A todos nos gusta ver videos graciosos esporádicamente, ¿no es así? Lo que hace años comenzó como un estelar de televisión migró a YouTube y se convirtió en uno de nuestros pasatiempos más preciados. Uno de mis favoritos son los de atletas llegando a la meta, una compilación de atletas que celebran antes de tiempo.
En uno de estos videos, un corredor olímpico está cerca del final de su carrera, todavía a un ritmo tremendo. Corrió hasta la vuelta final y ahora está a unos 15 o 20 metros de la meta. Convencido de que tiene una ventaja insuperable, ralentiza el paso, levanta sus brazos en señal de victoria y avanza sin esfuerzo hacia la cinta, saboreando la adulación de la multitud aclamante. Sin embargo, no mantuvo un ojo atento en la competencia y otro corredor se acercó mucho más de lo que pensó. Este corredor, que iba en segundo lugar, ve su oportunidad. Reúne una última reserva de energía en su interior y acelera. A solo un paso de la meta, lo pasa para reclamar el oro, un centímetro más adelante que el despreocupado corredor.
Como hombre cristiano, estás corriendo la carrera de la vida y ansías la victoria. ¡Estás corriendo para ganar! Sin embargo, como ese avergonzado y desilusionado atleta olímpico, es imperativo que no declares victoria demasiado pronto. Él también estaba corriendo para ganar, pero aflojó. Él descuidó su paso y no tuvo cuidado con el competidor que estaba cerca detrás de él. Los brazos que se alzaron en señal de victoria pronto se vieron forzados a desplomarse en derrota. Si quieres obtener la victoria en tu carrera, tienes que mantener el ritmo por todo el camino hasta la meta.
Hasta ahora, en nuestra serie ¡Corre para ganar!, todo lo que hemos abordado se relaciona al carácter, al hombre interior. Te he animado a abrazar tu propósito, a renovar tu mente, a conocer tu doctrina, a practicar tu devoción y a priorizar tu iglesia. Todas estas prácticas son para crecer en piedad, para exponer el carácter de Cristo que Dios tanto valora. En los artículos que siguen, iremos hacia el hombre exterior, a las áreas vinculadas con la vida y con las relaciones. Pero antes de que hagamos eso, quiero hacer un llamado serio a mantenerse alerta. Si estás corriendo para ganar, necesitas mantenerte alerta.
Mantente alerta
He escuchado decir que aquello que distingue a un atleta de talla mundial de los cientos de miles que nunca llegarán a serlo es la consciencia situacional. Wayne Gretzky sigue siendo el más grande jugador de hockey que alguna vez se haya atado los patines. A menudo, él atribuye su éxito al consejo que su padre le dio cuando era niño: «patina hacia donde va el disco, no hacia donde ya ha estado». Esto requirió más que pura velocidad o destreza, aunque Gretzky tenía ambas cosas en abundancia. Fue necesaria una buena observación, una consciencia constante y una capacidad de tomar decisiones en fracciones de segundos. Gretzy tuvo un sentido único de cómo los jugadores se movían sobre el hielo, cómo se desarrollaban las jugadas y hacia dónde se dirigiría el disco. Con mucha frecuencia, él llegaba ahí primero, razón por la cual sigue siendo el líder en puntos de todos los tiempos sin que nadie esté cerca de hacerle competencia. Con buena razón se le conoce en el mundo del hockey simplemente como «el grande».
Si vas a correr tu carrera de manera exitosa, necesitas un poco de esa consciencia situacional. Necesitas saber que estás en una competencia dura y enfrentando desafíos constantes de enemigos que quieren matarte. Necesitas saber en qué áreas es más probable que ellos ataquen y en qué áreas es más probable que sucumbas ante sus implacables tentaciones. Necesitas estar alerta, esperando oleadas de agresión y aprovechando las defensas disponibles para ti.
Tres enemigos que quieren matarte
Existen tres enemigos que con seguridad enfrentarás desde ahora hasta el día en que cruces la cinta en victoria: el mundo, la carne y el diablo.
Mantente alerta contra el mundo
Ya nos encontramos con el concepto bíblico de «el mundo» cuando vimos la importancia de renovar tu mente. El mundo es cualquier sistema de valores y una manera de vivir que se oponga a Dios y a su Palabra, y que encuentra satisfacción en las cosas que son temporales en lugar de eternas. Quienes siguen los patrones del mundo se obsesionan con «[…] la pasión de la carne, la pasión de los ojos, y la arrogancia de la vida […]» (1Jn 2:16). Renuncian a las recompensas eternas en favor de una breve satisfacción y prefieren lo que pueden hacer ahora en lugar de lo que Dios promete en el futuro. Aunque seas cristiano, sigues propenso a los deseos pecaminosos y a los pensamientos mundanos, los cuales conducen inevitablemente a una vida mundana. La mundanalidad presiona desde el alrededor y surge desde el interior. No puedes evitarla, por lo que debes aprender a resistirla. La Biblia nos advierte que no amemos al mundo, que no entablemos amistad con él, que no nos conformemos a él y que no nos comportemos como él. Nos advierte que la mundanalidad es completamente opuesta a la piedad.
