Christian Concha Baricic es el Fundador y Director General de Acceso Directo, es Pastor en la Iglesia Anglicana de Providencia en Santiago de Chile. Está casado con Paula con quien tiene dos hijos, Martina y Matías. Le encanta correr, la fotografía y restaurar cosas antiguas.


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Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo… (2 Pedro 1:1)
El autor de esta desafiante carta, sobre la que estaremos reflexionando en las próximas semanas, parte identificándose a sí mismo para luego mostrarnos sus credenciales. En primer lugar, nos dice que es un siervo o, para ser más exactos con el lenguaje, un esclavo de Jesucristo. Qué manera más chocante de presentarse y comenzar una carta. Golpea con fuerza todos los principios de nuestra cultura y de nuestra propia naturaleza. Hemos sido llamados a alcanzar logros para estar lo más arriba de la pirámide social y de esta forma tener la mayor cantidad de personas a nuestro servicio y las menos posibles que servir. Lo triste es que dentro de nuestras iglesias esto no es la excepción. Mucho más a menudo podemos ver cómo los cristianos presentamos nuestras credenciales académicas y trayectoria cristiana, haciendo ver también que, dentro de la iglesia, hay una especie de escalafón dentro del cual nos encontramos bastante arriba. Tristemente podemos ver que muchas veces pareciera que hay más gerentes generales de ministerios que siervos de Cristo. Sin embargo, la forma humilde en la que Pedro se presenta nos recuerda que no hay diferencia entre los cristianos en este sentido. Todos somos siervos de un solo Señor. Pero además piense esto: Si Pedro, que ni más ni menos fue uno de los apóstoles de Jesús y escribió parte de la Biblia, tiene claro que su primera credencial es ser un siervo de Jesús, cuánto más nosotros debiéramos tenerlo claro. Muchas veces nuestro orgullo nos juega muy malas pasadas con nuestra trayectoria y servicio cristiano. Entre más hemos estudiado o hecho en la iglesia o en la vida, más orgullosos nos sentimos. Y seamos sinceros, muchas veces nos sentimos un poquito más que otros que recién comienzan en la fe, y para qué decir con respecto a los no creyentes. Si bien esto no es algo que decimos a los cuatro vientos, podemos verlo con claridad en la actitud con la que nos desenvolvemos en la comunidad. Pero además Pedro nos dice que es un apóstol de Jesucristo. Esto es tremendamente importante ya que nos muestra la autoridad con la que escribe. Es verdaderamente un mensajero de Jesucristo por lo cual sus palabras deben ser consideradas de la misma forma que las palabras de Jesús. Por ello es que debemos poner cuidadosa atención a todo lo que nos va a decir a continuación y obedecerlo. Decirnos simplemente que es apóstol hubiera sido razón suficiente para que tomemos con toda seriedad sus palabras, pero llama la atención que, como dijimos, además antepone la credencial de siervo. Sin embargo, esto refleja la humildad de un verdadero discípulo de Cristo que nos habla con amor de parte de él y no desde su alta posición espiritual o intelectual. Necesitamos más de esa actitud de siervos frente a nuestra forma de llevar la buena noticia de Jesucristo a otros, en nuestra forma de aconsejar y en nuestro servicio. Somos esclavos de Jesús, y toda nuestra experiencia cristiana, todos los cursos que hacemos, todos los años que hemos servido en diferentes ministerios, nos deben llevar a profundizar en ese concepto. Somos siervos y discípulos de aquel que siendo Dios se humilló a lo más bajo y entregó por amor su vida por nosotros para rescatarnos y llevarnos a una vida eterna con el Padre. Por tanto, llevemos día a día delante de Dios nuestro orgullo, para que no levante su voz revolucionaria intentando abolir esta maravillosa, correcta y privilegiada esclavitud.


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Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y potencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda. (2 Pedro 1:3)
Cuando pensamos en la salvación por gracia y la obediencia, generalmente los cristianos afirmamos con seguridad que Dios nos ha concedido su salvación por medio de Cristo en forma totalmente gratuita, pero ahora es nuestro rol responder a ese sacrificio con una vida de obediencia a él. La Biblia afirma con toda claridad que es por su poder que hemos sido salvados en la cruz por Jesucristo, que por su poder hemos podido conocerle, pero Pedro ahora nos muestra también que es por ese mismo poder que se nos ha dado todo lo necesario para vivir de esa forma. El problema es que en el día a día los cristianos olvidamos a menudo esta última verdad y asumimos este principio por nuestra propia cuenta, empujando a la fuerza una vida de santidad que al final resulta muchas veces decepcionante, frustrante y con muchos dejos de culpabilidad. Vivimos con una constante sensación de que algo falta para realmente tener el tipo de vida que Dios espera de nosotros y le pedimos que haga un milagro para que podamos vivir de esta forma. Sin embargo, este verso nos aclara algo fundamental para la vida cristiana. Dios no solo nos ha dado la salvación, sino que además por su poder nos ha concedido todas las cosas para vivir nuestra vida cristiana de la forma que él quiere que la vivamos. Dios no solo demanda un estilo de vida de acuerdo a lo que decimos creer, sino que además nos brinda los medios para hacerlo posible.Por otro lado, a veces simplemente desobedecemos a Dios, pues concluimos rápidamente que vamos a tener que convivir con el pecado hasta nuestra muerte. No es que esto sea totalmente falso, pero muchas veces utilizamos esto como una excusa para simplemente ceder con rapidez ante nuestros deseos. Todo se resume entonces en dónde creemos que podemos encontrar la fuente de poder para nuestra obediencia, y Pedro nos deja claro que está en Dios. El punto es si lo creemos o no. Entender esta verdad nos da una correcta perspectiva de Dios y de nosotros mismos. Muchas veces no nos sentimos capaces de poder obedecer a Dios y decimos cosas como “esto es más fuerte que yo”, pero eso no es porque seamos incapaces o falte algún milagro en nosotros, sino más bien es una muestra de una falta de fe. Es un reflejo de no creer lo que Dios ha dicho. Y como no lo creemos, entonces es algo natural que cedamos con facilidad ante el pecado. Entonces, la respuesta frente a las tentaciones de nuestra vida debe ser “sí puedo obedecer a Dios en esta circunstancia, por más difícil que sea”. Y la única razón por la que puedo hacerlo es que Dios me ha dado todo lo necesario para ello. Por tanto, si estás luchando con algún área difícil en tu vida y sientes que no puedes salir, o si sientes que ante este fracaso constante es mejor esconderlo de los demás pues no podrás cambiar, te invito a que decidas creerle a Dios, ya que su palabra nos muestra que sí puedes porque te ha dado todo lo necesario para ello. Una vida obediente no es sinónimo de fortaleza personal o autodisciplina, sino que es un reflejo de lo que Dios ya nos ha dado por medio de su poder. Por tanto, créele a Dios y vive una vida de obediencia que le da siempre la gloria, pues recuerda: solo él lo ha hecho posible.

