Tenía veintiún años, y uno de matrimonio, cuando esas dos líneas rojas aparecieron por primera vez. Nos alegramos por la preciosa vida que se nos estaba confiando. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de comenzar a sangrar y finalmente sufrir un aborto espontáneo en el baño de un aeropuerto lleno de gente, donde esperaba abordar un avión para ir a Houston. Nunca voy a olvidar la terrible confusión emocional que sentí al verme forzada a vivir ese momento tan íntimo en un lugar público, sucio y lleno de gente. Cada persona que estaba en ese terminal fue como un intruso en el momento de dolor más crudo para mí.
Al no tener muchas amigas casadas, y menos aun embarazadas, me sentí sola y confundida. Afortunadamente, llevábamos una vida ocupada en ese entonces, por lo que suprimí gran parte de mis emociones y continué con una actitud de “mejor suerte para la próxima, supongo”.
Un par de años más tarde, después de haber perdido dos bebés más, no fue tan fácil suprimir las emociones. Estando consciente del poder de Dios para sustentar la vida, sentí que el aborto espontáneo hundió mi fe. Mis intentos de conciliar las promesas de Dios con mis circunstancias me mantuvieron batallando con él por un tiempo. Aunque siempre agradezco a Dios por probar mi fe, recuerdo, como si fuera ayer, la agobiante discordancia de las circunstancias chocando contra la verdad.
El aborto espontáneo es la tarjeta de membresía de un club al que nunca quisiste pertenecer; de una sociedad de mujeres que llevan la insignia de la infertilidad, del parto de un bebé muerto, de un aborto espontáneo o de un aborto voluntario. Mujeres que comparten tus emociones, preguntas, crisis de fe y aislamiento; mujeres cuyos deseos de ser madres han sido interrumpidos abruptamente por el sufrimiento. Como miembro de ese club, quiero compartir contigo seis exhortaciones para atravesar este tiempo de desafío.
1. Acepta el duelo
El duelo llega cuando pierdes para siempre algo valioso. Si has sufrido un aborto espontáneo, vivir el duelo es una emoción apropiada. Es más, tu duelo glorifica a Dios puesto que comunica al mundo que la vida es valiosa desde la concepción y merece ser llorada cuando se pierde.
Dependiendo de cuán reciente sea tu pérdida, haz espacio para el duelo. Aparta treinta o sesenta minutos al día para estar sola. El dolor del aborto espontáneo nos ataca inesperadamente. Cuando una compañera del trabajo nos cuenta que está embarazada, o cuando estamos ordenando el armario y encontramos unos tests de embarazo extra, puede llevarnos por olas de emociones en los peores momentos. Apartar tiempo con anticipación genera espacio para esos momentos de escabullirse y llorar. Llorar es bueno para nuestra alma en tiempos de luto; no intentes evitarlo. Acéptalo.
2. Da una buena batalla
Para mí, saber que Dios tiene el control de la vida y de la muerte hizo que fuera difícil acercarme a él tras sufrir un aborto espontáneo. Él era legítimamente soberano sobre mis circunstancias y, por lo tanto, parcialmente responsable de mi dolor. Por primera vez en mi caminar con Dios, me acerqué vacilante a él, preparándome para más dolor.
En esos momentos, el hecho de haber caminado con Dios por tantos años me impidió cuestionar la verdad de la Biblia porque regularmente experimentaba su realidad y la del Dios del que hablaba. Sabía demasiado como para alejarme. Sin embargo, realmente tampoco sabía cómo avanzar. ¿Cómo podía orar cuando desconfiaba de las intenciones de Dios? ¿Cómo podía leer la Palabra cuando mi vivencia traía duda en vez de ratificación?
Batallar en medio de tu fe, dudas y miedos toma tiempo y valentía. No hay atajos hacia Peniel, el lugar donde Jacob luchó con Dios (Gn 32:24-32). Como Jacob, para avanzar debemos enfrentar nuestros miedos, a solas con Dios. ¿Aún buscas otro camino? Puedes avanzar con una máscara de fe, escondiendo tu corazón lleno de miedo y dudas, o puedes rehusarte completamente a avanzar, pero ambos caminos dan cuenta de un corazón duro.
Cuando tu fe es probada por medio de un aborto espontáneo, da una buena batalla. ¿Qué quiero decir con esto? Tres cosas: lucha con humildad, con honestidad y con paciencia.
- Lucha con humildad: aunque Dios nos manda acercarnos a él con valentía y libertad, él sigue siendo Dios; por lo tanto, hay que temerle. Dios no está en juicio aquí. Los pecadores como nosotros merecen una cosa de él: muerte eterna y juicio. Sin embargo, si lo conocemos, sabemos que él nos ha perdonado. No tenemos ningún derecho de actuar como jueces de Dios. Sin embargo, podemos acudir a él con preguntas, porque no entendemos qué pasa. No acuses a Dios; hazle preguntas.
