En una reciente llamada por Zoom con media docena de pastores, uno de ellos planteó el inquietante tema de las redes sociales. Varios de sus miembros lo habían instado a hablar más en respuesta a las tragedias racistas que habían consumido a la nación en la semanas previas. «No estoy seguro de qué decir o hacer», se quejó. Su propio pensamiento respecto al incidente y a sus consecuencias aún estaba en proceso. Además, ¿tenía él la responsabilidad de expresarse en las redes sociales? ¿Era él cómplice de la injusticia si no expresaba su opinión? Muchas personas han estado citando a Martin Luther King Jr. y a Elie Wiesel que tocan el mismo tema.
Otro pastor empatizó inmediatamente: «algunos de mis miembros quieren escuchar más indignación de mi parte. Otros quieren asegurarse de que no suene como un eco de los medios de comunicación dominantes». Se encogió de hombros, «no creo poder satisfacer a ninguno de los grupos».
Saber cómo pastorear en la era de las redes sociales puede ser desconcertante. Vemos sus oportunidades y sus peligros. Podemos animar a docenas o incluso a cientos de personas con un tuit. Sin embargo… también podemos provocar discusiones sin quererlo; causar polémicas insensatas. Aparentemente, incluso podemos perder nuestro edificio de la iglesia al «favorecer» lo incorrecto.
No obstante, el tema no puede evitarse. Twitter, Facebook e Instagram son los pubs, las tabernas y las plazas principales de hoy. Desde el 2013, el 70 % de los cristianos mileniales leen la Biblia en su celular o por Internet, el 56 % investiga la página web de una iglesia antes de asistir a ella y el 59 % busca contenido espiritual en línea.
Por lo tanto, no es sorprendente que el 85 % de las iglesias usen Facebook; que el 84 % de los pastores digan que es su principal herramienta de comunicación en línea; y que el 51 % de las iglesias digan que al menos un miembro del equipo publica regularmente en las redes sociales.
Los asesores eclesiásticos insisten que tu iglesia debe aprovechar las redes sociales porque son una ayuda para que las personas te encuentren, construyen comunidad, muestran la vitalidad de tu iglesia, encuentran a las personas en el lugar donde viven, venden los productos de tu ministerio, proveen un espacio para anuncios, te ayudan a educar y a discipular, y así sucesivamente.
No solo los evangélicos de la «low church [iglesia baja][1]» son los que usan las redes sociales. La Iglesia Anglicana de Inglaterra le pidió a sus miembros que publicaran fotografías de la celebración de la Pascua con el hashtag #EasterJoy [#GozoDePascua]. El Papa Francisco invitó a sus 18 millones de seguidores en Twitter a unirse a él en «un nuevo viaje en Instagram, para recorrer… el camino de la misericordia y de la bondad de Dios».
Por lo tanto, ¿cómo deben pensar los pastores respecto a su propio uso de las redes sociales?
Las dinámicas únicas de las redes sociales
Para responder esto, vale la pena pensar en el medio de comunicación mismo. Has escuchado la frase: «el medio es el mensaje». ¿Cómo el medio mismo impacta y da forma a lo que decimos o hacemos en las redes sociales? En primer lugar, trae a la memoria los medios de comunicación más antiguos, como el libro, el periódico o los noticieros. Ahora, en comparación a ellos, ¿qué es único respecto a las redes sociales y cómo eso impacta la naturaleza de la comunicación? A continuación, mostraré cinco características únicas que vale la pena notar.
1. Pone a la imprenta en manos de todos
Las redes sociales ponen a la imprenta de Gutenberg en las palmas de las manos de todos: gracias al teléfono inteligente. Democratizan la industria editorial; nivela el campo de juego. Tu publicación personal en Facebook aparece justo al lado de la publicación de The New York Times, el tuit malhumorado del miembro de la iglesia, al lado de la del presidente. Por su aparición en la fuente de noticias, ningún tuit ni publicación tiene más autoridad intrínseca que otra. Todos ofrecen una afirmación igualitaria para definir la realidad. Una mujer podría pasar muchos años trabajando para obtener un doctorado en un área, pero una inteligente palabra de desprecio de un hombre que ha leído algún artículo sobre el tema, divide a la multitud y la deja con un aspecto frívolo.