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…al entendimiento, dominio propio… (2 Pedro 1:6)
Pedro, continuando con la lista de virtudes que los cristianos deben esforzarse por añadir a su vida, menciona ahora el dominio propio. El miércoles 9 de noviembre de 1994, un hombre, en West Haven, Connecticut, iba en su automóvil cuando notó que tenía un problema con sus frenos. Se movió a un costado para revisarlo, pero al bajarse, fortuitamente pasó a llevar la reversa, y sumado a la inclinación del pavimento, el automóvil empezó a moverse hacia atrás, sin nadie al volante. Luego de unos segundos, el volante se giró, justo en una intersección, por lo que el automóvil comenzó a girar en círculos a gran velocidad. Aunque parezca increíble, estuvo sin detenerse por casi 2 horas, hasta que los bomberos lograron hacerlo. Este particular episodio dejó con graves daños al propio automóvil y a muchos otros que se toparon con este vehículo sin control. [1] El dominio propio es como un conductor atento, capacitado y con las manos bien puestas en el volante, frente a los peligros y desniveles del camino. Sin él, las personas dejan que sus vidas se conduzcan por sus pasiones desordenadas y las inclinaciones del terreno que el mundo presenta. Aristóteles reconocía que los seres humanos eran sujetos sin control que estaban dominados por sus propios deseos desordenados, los que les llevaban a pecar voluntariamente. Sin embargo, él no tenía una solución para ello. [2] Frente a esta realidad, que Aristóteles correctamente menciona, aparece el dominio propio en la vida cristiana. Éste se aplica a todas las áreas de nuestra vida, pero aquí en 2 Pedro tiene un especial acento en la tentación sexual. Pablo agrega que este es un fruto del Espíritu Santo en nuestras vidas. Esto significa que es un regalo que viene como consecuencia de que el Espíritu esté en nosotros. Esto no significa una actitud pasiva frente al pecado, sino que involucra de nuestra parte el esforzarnos por usar este poder que Dios ha puesto a nuestra disposición. El mismo concepto del “dominio propio” nos muestra que, aun siendo cristianos, nuestro corazón va a seguir teniendo algunos deseos que deben ser dominados y no satisfechos. Implica que, a pesar de que tengamos el Espíritu, no todo lo que nuestro ser anhela será correcto, por lo que debemos dominar ciertos anhelos que no agradan a Dios. Sin embargo, el dominio propio es algo mucho más profundo que simplemente decir que no a cosas que deseamos. Muchas filosofías llaman a negarse a las pasiones de todo aquello que es considerado como incorrecto, pero fundamentadas solo en la fuerza del individuo y en su capacidad de aislarse del mundo para ello. Al contrario, el dominio propio cristiano viene como consecuencia de haber puesto nuestra fe en Jesús. Gracias a ello confiamos en que hemos recibido la capacidad de resistir al pecado, pues hemos quedado libres de su poder que antes nos mantenía dominados. Además confiamos en que, aun cuando eso que deseamos nos dará algún tipo de satisfacción o placer, encontramos una satisfacción mucho mayor en nuestro Dios. Finalmente descansamos en que además Jesús nos ha liberado de la condena de cuando caemos, lo que nos impulsa aun más a obedecer a Dios en el futuro. [3] Pero además el dominio propio no solo implica una resistencia, sino que implica tomar un plan de acción que nos ayude a luchar de manera eficaz. Significa pedir ayuda a amigos en la fe que puedan orar por nosotros, darnos consejo y preguntarnos constantemente sobre este tema. Significa orar constantemente por ello y buscar consejo en la Palabra. Y también implica reconocer nuestras limitaciones y tomar desiciones sabias frente a ellas. [4] Un buen ejemplo lo encontramos en José (Gn. 39), quien a pesar de los constantes ofrecimientos de la esposa de un funcionario del faraón para que tuviera sexo con ella, se resistió, llegando incluso a tener que literalmente salir arrancando. Este fue un hombre que, a pesar de tentadores ofrecimientos y óptimas circunstancias, con la ayuda del Espíritu Santo no sacó las manos del volante, y evitó así dejarse llevar por los atrayentes desniveles de pecado de este mundo.[1] Larson, C. B. (2002). 750 ilustraciones atractivas para predicadores, maestros y escritores (p. 498). Grand Rapids, MI: Baker Books.
[3] Piper, John, (2001). The Fierce Fruit of Self-Control.
[4] Ed Welch, (2001). “Self Control: The Battle Against ‘One More’”: (pp. 24-31).


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[1] Moo, D. J. (1996). 2 Pedro, Judas (pp. 45-46). Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House. [2] Green, M. (1987). 2 Peter and Jude: an introduction and commentary (Vol. 18). Downers Grove, IL: InterVarsity Press.


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[1] MOO, D. J. (1996). 2 Pedro, Judas (Pág. 47). Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House.


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*Green, M. (1987). 2 Pedro y Judas: una introducción y comentario (Vol. 18, pp. 94-96). Downers Grove, IL: InterVarsity Press.


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[1] Green, M. (1987). 2 Peter and Jude: an introduction and commentary (Vol. 18, p. 101). Downers Grove, IL: InterVarsity Press.


