos que lo peor no puede ocurrirnos. Solo significa que confiamos en una realidad inalterable que no puede ser movida cuando llegan las malas noticias. Sabemos que el mundo es un lugar peligroso. Sabemos que la vida en un mundo caído significa que nuestra peor pesadilla puede suceder en cualquier momento. El antídoto a temer lo peor no es ignorar esta realidad. Eso no nos sostendrá cuando recibamos ese llamado o ese diagnóstico. Al contrario, el corazón del salmista está enraizado en Dios, que es inmutable. Por tanto, pase lo que pase, él confiará. Pueden venir las malas noticias, pero no temeremos por lo que Dios ha dicho ser y no por el control que pudiéramos tener. El salmista es capaz de permanecer firme gracias a algo fuera de él. Las malas noticias podrían llegar, pero él está anclado en el Señor. Su confianza reposa en Dios, por lo que aun cuando la tormenta de malas noticias brame a su alrededor, él está firme y seguro.

La Palabra inmutable de Dios

¿Qué tiene el Señor que ayudó al salmista a confiar en Él cuando pensaba en las malas noticias? Al principio del salmo, él nos cuenta que la vida bienaventurada es una que se deleita en los mandamientos de Dios (Sal 112:1). Este es un mensaje entretejido a lo largo del libro de Los Salmos. El Salmo 1 comienza:
¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, Ni se detiene en el camino de los pecadores, Ni se sienta en la silla de los escarnecedores, Sino que en la ley del Señor está su deleite, Y en su ley medita de día y de noche! (Sal 1:1-2).
Los salmistas no encubren la realidad de la vida en un mundo quebrantado. A menudo, confrontan esta vida cara a cara. A veces, lo hacen con una oleada de preguntas que derraman en Dios. En ocasiones, lo hacen con una confianza resuelta. Otras veces, lo mezclan todo, porque la vida puede ser un embrollo de confusión y dolor. No obstante, el fundamento que los mantiene avanzando es su deleite en la Palabra de Dios. Meditan en ella; la conocen; son sustentados por ella. Como resultado, no temen cuando llegan las malas noticias. No naufragan en su fe cuando el sufrimiento los atormenta. Esperan en Dios, sabiendo que un día lo adorarán, incluso si ahora no lo están haciendo (Sal 42:5, 11; 43:5).

Similitud en el sufrimiento

Me gustaría poder decir que superé mi temor a las malas noticias. Estoy mejorando, pero mi corazón aún parece detenerse cuando entro a la consulta del doctor. Quizás siempre lo hará. El cáncer parece hacerle eso a una persona. El mundo es un lugar aterrador, y aun cuando confío en que Dios permanecerá fiel en cualquier tormenta que venga, no amo las malas noticias. Estoy segura de que tú tampoco las amas. Sin embargo, los Salmos pueden ayudarnos a saber que no estamos solos. No somos los primeros que hemos recibido un diagnóstico difícil o un resultado incierto. No somos los primeros en mirar fijamente al túnel del sufrimiento, preguntándonos cómo Dios lo resolverá todo. No obstante, estamos unidos a una gran nube de testigos para quienes Él fue suficiente para sostenerlos hasta el final. Esa es nuestra ancla cuando las malas noticias nos aterran. Cuando tememos al resultado de un diagnóstico, recordamos que Dios es bueno con todos (Sal 145:9). Cuando los temores no nos dejan, podemos recordar el Salmo 46:1: «Dios es [...] nuestro pronto auxilio en las tribulaciones». Cuando parece que no caminaremos ante el Señor en la tierra de los vivientes (Sal 27:13), recordamos cómo comienzan los Salmos: «El Señor conoce el camino de los justos» (Sal 1:6). La manera en que pueden llevar esto es al conocer a Dios, y la manera en que ellos conocen a Dios es al conocer su Palabra. Las malas noticias están a nuestro alrededor. Vienen camino a nosotros, y con ellas viene una multitud de temores. Sin embargo, como nos recuerda el Salmo 2, hay un Rey gobernando sobre todas las cosas. Él nos libera del temor y nos da palabras para poder llevar nuestra lucha. Las malas noticias podrían asustarnos, pero finalmente jamás nos destruirán.
Courtney Reissing © 2020  Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.
Photo of Carta abierta a padres abrumados en Navidad
Carta abierta a padres abrumados en Navidad
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Carta abierta a padres abrumados en Navidad