- Lucha con honestidad: por favor, seamos personas que creen en la verdad por sobre nuestros sentimientos y vivencias. No obstante, en tiempos de duelo, no creo que sea lo mejor reprimir los sentimientos y repetirnos versículos bíblicos a la fuerza. Sé honesta con Dios sobre cómo te sientes, sobre las dudas que tienes acerca de sus promesas, sobre el enojo que sientes porque tus amigas están embarazadas, etc.
Sin embargo, ten cuidado: no toda honestidad tiene una motivación correcta. Existe una honestidad que busca distanciarse de Dios (“¡Me siento traicionada por ti, Dios! ¡Hasta aquí llego con la fe!”), y por otro lado, hay una honestidad que busca cercanía con él (“Me siento traicionada por ti, Dios, no sé cómo acercarme a ti, pero si me muestras cómo, voy a intentarlo”). Sé honesta con Dios, pero hazlo con la esperanza de reconciliarte con él, no de alejarte más. Que los Salmos te guíen en el camino a medida que aprendes a acercarte a Dios con honestidad y fe.
- Lucha con paciencia: si vas a hacerle preguntas a Dios, dale tiempo para que te responda. Si esperas escuchar su suave murmullo (1R 19:9-14), tu vida de oración no puede consistir en solo hablar y no escuchar. Aprende la disciplina de esperar en Dios. Crea momentos de espera activa a solas y en silencio. Lee los Salmos y pon atención a cómo los salmistas esperan en Dios. Sé paciente y escucha.
3. Ayuda a los demás a ayudarte
Una sorprendente parte del duelo es darse cuenta de que a menudo tienes que ayudar a tus seres queridos para que ellos te ayuden a ti. Asumimos que nuestros amigos y familiares saben lo que necesitamos y saben instintivamente qué decir. Sin embargo, la mayor parte del tiempo, la gente derrama su compasión en formas inútiles y torpes. Mantente preparada para decirles a tus amigos qué es lo que necesitas, qué pueden decir y qué no, cómo pueden ayudar y qué cosas no ayudan.
“¿Puedes llamarme las tardes de los jueves por un tiempo? Ese es el día y la hora en que sufrí la pérdida del bebé, y esos días son más difíciles que el resto. Creo que me ayudaría tener a alguien con quien hablar”.
“Por favor, no me digas cómo Dios va a usar esto para algún bien. Me hace sentir que debiese dejar de estar triste y que debiese dar vuelta la página. En vez de eso, ¿podrías preguntarme cómo está mi relación con Dios? ¿Puedes preguntarme si estoy luchando humildemente con él en medio de esta situación?”
“No hay problema con que no sepas qué decir. Honestamente, solo prefiero tener tu compañía y no hablar de este tema todo el tiempo. ¿Puedes venir hoy para preparar la cena juntas y hablar de otra cosa?”
Está dispuesta a decirle a otros lo que necesitas. Para eso se requiere humildad, pero te bendecirá a ti y a ellos.
4. Deja que el aislamiento te lleve a Dios
El duelo aísla. Para aquellos que están casados, un aborto espontáneo a menudo puede crear un abismo entre los esposos. Tu marido no va a entender por qué o cómo te sientes, y está bien. Sinceramente, nadie va a entender completamente lo que estás sintiendo, porque no han llevado esta muerte en sus cuerpos como tú lo has hecho. Sin embargo, en vez de tratar de arreglarlo y de intentar que todos entiendan, deja que esa sensación de aislamiento te lleve al trono de Dios. Él entiende la pérdida y el aislamiento en formas que no están a nuestro alcance.
5. Encuentra una forma de recordar
Cuando alguien muere, hacemos cosas para recordarlos: guardamos fotografías o una cosa favorita de ellos. Sin embargo, cuando pierdes un bebé que aún no ha nacido, generalmente no tienes cosas tangibles de ellos. No obstante, puedes hacerlas. Para los tres que perdimos, Jimmy hizo una pintura que está en nuestra cocina y me permite recordarlos. Además tengo una caja de recuerdos de ellos: tests de embarazos, ecografías, pulseras de cuando estuve en el hospital al sufrir las pérdidas, enteritos que compré para sorprender a la familia con la noticia de que estaba embarazada, etc. Perdimos nuestro tercer bebé cerca de la Navidad, así que compramos un adorno para recordarlo. Aún me encanta sacarlo cada Navidad, aunque es una sensación agridulce.
6. Permanece en la Palabra
Sigue leyendo tu Biblia diariamente. No necesariamente para obtener respuestas, sino porque nada bueno viene cuando dejamos de ver con claridad el carácter inalterable de Dios expresado por medio de su Palabra inspirada. Si permanecemos en la Palabra, aun cuando luchamos, ella nos revivirá. “Este es mi consuelo en medio de mi dolor: que tu promesa me da vida” (Sal 119:50).