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Además, considero que tengo la obligación de refrescarles la memoria mientras viva en esta habitación pasajera que es mi cuerpo; porque sé que dentro de poco tendré que abandonarlo, según me lo ha manifestado nuestro Señor Jesucristo. (2 Pedro 1:13-14)
Hace un tiempo salió un comercial, en la televisión, de un fondo de pensiones para la vejez cuyo eslogan era “despreocupado”. Presentaban la jubilación como la última etapa de la vida donde solo se debe disfrutar, olvidarse de preocupaciones y hacer todo aquello que siempre quisiste. Sin embargo, la última etapa de la vida de Pedro es algo muy diferente. En nuestro devocional anterior vimos cuál es la perspectiva de Dios acerca de la muerte. Ésta no es más que un cambio de casa, desde una carpa desgastada, a una casa eterna en los cielos junto a nuestro Dios. Pero entender esta realidad no solo nos da paz para enfrentar la muerte, sino que afecta totalmente las prioridades de nuestra vida ahora. Pedro nos muestra claramente esto. Estaba consciente de su importante responsabilidad de guiar a sus hermanos espiritualmente y aun frente a la cercanía de su muerte no abandona esta misión. Él sabe que no hay nada más valioso y útil que invertir tiempo enseñando y recordando las verdades de Dios. Es la forma en la que realmente puede demostrarles que los ama y dejar una huella permanente en sus vidas. Es impactante cómo la mirada de Pedro está puesta realmente en el otro. No en satisfacer sus últimos deseos, no en hacer lo que siempre quiso, sino en ayudar a sus oyentes a recordar lo que Dios les ha dicho. Nuestra perspectiva de la vida afecta profundamente nuestras prioridades en ella. Si crees que la muerte es el final de todo, entonces es comprensible que te sientas con la ansiedad de aprovechar hasta el último momento en “disfrutar” tu vida. Pero si creemos lo que Dios nos ha dicho, no hay necesidad de que estemos ansiosos, pues este es solo el comienzo de una vida eterna con Dios y tus hermanos en la fe. Entonces es absolutamente sensato que dispongamos hasta los últimos momentos para servir y animar espiritualmente a todo el que podamos. Además esto desafía profundamente la manera de ocupar nuestro tiempo hoy. ¿Por qué debemos estar al borde de la muerte para darnos cuenta de lo que es realmente importante? No hay una forma más valiosa de ocupar el tiempo, que ser usados por Dios para afectar la vida de los que nos rodean. Si quieres pasar tiempo de calidad junto a tus seres queridos, no hay nada mejor que hacerlo orando y recordándoles, por medio de la Palabra, cuánto Dios les ama y cómo es la vida que quiere para ellos. Hace unos años Dios me dio una dolorosa lección al respecto. Me pidieron que fuera a orar y conversar con un joven que estaba hospitalizado. Cuando llegué fue una situación muy incómoda, pues al parecer él no sabía de mi visita y se mostró muy reticente a orar y a conversar. Luego de un par de días, me dijeron que él estaba dispuesto a que yo fuera otra vez a visitarlo. En vez de hacerlo de inmediato, me tomó tres días encontrar un espacio, entre las actividades cotidianas y mis inseguridades como consecuencia del primer incómodo encuentro. Cuando me decidí a hacerlo, iba en camino al hospital cuando recibí un llamado que no olvidaré. El joven había muerto. Este fue un duro golpe a mi inseguridad y mi forma de ocupar el tiempo. Dios usó esta triste situación para ayudarme a entender cuáles son sus prioridades. No sabemos cuánto tiempo tienen las personas que nos rodean y no sabemos cuánto tiempo tenemos nosotros mismos; es por eso que debemos invertir nuestro tiempo en lo único que tendrá frutos eternos. Pedro lo sabía bien; es por eso que no duda en hacerlo aun teniendo certeza de la cercanía de su muerte. Debemos entender, de forma urgente, que ya sea nos quedara 1 semana, como 50 años de vida, no tenemos una responsabilidad más importarte y útil que amar y servir espiritualmente a los que nos rodean. Oremos para que el Espíritu Santo nos ayude, hasta el último día de nuestras vidas, a no estar nunca “despreocupados”.

2º de Pedro - 21
[1] MOO, D. J. (1996). 2 Pedro, Judas (pp. 79-84). Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House.
[2] Ibíd.


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Esto ha venido a confirmarnos la palabra de los profetas, a la cual ustedes hacen bien en prestar atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en sus corazones. (2 Pedro 1:19)
En nuestro devocional anterior vimos que el evento de la transfiguración de la que Pedro fue testigo es la prueba del seguro regreso de Cristo en gloria a juzgar al mundo y a buscar a los suyos. Ahora, Pedro nos dice que además este magnífico evento es el cumplimiento de las profecías que anunciaron los profetas de Dios muchos años antes. Esto debe darnos una mayor seguridad aun de la segunda venida de nuestro Señor. Estas profecías anunciaron con toda claridad que un día el reino del Mesías sería restablecido para siempre en toda su gloria [1]. Así como los judíos pudieron reconocer a los verdaderos profetas al observar el cumplimiento de sus profecías, nosotros, sabiendo que muchas de ellas se cumplieron en la vida de Cristo, no debemos tener ninguna duda de las que faltan por cumplirse en relación con la segunda venida. Entonces, si en algún momento vienen dudas de nuestro destino, en medio de las circunstancias difíciles en las que vivimos, debemos recordar que tenemos razones suficientes para estar completamente seguros del maravilloso fin que nos espera. Si bien nuestra vida en este mundo debe avanzar sobre esta maravillosa seguridad, Pedro nos dice que, para andar en él, además debemos usar una luz, ya que este es un mundo oscuro y como tal está lleno de peligros. En las vacaciones de mis 20 años, con mis compañeros de universidad jugábamos un tonto juego. Manejábamos en auto por un camino que pasaba entre medio de un bosque que no tenía ninguna luz cerca y durante 3 segundos apagábamos las luces avanzando en completa oscuridad. La sensación de inseguridad que nos provocaban tan solo esos segundos nos hacía pensar que esta era una impresionante hazaña. Hoy, más que una hazaña lo veo como una gran irresponsabilidad, pues solo por diversión estábamos poniendo nuestras vidas en peligro. Si esto era irresponsable e inseguro, cuánto más lo hubiera sido conducir todo el camino con las luces apagadas. Por ello es que es totalmente sensato que usemos una luz para andar en medio de la oscuridad, y pese a que suena obvio, en nuestras vidas muchas veces no lo hacemos. Debemos caminar en nuestra vida, mientras esperamos a nuestro Señor, prestando atención a la confiable y segura palabra de Dios que Pedro nos dice que nos iluminará en la oscuridad, pero que muchas veces descuidamos y abandonamos en el cajón del velador. ¿Qué es lo que te hace caminar con seguridad en este mundo? ¿Cómo lo haces para tomar las decisiones sabias en esta vida para tu vida y la de tu familia? ¿Cómo identificas los peligros que esta vida nos presenta? Pedro nos dice que la palabra de Dios es lo único que nos da real seguridad para caminar en esta vida, y no recurrir a ella es literalmente andar en la oscuridad, con todos los peligros que eso implica. Pero un día esa oscuridad se acabará para siempre cuando llegue ese evento que nos han anunciado los profetas. Pedro nos dice que será como cuando amanece y sale el lucero de la mañana. Pablo nos dice que, si bien vivimos en la oscuridad de la noche, ésta ya está muy avanzada y está pronto a amanecer, por lo que debemos estar preparados porque eso va a ocurrir en cualquier momento (Ro 13:12). Por ello es que debemos estar preparados prestando atención a las Escrituras. Apocalipsis nos dice que esa estrella más brillante que todas es Jesús (22:16). Él terminará definitivamente un día con toda oscuridad, pero por ahora nos ha dejado la maravillosa linterna de su palabra para que podamos caminar seguros y alertas y no cometamos la locura de manejar en la oscuridad.[1] Moo, D. J. (1996). 2 Peter, Jude (p. 87). Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House.


