Todas hemos visto alguna vez esa clase de chicas. Las «perfectas». Las que lo tienen todo. Cabello perfecto, piernas sin defecto alguno, pestañas largas y cintura de avispa, ¿verdad?
Sin siquiera darnos cuenta, nos comparamos con ellas y nos sentimos automáticamente feas. Nos sentimos inmediatamente insatisfechas y desagradecidas por nuestros cuerpos.
Sé exactamente cómo funciona este juego porque yo misma he participado muchas veces de él.
¿Quieres saber, sin embargo, qué es lo más loco de todo? Al mirar a estas «chicas perfectas» y compararnos con ellas, adivina qué: ellas sienten lo mismo con respecto a sus cuerpos. Increíble, pero cierto.
En una entrevista con algunas supermodelos famosas, todas confesaron que se sentían inseguras con respecto a sus propios cuerpos.
¡Supermodelos!
Chicas, ¿qué nos dice esto sobre las «perfectas»? Nos dice que las cabelleras fabulosas, las piernas perfectas y las pestañas largas no pueden darnos lo que realmente queremos. Si ser fenomenalmente preciosa fuera el camino a la felicidad, ¿por qué hay tantas chicas guapísimas pero infelices?
Uno de los ejemplos más claros que he visto es la vida de Marilyn Monroe. Como mujer lo tenía TODO, y sin embargo, se suicidó cuando apenas tenía 36.
Al estudiar la vida de esta mujer bella y famosa, no puedo evitar preguntarme: «¿Por qué se suicidaría una mujer que lo tenía todo?» «¿Por qué la fama, la belleza, el dinero y los hombres no le proporcionaron la satisfacción suficiente?»
Lamentablemente, no muchas se detienen a plantearse estas difíciles preguntas sobre la trágica vida de Marilyn.
En vez de cuestionar su infructuosa búsqueda de la felicidad, muchas van tras sus mismas pisadas.
Al igual que Marilyn, millones de chicas modernas están corriendo tras la felicidad y la satisfacción por el mismo callejón sin salida. Sin siquiera darse cuenta, muchas han apoyado las populares mentiras de nuestra cultura sobre la belleza, la femineidad y la identidad.
En el tercer capítulo de nuestro libro Girl Defined, nos referimos a estas ingeniosas mentiras como una «femineidad falsificada». Como chicas cristianas, muchas de nosotras apoyamos la mentira de que, para tener algún valor, hay que ser linda, sexy, inteligente, atlética, delgada, adinerada, popular, etc.
Creemos la mentira de que nuestra valía como mujeres se basa en nuestra belleza y en nuestros logros personales.
Es exactamente eso lo que Marilyn entendió mal, y es justo allí que muchas de nosotras fallamos también. «El momento en que permitimos que la cultura defina nuestra femineidad es el momento exacto en que giramos en la dirección equivocada». —Girl Defined
Tengas o no tengas la cabellera más preciosa, las piernas perfectas o las pestañas más largas del planeta, si defines tu femineidad a partir de cualquier otra cosa que no sea la imperecedera palabra de Dios, siempre te sentirás vacía. Lucharás eternamente con sentimientos de depresión y de no valer nada mientras no te vuelvas al Único que tiene el poder de llenar tu vacío.
El valor, la identidad y la satisfacción verdadera no pueden hallarse fuera de la hermosa forma en que Dios nos diseñó como mujeres.
Y es aquí que entran en el juego las MEJORES noticias: nuestra valía no tiene nada que ver con nosotras sino todo que ver con Dios.
Sin importar cuán famosa y linda sea una chica, o si es pobre y poco atractiva, su dignidad y valor se hallan en el mismo lugar. Nuestra valía no proviene de nada que podamos hacer, sino de todo lo que Cristo ya hizo por nosotras. Si eres cristiana, Dios te considera hija suya; y puesto que eres hija de Dios, lo que Él ve en ti es realeza. Eres hija del rey altísimo . . . lo cual te convierte en una princesa.
Salmo 139:13-14 dice: «Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!»
No solo eres una hija del Rey; Dios te formó en el vientre de tu madre para lucir exactamente como eres.
Tal como un artista crea una obra maestra, Dios modeló tu color de cabello, tu color de ojos, tu tono de piel, tu estatura, tu nariz, tus orejas y tu cuerpo en general para que lucieras exactamente como Él quería.
Quizás nuestra cultura no te considera muy especial, pero Dios sí. Y Él es el único que tiene el derecho a decir cuánto vales.
Si Marilyn Monroe hubiera entendido estas verdades, probablemente su vida habría terminado de una forma muy diferente. En este mundo, el secreto para encontrar la verdadera felicidad es fijar los ojos y el corazón en LA Verdad. Apenas intentes definir tu valor y dignidad mirando a algo o a alguien fuera de Cristo, rodarás cuesta abajo. Te lo garantizo.
Mantén tu mente llena de la verdad de Dios e ignora las inconstantes normas de nuestra cultura.
Te animo enfáticamente a aprender más sobre la hermosa forma en que Dios ha diseñado la femineidad. Si lees inglés, espero que leas nuestro libro y continúes descubriendo el fabuloso propósito de Dios para tu vida de mujer.
Para seguir conversando:
- ¿En qué o quién estás confiando para definir tu dignidad y valor?
- ¿Realmente te ves a ti misma como una hija del Rey?