Este artículo es parte de la serie Cartas abiertas publicada originalmente en Crossway.


Querida amiga:

¿Ya estás cansada? Tal vez te quedaste despierta hasta tarde anoche llenando y cerrando sobres porque quieres enviar tus tarjetas de Navidad antes de que sea demasiado cerca de la Navidad. O tal vez estuviste despierta con un niño enfermo (porque Navidad cae justo en medio de la temporada de resfriados y gripe). Aunque la época de Navidad es muy emocionante para una familia, también es completamente agotadora. Simplemente hay demasiado por hacer.

Yo solía comenzar a escuchar música navideña en septiembre. El minuto en el que cerraba la piscina después del Día del Trabajador, yo estaba lista para mi siguiente momento favorito del año (después del verano): la Navidad. Comenzaba a soñar con cómo decoraría la casa. Buscaba cuándo se emitirían todas las películas navideñas del canal televisivo Hallmark. Hacía todas mis compras antes del Día de Acción de Gracias (o rápidamente después), así mis regalos podían ser envueltos y enviados durante los primeros días de diciembre. Incluso escribía mi lista de Navidad temprano. Quería que la época de Navidad durara para siempre, entonces la empezaba antes que los demás. Quería saborearla, apreciarla, meditar en el verdadero significado de la Navidad, así que trabajaba duro para adelantarme y que se prolongara.

Sin embargo, tuve hijos; cuatro en rápida sucesión.

Ahora, levanto la vista por sobre la locura solo para darme cuenta de que ya es Halloween y no he escuchado ni una sola canción navideña.

Hace algunos años le lamenté a mi esposo que ya nada se siente como Navidad. Simplemente estoy avanzando por inercia, corriendo de una cosa a la otra. Compro los regalos para la fiesta de la clase; lo tacho en mi lista. Compro regalos para mis sobrinos; lo tacho en mi lista. Asisto al concierto de Navidad de la iglesia; lo tacho en mi lista. Encuentro un buen devocional de Adviento; lo tacho en mi lista. Hago muchas cosas en la época navideña, pero raramente me siento preparada. A menudo se siente como si mis días de silenciosa meditación ya acabaron. Mi cabeza está llena de cosas como para meditar en otra cosa. Mi casa está llena de demasiado ruido como para sumarle silencio a mis intentos de meditación. ¿Ves por qué estoy cansada?

Sé que no estoy sola en mi angustia por el ajetreo y el deseo de paz y calma en la anticipación al nacimiento de nuestro Salvador. He hablado con algunas de ustedes en las fiestas de clase. Sé que todas estamos estresadas en esta época. Pero para el creyente, lo más importante que podemos hacer en esta Navidad no es envolver otro regalo, sino abrir nuestros corazones y mentes nuevamente ante la maravilla de que Dios vino al mundo.

Sé que no necesitas hacer nada más; no obstante, espero que estos «reinicios navideños» te den el margen que necesitas para celebrar incluso en medio del ajetreo. De una madre ocupada a otra, tratemos de recordar por qué celebramos y recuperemos la maravilla en el proceso.