2º de Pedro - 23
[1] Green, M. (1987). 2 Peter and Jude: an introduction and commentary (Vol. 18, p. 112). Downers Grove, IL: InterVarsity Press.
2º de Pedro - 24
[1] MOO, D. J. (1996). 2 Pedro, Judas (pp. 92). Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House.


2º de Pedro - 25
[1] Green, M. (1987). 2 Pedro y Judas: una introducción y comentario (Vol. 18, p. 119). Downers Grove, IL: InterVarsity Press.


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Llevados por la avaricia, estos maestros los explotarán a ustedes con palabras engañosas. (2 Pedro 2:3a)
Hace casi 10 años hubo una gran estafa conocida como los “quesitos mágicos”. Una mujer de nacionalidad francesa, con una gran personalidad, gran capacidad de convencimiento, adulaciones y promesas de ganancias inigualables, ofrecía por 400 USD un pack de implementos para la producción casera de quesos, los cuales su misma empresa compraría en el futuro a 3 veces el valor de la inversión inicial. Todo se hizo más tentador cuando varios empezaron a recibir el dinero prometido por su inversión, lo que permitió la llegada de más interesados y la mayor inversión de aquellos que habían ganado. El resultado fue que, de un momento a otro, esta mujer abandonó el país llevándose una gran riqueza y estafando a todo aquel que puso su confianza en su tentador ofrecimiento. Por más increíble que parezca, más de 6000 personas cayeron en este engaño. Como siempre ocurre en los miles de casos que conocemos, donde hay personas con hambre de ganancias fáciles y amor al dinero aparece alguien con una gran capacidad de convencimiento que les engaña para enriquecerse. Este es el caso de lo que Pedro nos presenta sobre los falsos maestros. Llevados por su avaricia, intentarán explotar a las personas con sus palabras engañosas. La palabra avaricia tiene una connotación comercial. Se refiere al deseo de obtener ganancia económica de una actividad determinada. Para ello se introducen encubiertamente en las iglesias y utilizan palabras engañosas para obtener sus ganancias. La palabra que Pedro utiliza para “engañosas” es la que da origen al concepto de “plástico”, “fabricado”; algo que se adapta fácilmente para el elemento que se quiere construir con él [1]. Es decir, los falsos profetas utilizan palabras que se adaptan estratégicamente al oído del oyente para lograr obtener su dinero para el propio enriquecimiento. Los adulan, los atrapan con su personalidad, les prometen riquezas y adaptan ciertos versículos bíblicos para que los oyentes ofrenden, o mejor dicho, inviertan en sus ministerios. Escuchamos de ellos cosas como “Si ofrendas esta cantidad de dinero, Dios te bendecirá y te lo devolverá triplicado”. Entonces, entre más des, más vas a recibir. Ponen en sus púlpitos testimonios atrayentes de gente a la que “le ha funcionado” y hacen que más y más terminen dando su dinero. Pablo nos dice que los verdaderos discípulos de Cristo nunca recurren a las adulaciones ni a las excusas para poder obtener dinero de la gente (1 Ts 2:5). Por tanto, en ello podemos ver que estos no son más que falsos maestros. Debemos evaluar a la luz de la propia Biblia las enseñanzas de todo aquel que afirma enseñar la palabra de Dios. Pero de forma global, no con algunos versos sacados de contexto. Debemos sospechar seriamente si notamos que en una predicación brillan más las “bendiciones materiales” del reino de Dios que Jesucristo mismo. Pero donde hay avaricia y amor al dinero hay oportunidad para estos maestros. Por eso, antes de denunciar a quienes hacen este tipo de engaños, debemos cuidar nuestros propios corazones frente al dinero. No debemos extrañarnos de que caigamos fácilmente presa de este tipo de pastores cuando nos ofrecen lo que en verdad amamos. Hace unos años pude conocer uno de estos casos de forma bastante cercana e íntima, y digo con vergüenza y humildad que sus enseñanzas son bastante convincentes, sobre todo cuando nuestro corazón no está puesto en el Señor. Esto tampoco debe impedir que seamos generosos y ofrendemos con alegría. Pero claramente no para la expansión de la mansión del pastor o para que Dios me devuelva el triple, sino para la expansión de su reino, para que muchos más puedan conocerle. Por eso debes leer tu Biblia a diario, orar, revisar tu corazón frente al Señor y buscar iglesias donde sus líderes muestren con pasión la belleza del Señor, para no caer en los tentadores ofrecimientos de aquellos que buscan enriquecerse con sus palabras plásticas.[1] Carson, D. A., France, R. T., Motyer, J. A., & Wenham, G. J. (2000). Nuevo Comentario Bı́blico: Siglo Veintiuno (electronic ed., 2 P 2:3). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.


2º de Pedro - 27
[1] Moo, D. J. (1996). 2 Peter, Jude (p. 100). Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House.


