Muchos son los planes del hombre y esos planes fracasan en tantísimas maneras. A veces, nuestros planes fracasan simplemente porque nosotros fallamos en llevarlos a cabo. Sin embargo, incluso cuando hacemos planes, como todos hemos aprendido en esta última semana, pueden fracasar (y lo harán), derrumbarse o incluso salir mal.
Los sabios conocen el valor de la buena planificación y saben que la sabiduría mayor de Dios a menudo cambiará o incluso cancelará nuestros planes. Ellos saben que Él aún tiene planes de bienestar perfectos y soberanos para nuestros días más improductivos.
Proverbios, más que cualquier otro libro de la Biblia, expone principios para una planificación piadosa. La sabiduría eleva la prioridad de la planificación y establece principios para una buena planificación sin poner nuestra esperanza en ella. Por ahora, enfoquémonos en solo dos principios, cada uno de los cuales pareciera ser especialmente contradictorio para los planificadores de hoy: no planifiques tú solo y no planifiques para ti.
No planifiques tú solo
Cuando miramos de cerca lo que Proverbios dice sobre la planificación, la nota más dominante y común podría ser sorpresiva para la mayoría de nosotros:
Sin consulta, los planes se frustran, pero con muchos consejeros, triunfan (Proverbios 15:22).
Quizás hemos pasado por alto los ingredientes más importantes en nuestra planificación porque hemos asumido que planificar es algo que hacemos solos y por nosotros mismos.
Por supuesto, la planificación efectiva a menudo requiere algún tiempo dedicado a solas (pensando, organizando, bosquejando y, más importantemente, orando). Sin embargo, una tremenda cantidad de nuestra planificación termina ahí. Dios dice, por medio de la voz de la sabiduría, que planes como esos fracasarán. No en cada caso, sino que general y consistentemente, solo espera y ve.
Debemos orar en secreto (Mt 6:6) y dar en secreto (Mt 6:3), pero no planificar en secreto. ¿Quién habla continuamente a tus planes (a tu andar con Cristo, a tu matrimonio, a tu familia y ministerio, a tus gastos, tus ofrendas y tu organización)? ¿De dónde recibes el consejo crucial e incómodo que todos necesitamos?
Las guerras no se ganan solas
Proverbios repite el sabio estribillo sobre planificar juntos:
- «Los proyectos con consejo se preparan, y con dirección sabia se hace la guerra» (Pr 20:18).
- «Donde no hay buen consejo, el pueblo cae, pero en la abundancia de consejeros está la victoria» (Pr 11:14).
- «El camino del necio es recto a sus propios ojos, pero el que escucha consejos es sabio» (Pr 12:15).
- «El que vive aislado busca su propio deseo, contra todo consejo se encoleriza» (Pr 18:1).
- «Porque con dirección sabia harás la guerra, y en la abundancia de consejeros está la victoria» (Pr 24:5-6).
Los planes sabios son probados, afinados y mejorados en las mentes y en los corazones de otros. Si luchamos diariamente «contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes» (Ef 6:12), entonces la Escritura dice que necesitamos guía seria y sistemática, una abundancia de consejeros. Necesitamos vivir juntos como iglesia, como escribe Ray Ortlund Jr.:
¿Por qué estudiamos el libro de Proverbios? Porque mucho de la vida es una serie de matizadas decisiones a conciencia… Todos estamos creando dinámicas sociales tanto sutiles como poderosas y esas dinámicas agotan la vida o la enriquecen. Aquello que marca la diferencia es la sabiduría de nuestra vida juntos como la iglesia de Cristo (Proverbs [Proverbios], 35)[1].
Pregúntale a la iglesia
Si sabemos que nuestros planes fracasarán si no hay consejo, ¿dónde encontramos buenos consejeros? ¿Has considerado buscar ante todo (y más persistentemente) en tu iglesia? Hoy podríamos ser menos propensos a pensar de la iglesia como un depósito de sabiduría, puesto que podemos buscar y encontrar todo digitalmente: artículos, sermones, pódcasts, cursos. ¿Quién todavía necesita a la iglesia? Todos la necesitamos.
Hebreos dice: «Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca» (Heb 10:24-25, [énfasis del autor]). Cuando Dios inspiró esas palabras, Él sabía demasiado bien cuánta información estaría disponible para nosotros hoy, y aún así Él dijo: «asegúrense de congregarse»; de hecho, háganlo aún más. Dios quería que nos viéramos los unos a los otros a los ojos, que escucháramos nuestras voces, que pasáramos tiempo en las casas de cada uno, que conociéramos nuestras historias, que conociéramos a las familias de los demás, que lleváramos las cargas los unos de los otros y que pudiéramos decir cara a cara, una y otra vez: continúa siguiendo a Jesús; sigue atesorando a Jesús; permanece confiando en Jesús (Heb 3:12-13).
La información no es sabiduría; la sabiduría requiere vivir y solo puedes vivir lo que has vivido. Para obtener verdadera sabiduría, necesitamos consejeros de la vida real. Los amigos de Facebook no se involucrarán en realidades como las nuestras. Necesitamos hermanos y hermanas en Cristo de carne y hueso, semana tras semana, entristecidos pero siempre gozosos. No meros miembros de una iglesia, sino que miembros los unos de los otros (Ro 12:4-5).
Por más sabio y poderoso que parezca Google, y por más datos que pudiera haber recopilado sobre nosotros, no tiene el poder espiritual que Dios ha reservado para la iglesia. Nuevamente, Ortlund dice:
Cristo está creando una nueva comunidad de sabiduría… La comunidad en Cristo no es una regla legalista contra la iglesia perdida; es la conexión a la fuente para compartir a Cristo juntos… Tienes una nueva comunidad en Cristo, donde puedes «anda[r] por el camino del entendimiento» (Pr 9:6) (Proverbs [Proverbios], 127)[2].