Mantente alerta contra la carne
Con frecuencia, la Biblia nos advierte contra «la carne». Como ser humano pecador, eres «carnal»: tienes una naturaleza pecadora que se opone a Dios y que anhela satisfacción en lo que Él prohíbe. «Ahora bien, las obras de la carne son evidentes, —dice Pablo, antes de entregar una lista representativa— las cuales son: inmoralidad, impureza, sensualidad, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, herejías, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes […]» (Ga 5:19-21). Cuando vives según la carne, vas tras esas cosas detestables. Sin embargo, cuando eres salvado por Dios, eres llamado a vivir por el Espíritu y a comenzar a mostrar frutos totalmente diferentes. «Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley» (vv. 22-23). Tienes una nueva naturaleza que permanece fija en combate moral con la carne, de modo que la gran batalla de tu vida es dar muerte a la carne y vivir en el Espíritu. «Digo, pues: anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues estos se oponen el uno al otro, de manera que ustedes no pueden hacer lo que deseen» (Ga 5:16-17).
Mantente alerta contra el diablo
Como cristiano, también el diablo mismo se opone a ti. «Sean de espíritu sobrio, estén alerta. Su adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quién devorar» (1Pe 5:8). Aunque el mundo y la carne son poderosos, al menos son inanimados. No obstante, el diablo es un ser que tiene deseos, una mente y una personalidad. Su deseo es destruirte, su mente trama en tu contra y su personalidad está fija en contra de ti. Así como fabricó tentaciones a medida para llevar a David al adulterio y a Pedro a la negación, él fabricará tentaciones a tu medida adecuadas para tu debilidad. Su gran deseo es fomentar y exponer tu pecado, provocar que tú y quienes te rodean duden de tu profesión de fe.
Estos son los enemigos que quieren matarte que enfrentarás cada día. Están presentes y son fuertes. Sin embargo, afortunadamente, Dios provee grandes defensas con las cuales puedes mantenerte alerta.
Las tres grandes defensas
Mantente alerta a través de la oración
Cuando Pablo escribió sobre la cruda realidad de la guerra espiritual, él instruyó a los cristianos a «rev[estirse] con toda la armadura de Dios» y, después de explicar la naturaleza de esta armadura, concluyó con un solemne cometido: «Con toda oración y súplica oren en todo tiempo en el Espíritu, y así, velen con toda perseverancia y súplica por todos los santos» (Ef 6:11, 18). La vigilancia es inseparable de la oración, por esta razón dice en otra parte: «Perseveren en la oración, velando en ella con acción de gracias» (Col 4:2). Jesús mismo nos dijo que oráramos: «Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal […]» (Mt 6:13). La oración es nuestra primera gran defensa contra el mundo, la carne y el diablo. Ora para que Dios te proteja de su invasión e igualmente ora para que exponga y corrija cualquiera de tus tentaciones particulares de pecar.
Mantente alerta a través de la autoexaminación
Una segunda defensa en contra de tus enemigos es la autoexaminación. Esto es usar la Palabra de Dios para evaluar realistamente tus deseos, tus tentaciones, tus hábitos y tu santificación. Debes hacer esto a la luz de la Escritura, puesto que solo ella «es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos e intenciones del corazón» (Heb 4:12). La Palabra de Dios te dice lo que es cierto sobre ti y tú eres responsable de poner atención a sus advertencias.
Mantente alerta a través de los medios de gracia
Dios extiende gracia a su pueblo a través de medios muy comunes. Es su buena voluntad conformarte a su imagen y mantenerte en esa imagen por medio de la Palabra, de la oración y de la comunidad. Debes leer la Palabra y orar en tu casa y en tu iglesia, en la quietud de tus devocionales y en el caos de tu familia, hasta que puedas decir verdaderamente que estás «dedicado[…] a la oración» (Ro 12:12). Debes disfrutar la comunidad cristiana, principalmente en la iglesia local, reuniéndote para adorar, para servir, para escuchar la Palabra predicada y para participar en el bautismo y en la Cena del Señor. Puedes confiar en que Dios se complace en obrar a través de medios ordinarios para provocar una santidad extraordinaria. No puedes esperar florecer en la vida cristiana o sobrevivir a los ataques de tus enemigos si descuidas los medios más importantes.
Hazlo ahora
Es un soldado negligente el que abandona su deber de estar alerta cuando sabe que el enemigo está cerca. Tu enemigo se está acercando ahora mismo, por lo que aquí te dejo un par de maneras en las que puedes comenzar y luego perseverar en estar alerta.
- Ora. Ora, ora y ora.
- Conoce tus áreas de tentación. En las áreas donde hayas experimentado y sucumbido a la tentación, es probable que lo experimentes nuevamente. Posiblemente, sucumbirás de nuevo si es que no has abordado esa debilidad de carácter.
- Consigue un aliado. Dile a tu esposa o a un amigo en qué área batallas con la tentación; enlístalos para orar por ti y pídeles que te hagan preguntas. Comprométete a siempre responderlas con honestidad. En el área del pecado y la tentación sexual, probablemente, te beneficiarás de confiar regularmente en un hermano y de permitirle hablar la verdad a tu vida.
- Confía en los medios de gracia. Confía en que Dios ha fijado estos medios en lugar de otros para promover un celo por la piedad, para fomentar la piedad y para preservar la piedad hasta el final. Confía en ellos y aprovéchalos al máximo. «Por lo tanto, examínese cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba la copa» (1Co 11:28).
Conclusión
Es tan necio como peligroso celebrar antes de tiempo. El mundo, la carne y el diablo prosperan cuando hay apatía y orgullo, en las áreas donde no te importa mantenerte alerta o donde no lo consideras necesario. A la inversa, estos enemigos se debilitan ante la oración, la autoexaminación y los medios comunes de gracia. Hasta el día en que estés en la presencia del Señor, debes mantener tu paso y mantenerte alerta ante tus enemigos. Si vas a correr para ganar, debes mantenerte alerta.
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