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2º de Pedro - 30
Por otra parte, libró al justo Lot, que se hallaba abrumado por la vida desenfrenada de esos perversos, pues este justo, que convivía con ellos y amaba el bien, día tras día sentía que se le despedazaba el alma por las obras inicuas que veía y oía. (2 Pedro 2:7-8)
Pedro nos muestra que no todos los habitantes de Sodoma y Gomorra fueron destruidos, ya que Lot fue puesto a salvo. Junto con ello nos resalta una importante actitud de Lot frente a la realidad que vivió en Sodoma y Gomorra. En medio de una sociedad inmoral y desenfrenada, Lot sentía que se le despedazaba el alma por las cosas que veía y oía. Literalmente sentía una tortura por la degradación moral del lugar en que vivía. ¿Cuántos cristianos sentimos esto frente al pecado de nuestra sociedad actual? Muchos de nosotros reconocemos la realidad del pecado, pero sinceramente muy pocas veces sentimos que se nos “despedaza el alma” por las cosas que vemos a nuestro alrededor. Pedro nos muestra que Lot amaba el bien, y que a pesar de ser parte de esa sociedad, no se amoldaba. Sin embargo, tristemente, en el mundo de hoy vemos cómo los cristianos muchas veces nos amoldamos sutilmente en vez de seguir amando el bien y atormentarnos por las cosas que vemos a diario. Basta con observar lo que los cristianos ven en la televisión. Gradualmente nos hemos vuelto tolerantes ante cosas que años atrás pocos habrían observado sin apagar el televisor inmediatamente. Y lo mismo sucede con la música, sobre todo en América Latina, donde solamente porque una canción está de moda o es “pegajosa” no nos causa el menor problema con sus fuertes y degradantes contenidos sexuales —usando frases que, hace sólo un par de décadas, habrían dejado atónito a cualquier cristiano—. Más triste aun es que incluso ya no nos preocupa que nuestros propios hijos escuchen este tipo de contenidos desde pequeños. ¿Cómo podemos escuchar una canción solo por ser “pegajosa” sin importar si ofende a Dios o si rebaja su visión de la mujer o la sexualidad? Qué triste ha sido darme cuenta de que yo también he caído en eso. Muchas veces el Espíritu Santo me ha confrontado seriamente mientras veo una serie de televisión que contiene escenas de fuerte contenido solo porque es la serie de moda. O al escuchar una canción de letra claramente inmoral solo porque está de moda. Claramente nada de esto puede estar por sobre la autoridad de Dios en nuestra vida. Debemos cuestionarnos seriamente nuestra fe en él si ni siquiera podemos sacrificar el contenido de nuestros pasatiempos por honrarlo. Ante esta situación debemos reaccionar con urgencia para que la realidad que vemos nos abrume correctamente. Primero, debemos arrepentirnos delante de él y pedirle que, en medio de los difíciles tiempos en que vivimos, nos ayude por medio de su Espíritu Santo a honrarle sin vergüenza ni temor. Debemos dar gracias porque es misericordioso y, gracias a su Hijo, perdona nuestros pecados sin que lo merezcamos. Si decimos creer que él es Dios y rey del universo, también debemos ir en busca de su palabra para interesarnos de verdad en sus preceptos sobre la moral y no en las voces de nuestra propia comodidad y amoldamiento. Además, debemos preocuparnos de verdad por lo que pasa en nuestra sociedad. Nos hemos dejado de interesar realmente en ella ya sea porque nos hemos amoldado o bien porque nos hemos encerrado tan cómodamente en nuestras iglesias que hemos dejado de mirar hacia fuera. Debemos angustiarnos sinceramente por lo que sucede a nuestro alrededor. La vulgarización del sexo en la música no es algo divertido. Nuestros jóvenes bombardean constantemente sus mentes con letras que basurean su sexualidad y tratan sus cuerpos como meros objetos. Letras que tergiversan el amor incondicional por relaciones de una noche solo para satisfacer deseos egoístas. La implicancia de esto en sus vidas es y será algo desastroso. Cada día podemos ver cómo más jóvenes sufren profundos daños emocionales, inseguridad, soledad, depresión, falta de confianza, falta de amor propio, falta de fidelidad y pérdida de confianza en el matrimonio. Como cristianos que enfrentan esta realidad no podemos simplemente reírnos cantando la canción de moda o permaneciendo tolerantes porque hoy en día es lo normal. Esa realidad debe llevarnos a orar por nuestra sociedad y a mostrar con urgencia el amor de Dios en sus vidas y su verdad sobre el sexo y la familia. Lo que pasa a nuestro alrededor debe hacernos sentir, al igual que Lot, que se nos despedaza el alma.

2º de Pedro - 31
[1] Green, M. (1987). 2 Peter and Jude: an introduction and commentary (Vol. 18, p. 125). Downers Grove, IL: InterVarsity Press.
[2] Ibíd.


2º de Pedro - 32


2º de Pedro - 33
[1] Schreiner, T. R. (2003). 1, 2 Peter, Jude (Vol. 37, p. 348). Nashville: Broadman & Holman Publishers.
[2] Moo, D. J. (1996). 2 Peter, Jude (p. 139). Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House.
[3] Carson, D. A., France, R. T., Motyer, J. A., & Wenham, G. J. (2000). Nuevo comentario Bı́blico: Siglo veintiuno (electronic ed., 2 P 2.12). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
[4] Moo, D. J. (p. 139).
[5] Ibíd.


2º de Pedro - 34
[1] Green, M. (1987). 2 Peter and Jude: an introduction and commentary (Vol. 18, p. 130). Downers Grove, IL: InterVarsity Press.


2º de Pedro - 35
[1] Green, M. (1987). 2 Pedro y Judas: una introducción y comentario (Vol. 18, p. 133). Downers Grove, IL: InterVarsity Press.
[2] Schreiner, T. R. (2003). 1, 2 Peter, Jude (Vol. 37, pp. 350–351). Nashville: Broadman & Holman Publishers.


2º de Pedro - 36
[1] Schreiner, T. R. (2003). 1, 2 Peter, Jude (Vol. 37, p. 352). Nashville: Broadman & Holman Publishers.
[2] Green, M. (1987). 2 Peter and Jude: an introduction and commentary (Vol. 18, p. 129). Downers Grove, IL: InterVarsity Press.
[3] MOO, D. J. (1996). 2 Pedro, Judas (p. 135). Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House.
[4] MOO, D. J.
[5] Schreiner, T. R.


2º de Pedro - 38
[1] http://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/11/141127_deportes_mauro_prosperi_desierto_finde [2] Green, M. (1987). 2 Pedro y Judas: una introducción y comentario (vol 18, p 137). Downers Grove, IL: InterVarsity Press.


