«¡Dile adiós a las noches de cita!». «Duerme todo lo que puedas ahora porque no vas a poder dormir nada después». «No tendrás ningún tiempo libre, así que úsalo ahora».
Si alguna vez has estado embarazada, estas afirmaciones podrían sonarte familiares. Estos son los tipos de comentarios que recibí cuando esperaba el nacimiento de nuestra hija hace algunos años. Estaba sorprendida de la cantidad de negatividad que se asociaba a tener hijos. Junto con el consejo (no solicitado) que recibí, vinieron las advertencias de las pesadillas que vendrían. Incluso cuando mi hija tenía un poco más de 1 año, recibí advertencias de padres que no conocía en el almacén: «¡disfruta ahora! ¡Espera a que comience a hablar!».
Una y otra vez, el mensaje que escucho es este: los hijos son una carga y un inconveniente. Qué triste que una de las aventuras más emocionantes que tenemos el privilegio de embarcar, a menudo es nublada por el pesimismo. Creo que la razón principal por la que los hijos son vistos tan negativamente es porque evitan que podamos hacer lo que queremos cuando queramos hacerlo. Antes de que nuestra hija naciera, mi esposo y yo podíamos levantarnos e ir a donde quisiéramos ir sin mucha planificación. No importaba cuán tarde fuese o si era hora de la siesta o no, simplemente íbamos. Si quería ir de compras por un par de horas solo por diversión, podía hacerlo. No tenía un pesado asiento de auto para bebés que acarrear y no tenía que hacer todas mis compras en un par de horas entre las siestas. Podía visitar amigas o trabajar horas extra y no era un problema. Ahora todo había cambiado.
Sin embargo, mientras veo la Biblia, solo tengo una opción para la manera en que debo ver a los hijos: son una bendición. Salmo 127:3-5 dice: «Un don del Señor son los hijos, y recompensa es el fruto del vientre. Como flechas en la mano del guerrero, así son los hijos tenidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que de ellos tiene llena su aljaba; no será avergonzado cuando hable con sus enemigos en la puerta». ¡Creo que la razón por la que muchas personas consideran a los hijos una carga es en realidad la misma razón por la que son una bendición!
Dios está ocupado de conformarnos a la imagen de su Hijo, Jesús (Ro 8:29), quien renunció a sus derechos como Dios para servir y salvar a la humanidad al sacrificar su propia vida (Fil 2:3-11). ¿Qué mejor manera de llegar a ser hecho a la imagen de Jesús que convertirse en padres? Este regalo de una hijita nos fuerza a rendir nuestro derecho a hacer lo que queremos por su bienestar. Todas esas largas noches de mecerla para que se durmiera y la manera en que limita mi libertad para ir a hacer lo que quiero me recuerdan que esta vida no se trata de mí ni de lo que quiero. Ella me permite practicar diariamente el mandamiento que dice: «No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo» (Fil 2:3). Como seguidora de Jesús, estoy agradecida por cómo ser madre ha acelerado el proceso de morir a mí misma.
Adicionalmente a practicar el autosacrificio cada día, ser madre ha provocado que dependa de la gracia de Dios en una manera más profunda y más constante. Ya sea que Lively esté gritando en el almacén porque le están creciendo los dientes o le cueste quedarse dormida en la noche, estoy obligada a correr a Dios en oración para tener más paciencia, guía y paz. Estos pequeños inconvenientes me mantienen más cerca de Él a cada hora. Y todo lo que provoque que dependa más de Él es una bendición. Es mucho mejor vivir la vida dependiendo de Dios que en mis propios recursos. Es por eso que en 2 Corintios 12:9-11 se nos dice que somos más fuertes en nuestra debilidad, porque estamos dependiendo de la gracia de Dios.
No obstante, más que cualquier cosa, lo que más me emociona sobre la crianza es la capacidad que tengo de cambiar el mundo. Nadie influencia más a una persona que sus padres. Para bien o para mal, nuestros padres han afectado e influenciado nuestras vidas de una manera intensa y profunda, lo que ha formado la trayectoria de nuestra vida. Cualquier terapeuta puede decirte que esto es verdad. El impacto más poderoso y perdurable que haré en este mundo es la manera en que invierto en mis hijos y en cómo los crío. Si los crío para ser hombres y mujeres confiados que conocen la Verdad de la Palabra de Dios y tienen sus ojos puestos en Jesús como el más grande privilegio y prioridad de sus vidas, este mundo será un lugar diferente. La manera en que crío a mis hijos también afectará el tipo de padres que serán un día para nuestros nietos y, asimismo, nuestros nietos para sus hijos. ¡El impacto es exponencial!
No veo mayor privilegio y honor que invertirme a mí misma en criar a nuestros hijos. Esto comienza con esos primeros días de poco sueño y poco tiempo para mí misma. Qué infinita bendición es nuestra hijita. Por medio de ella, Dios mata mi egocentrismo, atrayéndome más cerca de Él en dependencia de su gracia y dándome la oportunidad de vida de provocar cambios en el mundo. ¿Es más divertido hacer lo que quiero cuando quiero? Por supuesto. ¿Es más fácil no tener que depender tanto de Dios? Seguro. Sin embargo, tengo la gran bendición y honor de ser conformada a la imagen de mi Salvador y Verdadero Amor, Jesús, mientras hago un impacto en este mundo para su gloria. Sin mencionar que el medio por el cual estas cosas suceden es la chiquitita más tierna, dulce y preciosa que mis ojos jamás hayan visto. ¿¡Existe alguna forma en que la vida pueda mejorar!? Los hijos: ¿un inconveniente y una carga? Ni en broma ¡No podría haber una mayor bendición en mi vida!