2, Promueve la autoexpresión
Aunque hace mucho que los periódicos dieron espacio a una página de opinión y a editoriales, las redes sociales existen casi completamente con el propósito de la autoexpresión. Publico y tuiteo con el fin de decirte qué es lo que pienso, lo que siento, lo que creo. Abre un camino en el cual las personas comparten de sí mismos con más holgura (desde fotografías de vacaciones familiares hasta listas de escuelas a las que alguien asistió). No solo la imprenta está en las manos de todos, todos pueden escribir su autobiografía, solo que esta autobiografía es en vivo, minuto a minuto, en tiempo real.
Sin duda, una persona puede hacer todas estas cosas (compartir sus opiniones y fotografías de sus vacaciones familiares) en rectitud.
No obstante, las redes sociales también hacen uso de nuestra arrogancia. Nos tientan a pensar que las personas quieren o incluso necesitan escuchar nuestras opiniones y ver nuestras fotografías. Al extremo de que no me involucro con el mundo «allá afuera», sino que permanezco inamovible en la pantalla, y corro el riesgo de definir la realidad por lo que está en la pantalla. Sin duda alguna, las redes sociales son el medio perfecto para una sociedad que cree que la realidad se construye socialmente.
Mis publicaciones y mi interacción con las páginas de otros pueden convertirse en mi realidad: esta es la decoración que me encanta para mi casa, mis cinco películas románticas favoritas, mis aperitivos y mis postres favoritos, mis reflexiones sobre la justicia social, mis opiniones sobre la homosexualidad y Dios, mis puntos de vista respecto a la ciencia de una pandemia mundial. Este soy yo. Este es el mundo que conozco y experimento. Si no estás de acuerdo con alguna de mis opiniones, seré simultáneamente tentado a tomar tu desacuerdo de manera personal (a verlo como un ataque personal), así como también a ver tu desacuerdo como algo irracional porque desafía mi realidad. Y, por supuesto, no se puede razonar con el irracional. Es peligroso; necesita ser castigado, insultado y eliminado.
Esto es cierto ya sea que esté hablando sobre algo sublime o sobre algo ridículo. De hecho, el espectro completo entre estos dos comienza a unirse porque ahora pertenecen a las mismas categorías de mi realidad. Puedo hablar sobre Dios o sobre colores de pintura al mismo tiempo, con la misma emoción, en el mismo lugar.
3. Quita la responsabilidad previa a la publicación
Como otro medio de comunicación y de edición, las redes sociales presentan responsabilidad. Di algo estúpido o incorrecto, y serás perseguido por la multitud. Incluso podrías ser «cancelado». Sin embargo, lo que es único es que las redes sociales no requieren ninguna responsabilidad antes de presionar el botón «publicar». No hay ninguna supervisión editorial. Cada hombre es su propio editor y junta editorial.
No solo eso, la supervisión editorial dada a libros, artículos y columnas exige un tiempo de retraso. Un escritor debe esperar que un editor lea, lo que significa que cualquier destello de emoción o certezas disparatadas a las 1 a. m. que te obligan a escribir algo tendrán tiempo de enfriarse con un nuevo amanecer. Sin embargo, las redes sociales me permiten anunciar instantáneamente al planeta cada oleada de ira, lujuria e indignación. El medio no permite revisiones. Estas deben venir del usuario.
4, Une la edición con reuniones de discusión, pero sin normas para quienes dan su opinión
Las redes sociales no solo les permiten a las personas que actúen como editores, también les permite actuar como si fueran parte de una reunión congregacional de la iglesia o como un concejo municipal o incluso como un tribunal de justicia. Cuando hablas, las personas pueden responder, ofreciendo sus ovaciones o sus desprecios.
El problema es que las personas no tienen ninguna norma y permanecen relativamente impersonales. En una reunión de la iglesia o en un concejo municipal, cuando una persona habla, cualquiera que responda será responsable de su respuesta. Todos los nombres y los rostros están presentes. Además, todos escucharán el vaivén de la conversación (argumento y contraargumento) antes de que se tomen las decisiones.
En las redes sociales, las personas leen una publicación, hacen comentarios y después siguen adelante. Como si dispararan desde un automóvil para luego huir, toman parte en la discusión disparando tuits desde lejos o enjuiciando. Todo el proceso judicial (los cargos, el proceso y la condena) ocurre en 280 caracteres. Caso cerrado. El nombre de quien dispara podría aparecer sobre el tuit (Juan Pérez), pero eso no significa mucho. En efecto, el tuit o el comentario llega sin ningún contexto personal de «Juan»: no hay lenguaje corporal, ni tono de voz, ni historia de conversaciones ni interacciones personales, solo las perezosas palabras, «no, simplemente no» o «hazlo mejor».
