La mayoría de las carreras profesionales siguen un camino tradicional hasta la cima. Para ser abogado, primero hay que obtener una licenciatura en leyes. Luego viene el Bar Exam [Examen jurídico estatal], y si logras aprobarlo, podrías obtener un puesto como principiante en una firma de abogados. Si estás dispuesto a padecer todas las horas necesarias facturables de sangre y sudor, bien podrías llegar a ser socio de la firma. A lo que me refiero es que comienzas trabajando desde abajo y trabajas hasta llegar a la cima. La mayoría de las carreras funcionan así. Primero obtienes la capacitación necesaria haciendo el trabajo pesado y tedioso desde abajo y, luego, lentamente te vas abriendo camino hacia la cima, tal vez desprestigiando a un par de ejecutivos del mando medio a medida que avanzas.
El ministerio pastoral no es igual a la mayoría de las carreras. El llamado al ministerio no se revela necesariamente por el grado académico que tengas o por las muchas habilidades que poseas, aunque estas cosas indudablemente ayudan. Irónicamente, el llamado al ministerio surge a medida que te dedicas a hacer con diligencia lo que todo cristiano también está llamado a hacer: servir en la iglesia local.
El llamado al ministerio revelado en el servicio
Hoy en día hay una tendencia entre los jóvenes de querer conocer sus dones para usarlos en el ministerio, ¡y hacerlo todo rápidamente! Y aunque, sin duda alguna, el deseo de ser pastor es noble (1Ti 3:1), el paso más importante en la capacitación no es primero descubrir la función para la cual eres más apto. ¿Soy un plantador de iglesias? ¿O seré un evangelista? Quizás soy un pastor líder. Necesito saberlo, y ¡necesito saberlo ahora mismo!
En Marcos 10:42-43, Jesús identifica una de las cosas más importantes para cualquier hombre que desee dedicarse al ministerio pastoral:
Llamándolos junto a Él, Jesús les dijo: «Ustedes saben que los que son reconocidos como gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que sus grandes ejercen autoridad sobre ellos. Pero entre ustedes no es así, sino que cualquiera de ustedes que desee llegar a ser grande será su servidor» […].
Tu sentido de llamado no es básicamente una invitación de Dios para encontrar tu función y lugar dentro del ministerio. Es ante todo un llamado a servir. La realidad es que el servicio es lo que en verdad te inicia en el ministerio. Como joven cristiano, yo anhelaba enseñar la Biblia. Pero Dios anhelaba que yo fuera un acomodador en mi iglesia y aprendiera a servir. Su prioridad para mí no era lo que yo estaba haciendo, sino en quién me estaba transformando. Servir en el anonimato por un tiempo puede moldearte mejor para tu futuro ministerio que una docena de años tratando de descubrir tu función ministerial perfecta.
En ciencia ficción, existe algo llamado un portal. Atraviesas un portal en un supuesto lugar y eres transportado a otro completamente diferente. El servicio es el portal hacia el ministerio. Abalanzarte directamente al ministerio no va a hacer que entres a él. Para llegar allí debes pasar por otro portal. El servicio es lo que te transporta a un rol particular y a un lugar en el ministerio.
Si sientes el deseo de dedicarte al ministerio, corre a servir en tu iglesia local. Conversa con tus pastores y pregúntales: «¿dónde necesita más ayuda nuestra iglesia?». Entonces, haz lo que te pidan.
Debes estar preparado para esperar
A medida que avanzas por el camino del servicio, debes ser paciente. ¿Estás comprometido para esperar que sea Dios quien te integre al ministerio en lugar de librarte del servicio y tratar de encontrar tus propias oportunidades? Es curioso, pero rara vez encuentro a un hombre en el ministerio que no tenga algún tipo de testimonio de cómo desarrolló su carácter esperando en Dios. Parece que a Él le agrada usar la espera para preparar al hombre. De hecho, Dios parece obrar de formas únicas cuando un hombre espera; maneras que finalmente moldearán su vida y ministerio.
John Newton, el famoso capitán de esclavos convertido al cristianismo, tuvo la convicción de que había sido llamado a predicar cuando tenía alrededor de 33 años. En aquel entonces, el camino tradicional para entrar al ministerio era a través de la Iglesia Anglicana, aunque también estaban surgiendo varias iglesias independientes en ese momento.
Solo había un problema: Newton no podía desempeñar la función que deseaba. Él quería ser un pastor anglicano, pero los anglicanos no lo querían por su falta de educación y su pasado pecaminoso. Las iglesias independientes sí lo querían, pero él no quería pastorear en ellas. Así fue como pasaron siete años durante los cuales Newton fue rechazado —¡fíjate!— seis veces por las iglesias anglicanas. Finalmente, un obispo tuvo compasión de él y le dio un púlpito. Pero su experiencia había tenido el efecto deseado por Dios.
Años después, cuando se le pidió que reflexionara sobre esa etapa, Newton concluyó: «Ahora puedo ver claramente que en esa época cuando yo hubiera querido empezar, aunque creo que mi intención era buena en general, yo me sobrevaloraba, y carecía del juicio y de la experiencia espirituales que son requisitos para un servicio tan grande».
Newton comprendió que el rechazo que experimentó era en realidad Dios que estaba preparándolo para una gran obra de servicio. ¡Deja que esta historia te anime mientras esperas! Ni el tiempo ni las oportunidades pasarán de largo. No te preocupes por tu edad ni tu falta de oportunidades ni los otros hombres que ves ya capacitados. Si Dios quiere que seas un pastor, ni todos los demonios del infierno podrán oponerse en tu camino.
En su libro clásico The Christian Ministry [El ministerio cristiano], Charles Bridges afirma: «La preparación más grande y difícil se produce en nuestro interior»[1]. Es una verdad dolorosa. Pero no desprecies el trabajo preparatorio que Dios está haciendo dentro de ti. Si John Newton la necesitó, quizás tú también.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog Rev Dave Harvey. Traducción: Marcela Basualto
[1] N. del T.: traducción propia.