¿Cuándo fue la última vez que alguien te confrontó con tu pecado? ¿Cómo lo manejaste?
¿Cuándo fue la última vez que tuviste que confrontar a alguien con su pecado? ¿Intentaste evitarlo?
Si eres como yo en algún grado, el solo pensamiento de confrontar o reprender a alguien puede ser uno muy incómodo. Sin embargo, el concepto es una parte esencial del plan de Dios para la comunidad cristiana y para el crecimiento espiritual.
Hebreos 3:13 dice, «antes, exhórtense los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: “hoy;” no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del pecado».
Por lo tanto, ¿por qué la confrontación bíblica es tan difícil para nosotros? En primer lugar, hemos malinterpretado la confrontación como algo negativo cuando debiese ser positivo.
La palabra «exhortar» significa animar. Nuestro mensaje en confrontación debe estimular a otros a las buenas obras, no desanimarlos: «¡no te rindas! ¡Hay esperanza y ayuda para ti! La buena vida se encuentra dentro de los límites de la Palabra de Dios! ¡Cree en las promesas de la Biblia!».
De esta manera, existen dos cosas de las que necesitamos estar conscientes sobre nosotros mismos cuando somos confrontados:
Defendemos demasiado nuestra identidad. Cuando somos confrontados, nuestra reputación de ser una «buena persona» es amenazada. Sin embargo, el sacrificio de Jesús dice que nuestro valor es definido completamente por él y no por nosotros.
Amamos demasiado al pecado. Jesús dijo, «Porque todo el que hace lo malo odia la luz, y no viene a la luz para que sus acciones no sean expuestas» (Jn 3:20). Quizás necesitamos ser brutalmente honestos y confesar que, a veces, nuestros corazones atesoran el pecado que fue confrontado más que a Cristo. Finalmente, existen tres errores que cometemos cuando confrontamos a otros:
1. Olvidamos que somos dos pecadores en el salón.
El apóstol Pablo declaró que él era el primero de los pecadores (1Ti 1:15). Sin embargo, a menudo, cuando confrontamos, olvidamos que luchamos de igual forma y que compartimos una identidad con la persona a quien estamos confrontando: un pecador, salvado por gracia.
2. Usamos la Biblia como un garrote y no como un espejo.
El objetivo de la confrontación no es castigar o intimidar; más bien, revelar. Deberíamos querer que otros vean su pecado y la belleza del camino de Dios, no que se sientan apaleados por lo que acaban de escuchar.
3. Confundimos nuestro reino con el Reino de Dios.
Lo más probable es que el pecado que confrontas te haya lastimado y es muy difícil separar la irritación personal del deseo de Dios por restaurar y perdonar. Nuestro rol en la confrontación no es que la persona se someta a nuestra agenda, sino que se someta solo a Dios.
Así que la próxima vez que seas confrontado, despide a tu abogado de identidad y sé honesto respecto a tu pecado. Y cuando Dios te llame a confrontar a alguien, sé gentil y un embajador.
La confrontación Bíblica no es algo que deba evitarse, ¡sino más bien algo que debe valorarse!
Preguntas para reflexionar
- Menciona dos o tres maneras específicas en las que la confrontación bíblica puede hacer que tus relaciones sean más hermosas.
- ¿Cómo fue tu mala reacción la última vez que alguien te confrontó? ¿Cómo puedes ser menos defensivo y más humilde?
- Critica la forma en que confrontaste a alguien recientemente. ¿Cómo puedes hacerlo mejor una próxima vez?