Anónimos o seudónimos en una cuenta de red social es fuente de aún más problemas y rencor. Al menos «Juan Pérez» probablemente ejercerá cierta limitación interna porque su nombre está presente. No obstante, la persona que usa seudónimos («El chico consciente», «Mamá metodista») efectivamente entra a hogares, lanza una granada y luego se retira, usando todo el tiempo una máscara de esquí para no tener ninguna responsabilidad. Esos usuarios, creo, son irresponsables, cobardes y desleales, al menos en la medida en que se autodenominan portadores de la verdad o profetas.
Qué lástima por los profetas bíblicos. ¡Ellos no podían tener esa máscara de esquí puesta! Jeremías no se sentó en la cisterna ni Juan el Bautista puso su cabeza para ser decapitada y susurraron para sí: «espera, ¿podría haber usado un seudónimo?». Ellos enfrentaron burlas, azotes y encarcelamiento porque esperaban una mejor ciudad; este mundo no era digno de ellos (Heb 11:16, 36-38).
5. Cultiva la comparación, el legalismo y el tribalismo
Los seres humanos siempre han sido tentados a usar máscaras, a esmerarse para causar la mejor impresión pública y a alentar a otros a pensar mejor de ellos mismos de lo que realmente son. Las estructuras de las redes sociales entregan un vehículo práctico para estos instintos básicos. El adolescente y su cuenta de Instagram; la mamá joven y su tablero de Pinterest; el candidato a un doctorado y su lista de relaciones en Facebook; el líder de ministerio y sus tuits ofreciendo solidaridad; en todos esos lugares, uno puede ser tentado a fabricar una imagen exterior o a cultivar una reputación inmaculada acorde con los tiempos.
Sin embargo, esto crea una cultura de comparación. Otro adolescente ve esa cuenta; otra mamá, esas fotos; otro intelectual en potencia, esa lista; otro ministro, esas afirmaciones: todos se comparan con el otro. Ella se pregunta: «¿ese es el estándar?». Él pregunta: «¿debemos hacer lo mismo?». Comparamos el exterior cuidadosamente conservado de las vidas de otras personas con las caóticas realidades interiores de la nuestra, como le escuché decir una vez a un predicador.
Estas comparaciones pueden convertirse, entonces, en vehículos para el legalismo: «quizás necesito hacer un mejor trabajo al crear más tradiciones vacacionales para mis hijos como lo hace esta mamá». Ese legalismo da espacio al tribalismo, ya que nuestras tribus normalmente se enraízan en nuestros legalismos. Mi tribu, después de todo, consiste en personas que cumplen las mismas reglas que yo, valoran lo que yo valoro, demuestran su virtud en las cosas que yo considero virtuosas: mi manera de criar, mis políticas y mi partido, mi estilo de vida.
Resumen de estas dinámicas
Todas estas dinámicas que estoy discutiendo son más o menos endémicas de las estructuras de las redes sociales. Las plataformas de las redes sociales (la manera en que funcionan) democratizan la edición, promueven la autoexpresión, eliminan las normas previas a la publicación, proveen los medios de una retroalimentación parecidos a las de una reunión y cultiva las comparaciones que (a veces) producen un tribalismo legalista. Sin duda, la tecnología es moralmente neutral. Puede ser usada con propósitos de rectitud o de maldad, como cualquier tecnología. Una persona puede tuitear o publicar en Facebook por el bien genuino de otros, ejerciendo un control apropiado de sí misma, aceptando la retroalimentación de otros humilde y misericordiosamente, y alegrándose en las victorias y en las virtudes de otros. No obstante, toda tecnología ofrece tentaciones particulares y puede alentar ciertas potencialidades en los seres humanos morales, testarudos y caídos.
¿Qué potencialidades? En pocas palabras, las redes sociales crean un espacio para alzar la voz por los indefensos y un espacio para todas las tentaciones de discursos necios y malvados porque elimina dos cosas que cada sociedad en la historia del mundo ha usado para formar y controlar el discurso público: el acceso y las estructuras de autoridad. El jefe de la tribu y su tribu, la asamblea griega y sus votos, Horace Greeley y las leyes de difamación, todos han tenido tradiciones, reglas y directrices para el discurso público. No obstante, al quitar tanto de esto de en medio y al otorgarle a todos acceso a una plataforma de Internet potencialmente global, abre el discurso público tanto al necio como al sabio.