Recuerda tus objetivos

El objetivo de cada temporada navideña debería ser enfocar nuestros corazones en Cristo. Si hay una cosa que debe suceder, que sea esto. Corriendo el riesgo de sonar cliché, Él es la razón de esta temporada de celebración y de todas las temporadas . Si lo perdemos a Él, hemos perdido todo. El objetivo familiar durante el Adviento siempre debe ser atesorar a Cristo por sobre todo. Tu implementación de este objetivo puede verse diferente a la mía, pero todos tenemos el mismo objetivo. Todos estamos apuntando hacia el mismo resultado: adorar al Salvador como familia. Cuando algo se mete en nuestras vidas durante esta época ajetreada, deberíamos evaluar si nos ayuda a lograr este objetivo. Y si no nos ayuda, está bien descartarlo por un tiempo o incluso para siempre.

Mira tu calendario

Esto puede parecer muy tonto, pero a veces solo necesitamos mirar nuestro calendario para saber lo que se espera de nosotros (y qué puede ser pospuesto hasta el año que viene). ¿Aquellos turnos con el dentista que querías pedir justo antes del descanso de Navidad? Pueden ser importantes, pero pueden esperar un poquito más (no le cuentes a mi dentista). ¿Aquella visita de tu hijo a la casa de su amigo que no ve hace un tiempo? Otra vez, puede ser importante, pero si complica el calendario, no es necesario. ¿Recuerdas el objetivo? Atesora a Cristo por sobre todo en este tiempo. Entonces, si tener algunos niños más en tu casa te abruma, incluso si el amiguito es excelente y te anima a amar más a Cristo, está bien esperar hasta después de Navidad.

Sin embargo, hay otra manera en la que puedes mirar tu calendario y evaluar si está moviendo a tu familia hacia ese objetivo. Puedes preguntar si tu calendario está lleno de cosas que te llevan a recordar a Cristo en esta época. ¿Has asignado un tiempo para servir? ¿Has asignado un tiempo para leer la Escritura juntos? ¿Has asignado un tiempo para orar por tu corazón? Puede parecer tonto calendarizar todas estas cosas, pero esta es una carta a padres ocupados, entonces asumo que todos han cedido y llevan un calendario hace tiempo. A veces, especialmente durante los momentos más ocupados, necesitamos programar nuestras cosas más importantes para que sucedan. Esto nos lleva a nuestro último «reinicio navideño», que es el más importante, después de que has establecido tu objetivo y has hecho lugar en tu calendario.

Lean, canten y oren juntos

Al hacer los «reinicios» anteriores, creas lugar para las cosas más importantes que puede hacer un padre ocupado en la Navidad: llevar a su familia a la historia del Salvador. Puede parecer simple, pero a veces solo leer, cantar y orar juntos despierta nuestro afecto por Jesús. Sé que así es para mí. Y la Navidad está llena de maravillosos himnos que nos recuerdan la razón por la que Jesús vino. La manera de ayudar a tu familia a atesorar a Jesús en esta Navidad es hablándoles de Él. Pueden leer los relatos del Antiguo Testamento que prometen su nacimiento y luego leer los relatos del Nuevo Testamento que cuentan sobre su nacimiento. Pueden leer por qué Él necesitaba venir y lo que lograron su vida y su muerte. Pueden leer sobre cómo va a regresar y que somos un pueblo en espera, anhelando el regreso de nuestro Salvador. Y luego pueden cantar excelentes canciones que los cristianos han estado cantando por siglos. Pueden orar por nuevos corazones en las vidas de sus hijos, pidiendo que el regalo del nuevo nacimiento sea suyo esta Navidad. Pueden orar para que sus vidas sean moldeadas, no por el consumismo, sino por el sacrificio y la adoración.

