Las madres reciben suficiente ayuda genuina para amortiguar el impacto que la vida real tiene en ellas. Desconocidos, amigos, blogs y libros nos ofrecen ánimo sincero y sin reservas. Recuerdo una ocasión hace unos años cuando estaba comprando una caja de ropa interior para niños pequeños. El vendedor de la tienda me sonrió y me dijo, “cuando comienzas a enseñarles a tus hijos a ir al baño, vas a sentir como si hubiese orina en todas partes; pero, no te preocupes, no estás sola”. La mujer que estaba detrás de mí en la fila dijo, “¡totalmente de acuerdo!”. No hay duda de que saber que no estamos solas nos anima de alguna manera.
Los creyentes en Cristo están rodeados por “una multitud tan grande de testigos” que viven por fe; sus vidas son un testimonio de la mayor gracia y la más grande paz. La gracia y paz que estos hombres y mujeres conocen los sostienen cuando atraviesan por pruebas dolorosas e incluso por experiencias terribles que pueden afectar su salud. Dios les ha dado ojos de fe para fijar su mirada en nuestro Cristo quien por el gozo puesto delante de él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, por lo que fue exaltado sobre todas las cosas y se ha sentado a la diestra de Dios.
A Cristo se le ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra, por lo que nos ordena ir a la batalla y nos garantiza con absoluta seguridad que él está siempre con nosotros —incluso hasta el fin del mundo (Mateo 28:10)—. Por lo tanto, no estamos solas.
En lo pequeño
No suelo enfrentar muchas situaciones que pongan en peligro inminente mi cuerpo o mi alma. Es más probable que me tope con una pelea entre mis hijos o que cuando vaya recorriendo mi casa me encuentre con alguna especie de monumento en memoria de las tareas del hogar que dejé para última hora. Es tentador considerar que la presencia de Dios sólo está presente en “las cosas importantes”. Aunque sé que mi trabajo en casa es hacer discípulos para exaltar la gloria de Dios en las naciones, la actitud despectiva de mi corazón respecto al trabajo repetitivo de la vida normal revela las dudas llenas de temor que hay en mí: ¿le importa esto al Señor? ¿Está él conmigo?
A menudo repito la oración que Pablo hace por los efesios como si fuera para mí y para otros que necesitan ser animados. ¡Qué alegría nos traerá la certeza que tendremos a medida que el Señor ilumine los ojos de nuestros corazones para que sepamos a qué esperanza nos ha llamado y conozcamos las riquezas de su gloriosa herencia entre los santos (Efesios 1:8)! ¡Podemos tener una paz abrumadora al saber y confiar que la presencia estable de Cristo en nuestras vidas nunca se verá socavada por nuestras dudas confusas y cambiantes!
Mientras servimos a los propósitos de Cristo de hacer discípulos, Jesús no está ausente de nuestras vidas normales llenas de quehaceres domésticos. Si él está contigo hasta el fin del mundo…
… entonces estará contigo hasta que embales la última caja necesaria para cambiarte de casa.
… entonces estará contigo hasta el final de un noviazgo que culminará (¡al fin!) en un matrimonio que exalta a Cristo.
… entonces estará contigo hasta que los trámites de adopción estén listos, cuando el juez diga, “¡felicidades!”
… entonces estará contigo hasta el fin de un año escolar difícil.
… entonces estará contigo hasta que termines de ordenar el tremendo desorden en tu casa que, al verlo, no sabes si reír o llorar.
… entonces estará contigo hasta que se acabe ese incómodo silencio que no sabes bien cómo resolver.
… entonces estará contigo hasta el final de una larga noche despierta por los cólicos de tu hijo.
… entonces estará contigo hasta fin de mes, mientras tu presupuesto no te alcanza para lo que necesitas.
Un tesoro mayor
Lo que marca toda la diferencia en la forma en que vivimos nuestras vidas en la casa es el consuelo que encontramos en la presencia perdurable de Cristo. A través del evangelio de Dios, su poder para salvación, él nos da a Cristo como nuestro mayor tesoro. La sublime gracia de Dios en Cristo Jesús es la esperanza a la que nos ha llamado, y Cristo mismo es nuestra gloriosa herencia. Es gracias a Jesús que nuestras vidas son vasos llenos de bendiciones rebosantes, como John Newton dice en su famosísima composición,
Promesas él me dio a mí,
Seguras son en él.
Mi escudo y porción es él
Mientras esté aquí. (Sublime Gracia)
“Mientras esté aquí” no es mucho tiempo. Después viene la vida eterna que perdura para siempre. Cristo será nuestro escudo y porción hasta el fin del mundo . . . y hasta que terminemos el planchado de esta semana.
Gloria Furman © 2015 Desiring God Foundation. Usado con permiso.
| Traducción: María José Ojeda