Por un lado, podemos hacer caso más fácilmente a la instrucción del rey Lemuel:
- «Abre tu boca por los mudos, por los derechos de todos los desdichados. Abre tu boca, juzga con justicia, y defiende los derechos del afligido y del necesitado» (Pr 31:8-9).
Por otro, el necio y el malvado echan un vistazo a las puertas abiertas que dan a un campo más abierto.
- «El necio no se deleita en la prudencia, sino solo en revelar su corazón» (Pr 18:2).
- «El que odia, disimula con sus labios, pero en su corazón acumula engaño. Cuando su voz sea agradable, no lo creas, pues hay siete abominaciones en su corazón» (Pr 26:24-25).
Ambos tipos de discurso han tenido rienda suelta en este panorama. ¿Y qué tipo de discurso nace más fácil en este mundo? (Hay que reconocer que las recientes acciones de Twitter y Facebook para custodiar ciertas variedades de discurso restringen parte de esa libertad).
Sin embargo, el hecho de que cada uno de nosotros tenga la capacidad de comentar públicamente el desempeño del trabajo de nuestros líderes políticos, la política de gobierno, las ciencias ambientales, los puntos más finos de la teología trinitaria, las exigencias del pastorado, las complejidades de las étnias, las inequidades del mercado, la inocencia o la culpabilidad del acusado y mucho más, no significa que tengamos la sabiduría y la competencia para hacerlo. (Lee la narración que Tim Challies hace de la historia de Apeles y el atrevido zapatero aquí).
Es extraño para mí, sin embargo, que muchos presuman lo contrario. Es como si tener acceso a una plataforma de red social repentinamente nos convierta a todos en expertos de todo.
Esto me recuerda algo que le escuché observar a Mark Dever recientemente: nuestras capacidades no han aumentado ni un poco desde la invención del telégrafo, del teléfono o del Internet. Y los deseos que las personas tienen de que hablemos no aumenta nuestra sabiduría.
Reconoce que las redes sociales ofrecen una comunidad rival para tu iglesia
Si ese es el escenario, ¿cómo deben pensar los pastores respecto a hablar en ellas?
Suma estas cinco dinámicas y este es el panorama completo: las redes sociales ofrecen una comunidad rival para tu iglesia local. No es la única comunidad o espacio que hace eso. Los equipos, los grupos de amigos, los gimnasios CrossFit y los lugares de trabajo hacen lo mismo. Sin embargo, las redes sociales son un rival particularmente poderoso porque es autoseleccionado y dirigido. Ofrece las voces de autoridad que nos dicen lo que queremos escuchar y los amigos a los que les gusta lo que a nosotros nos gusta. Satisface nuestras predilecciones naturales. Nos empodera, dándonos una plataforma para lo que sea que queramos. Y porque aparece en nuestro teléfono, nos sigue al trabajo, al supermercado y a la cama.
Tales desafíos no son completamente nuevos. Otras voces de celebridades han desafiado a la autoridad del pastor. La radio y la televisión han tentado por mucho tiempo a los cristianos estadounidenses a seguir el consejo de Robert Schuller, Jimmy Swaggart y James Dobson por sobre la de sus pastores. Dicho esto, Schuller y Swaggart nunca «dieron me gusta» a tu publicación por la pantalla de la televisión, y ninguno de tus columnistas favoritos de tu revista cristiana favorita te «siguió». Las plataformas de las redes sociales te ofrecen este tipo de refuerzo y favor. También hace conexiones y alianzas sociales entre personas que nunca lo han hecho de otra manera.
Las redes sociales son particularmente expertas en ofrecer una disciplina rival (por ejemplo, aquí [disponible solo en inglés]); una que es muchísimo más grave e invasiva que cualquiera de lo que la vieja iglesia local puede hacer. Avergüenza, aísla y desprecia. Les cuesta el trabajo, los amigos, el estatus y más a las personas. Con razón, las personas temen ser atraídas hacia su torbellino, porque las personas carecen de normas, discernimiento y amor, y no ofrece provisiones para perdonar. Los líderes políticos, los directores corporativos y las celebridades del ministerio, por tanto, hacen lo que sea que puedan para evitar que la plaga de langostas digitales caiga sobre ellos. Incluso se postrarán cuando sea necesario.
