¿Alguna vez has recibido una imagen de una taza de café, o de un refresco, en tu página de Facebook? Ayer me enviaron una «galleta de la fortuna» virtual para que la abriera. Sé que yo he sido culpable de enviar imágenes de pasteles de cumpleaños a las personas en sus días especiales (o unos labios grandes a mi esposo mientras está en el trabajo). Supongo que es una forma bonita de mostrarle a una persona que estamos pensando en ella aun cuando no podamos estar juntas. Sin embargo, ¿es realmente porque no podemos juntarnos, o porque simplemente es más fácil tomarnos un café virtual que invitar realmente a alguien a tomar una verdadera taza de café? Una taza de café virtual no exige preparar la casa, usar recursos reales, o invertir en un auténtico tiempo de visita. En este artículo, me gustaría considerar algunos de los beneficios y obstáculos de las relaciones en el ciber-universo comparándolos con la hospitalidad cara a cara.
Supongo que dirás que en los dos mundos estamos haciendo cultura, y —esperemos— algo digno de compartir con otros. Si pensamos en Facebook y los blogs como dos de mis principales ciber-ejemplos, ambos revelan algo de nosotros mismos —en las imágenes que subimos, los amigos que tenemos, o lo que decimos—: tanto en nuestros hogares como en nuestros espacios virtuales tenemos el control de lo que expresamos, pero debemos admitir que, en la ciber-página, mantener la fachada de nuestro estado es mucho más fácil que en el hogar. Por ejemplo, puedo mostrarte las mejores fotos de mis mejores momentos. No tengo que limpiar el polvo de mi página web ni lavar una ciber-taza vacía. Verás a mis hijos sonreír y divertirse; no lloriquear, chismorrear, ni dejar sus zapatos regados por toda la casa. La hospitalidad cara a cara exige mucho más trabajo y honestidad. Aunque comunicarse cibernéticamente es un placer maravilloso cuando no podemos tener contacto físico, también puede ser fácil caer en la tentación de volvernos perezosos en nuestro verdadero deber de ser hospitalarios.
El mundo cibernético no es un mal. Se pueden crear y mantener muchas más relaciones a través de sus benéficos recursos. Estoy feliz de tenerlas. Sin embargo, tenemos que tener cuidado de no sustituir las oportunidades cara a cara por oportunidades cibernéticas. Tampoco estoy sugiriendo llegar a un equilibrio entre las dos. Nuestras oportunidades concretas deberían ocupar más tiempo, ¿verdad? Para que las cosas sigan siendo reales, en verdad tienen que serlo. Si pasamos la mitad de nuestro tiempo personal en relaciones cibernéticas, podemos llegar a desencantarnos. Nuestra comunicación cibernética carece de los matices que permiten captar los gestos no verbales, la química y la intención de las palabras comunicadas. Al ocultarnos detrás de nuestras publicaciones y fotos de perfil, podemos volvernos más audaces y perdernos en la fantasía.
Nuestras relaciones «materiales» son las que controlan nuestra realidad. En ellas tenemos que hacer preguntas de verdad en lugar de revisar el muro de noticias. Ante la pregunta «¿Qué estás pensando?», podemos responder más de lo que acostumbramos publicar en nuestro muro. Somos parte de un diálogo abierto en lugar de una comunicación unidireccional.
Mantener a nuestros ciber-amigos a un brazo de distancia puede llegar a ser una noble manera de tener una relación sin servicio.
La descripción de mi sitio web habla del evangelio interrumpiendo lo ordinario. La ciber-vida se ha convertido en lo ordinario. ¿Cómo estas conexiones ayudan y obstaculizan a los creyentes en su rol de embajadores de las Buenas Noticias? Ciertamente hemos sido bendecidos con la oportunidad de enviar información, y recibir peticiones de oración, actualizaciones, o conectarnos con diversas culturas, esfuerzos misioneros, y amigos y familiares distantes de una forma que nuestros antepasados sólo podrían haber soñado. En cuanto a eso, es una bendición, pero con la bendición, viene una responsabilidad. Puede ser sumamente fácil dar por sentada nuestra nueva facilidad para relacionarnos. Muchas veces la nueva tecnología puede reemplazar la antigua forma de hacer las cosas. Mientras tantas carreras transcurren frente a un computador, tratemos de esforzarnos conscientemente por desarrollar una hospitalidad cara a cara en nuestras vidas personales.
Por lo tanto, termino esta publicación con un desafío. Una vez a la semana, sustituye una parte de tu tiempo cibernético por una conversación ante un café (o un té, un postre, un almuerzo…). Después de todo, cuando Pedro nos mandó ser hospitalarios, no creo que haya estado pensando en salas de chat.
(1 Pedro 4:9)