Si esto suena abrumador, te entiendo, yo también lo siento así. Aun cuando hagas espacio en tu calendario y establezcas objetivos, sumar algo más que no es parte de tu rutina puede ser difícil e incluso incómodo. Así que, empieza de a poco. Lee un versículo de la Biblia, lee una historia de la Biblia para niños y dalo por logrado. Tal vez mañana a la noche puedes cantar una canción o puedes incluso cantar una canción mientras viajan a la iglesia el domingo. El punto es la intencionalidad, no la cantidad. El punto es que nuestros niños vean a Jesús, no al ajetreo como la razón de la celebración. Recuerda el objetivo; haz espacio en el calendario; comienza poco a poco, y adora al Rey Jesús. Él vino una vez y vendrá otra vez. Que Él sea el tesoro de tu familia en esta ajetreada época de Navidad.

A Dios sea la gloria,

Courtney

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
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Dios es el origen y el autor de la belleza
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Dios es el origen y el autor de la belleza

Nuestra cultura obsesionada con la imagen

Vivimos en una cultura que está obsesionada con la imagen y cada día la publicidad nos bombardea con promesas que nos ofrecen belleza y felicidad. A muchas de nosotras nos es difícil salir de casa satisfechas por la ansiedad constante que sentimos por vernos «lo suficientemente hermosas». Con todas las exageraciones que involucra ser hermosa, debemos preguntarnos: «¿qué es exactamente la belleza?». Cada día nos enfrentamos a una elección: ¿escogeremos la belleza del mundo, definida por las revistas de moda y la cultura? ¿O escogeremos la belleza piadosa, definida por las palabras perfectas y santas de nuestro Dios?

La belleza según los estándares de la Biblia

Como cristianas, podemos tener una relación de amor y odio con la belleza. Queremos protegernos de la mundanalidad, entonces minimizamos la belleza. O nos inclinamos demasiado hacia el otro lado y pensamos que no importa lo que pensemos sobre la belleza. No obstante, la Biblia no está callada respecto al tema de la belleza. Y si vamos a progresar de algún modo en recuperarnos de las influencias del feminismo, debemos aprender lo que Dios tiene que decir sobre la belleza y nuestros cuerpos. En su libro Belleza verdadera, Carolyn Mahaney y Nicole Whitcre definen belleza de esta manera: «la verdadera belleza es contemplar y reflejar la belleza de Dios»[1]. Siguen diciendo que Dios es el autor de la belleza y que Él es Aquel que es verdaderamente hermoso. Al crearnos a su imagen, Él nos da su belleza. Cuando lo contemplamos, Aquel que nos hizo y nos ama, reflejamos su belleza. Puesto que fuimos creadas a imagen de Dios, fuimos hechas para desear y notar la belleza. Cuando vemos un precioso recién nacido o a un hombre o mujer hermosos, reconocemos tal belleza porque Dios es su Creador. El libro completo del Cantar de los cantares está lleno de referencias a los elogios tanto del hombre como de la mujer a la belleza del otro. Los autores bíblicos incluso mencionaron personas hermosas como Sara (Gen 12:11), Raquel (Gn 29:17), José (Gn 39:6), David (1S 16:12) Absalón (2S 14:25), la mujer que atendió al rey David antes de morir (1R 1:4) y Ester (Est 2:7). Sabemos que hubo mujeres hermosas en la Biblia y sabemos que Dios es el autor de la belleza. No obstante, es apremiante recordar que la belleza externa no lo es todo. Ser hermosa no es un pecado, pero, por ejemplo, si Ester hubiese buscado su propio beneficio y si se hubiera rehusado a ayudar a su pueblo, su belleza no hubiera significado nada. Y aunque Sara fue hermosa, probablemente ella habría cambiado su belleza por un bebé. La belleza de Absalón lo llevó al orgullo y a su caída (2S 18:9-15). Y la belleza de José lo dejó en la cárcel, acusado falsamente (Gn 39:1-23).