En otras palabras, animaría a que los pastores sintieran primordialmente cautela respecto a las redes sociales. Las personas se aprovecharán de ti para sus propósitos, ni mencionar cómo te destruirán. Las personas también dividirán la iglesia, ya sea que implique provocar insatisfacción en solo una familia o suscitar divisiones políticas en la congregación. Por tanto, mantén la guardia. Estás entrando en una ciudad polvorienta del viejo oeste donde no hay sheriff ni ley.
Más drásticamente, estás luchando contra principados y poderes, y esos poderes ven con buenos ojos tus deseos de una audiencia más grande y la atracción de los miembros de tu iglesia por otras formas de refuerzo social. Quieren que creas que otras formas de sabiduría son más confiables que la Palabra de Dios; otras audiencias, más importantes que tu humilde congregación; otras plataformas, más poderosas para hablar; otros tipos de impacto, más perdurables y significativos. En el segundo en que comienzas a creer estas cosas, has comenzado a ceder en tu llamado como pastor.
Recuerda ante quién eres responsable: Dios y tu iglesia
Por lo tanto, lo más crucial es recordar ante quién eres responsable como pastor: primero, Dios; segundo, tu iglesia. No eres responsable ante la red mundial, pues ella no te hizo un pastor. No darás cuentas por ella de la misma manera en que las darás por tu congregación (Heb 13:17).
Esto significa, primeramente, que no necesitas hablar ahí. Tú necesitas hablar con tu iglesia. Subir a una plataforma de red social o a otra generará expectativas entre los miembros de tu iglesia respecto a que debes usar esa plataforma para abordar los asuntos del día. Si no quieres esas expectativas, bájate de la plataforma.
Si decides poner un pie en una plataforma, siempre mantén estas dos audiencias en mente: tu iglesia y el resto de Internet. Como pastor, estás llamado por Dios a hablarle a la primera, no a la segunda. Eso significa que no debes sentirte presionado a abordar todo ni a todos en las redes sociales. Tú sí tienes una responsabilidad como cristiano a hablar, particularmente por aquellos que no pueden hablar por sí mismos (nuevamente, ver Pr 31:8-9). Sin embargo, el silencio en las redes sociales no significa silencio en un tema. Las reglas comunes y corrientes de sabiduría, mayordomía, llamado y proximidad moral aún aplican. Tu trabajo dado por Dios es enseñar, equipar y abordar cualquier tema pertinente del día en tu iglesia. Podrías sentirte llamado a hablar en líneas más generales. Eres libre de hacerlo, pero no es necesario.
Más importante aún, la Biblia no te exige usar este lugar para hablar. Por lo tanto, no le hagas caso a alguien que te diga «debes». Anima a las personas a decir «puedes», no «debes».
En la otra cara de la moneda, precisamente porque Dios es tu audiencia primaria, no tienes que inmovilizarte por temor a la turba de las redes sociales. Di lo que crees que Dios quiere que digas y deja que soplen los vientos huracanados de la oposición. Si estás confiando y siguiendo a Dios, esos vientos pueden provocar que tus raíces crezcan con más profundidad en el temor de Dios. En ese sentido, aprender a hablar en las redes sociales es una buena oportunidad para entrenar el temor a Dios.
Baja tus expectativas y reconoce las limitaciones del medio de comunicación
La inmensa mayoría de pastores probablemente debe bajar sus expectativas de lo que pueden lograr en las redes sociales, reconociendo las limitaciones del medio de comunicación. No vas a cambiar al mundo en él. Baja tus expectativas respecto a las discusiones que puedas ganar, a las persuasiones que puedas hacer, a las doctrinas que puedas enseñar, a la justicia que puedas lograr. Mientras tanto, recuerda que tu predicación bíblicamente fiel semana a semana puede cambiar al mundo para los miembros de tu iglesia.
¿Estoy alentando a que pastores descuiden potenciales mayordomías que Dios les ha dado? ¿Acaso no deberías aprovechar cualquier plataforma que Dios nos haya dado? Sin duda, los pastores deben estar preparados para predicar la Palabra «a tiempo y fuera de tiempo» (2Ti 4:2). Definitivamente, el apóstol Pablo dio el ejemplo de predicar el Evangelio en todo tipo de lugares, como también deben hacerlo los pastores (por ejemplo, 2Co 6:4-10).