Cuando nos unimos a una iglesia, por muy común y simple que pudiera parecer en la superficie, estamos siendo quirúrgicamente suturados a todo un nuevo sistema nervioso de sabiduría. Dios ha dotado de manera específica a las personas de la iglesia local en las que Él nos ha puesto bajo su pacto (por medio de su Palabra, por medio de sus experiencias, por medio de dones de su Espíritu) para satisfacer las necesidades reales en nuestras vidas, lo que incluye ayudarnos a planificar y a tomar decisiones de vida sabiamente. Y Él especialmente te ha dotado a ti para ser esa sabiduría para otros.
No planifiques para ti
La sabiduría dice que no planifiques tú solo y también dice que no planifiques para ti, para servirte a ti mismo.
Hay quien reparte, y le es añadido más,
Y hay quien retiene lo que es justo, solo para venir a menos.
El alma generosa será prosperada,
Y el que riega será también regado (Proverbios 11:24-25).
Si fuéramos sabios en nuestra planificación, planificaríamos para bendecir a otros y para regar lo que Dios está haciendo por medio de otros, no solo porque es amoroso hacerlo, sino porque es precisamente sabio. Sabemos, porque Dios nos lo dice, que aquellos que bendicen serán bendecidos, y quienes riegan serán regados. El amor sacrificial que Dios exige de nosotros, en Cristo, se transforma en una fuente de vida, gozo y paz para nosotros.
Jesús tomó la vergüenza y la agonía de la cruz «por el gozo puesto delante de Él» (Heb 12:2), un costo que Él había planificado aceptar y pagar incluso antes de la fundación del mundo. Él vivió un principio y promesa perdurable para nosotros: «Más bienaventurado es dar que recibir» (Hch 20:35). ¿Qué planes en tu vida se sienten costosos por el bien eterno de otras personas? ¿En qué áreas estás intencionalmente muriendo a tus preferencias, a tu comodidad y conveniencia, incluso a tus planes a fin de satisfacer una seria necesidad a tu alrededor y acercar a alguien a Cristo?
Planifica para hacer el bien
No planifiques para las alegrías menores, privadas y egoístas cuando podrías planificar para las alegrías mayores, compartibles y desinteresadas por el bien de otros.
No niegues el bien a quien se le debe,
Cuando esté en tu mano el hacerlo.
No digas a tu prójimo: «Ve y vuelve,
Y mañana te lo daré»,
Cuando lo tienes contigo (Proverbios 3:27-28).
Pablo retoma el mismo tema cuando escribe: «El que roba, no robe más, sino más bien que trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno», no para que pudiera proveer para él ni para servirse a sí mismo, sino «a fin de que tenga qué compartir con el que tiene necesidad» (Ef 4:28). Somos llamados a trabajar duro y a planificar bien para que podamos ser generosos, no para servirnos a nosotros mismos, sino para bendecir a otros.
Pablo va incluso más allá, diciendo que cuando somos intencional y sacrificialmente generosos, acumulamos tesoros en el cielo.
A los ricos en este mundo, enséñales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, el cual nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos. Enséñales que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, generosos y prontos a compartir, acumulando para sí el tesoro de un buen fundamento para el futuro, para que puedan echar mano de lo que en verdad es vida (1 Timoteo 6:17-19).
Puedes construir una versión completa de planificación piadosa solo a partir de esos tres versículos: primero, a medida que decides cómo invertir tu tiempo, energía, dinero, planifica, por sobre todas las cosas, ser rico en buenas obras: ser consistente y profundamente «generosos y prontos a compartir» (1Ti 6:18). Segundo, planifica tu corta vida aquí en la tierra como si fuera solo el fundamento de una vida más completa, mejor y eterna en el cielo (1Ti 6:19). Tercero, a medida que planificas, sirves y das, aprende a disfrutar realmente todo lo que Dios ha provisto para ti (1Ti 6:17). Por último, construye todos tus planes en Dios y para Dios (1Ti 6:17). Él es verdaderamente vida.
Si lo buscas a Él
A medida que consideras lo que planificarás, con una comunidad de consejeros y para el bien de los demás, recuerda que el Dios que nos llama a planificar siempre ha estado planificando. Permite que sus planes para ti den forma a tus planes para ti.
La iglesia primitiva se refugió en los planes soberanos de Dios, diciéndole en oración: «Porque en verdad, en esta ciudad se unieron tanto Herodes como Poncio Pilato, junto con los gentiles y los pueblos de Israel, contra tu santo Siervo Jesús, a quien Tú ungiste, para hacer cuanto tu mano y tu propósito habían predestinado que sucediera» (Hch 4:27-28 [énfasis del autor]), incluso la traición, arresto, juicio y crucifixión de Jesús. Antes de que Él hiciera al mundo, Él te escogió (Ef 1:4) y planificó sacrificar a su precioso Hijo por ti (Ap 13:8). Y en esa planificación todopoderosa y amorosa, Dios «obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad» (Ef 1:11, [énfasis del autor]).
Por tanto, a medida que luchas por toda una vida de decisiones y prioridades difíciles y matizadas decisiones de conciencia, pregúntales a tus sabios y fieles amigos qué piensan y encuentra descanso en los planes soberanos de tu Dios.
Marshall Segal © 2020 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.
[1] N. del T.: traducción propia.
[2] N. del T.: traducción propia.