Referencias bíblicas: Éxodo 16; Deuteronomio 8:3; Mateo 4:1-4.
Después de 400 años de amarga esclavitud en Egipto, ¡Dios finalmente liberó a su pueblo! Los israelitas se encontraron al otro lado del Mar Rojo y en el desierto. Tres días después, Dios respondió a su queja por falta de agua al convertir las aguas amargas de Mara en agua dulce. A los cincuenta días de viaje, probablemente cuando comenzaron a quedarse sin provisiones, se volvieron a quejar:
Y toda la congregación de los israelitas murmuró contra Moisés y contra Aarón en el desierto. Los israelitas les decían: «Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos. Pues nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud» (Ex 16:2-3).
Cuando se les dio a elegir entre tener comida siendo esclavos o estar con Dios en el desierto, ellos escogieron la comida. Su suposición era lo que muchos en nuestro tiempo creen: es la comida, específicamente los buenos alimentos, la que nos sustenta, no Dios. Es la comida la que nos asegura una larga vida, no Dios.
Sin embargo, a pesar de que la fe de los israelitas estaba puesta en el lugar equivocado, Dios responde en misericordia al hacer llover pan del cielo, seis días a la semana; ¡por 40 años!
Entonces el Señor dijo a Moisés: «Yo haré llover pan del cielo para ustedes. El pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción de cada día, para ponerlos a prueba si andan o no en mi ley (Ex 16:4).
Vemos más detalles en Deuteronomio 8:3:
Él [Dios] te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que tú no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no solo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del Señor.
¿Puedes ver los propósitos de Dios en el versículo anterior? ¿Por qué permitió que tuvieran hambre? ¿Por qué alimentarlos con una sustancia desconocida? Para este propósito: «Para hacerte entender que el hombre no solo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del Señor».
Con la falta de familiaridad con el alimento vino la necesidad de confiar en el dador del alimento. ¿Cómo podrían ellos saber que era seguro comerlo al haber estado en el suelo? ¿Y si estaba contaminado con una enfermedad del ganado que estaba a su alrededor? ¿Será lo suficientemente saciante? Todas las preguntas quedaron sin respuesta. Confiar en la persona de Dios era todo lo que ellos tenían. Solo Él tenía poder sobre sus vidas, no su comida.
Jesús, el Verdadero Israel, también estuvo en un desierto. Sin comida por mucho más tiempo de lo que cualquier médico recomendaría, su hambre, en el cuadragésimo primer día de ayuno, se encontró con la sugerencia de Satanás de que él mismo se hiciera pan. En respuesta, Jesús cita Deuteronomio 8:3: «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».
El ayuno de Jesús en el desierto es un recordatorio de que la obediencia a Dios da más vida que una dieta saludable y bien balanceada; que escuchar la Palabra de Dios conlleva más sustento físico que todos los mejores alimentos del mundo. La Palabra de Dios debe tener mayor valor que la comida.
Nuestro mundo está lleno de información respecto a la comida. Nunca antes habíamos sido tan bombardeados con el conocimiento de lo que hay en nuestra comida y lo que debemos o no debemos comer. Existen miles de opciones para compensar los nutrientes que podríamos estar perdiendo de los alimentos que no consumimos. Sin embargo, escoger el conocimiento de la comida por sobre el conocimiento de la Palabra de Dios es un error catastrófico. Es tentador buscar, en un mundo lleno de amenazas de cáncer y nuevas enfermedades o dolencias, opciones correctas de alimentación para sustentarnos, pero la Biblia es muy clara en que esa no es la respuesta. Solo Dios da y sustenta la vida. Conocer y obedecer su Palabra es muchísimo mejor para nuestra salud que el plan alimenticio más saludable y más natural y mejor investigado.
No estoy abogando por la alimentación irresponsable y golosa; al contrario, abogo por el alzamiento de la Palabra de Dios en un mundo lleno de información. Cristiano, si pasas más tiempo creciendo en conocimiento de la comida y planes de dieta que creciendo en el conocimiento de la Palabra de Dios, algo está mal. Es una bandera roja alertándote de que tu confianza está puesta en un lugar incorrecto. Solo Dios preserva la salud de nuestros cuerpos. Haremos bien en recordar a los israelitas en el desierto. Ellos tuvieron una «dieta desbalanceada» por 40 años, compuesta principalmente de un alimento: maná. Ellos no tenían una mezcla saludable de todos los grupos alimentarios, pero Dios aún así los sustentó.
¿Cómo podemos aplicar esto? Podemos ejercitar la misma fe. ¿Qué pan diario te ha provisto Dios hoy? Hay momentos en que Dios podría permitir el privilegio de poder comprar alimentos orgánicos y momentos en los que podríamos estar en otro país comiendo alimentos de los que no estamos seguros. Ocasionalmente, un amigo podría traer comida rápida de un restaurante que no nos gusta. ¿Nuestra esperanza está en evitar los preservantes en la comida? ¿O nuestra esperanza está en Dios? ¿Nuestra esperanza está en conocer exactamente lo que hay en nuestra comida? ¿O está en la soberanía de Dios y en su provisión para el día?
Cualquier circunstancia que enfrentes, pon tu esperanza en el Señor Dios Todopoderoso. Solo Él mantiene tus átomos unidos, tu corazón latiendo y tus pulmones tomando oxígeno a un ritmo constante. Tú no vives solo de pan, sino de cada palabra que sale de la boca de Dios. La pregunta es esta: ¿conoces su Palabra? ¿Has leído cada palabra de la Escritura? ¿Por qué no hacer que tu próximo objetivo saludable sea conocer y atesorar los 66 libros de su Palabra escrita?
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