Sin embargo, siempre debemos cumplir nuestro deber de hablar con sabiduría, por esta razón, pasé tanto tiempo reflexionando en el medio de comunicación de las redes sociales. No me parece que estemos persuadiendo a los demás tanto como creemos. El sistema simplemente no está construido para eso. Las personas cambian sus opiniones cuando escuchan voces en las que confían y cuando se sienten afirmados como portadores de la imagen de Dios, lo que los libros y artículos implícitamente le ofrecen a los lectores meramente al tomarse el tiempo de exponer una discusión. No obstante, este sistema simplemente ofrece explosiones rápidas de «LO QUE PIENSO», lo que no inculca confianza. Al contrario, está equipada para provocar y crear controversia. No recompensa la madurez ni el matiz tanto como recompensa el alarmismo y la hipérbole. Un cristiano bien intencionado podría entrar en esta tierra de pistoleros sin ley, cargado de su consciencia de hablar lo que es verdadero y justo. Sin embargo, al abrir su boca, él solo logra avivar las batallas que ya estaban en marcha y que su familia y amigos reciban un disparo.
Dios podría haberle dado ministerios efectivos en las redes sociales a un par de hermanos y hermanas. Alabado sea Dios. No obstante, eso es más difícil y más raro de lo que podría parecer. La mayoría de nosotros, relatores de la verdad en potencia, debemos saber que las palabras de verdad dichas en el momento equivocado o en de la manera equivocada puede destruir más de lo que pueden crear (ver Pr 15:1; 25:15; Ef 6:4; 1P 3:7, 15).
Una iglesia, por otro lado, es diseñada por Dios para fomentar relaciones con personas reales. Tiene el propósito de construir confianza y paz. Es por esto que el Espíritu Santo ordenó a la iglesia local y a sus estructuras precisamente de la manera en que lo hizo. Él no se tomó la molestia de revelar las redes sociales en su Palabra, sino en nuestras iglesias. Por tanto, ¿qué dominio crees que demostrará tener más impacto a lo largo del tiempo?
Hace un momento dije que las redes sociales ofrecen una comunidad rival para tu iglesia y voces rivales para ti mismo como pastor. Sin embargo, tengo un pequeño presentimiento de los cristianos: el Espíritu Santo induce a los creyentes nacidos de nuevo a querer confiar en sus pastores más que en otras voces, al menos cuando los cristianos y los pastores están caminando en el Espíritu (ver 1Ti 5:17). Por ejemplo, un niño de diez años va a escuchar a su papá explicarle cómo lanzar una pelota de béisbol, si es un papá bueno y cariñoso, antes de escuchar a su entrenador de béisbol. Creo que Dios lo diseñó de esa manera.
Así es con los pastores y los miembros de la iglesia, creo. Los pastores tienen la tarea de llevar la Palabra de Dios. Eso te da, pastor, una ventaja en las vidas de tus miembros por sobre todas las demás voces que están escuchando en Twitter o Facebook. Tu voz tiene un poco más de sabor. Pero (¡guau!), qué extraordinaria oportunidad pone eso en ti. Solo debes hablar como pastor donde la Escritura habla. No debes abusar de tu autoridad al vincular consciencias más allá de tu área de competencia y autoridad. Nunca debes presumir ser capaz de cambiar un corazón al apoyarte lo suficiente en eso, como si fueras el Espíritu. Todo esto llevará a un juicio mayor (Stg 3:1).
Escribe tus propias reglas y cúmplelas
Lo que debes hacer (si es que puedo decirlo así) es escribir tus propias reglas de involucramiento en las redes sociales y cumplirlas.
Yo, por ejemplo, trabajo bastante duro para permanecer dentro de ciertos límites en cualquier momento que publico algo en Twitter. En realidad, no he escrito mis reglas antes, pero las tengo muy claras en mi mente. Aquí están:
1. Quédate dentro de tus áreas de competencia
Me siento competente para hablar sobre eclesiología, teología y teoría política, pastorado, muchos asuntos éticos y quizás un par de otras cosas. Nota, no dije teología y política, fui más específico. Tengo un doctorado en teología, pero incluso ahí soy cuidadoso. No me sentí preparado para involucrarme en el debate del 2017 sobre la Trinidad. Leo bastante sobre política, pero no me escucharás abordar debates sobre inmigración y elecciones, al menos sustantivamente. Podría. ¡Tengo opiniones, sabes, tanto respecto al debate de la Trinidad como al de las elecciones! Y las personas podrían confundir mi silencio con indiferencia. Pero la red mundial no es mi responsabilidad.
