¡Espera! ¿Es un libro sobre la oración? ¿Acaso es otro libro sobre la oración? ¿Existe alguna posibilidad de que podamos beneficiarnos de otro libro sobre este tema? El libro acerca de la oración de Tim Keller —Experimentando asombro e intimidad con Dios— responde con un sí rotundo.
Bien, esto es lo interesante: no hay muchas cosas nuevas en este libro, pues, como dice Keller, los mejores libros sobre la oración ya se escribieron. Por lo tanto, en vez de buscar ser innovador (como La oración de Jabes, El hacedor de círculos o un millar de otros libros), Keller observa los pozos antiguos y profundos de la historia del cristianismo y se apoya fuertemente en San Agustín, Lutero, Calvino, Owen y Edwards (y, de la historia más contemporánea, Edmund Clowney). Keller entiende que cualquier nuevo conocimiento respecto a la oración tiende a escaparse de la verdad bíblica más que acercarse a ella. En vez de buscar nuevos secretos que descubrir o claves que descifrar, Keller busca formas nuevas de decir lo mismo que se dijo en un lenguaje que ya es arcaico. Repito, no hay nada significativamente nuevo en este libro, pero eso es su fortaleza, no su debilidad.
Keller comienza el libro en un punto interesante: en la tensión entre dos tipos de oración. Los cristianos tendemos a describir la oración desde una de estas dos posiciones: centrada en la comunión o centrada en el Reino. La oración centrada en la comunión es «un medio de experimentar el amor de Dios y conocer la unidad con él. [Ciertos autores], prometen una vida de paz y de continuo descanso. Estos escritores a menudo ofrecen radiantes testimonios de sentirse constantemente rodeados por la presencia divina». Mientras que la oración centrada en el Reino «ve la esencia de la oración no como un descanso interno, sino que como un clamor a Dios para que venga su reino. A menudo se considera la oración como un combate de lucha libre y, quizás por lo general, no se tiene una idea clara de la presencia inmediata de Dios». Keller opta por desechar la idea de que es lo uno o lo otro y no separa estos dos conceptos, puesto que la oración es, al mismo tiempo, una conversación y un encuentro con Dios.
Esto no quiere decir que Keller defiende el tipo de oración que se puede ver en la misticidad católica romana, cuyos libros aún son muy populares en la actualidad. De hecho, él se resiste con firmeza al misticismo, a la meditación como recurso para vaciar la mente en vez de llenarla, a la oración intensa pero sin sentido. Más bien, le da bastante espacio a la verdadera comunión con Dios y a la obra iluminadora del Espíritu Santo, quien lleva Escritura a la mente y provoca un mejor entendimiento de ella en los momentos de meditación devota en oración. Es más, mientras enseña estas cosas, Keller se apoya en los reformadores y los puritanos.
Mientras comenzaba mi lectura, pensé que el propósito de Keller en el libro podría haber sido tratar de resolver los misterios de la oración. Con el tiempo, sin embargo, me di cuenta que éste no era el caso. Hay mucho sobre la oración que no podemos entender y quizás nunca lo entenderemos en este lado de la eternidad (y tal vez incluso después). Keller investiga estos misterios, pero no es su propósito resolverlos. Él entiende que la oración siempre será difícil y nunca prometerá más, nunca dispondrá un plan que, si se sigue, supuestamente traerá resultados garantizados y extraordinarios. Podemos crecer en nuestros entendimiento de la oración y nuestra práctica de ella, pero nunca la resolveremos y nunca llegaremos a orar perfectamente.
Un aspecto particularmente interesante del libro es la definición que Keller da de la oración. Pocos libros sobre este tema realmente se dan el tiempo para definir lo que significa, pero Keller hace todo lo posible para hacerlo. La oración, dice, «es una respuesta personal y comunicativa al conocimiento de Dios». Esto representa la universalidad de la oración —todas las religiones y casi todos los seres humanos oran–. Las personas oran porque tienen alguna idea de Dios por medio de su creación. No obstante, a medida que Dios aviva los corazones endurecidos de su pueblo, los cristianos ahora pueden orar en base a un conocimiento mayor y más específico. De este modo, para los cristianos, «la oración es continuar una conversación que Dios ha comenzado a través de su Palabra y su Gracia, la que con el tiempo se convierte en un pleno encuentro con él».
Al principio de su libro, Keller critica a la mayoría de los libros sobre oración por tener «ante todo un enfoque teológico, devocional o práctico, pero rara vez combinan lo teológico, lo vivencial y lo metodológico bajo una sola portada». Esto es lo que él intenta hacer y, de hecho, es exactamente lo que hizo, desplegando su libro en cinco partes: Deseando la oración, Entendiendo la oración, Aprendiendo sobre la oración, Profundizando sobre la oración y Orando. Keller escribió un libro precioso y completo que lleva al lector de la teoría a la práctica. Es uno de los libros más sólidos que he leído acerca de la oración y lo recomiendo encarecidamente.