2º de Pedro - 40
Les prometen libertad, cuando ellos mismos son esclavos de la corrupción, ya que cada uno es esclavo de aquello que lo ha dominado. (2 Pedro 2:19)
Desde hace algunos años, en nuestro país, están de moda las estafas telefónicas. Estas llamadas, por lo general, vienen desde la cárcel. En una ocasión llamaron a mi casa diciendo que yo estaba preso por un accidente de tránsito, y que para poder ser liberado, la persona que cuidaba nuestra casa debía entregar todas nuestras cosas de valor. Gracias a Dios le habíamos advertido de este tipo de estafas y cortó el teléfono sin creer una palabra. La ironía es que alguien desde la cárcel misma llamaba para ofrecer mi falsa libertad a cambio de todas nuestras cosas “de valor”.
Hoy Pedro nos advierte de este tipo de estafas tal como nosotros, oportunamente, pudimos advertir a la persona que cuida nuestra casa. Hay falsos maestros que están ofreciendo una libertad falsa desde la cárcel misma o, en este caso, desde la esclavitud del pecado.
Como ya hemos visto en los versos anteriores, los falsos maestros ofrecen un tipo de vida cristiana en la que las personas pueden ser “libres” al no tener que preocuparse por su obediencia a Dios. Sin embargo, Pedro nos dice que esta es una contradicción, pues con sus propias vidas nos muestran que esta libertad es una ilusión, ya que son esclavos de la corrupción. Es decir, creen ser libres para pecar, pero en verdad son esclavos de sus propios pecados. Son dominados por sus pasiones desordenadas. No pueden dejarlas, les sirven de día y de noche con su tiempo, mente, cuerpo, y recursos, y están dispuestos a dar todo lo “de valor” por ellas.
Quienes caen en su estafa comienzan a creer que la vida cristiana sólo se trata de mi actitud durante el servicio, de cuán fuerte canto, de cuánto ofrendo, etc., y que eso de alguna manera les faculta para no preocuparse de su santidad cuando no están en las “actividades” cristianas. Esto ya había sido advertido por el profeta Ezequiel en el Antiguo Testamento:
“Y se te acercan en masa, y se sientan delante de ti y escuchan tus palabras, pero luego no las practican. Me halagan de labios para afuera, pero después sólo buscan las ganancias injustas.” (Ez 33:31)
La Biblia nos muestra que la verdadera adoración se da sobre todo cuando no estamos en la iglesia sino en las cosas cotidianas a lo largo de la semana. No somos libres “de” adorar, sino que tenemos el privilegio de ser libres “para” ello. Esto lo expresa con toda claridad también Pablo:
“Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna.” (Ro 6:22)
Muchas iglesias enfatizan la libertad que Cristo logró, y punto. Si bien eso es algo acertado, es incompleto, pues Pablo nos muestra que hemos sido liberados de la esclavitud del pecado para ahora ponernos bajo el señorío y servicio de Dios. Somos libres del pecado para ahora servir a Dios y, por tanto, obedecerle. Entonces siempre seremos servidores de alguien, no simplemente libres como a los falsos maestros les gusta enfatizar. La pregunta es: ¿Serviremos al pecado, o al Señor? [1]
Hemos visto a lo largo de la carta de Pedro cuán importante es la moral en la vida cristiana, y Dios, en su poder, nos ha librado de la esclavitud del pecado para que le sirvamos en toda nuestra vida. Tenemos el privilegio de poder glorificar a Dios con todas nuestras actividades y relaciones. Somos llamados a darlo a conocer al mundo por medio de la manera en que actuamos. Nuestra lógica pecaminosa dice que al insulto se responde con insulto, pero él nos ha hecho libres de eso para poder responder con paciencia, amabilidad, e incluso con amor, tal como Jesús lo hizo. Somos libres para amar a nuestros enemigos, para perdonar a los que nos ofenden, para ser generosos sin necesidad de que nos vean, para ser fieles en el matrimonio, para decir la verdad en toda circunstancia, para orar por los que nos maldicen y bendecir a los que nos tratan mal, para poner los intereses del otro por sobre los nuestros, etc.
La advertencia de Pedro ha sido lo suficientemente clara para que la próxima vez que alguien nos llame para ofrecernos libertad a costa de nuestra obediencia al Señor, sepamos de inmediato que es sólo otra estafa telefónica.
[1] MOO, D. J. (1996). 2 Pedro, Judas (pp. 141-145). Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House.


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[1] Schreiner, T. R. (2003). 1, 2 Peter, Jude (Vol. 37, p. 365). Nashville: Broadman & Holman Publishers.


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¿Por qué lloras?
Los discípulos regresaron a su casa, pero María se quedó afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro, y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. —¿Por qué lloras, mujer?—le preguntaron los ángeles. —Es que se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto—les respondió. Apenas dijo esto, volvió la mirada y allí vio a Jesús de pie, aunque no sabía que era él. Jesús le dijo: —¿Por qué lloras, mujer? ¿A quién buscas? (Juan 20:10-15a)¿Hay en este momento de tu vida algo por lo que estés llorando? Este pasaje ocurre en los primeros momentos luego de la resurrección de Jesús. El apóstol Juan vuelve aquí su atención a María Magdalena, quien a pesar de que ya ha visto el sepulcro de Jesús vacío y conocía todas sus promesas acerca de su resurrección, está desesperanzada y lo manifiesta de la forma más común que reflejamos nuestra angustia y tristeza: llorando. Lejos de pensar que Jesús está vivo, piensa que se han robado el cuerpo. Nada parece consolarla. Ni siquiera el inclinar su mirada y ver dos ángeles le hace pensar que algo está ocurriendo. Ni siquiera una experiencia sobrenatural le calma, pues sigue llorando. Los ángeles se percatan de la situación y le preguntan: “¿Por qué lloras?” Es una pregunta simple, pero llena de contenido: ¿Es que acaso no conoces las promesas de Jesús? ¿Es que acaso no viste el sepulcro vacío? ¿Es que acaso nuestra presencia no te dice que algo está pasando? La razón es que, pese a las pruebas, sigue buscando un cadáver. Sigue buscando a un muerto en vez de gozarse en aquel que ha vencido a la muerte. Entonces vuelve la mirada y ve a Jesús; sin embargo, sus lágrimas no le permiten reconocerlo con facilidad. Su angustia, tristeza y desesperanza le nublan la vista incluso con Jesús delante de ella. Entonces Jesús repite la pregunta de los ángeles, pero agregando una segunda pregunta: “¿Por qué lloras, mujer? ¿A quién buscas?” Toda la desesperanza de María radica en que, en vez de estar buscando a Jesús, está buscando un cadáver. Esto nos ayuda a entender por qué muchas veces nosotros nos sentimos desesperanzados, por qué muchas veces lloramos sin consuelo, por qué estamos angustiados a pesar de todo lo que está delante de nosotros. Y la razón es que muchas veces estamos buscando un cadáver en vez de buscar a Jesús. ¿Te sientes desesperanzado o angustiado? Si la respuesta es sí, entonces agrega la pregunta de Jesús: “¿A quién buscas?” ¿Estás buscando a Jesús o estás buscando un cadáver? ¿Cuál es el cadáver que estás buscando? ¿Cuál es el cadáver sobre quien realmente están puestas tus esperanzas? ¿Tu salud, dinero, carrera, familia, apariencia, opinión de la gente? Puede que en este momento de tu vida estés llorando y desesperanzado aun cuando Jesús está vivo delante tuyo. O puede que estés feliz en este momento, pero tarde o temprano tendrás un cadáver en tus manos y estarás a la puerta de su sepulcro llorando, pues cualquier cosa que no sea Jesús un día se acabará. Limpia tus lágrimas y entrégate a los brazos de aquel que ha vencido la muerte y está delante tuyo con los brazos abiertos para recibirte. Aquel que entregó su vida para tu salvación eterna y secar tus lágrimas y las de tu familia para siempre. Que esta Semana Santa tú y tu familia puedan dejar de buscar un cadáver y entregarse a los brazos del único que vive y reina para siempre.