Mira a nuestro alrededor y hacia adentro

Todo lo que nos rodea es un recordatorio de que no podemos confiar en la belleza externa. Todas nosotras estamos sujetas al proceso natural del envejecimiento. E incluso en nuestra juventud, probablemente todas confesaríamos que muchas veces nuestra cita diaria con el espejo deja mucho que desear. No hay duda de que las mujeres queremos ser hermosas. La belleza es un don y yo seré la primera en admitir que quiero ser hermosa tanto como la otra chica. No obstante, debo reconocer que si mi esperanza está en mi alisadora de pelo de diseñador y en mi máscara de pestañas Great Lash, terminaré desilusionada y descontenta. Existe un equilibrio saludable entre ser femenina y hacer de los productos de feminidad un ídolo. Cuando tú y yo salimos de nuestras casas, enfrentamos un aluvión de autocrítica y comparación con otras alrededor de nosotras. Y es fácil para nosotras, cuando entramos en un grupo de mujeres, que nuestra primera reacción sea juzgar la belleza de aquellas que nos rodean, incluso al nivel del chisme: «¿viste lo que se puso?». Debemos arrepentirnos de esas cosas. A menos que veamos que todas nuestras comparaciones y autocríticas son fundamentalmente orgullosas y que expresan incredulidad en Dios, pasaremos todas nuestras vidas sintiendo que nunca seremos lo suficientemente buenas (y esa es una cosmovisión que finalmente nos llevará a la muerte). Cuando las mujeres se entierran en un mar de deudas en sus tarjetas de crédito sólo para comprar el último estilo de diseñador, en el fondo están diciendo: «Dios no es realmente Dios. El elogio de los demás lo es». Abrazar una taza del baño fría después de forzarse a vomitar dice fundamentalmente: «Dios no satisface mis necesidades y Él no es soberano sobre mi peso». La obsesión con la imagen, sin importar cuán perjudicial sea para tu salud o bienestar, es una forma de orgullo y autoadoración, así como toda nuestra incredulidad es orgullo y autoadoración. Podemos, y debemos, reconocer a las mujeres hermosas, modestas y piadosas cuando las vemos. Pero no debemos poner nuestra esperanza en esas afirmaciones en nuestra propia vida. Nuestro estado de ánimo no debería mejorar o empeorar con los elogios sobre nuestro vestuario o zapatos nuevos. Y más importante aún, nuestra caracterización de la belleza no debe provenir de la última edición de la revista InStyle.

La belleza y nuestro último aliento

Si el Señor nos permite vivir hasta los 80 años, pocos recordarán nuestro rostro cuando teníamos 20, 30 o 40. Todo lo que verán es una cara arrugada de una mujer que se acerca al final de su vida. A medida que nos preparamos para encontrarnos con nuestro Señor, no hay cantidad de Botox o dieta de moda que nos prepare para nuestro último aliento. Sólo una vida que pasó vertiéndose en el espejo de la Palabra de Dios nos preparará para ese glorioso día. Es fácil hablar las verdades de la Biblia, pero aún seguir viviendo en una ansiedad e incredulidad constante. La pelea de la fe es difícil. Si sientes que estás luchando con la verdadera belleza versus la belleza mundana, pídele a Dios que revele las áreas de tu vida en las que necesitas ser cambiada. Predícate el Evangelio a ti misma diariamente. Si te encuentras ansiosa sobre cómo te ves en la mañana, proclámale a Cristo a tu corazón descarriado. No escojas más estar esclavizada a los ideales del mundo; escoge la vida en Cristo. No nos avergoncemos de reconocer la verdadera belleza cuando la veamos, sino que pongamos nuestra esperanza en la sangre y en la justicia de Jesús, para que no pensemos que lo que nos salvará en ese día final serán nuestros atuendos a la moda y nuestros cuerpos de talla 34.

Este artículo es una adaptación del libro The Accidental Feminist: Restoring Our Delight in God's Good Design [Feminista accidental: cómo restaurar nuestro deleite en el bien diseño de Dios], escrito por Courtney Reissig.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
[1] Mahaney, Carolyn y Whitacre, Nicole. Belleza verdadera. Medellín, Colombia: Poiema, 2017. p. 29.