2. Evita temas controversiales
Esto no quiere decir que no abordaré temas controversiales en otros foros. He escrito artículos sobre étnias, aborto, homosexualidad y complementariedad, por ejemplo. He escrito libros sobre política, pero las limitaciones de Twitter hacen esto un lugar peligroso para tener esas conversaciones. No tienes espacio para explicar, calificar, establecer un tono de voz, y así sucesivamente. El domino demasiado a menudo crea malos entendidos y peleas innecesarias. Ver también el punto 4 aquí.
3.Evita comentarios sobre eventos noticiosos momento a momento
El razonamiento de los puntos 1 y 2 se aplica aquí. Agradezco a Dios por los periodistas cuyo trabajo es hacer eso. Pero ese no es mi trabajo. Al resumir estas tres primeras reglas, diría que más cristianos y pastores harían bien en hacer caso a las palabras de Pablo en 1 Tesalonicenses 4:11: «ocupen[se] en sus propios asuntos».
4. Habla positivamente, no críticamente
Como en el punto 2, estoy dispuesto a criticar, pero el límite de 280 caracteres hace que esto sea difícil de hacer bien. Los tuits no tienen contexto para el lector: no hay lenguaje corporal, tono de voz ni espacio para calificaciones, como he estado diciendo. Más aún, la cultura general de Twitter y el discurso civil en Estados Unidos hoy, creo, inclina a las personas a leer los tuits y los comentarios de alguien, a la peor luz, especialmente cuando haces una crítica. Abundan las lecturas de mala fe en las redes sociales y la turba rápidamente asumirá que tus motivaciones son perversas. Si «el amor lo espera todo», aquí hay muy poco amor.
Por lo tanto, personalmente decido evitar comentar crítica y sarcásticamente en la presencia que tengo en Twitter. El Jonathan crítico necesita ir a vivir a otro lugar. En raras ocasiones, sí hago una crítica y hago lo imposible para encontrar un tono cortés y reafirmante, incluso si el sarcasmo es más divertido y mi corazón quiere hacer lo contrario. «Muchas gracias, amigo. Tus comentarios realmente me hacen pensar. Aunque, ¿podría rechazar una cosa?».
5. Habla para edificar, no para promoverte a ti mismo
Antes de tuitear cualquier cosa, me pregunto a mí mismo, ¿esto edificará a alguien, incluso un poquito? En otras palabras, uso Twitter como una vía para discipular a otros cristianos. (Debido a mi trabajo, no asumo que muchos no cristianos me sigan). Ahora, promocionaré libros u otras cosas que he escrito, y aquí hay un poco de trabajo en el corazón. Si mi instinto me dice que me estoy promocionando a mí mismo, entonces no lo hago. De otra manera, me arriesgaré a «pecar audazmente», como dijo Lutero. Incluso cuando comparto comentarios poco serios en Twitter, como el tuit en el que declaré que la Coca-Cola Zero es el refresco más grandioso que jamás haya probado, mi objetivo era ser amistoso y animar el ambiente, aunque sea en lo más mínimo. Lee también «12 Questions to Ask Yourself Before Posting Something Online»[2], escrito por Mark Dever.
6. Revisa los recursos antes de retuitearlos
Antes de recomendar el artículo o el libro de alguien más, lo leo completo. Si no lo he hecho, diré algo que lo indique. «Ansioso de leer este libro…». Si no estoy de acuerdo con algo, intento encontrar alguna manera de establecerlo.
7. Recuerda siempre que los miembros de tu iglesia podrían estar mirando
No creo que muchos de los miembros de mi iglesia me sigan en Twitter, pero unos poco lo hacen. Por lo tanto, intento lo mejor que puedo de nunca decir algo que pudiera poner en peligro mi relación pastoral con ellos.
8. Resiste la tentación de tuitear regularmente, establecer presencia y formar una comunidad
Si quieres construir una marca o aumentar tus seguidores, necesitas establecer una «presencia» constante. Haces esto al publicar o tuitear muchas veces al día y al responder a comentarios de manera amistosa. Ofrecer comentarios jugada a jugada en eventos públicos, también ayuda a establecer una presencia. Haces de ti mismo una voz regular para tus seguidores. No, no estoy diciendo que todo aquel que tiene una presencia en redes sociales ha hecho esto meramente para construir su marca. Las personas tienen bastantes razones. Sin embargo, esa es la única razón (para mí) del por qué podría imaginarme intentando pasar más tiempo publicando en Twitter. Además, las editoriales, los ministerios, las compañías y las escuelas quieren que hagas esto, porque los ayuda.
