Hace un par de días, hice la pregunta: «¿cuidamos a las ovejas o las usamos?», y expresé mi preocupación por el hecho de que los pastores podrían tener la tendencia a desatender el cuidado de las personas en sus iglesias en favor de usarlas para cumplir su ambición personal. El llamado del pastor es cuidar a la iglesia de Dios, trabajar en representación de Dios para cuidar aquello que Dios más ama. Pero ¿cómo? ¿Cómo el pastor hace caso a este llamado? Pablo dice en Hechos 20:28 que los pastores deben «ten[er] cuidado de sí mismos y de toda la congregación […]». El pastor cuida al rebaño al tener cuidado de sí mismo y de ellos.
El orden importa. Antes de que el pastor pueda hacer cualquier otra cosa, él tiene que tener cuidado de sí mismo. Él tiene que modelar todo lo que él llama a su iglesia a hacer, ser ejemplar en cuanto al carácter maduro cristiano. Él debe vigilar su propio corazón, su propia mente, su propia vida. Cuando vemos a pastores alejarse de la fe gracias a doctrinas falsas o naufragar en sus ministerios por sus vidas inmorales, podemos estar seguros de que en cada caso se debe a que fallaron en tener cuidado de sí mismos.
El pastor que está teniendo cuidado de sí mismo está equipado y calificado también para tener cuidado del pueblo de Dios. En este pasaje, Pablo se refiere al pastor como «supervisor». Un pastor no sólo lidera sus ovejas para que pasten y se hidraten, sino que también las vigila para cuidarlas de todo daño. De manera similar, un pastor no sólo le ofrece a su congregación sustancia espiritual, sino que también cuidado y protección espiritual. Esto quiere decir que el pastor debe mantenerse alerta, servir como guardián, prestar cuidadosa atención a la congregación de la cual está a cargo.
Esta es la pregunta que me ha estado desafiando: ¿puede un pastor cuidar a su rebaño si él no lo conoce? ¿Puede ser fiel a su cargo si no conoce realmente a sus ovejas? ¿Puede cuidar a todo el rebaño si no está familiarizado con sus vidas y desafíos individuales?
Y aquí es donde me pregunto si en muchas iglesias reformadas, podríamos estar sobreenfatizando el ministerio pastoral de la predicación y subenfatizando el ministerio pastoral uno a uno (o el ministerio de consejería o el ministerio de la catequesis o cómo sea que quieras llamarlo). Ahora, por favor, no me malinterpretes: me encanta el énfasis en la predicación dentro de las iglesias reformadas. Me alegro de que estemos tan bien servidos por seminarios que enfatizan el entrenamiento de futuros predicadores, por conferencias y cursos que buscan perfeccionar a los predicadores ya existentes, y por los estantes llenos de libros sobre la tarea de la predicación. No tengo duda de que la predicación es una de las formas en que el pastor puede vigilar a su rebaño. No obstante, sí tengo dudas de que sea la única manera o incluso la más significativa.
A menudo me llama la atención lo que dice Pablo en el versículo 20: «Bien saben cómo no rehuí declararles a ustedes nada que fuera útil, y de enseñarles públicamente y de casa en casa». Es ese ministerio «de casa en casa» en el que no dejo de pensar. Parece que Pablo estaba predicándole a la congregación reunida, pero también se juntaba con personas o familias.
No creo que sea posible para un pastor vigilar a todo el rebaño sólo desde el frente del salón los domingos en la mañana. Tampoco creo que pueda liberarse fielmente de su responsabilidad al asegurarse de que la iglesia tenga un ministerio de consejería al cual él pueda referir a las personas que necesitan cuidado o al decirles que él está disponible para ellos si es que y cuando necesiten algo, o al enfatizar el ministerio de «unos a otros» en la iglesia, como si Efesios 4:12 le permitiera al pastor externalizar el cuidado pastoral de la congregación. Al final del día, creo que él puede tener cuidado fielmente de las ovejas sólo si está consistentemente buscándolas y estando con ellas. ¡Se podría decir que un pastor fiel huele a sus ovejas!
Me desafío a mí mismo y a todo aquel que sea un anciano o pastor en una iglesia a considerar cómo podemos «ten[er] cuidado […] de toda la congregación […]». Nos desafío a asegurar que así como preparamos fielmente excelentes sermones expositivos por medio de los cuales alimentamos al rebaño, que también seamos fieles en buscar a las personas en nuestras iglesias, para que estemos teniendo cuidado del rebaño. Sólo podemos tener cuidado del rebaño al prestar cuidadosa atención al rebaño, y yo sugeriría que sólo podemos tener cuidado del rebaño cuando buscamos a cada miembro, preguntándoles sobre el estado de sus almas, orando por sus preocupaciones individuales, animándoles donde veamos evidencias de la gracia de Dios, aconsejando sus necesidades únicas, ayudándoles a obtener conocimiento donde son ignorantes y a obedecer donde son desobedientes. Así como cumplimos nuestro ministerio al ministrar la Palabra de Dios a la congregación reunida los domingos en la mañana, cumplimos nuestro ministerio al ministrar la Palabra de Dios a personas a lo largo de la semana.
Pastor, ten cuidado de ti mismo. Asegúrate de que tu vida esté libre de pecado e hipocresía y que tu doctrina esté libre de daño y error. Y entonces vigila a cada una de estas preciadas personas compradas por la sangre del mismo Dios y confiadas a tu cuidado. Prepárate para dar cuenta de cada una de ellas, a las que les enseñaste fielmente cuando se reunían y que fielmente cuidaste como personas mientras Dios te llamó a supervisarlas.
Este recurso fue publicado originalmente en el blog de Tim Challies.