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Ante todo, deben saber que en los últimos días vendrá gente burlona que, siguiendo sus malos deseos, se mofará… (2 Pedro 3:3)
¿Se han burlado alguna vez de tu fe? ¿Cómo te sentiste?
Siempre recuerdo, con mucha tristeza, una época del colegio en que hice bromas muy pesadas a un compañero de curso. Lo molestaba por su forma de hablar, por las cosas que decía, y cuando volvíamos a casa, me divertía impidiéndole bajar en la estación del metro que le correspondía. Nunca pensé cómo esto le podía dañar, pues solo seguía mis propios instintos para hacer lo que me parecía divertido. El pecado en nosotros enceguece de tal forma que nos puede llevar muy lejos en el daño que podemos causar a otros.
Ahora que conozco a Cristo, miro hacia atrás, siento vergüenza y oro para que Dios pueda sanar cualquier herida que haya causado en ese compañero. Sin embargo, hoy también me ayuda a tener la perspectiva correcta frente a lo que Pedro nos presenta en este verso.
Pedro nos advierte que personas se burlarán de nuestra fe. Nos menciona dos cosas en relación con ellos: (1) que existirán y (2) que actuarán siguiendo sus malos deseos.
Primero, los burladores fueron, son y serán una realidad en nuestra vida cristiana. Esto no empezó a ocurrir recién en la iglesia primitiva, sino que estuvo presente desde tiempos antiguos en el pueblo de Israel. Por ejemplo, el Salmo 89:50 menciona: “Recuerda, Señor, que se burlan de tus siervos; que llevo en mi pecho los insultos de muchos pueblos.”
Estos personajes son una realidad desde tiempos antiguos y siguen siendo parte de nuestra vida cristiana. Si alguien se ha burlado de tu fe —o lo hiciera en el futuro—, debes recordar que Dios, por medio de Pedro, nos advirtió que esto ocurriría. Por tanto, lejos de sentirnos amedrentados e inseguros por personas que toman nuestra fe para la risa, debemos sentirnos más seguros y confiados de que Dios y su conocimiento de lo que sucederá en la historia es real.
Lo segundo que Pedro nos dice es que los burladores actuarán siguiendo sus malos deseos. En otras palabras, los que se burlan de nuestra fe lo hacen como consecuencia de su pecado. En este sentido, hay tres cosas importantes que debemos recordar. La primera es que, como dice Pablo: “En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los demás, éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios” (Efesios 2:3). Es decir, nosotros también actuábamos siguiendo nuestros deseos pecaminosos, por lo cual merecíamos la ira de Dios tal como estos burladores. No nos diferenciábamos en nada: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!” (Efesios 2:4-5)
Entonces, cuando enfrentemos estos difíciles momentos, tengamos la perspectiva correcta de ellos y de nosotros mismos, y recordemos que, si la misericordia de Dios no nos hubiera alcanzado, seríamos igual que ellos.
En segundo lugar, debemos confiar en que Dios es el único juez quien juzgará al mundo con justicia (Salmo 9:8), y por tanto, toda obra contra el pueblo de Dios no quedará impune. Por ello, no debemos tomar la justicia en nuestras manos sino dejar todo en las de Dios sabiendo que él es quien hará justicia un día.
Y finalmente, eso nos da la libertad y la seguridad para que, en vez de ponernos nerviosos, enojarnos, responder a la defensiva o de forma violenta, podamos orar por estas personas como Jesús lo ordenó para que, tal como sucedió con nosotros, Dios les conceda misericordia y los libre de obedecer sus malos deseos: “Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos” (Mateo 5:44).
Que cuando vengan los burladores a tu vida la próxima vez (porque van a venir), el Espíritu Santo nos pueda recordar estas importantes verdades para poder sentirnos seguros en él, humildes, y aprovechar la libertad que tenemos para amar y orar por todos aquellos que nos atacan con sus bromas pesadas.


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[1] MOO, D. J. (1996). 2 Pedro, Jude (pp. 194-195). Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House.


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Teología Bíblica de la Prosperidad
INTRODUCCIÓN:
Al hacer una lectura rápida de algunos pasajes del Antiguo Testamento, no es difícil ver de dónde viene el ‘popular’ “evangelio de la prosperidad”. Basta con tomar algunas promesas hechas a los patriarcas, sumarles algunos principios malinterpretados de la fe y sellar todo con la frase “Cristo sufrió para que yo no tenga que sufrir” para tener una buena excusa para la búsqueda de riquezas. Pero también podemos hacer fácilmente una teología de que Dios odia a los ricos y llegar a una austeridad desequilibrada. Basta sólo con observar un poco el Sermón del Monte, el joven rico o Lázaro y formarás fácilmente una teología donde el dinero es malo y también aquellos que lo poseen.
Por estos grandes riesgos es que, en este trabajo, haremos una búsqueda de lo que la Biblia realmente dice acerca de la prosperidad, los bienes materiales y, finalmente, cuáles son las verdaderas riquezas para los hijos de Dios.
Entenderemos como prosperidad el estado de felicidad, satisfacción y bienestar, ya sea espiritual o corporal, que es consecuencia de la abundancia de bienes o de productos valiosos. La Escritura se centra en establecer los usos correctos o incorrectos de este concepto de riqueza.


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[1] Carson, D. A., France, R. T., Motyer, J. A., & Wenham, G. J. (2000). Nuevo Comentario Bı́blico: Siglo Veintiuno (electronic ed., 2P 3:11–12). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.


