Supongamos que a un pastor joven, ambicioso, entrenado en el seminario y piadoso, se le da la posibilidad de elegir entre una iglesia grande y una pequeña como su primer cargo. ¿Cuál debería preferir? ¿Cuál debería priorizar? Theodore Cuyler tomó esta pregunta en su libro How To Be a Pastor [Cómo ser pastor], escrito a principios del siglo XX. Su respuesta es directa y su lógica fascinante. Vale la pena considerarla hoy.
«Respondo sin titubear: la iglesia pequeña». No tiene pelos en la lengua ahí, ¿cierto? Él ofrece una triple defensa de su postura.
La primera es simplemente el ejemplo de la historia de la iglesia. Él muestra que algunos de los grandes pastores han tenido comienzos pequeños (Chalmers en el pequeño Kilmany; Guthrie en el humilde Arbirot; McCheyne en una pequeña comunidad en Dundee). Cuyler mismo, aunque en ese tiempo pastoreaba una de las iglesias presbiterianas más grandes en Estados Unidos, había comenzado en las más humildes circunstancias. Hay un buen respaldo histórico para su postura.
La segunda le recuerda al futuro pastor el valor de las almas individuales, ya que un pequeño cargo les da a los nuevos ministros una mejor oportunidad de estudiar a las personas. Debido a que su iglesia estará compuesta por menos personas, él podrá dedicar suficiente tiempo y atención a cada una de ellas. «El estudio más provechoso para todo ministro, después de la Biblia, es el carácter humano», insiste Cuyler. «La desgracia que acompaña a tantos de nuestros jóvenes ministros en estos días es que ellos saben más de libros que de naturaleza humana». Si eso era cierto en el tiempo de Cuyler, sin duda es igualmente cierto hoy. Hay muchos pastores jóvenes que saben mucho sobre doctrina y principios de liderazgo, pero tienen poco conocimiento sobre las personas, sus dificultades, sus complejidades. En una iglesia pequeña, un pastor podrá llegar a conocer (realmente conocer) a su congregación y el valor de cada una de las almas. Mientras que en una iglesia de una gran ciudad él podría predicarle a masas anónimas, en una pequeña iglesia de campo él les predicará a personas que conoce bien. «Para mí, una multitud es un objetivo inspirador al cual predicarle; el alma de una persona que ha llegado a ser un contacto conocido y vivo es un personaje inspirador a quien predicarle».
La tercera de su argumento es que un pequeño cargo dará al novato un tiempo más ininterrumpido para estudiar y pensar. Aunque hay excepciones, él insiste en que poco trabajo grandioso viene de tremendos pastorados. Él apunta a Edwards, Bunyan y Hodge, ninguno de los cuales pudo haber preparado sus grandes obras de teología si hubieran estado pastoreando grandes iglesias con toda la responsabilidad asociada. Aquellos que sí tienen éxito en grandes iglesias a menudo lo tienen por el fundamento establecido en sus primeros y más tranquilos años de ministerio. «Un ministro joven debe aprender a usar sus herramientas. Él debe aprender a cómo pensar y a cómo plantear sus pensamientos en la forma más efectiva». Mientras que la experiencia con el tiempo podría permitirle preparar grandes sermones en el mínimo tiempo, eso solo será posible si, en los primeros años, él es extremadamente diligente en el estudio de la Biblia y en perseguir el arte y la destreza de la predicación. «Una pequeña iglesia puede ofrecerle la mejor oportunidad para establecer fundamentos buenos, amplios y sólidos por medio de la meditación y estudio profundos de la Palabra, de libros fecundos, y del estudio profundo de la naturaleza humana».
Con el beneficio de un largo ministerio detrás de él, Cuyler ofrece ánimo a los jóvenes y ambiciosos que podrían ser tentados a pensar que pueden hacer el mayor bien frente a las más grandes congregaciones.
Jóvenes hermanos, cuando sepan que ya están bien, no anhelen un llamado por un pueblo más grande y no pierdan un amanecer en el que ahora puedan estar en alguna modesta esquina pequeña de la vasta vid del Amo. Si tienen pan para llevarse a la boca, libros nutritivos para estudiar y almas inmortales que ganar para Cristo, sean agradecidos y aférrense a su trabajo. Hay tiempo suficiente para unirse al buey cuando has aprendido a cargar al ternero. Inclina toda tu fuerza sobre tu primer cargo, incluso si no tiene más de cien preciadas almas; y recuerda que una sola alma por la cual Jesús murió es una tremenda confianza.
En otro discurso de Cuyler, él regresa a este tema, aunque sólo de manera breve y dice: «mi ministerio comenzó en una iglesia muy pequeña. Por eso estoy agradecido. Que ningún ministro joven codicie una gran parroquia al comienzo. El reloj que nunca se contenta con dar la una, nunca dará las doce».
Así que, joven pastor, ¿estás contento con dar la una? ¿Estás dispuesto a ministrar en oscuridad donde puedes llegar a saber lo que es pastorear preciadas almas, donde puedes establecer un fundamento firme de conocimiento y habilidad, donde puedas terminar la preparación que apenas comenzó el seminario? ¿Estás dispuesto a ser fiel en lo poco antes de esperar demostrar ser fiel en lo mucho?
Este recurso fue publicado originalmente en el blog de Tim Challies.