Y, honestamente, es tentador. Quizás construir una plataforma más grande ayudaría a 9Marks y me daría la oportunidad de promover ideas que me importan. Sin embargo, un par de cosas me han retenido. En primer lugar, no confío en mi corazón. Dejo que Dios se preocupe por la amplitud de mi ministerio; yo me enfoco en su profundidad. En segundo lugar, asumo que solo estaré construyendo una comunidad de personas que ya están de acuerdo conmigo. Como he insinuado a lo largo de este ensayo, eso es lo que mejor hacen las redes sociales: clarifican y concretan los desacuerdos que ya existen; no persuaden. Cualquier persuasión que ocurra, lo hace ya sea a través del bullying y del temor o por medio de endoculturación inconsciente que todos experimentamos en diferentes ambientes. No estoy interesado en ninguno de ellos. Mientras tanto, prefiero pasar el tiempo construyendo comunidad y amistades en otra parte (en casa, en la iglesia, en el vecindario) porque ahí es donde creceré mejor y ayudaré a otros a crecer, incluso cruzando las barreras de las diferencias.
Nuevamente, no juzgo a aquellos que lo hacen de otra manera. Me han dicho una y otra vez que 9Marks necesita una presencia más sólida en las redes sociales, y probablemente es correcto. Quizás demos pasos en esa dirección. No lo sé. Sin embargo, en mi manejo personal de esto, he resistido el apetito insaciable por lo estable y lo regular de las redes sociales. Dios no me ha llamado a construir una audiencia en Twitter. Él me ha llamado a servir a mi familia, a mi iglesia y a mi trabajo.
Digo esto sobre la presencia, pastores, porque asumo que probablemente lo mismo es cierto para la mayoría de ustedes. Un amigo mío dijo, si no estás en las redes sociales, no existes. Bueno, hay cierta verdad en eso. No obstante, no quiero tomar ese camino. Y realmente espero que la mayoría de los pastores alrededor del mundo tampoco lo quieran. Por lo tanto, tuiteo, bastante simple, solo cuando hay algo que quiero decir.
Existe un par de reglas más que pongo sobre mí, pero te darán una idea. Y no dudo que todas sean principios basados en la sabiduría y no en absolutos morales, que funcionan para mí. Podrías tener una mayordomía diferente a la mía, pero lo principal que debes preguntarte es esto: ¿Qué estoy intentando lograr específicamente en este espacio, dados sus riesgos, limitaciones, oportunidades, que me cuestan otras cosas que podría hacer con mi tiempo?
Si quieres construir una red de seguidores más grande rápidamente, ignora las reglas de la 1 a la 4 y la 8. Preséntate como el experto del tema en todo, especialmente en las cosas controversiales e inmediatamente relevantes. Atraerás seguidores. Además, si adoptas una voz crítica, rápidamente atraerás al coro que ya está cantando tu canción. Sin embargo, establezco lo obvio: ten cuidado con la posibilidad de que quizás simplemente estés poniendo en contra a las tribus y en realidad no estás cambiando la opinión de nadie.
Lo bueno y lo malo
Aquí hay dos cosas que creo que son ciertas simultáneamente:
(i) las redes sociales han ayudado maravillosamente a captar más la atención de la nación respecto al abuso sobre las mujeres, la discriminación contra las minorías y otras injusticias;
(ii) y la naturaleza generalmente de denuncia tóxica de demasiadas conversaciones en las redes sociales ha dañado la estructura social y la unidad de los Estados Unidos y de muchas de sus iglesias, sembrando potencialmente semillas de aún más rencor e injusticia en el futuro.
Esto ocurre cuando sacas todos los límites y reglas para acceder al discurso público: obtienes lo bueno y lo malo.
Mis reglas personales intentan considerar ambas, pero, con toda honestidad, probablemente están más ajustadas para evitar lo malo. Creo que estoy intentando ejercer la sabiduría de Proverbios y de Pablo, pero imagino que mi personalidad y privilegios también juegan un rol. Tú podrías hacer un análisis de riesgo diferente.
Una cosa es cierta, pastor: Dios es tu primera audiencia, tu iglesia es la segunda. Todo lo demás en Internet es negociable.
Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks.
[1] Iglesia menos tradicional.
[2] N. del T.: «Doce preguntas que puedes hacerte a ti mismo antes de publicar algo en línea», disponible solo en inglés.