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[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Hundimiento_del_RMS_Titanic


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Más bien, crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. (2 Pedro 3:18a)
En el devocional anterior vimos cómo Pedro anima a los creyentes a que, frente a todo lo que les ha advertido a lo largo de su carta, se mantengan alertas para no ser arrastrados por el error de los falsos maestros. Sin embargo, mantenerse alerta no es suficiente para el cristiano, pues además debemos crecer en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Lo primero que nos muestra Pedro es que el crecimiento en la vida cristiana es algo constante que nunca debe cesar, por más años que se puedan llevar en la fe. Los creyentes nunca van a alcanzar un nivel de madurez tal que no les exija seguir creciendo en el Señor. El verdadero creyente se mantiene creciendo a lo largo de toda su vida. Concretamente, Pedro nos dice que debemos crecer en dos áreas: en la gracia y el conocimiento de Jesucristo.
La gracia no es un concepto finito que se aprende totalmente de una vez y para siempre, sino que tiene una profundidad que descubrimos a lo largo de toda nuestra vida. La manifestación de esa gracia se da en que, aun siendo pecadores, Jesucristo murió por nosotros. Eso es algo concreto, pero su profundidad y aplicación es inagotable. Cada día de nuestra vida descubrimos cuánto más pecadores somos y cuánto más inmerecedores somos de su amor, y por otro lado, cuánto más grande es su gracia para haber entregado a su Hijo para nuestra salvación. Cada día nuestro pecado se hace visiblemente más grande para nosotros, y su sacrificio con el que pagó por ese pecado se hace más grande también. Por tanto, su gracia es un concepto dinámico que cada día debemos ir conociendo. Si esto no ocurre, es muy fácil que comencemos a dejar de lado la centralidad del evangelio, a ponernos legalistas o bien a ser atrapados por la condenación. Es como cuando vas viajando y, a lo lejos, ves que aparece una gran ciudad que al principio se ve de manera muy pequeña, pero que, a medida que te vas acercando, se ve cada vez más y más grande. La vida cristiana es un viaje que nunca termina donde, cada día, la gracia de Dios se ve más y más grande para nosotros. Si viajamos con la mirada puesta en descubrir cada día la grandeza de su gracia, ninguna otra cosa nos apartará del camino.
Lo segundo en que Pedro nos llama a crecer es en el conocimiento de nuestro Señor Jesús. Antes que todo, debemos recordar que la verdad no es una doctrina, una denominación, o un cuerpo de ideas, sino una persona. Jesús dijo yo soy la verdad, el camino y la vida. Por tanto, antes que todo, debemos crecer cada día de nuestra vida en conocer a esa persona: el Señor Jesús. Conocer a Jesús como persona también es algo interminable. Debemos conocer sus mandamientos, sus enseñanzas, su vida, sus promesas, etc. Y esto no es algo estático que ocurre solo por medio de la lectura de los cuatro Evangelios, sino algo que hacemos por medio de todos los libros de la Biblia. Todo el Antiguo Testamento nos ayuda a entender correctamente la profundidad de la vida y obra de nuestro Señor y Salvador, así como el Nuevo Testamento nos la da a conocer.
Después de la resurrección, cuando Jesús iba con sus discípulos camino a Emaús, se nos dice que: “Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras” (Lucas 24:27).
Por tanto, el conocimiento inagotable que todo cristiano debe adquirir de nuestro Señor Jesucristo a lo largo de toda su vida se debe dar por medio de todas las Escrituras, pues como él mismo lo enseñó, todas ellas hablan de él.
Pero como es una persona, no solo le conocemos por medio de su Palabra, sino también mediante una relación con él por medio de la oración. Es una persona con la que, por medio de su Espíritu Santo, podemos relacionarnos íntimamente día a día y crecer en un conocimiento inagotable de él. Mi abuelo me dice que lleva más de 50 años casado y que jamás ha terminado de conocer a mi abuela. Nunca terminaremos de conocer la belleza y majestuosidad de nuestro Señor Jesús en toda nuestra vida, pero cada día, nuestra comprensión de él debe crecer sin cesar.
Al mirar este último año de vida cristiana, ¿puedes ver que has crecido en la gracia y en el conocimiento del Señor Jesús?
Pedro nos llama a recordar que el cristianismo está muy lejos de ser algo estático y finito, por lo que, día tras día, debemos ir en búsqueda de un crecimiento inagotable.


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Una mejor perspectiva


Con los ojos puestos en la ropa sucia
Y lo crucificaron. Repartieron su ropa, echando suertes para ver qué le tocaría a cada uno. (Marcos 15:24)
En el relato de la crucifixión, Marcos nos muestra un contraste desgarrador. Mientras Jesús está siendo crucificado de manera violenta e injusta, los soldados se reparten las sucias y ensangrentadas ropas que le han quitado. Están completamente ciegos a lo que ahí está ocurriendo. Delante de ellos está crucificado el Hijo de Dios, el Rey de Reyes, aquel por medio del cual todo ha sido creado, y sin embargo, están totalmente concentrados en ver cuánto les toca del botín. Sin duda esta imagen nos provoca un tremendo impacto y sentimiento de injusticia, pero la verdad es que la actitud de los soldados representa la de toda la humanidad. Jesús ha entregado voluntariamente su vida por nosotros y está en esa cruz como la mayor demostración de amor que la historia haya visto jamás, pero simplemente no lo vemos. El único justo está entregando su vida, de forma totalmente inmerecida por los injustos, pero estamos ciegos frente a él y tenemos puesta la mirada y toda nuestra atención en nuestras pasiones y deseos. Esta realidad nos pone en ese grupo de soldados. Mientras el Hijo de Dios ha sido crucificado por nuestra causa, nosotros tenemos puesta la mirada en los trapos sucios. Esta es la realidad de toda la humanidad. Sin embargo muchas veces también vuelve a ser una realidad de los que dicen haber puesto su confianza en Jesús. Él está delante de nosotros en toda nuestra vida, pero seguimos poniendo los ojos en el botín. Vamos a la iglesia, participamos de estudios bíblicos, cantamos canciones, escuchamos sermones, leemos libros cristianos, pero sin afectar nuestras vidas de verdad, ya que nuestros ojos no están puestos en Jesús, sino en otras cosas. Somos consumidos por las preocupaciones, atraídos por falsas promesas de felicidad y satisfacción, y encantados por cosas que parecen únicas y valiosas, pero que frente a la belleza de Cristo no son más que unos trapos sucios. Aun cuando muchas veces sonamos y parecemos cristianos en lo que hacemos y pensamos, la realidad es que no lo buscamos, ni miramos de verdad, sino que simplemente estamos a la espera de lo que de él podemos obtener. El plan perfecto y misericordioso de Dios se ha cumplido y Jesús está recibiendo en esa escena el castigo por nuestros pecados. Quizás esto es algo que hemos escuchado en muchas oportunidades y conocemos de memoria, sin embargo, frente a esta realidad es que nos damos cuenta que necesitamos gritarla día a día a nuestros hermanos y a nosotros mismos para que no cometamos la locura de poner nuestra mirada en los trapos sucios, mientras delante de nosotros el Hijo de Dios ha sido crucificado en nuestro lugar y como dijo el autor de Hebreos: “Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.” (Heb. 12:2)

Sirviendo al dios del espejo


Mejor de lo que merezco

